Wittgenstein: Crítica del Lenguaje Filosófico y su Influencia en el Siglo XX
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Crítica del Lenguaje Filosófico en el *Tractatus*
Según Wittgenstein, las dudas y preguntas filosóficas carecen de sentido; sus afirmaciones son pseudoproposiciones, por lo que no tienen valor formal y resultan absurdas. Acerca de los temas tradicionales de la filosofía (el alma, el mundo y Dios), Wittgenstein afirma:
- Del sujeto pensante no se puede hablar porque es un límite del mundo y no una parte de él. Esta crítica lleva al primer Wittgenstein a sostener un solipsismo sin sujeto: el sujeto pensante no existe.
- Del mundo tampoco podemos decir nada porque no es a su vez un hecho. Para el autor, el mundo es un conjunto de hechos que acontecen y que son contingentes, ya que entre ellos no existe vínculo lógico. Para representar esa totalidad de hechos necesitaríamos el conjunto de las proposiciones de la ciencia.
- De Dios no hay ningún hecho que lo revele o manifieste; los hechos son meramente hechos y, por consiguiente, acerca de Dios y del sentido de la vida no hay nada que podamos decir. Tampoco puede haber proposiciones éticas, pues las únicas proposiciones con sentido son las que dicen lo que hay.
Por consiguiente, toda metafísica se reduce al intento de decir lo que no se puede decir. Sin embargo, el propio *Tractatus* contiene proposiciones metafísicas necesarias para marcar los límites del lenguaje. Cuando uno los ha comprendido debe abandonarlos. La filosofía es una actividad que consiste en aclarar de manera lógica el pensamiento.
Lo Místico
La crítica de Wittgenstein se trata de un *análisis* a la pretensión de ir con el lenguaje más allá de sus límites. Ahora bien, que algo no pueda ser expresado en proposiciones no significa que no tenga realidad; se trata de algo que se manifiesta a sí mismo en ciertas experiencias en las que sentimos su importancia. Esto que sentimos es inexpresable, lo que el autor llama "lo místico" por oposición a lo fáctico. Los hombres han intentado expresar tales experiencias de forma alegórica en la religión y en el arte, a lo que Wittgenstein no opone nada, salvo que no las confundamos con proposiciones que expresan hechos.
Contextualización de la Obra de Wittgenstein
Este texto pertenece al *Tractatus Logico-Philosophicus*, la única obra del primer Wittgenstein, quien en su segundo periodo escribió las *Investigaciones Filosóficas*. Ambas obras tuvieron una gran importancia en la filosofía analítica y la filosofía del lenguaje ordinario, respectivamente. Wittgenstein era un ingeniero que estudió lógica con Frege y Russell, introduciéndose en el mundo del atomismo lógico. También leyó a Schopenhauer, de quien tomó su solipsismo lingüístico: "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo".
El *Tractatus* influyó en el nacimiento del Neopositivismo, según el cual el significado de una proposición depende de sus condiciones de verificación; por tanto, solo admite las proposiciones de la ciencia natural y solo reconoce el lenguaje científico.
Al concluir esta obra, Wittgenstein renunció a escribir más filosofía, pero después se publicó su *Conferencia sobre Ética* y sus *Observaciones Filosóficas*, siendo esta última su obra de transición entre su primer periodo y el segundo. Sus *Investigaciones Filosóficas* han influido decisivamente en la filosofía analítica, ya que, según esta obra, trata de curar el mal uso del lenguaje mediante el *análisis* lingüístico, con el fin de conocer el juego del lenguaje y evitar las conclusiones lingüísticas de las que surgen, según ellos, la mayoría de los problemas filosóficos.
Contexto Histórico y Filosófico del Siglo XX
Wittgenstein nació en 1889, en un siglo altamente conflictivo. El siglo XX se inicia con el choque de los imperios en la Primera Guerra Mundial, mientras que en España se produce un golpe militar que desemboca en la Guerra Civil. Esta terminará en 1939, cuando comienza la Segunda Guerra Mundial, que termina en 1945, y en la que nuestro autor participa, al igual que en la primera.
El comienzo del siglo XX supuso la aparición de las vanguardias. Aparece la sociedad de masas y en el mundo científico se produce un cambio de paradigma con la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica. En este periodo dominan también las filosofías vitalistas, el psicoanálisis, el existencialismo y las corrientes marxistas, pero para Wittgenstein, las grandes influencias serán el movimiento analítico y el Neopositivismo.
Su *Tractatus* supuso una iluminación para los neopositivistas de Viena, pero Wittgenstein nunca se unió a este movimiento. Una de las características más importantes de la filosofía del siglo XX es el giro lingüístico, que consiste en tratar los problemas filosóficos a partir de la forma en que estos están encarnados en el lenguaje natural. El *análisis* del lenguaje se puede establecer en dos formas: una semántica y otra pragmática. El origen del primer frente está a finales del siglo XIX, donde el trabajo filosófico se concebía como una reforma de los defectos de los lenguajes naturales. En cambio, la segunda actitud tiene su origen en la filosofía analítica.
Russell piensa que las relaciones son independientes de las propiedades de los elementos relacionados. Además, quiso proseguir con los intentos de Frege para realizar un lenguaje plenamente formal, con el que se pudiera expresar sin ambigüedades los argumentos deductivos.
El Neopositivismo fue una reacción ante el horror de la Gran Guerra, que los autores atribuían a la irracionalidad y a las ideologías fanáticas: las proposiciones metafísicas son, para los positivistas lógicos, proposiciones sin sentido; los juicios éticos y estéticos no son ni verdaderos ni falsos, sino que meramente expresan preferencias emotivas. Todas estas tesis neopositivistas casan muy bien con el primer Wittgenstein, el que decía que la función del lenguaje era representar el mundo gracias al isomorfismo de su estructura lógica con la estructura lógica del mundo, además de depurar el lenguaje de las proposiciones sin sentido, que pretenden expresar lo inexpresable, lo místico.