Velázquez: Etapas Clave y Obras Maestras de un Genio
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Velázquez: Un Maestro del Arte Español
Segunda Etapa Madrileña
Segunda etapa madrileña: Son esencialmente reseñables los varios retratos de la familia real y el Bufón Pablos de Valladolid. Es ahora cuando inicia la decoración del Salón de Reinos del Palacio de Buen Retiro que copinta con otros autores, y para el que ideó Las lanzas, retrato de Felipe IV y el del Príncipe Baltasar Carlos, donde desarrolla con madurez el tratamiento aéreo del paisaje.
En su famoso Retrato del Conde Duque de Olivares emplea pastas totalmente sueltas para la configuración de ciertos detalles del personaje y para la plasmación de la perspectiva. Pinta los lienzos Esopo y Menipo donde los personajes parecen mendigos, y toda una serie de bufones, de entre los que destaca El Niño de Vallecas.
Segundo Viaje a Italia
Segundo viaje a Italia: Es un viaje encargado por el rey en busca de cuadros destinados a la colección de la corona. Allí pinta el Retrato del Papa Inocencio X, de profunda captación psicológica, y La Villa de los Médicis, donde la técnica impresionista aparece plenamente formulada. Pero de singular importancia en esta etapa es La Venus del espejo, con la introducción del desnudo femenino, enmarcándolo en ricas ropas que potencian su belleza; su postura de espaldas y el rostro en el espejo generan un punto de misterio en la composición. También el espejo es el símbolo de la apariencia, de la vanitas de un mundo que se transforma con el paso del tiempo.
Período Final y Obras Cumbres
Período final: Es ahora cuando llega al cénit de la vaporosidad con una pintura donde abundan los tonos rosados y de marfil. Realiza fundamentalmente retratos, pero indiscutiblemente es su lienzo Las Meninas su obra cumbre. En él supera el propio tema del retrato de los personajes representados, para darnos una nueva interpretación de la pintura al presentar lo acontecido, ya que las figuras ocupan el lugar del pintor y observan a los reyes – reflejados en el espejo – que se encuentran, haciendo a éste partícipe de la escena desarrollada. A esta genial imaginación creadora hay que añadir el sublime tratamiento de la luz que, como un denso éter, inunda la gran altura de la sala.
Su última gran obra, Las Hilanderas, resultó asimismo un prodigio, constituyéndose en síntesis esencial de su estilo maduro. Nuevamente sorprende su inteligencia y erudición en el enfoque de los temas, pues consigue fundir perfectamente el tema mitológico con la escena de género en un todo armónico que ha confundido incluso a los críticos de Arte. El tapiz, supuestamente tejido por las primeras mujeres, recoge el tema principal, es decir, el mitológico, que versa sobre el asunto textil: la disputa entre Palas Atenea y Aracne acerca de sus modos de tejer. Así, la escena de taller no es nada más que el nexo de unión que nos conduce hacia lo mitológico. En el lienzo, Velázquez alcanza el máximo desarrollo de su pincelada que tanto cautivó a pintores posteriores, especialmente visible en los planos finales que, con su pérdida de nitidez, configuran la perspectiva aérea que produce la sensación de alejamiento.