Valle-Inclán: Evolución de una obra maestra

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Evolución de la obra de Valle-Inclán

1. Etapa decadentista-modernista (hasta 1906)

Toda la producción de Valle-Inclán hasta 1906 se enmarca dentro del Modernismo. Sus primeras obras, cuentos y relatos breves, posteriormente unidos por criterios temáticos (amorosos y galantes -Femeninas, Epitalamio- o de terror y misterio -Jardín Umbrío-), culminan en las Sonatas (Memorias del Marqués de Bradomín). Estructurada como una composición musical en cuatro tiempos, la serie de las Sonatas liga simbólicamente la estación del año y el marco geográfico con la edad del protagonista y sus pasiones vitales.

Rasgos modernistas presentes: sugerencias musicales, simbolismo, caracterización del Marqués de Bradomín como dandy aristocrático (elegante, aventurero, exquisito, amoral, provocador, cínico y, a veces, violento); ambiente de misterio y leyenda; preciosos jardines y lujosos interiores; exaltación nostálgica de un mundo decadente y refinado (aunque con cierto distanciamiento e ironía); y un lenguaje y estilo cuidados. También pertenecen a esta etapa sus primeras producciones teatrales: Tragedia de ensueño, Comedia de ensueño y El yermo de las almas.

2. Etapa del primitivismo (1907-1909)

Esta etapa representa un nuevo camino surgido de una de las orientaciones del Modernismo: el primitivismo. Se caracteriza por la violencia, la crueldad, la barbarie, la destrucción, la brutalidad, las pasiones desbordadas, y el mundo rural con sus leyendas, mitos, ritos mágicos y supersticiones populares.

Si bien muestra puntos de continuidad con la etapa anterior (actitudes perversas, violentas, demoníacas o sacrílegas ya presentes en las Sonatas, y el mundo gallego primitivo y mítico que aparece en Flor de santidad), Valle-Inclán abandona el esteticismo aristocratizante y refinado, sustituyéndolo por un estilo duro y desgarrado.

Obras importantes:

  • Águila de blasón (1907) y Romance de lobos (1908), pertenecientes a las Comedias Bárbaras. Su protagonista, Juan Manuel Montenegro, un señor feudal bárbaro y lujurioso, domina un medio social rural lleno de seres marginales y extraños, y se enfrenta con sus seis siniestros e descarriados hijos (los lobos), uno de los cuales acabará asesinándolo. En 1922, Valle-Inclán completará la historia con Cara de plata, donde se narran los antecedentes.
  • Trilogía de la guerra carlista: Las cruzadas de la causa (1908), El resplandor de la hoguera (1908) y Gerifaltes de antaño (1909). Centrada en la última guerra carlista, mezcla personajes históricos y de ficción. A pesar de la cercanía cronológica, la distancia entre la materia narrativa provoca una impresión de intemporalidad. Valle-Inclán encuentra en el carlismo un sentimiento popular antiburgués, el encanto romántico de las causas perdidas, la fascinación por las leyendas y las antiguas gestas heroicas. Su escritura se caracteriza por el fragmentarismo, la estructura episódica, capítulos breves, dislocación temporal, ruptura de la linealidad de la narración y atención al estilo y al lenguaje.

3. Etapa de distanciamiento artificioso (1910-1920)

En esta etapa, Valle-Inclán escribe obras teatrales, en su mayoría en verso, totalmente diferentes del teatro poético modernista de la época. Se trata de experimentos dramáticos donde el autor crea un mundo artificioso, muy literario y estilizado. En muchas de estas obras se basa en la tradición teatral clásica y recrea ambientes y motivos literarios tópicos, pero distanciándose de personajes y situaciones. Los protagonistas parecen estereotipos, siendo fundamentales la caricatura y lo grotesco.

Obras de esta etapa: Cuento de abril, Voces de gesta, La marquesa Rosalinda, El embrujado y Farsa infantil de la cabeza del dragón.

4. Etapa de los esperpentos (a partir de 1920)

Valle-Inclán acuña el término esperpento para referirse a unas obras creadas con una estética personal y renovadora. Su intención es llegar a la “superación del dolor y de la risa” y mostrar lo absurdo, el “sentido trágico” y su disconformidad con la vida española de su tiempo.

Obras de este periodo: a) Poesía: Las pipas de Kif (1919): bajo un tono desenfadado, no exento de dolor, muestra la nueva orientación de Valle-Inclán hacia la deformación y lo grotesco, por ello se incluye en esta etapa a pesar de la cronología. b) Teatro: Farsa italiana de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la reina castiza, Divinas palabras, Luces de Bohemia (todas de 1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto y La hija del capitán (estas tres últimas forman la Trilogía Martes de Carnaval, de 1930), y Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte (1927). Divinas palabras se desarrolla en Galicia, donde ya no se muestra el componente mítico o mágico y han desaparecido los viejos hidalgos feudales. Se retrata un mundo sórdido y miserable, dominado por la avaricia y la lujuria, donde el pueblo animalizado, ignorante y supersticioso es dominado por unas palabras dichas en latín, lengua que ellos no pueden entender. Luces de Bohemia se basa en la deformación de la realidad y la parodia de los modelos clásicos, así como en la creación de un lenguaje donde lo sublime y lo vulgar conviven en partes iguales. Max (ciego como Homero) emprende una particular odisea que no se desarrolla en los míticos escenarios clásicos, sino en los espacios más sórdidos de una España sumida en la miseria física y moral. Además, en ella Valle-Inclán utiliza por primera vez la palabra “esperpento” para referirse a esta nueva forma de hacer literatura. c) Narrativa: en esta etapa se diluyen las fronteras de la narrativa y el drama. En la literatura dramática encontramos largas acotaciones de carácter narrativo y, en correspondencia, las novelas se acercan al esperpento en el estilo, el lenguaje, la caracterización de los personajes y la relevancia del diálogo al que se subordinan la narración y la descripción. Las novelas principales de este periodo son Tirano Banderas y la serie inconclusa de El Ruedo Ibérico (La corte de los milagros, de 1927, Viva mi dueño, de 1928, y Baza de espadas, de 1932).

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