Que trato le prodigaron al niño bolívar
Enviado por Chuletator online y clasificado en Lengua y literatura
Escrito el en español con un tamaño de 101,19 KB
1
El niño que vivíó
El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Privet Drive,
Estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las
últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o
Misterioso, porque no estaban para tales tonterías.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que
Fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque
Con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello
Casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba
La mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines
Para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley,
Y para ellos no había un niño mejor que él.
Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y
Su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera
Lo de los Potter.
La señora Potter era hermana de la señora Dursley, pero no se veían
Desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía
Hermana, porque su hermana y su marido, un completo inútil, eran lo más
Opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar. Los Dursley se estremecían al
Pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera. Sabían
Que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El
Niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que
Dudley se juntara con un niño como aquél.
Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se
Despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban
Tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los
Acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en
Toda la regíón. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más
Sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras
Instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
A las ocho y media, el señor Dursley cogíó su maletín, besó a la señora
Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no
Pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra
Las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la
Casa. Se metíó en su coche y se alejó del número 4.
3
Al llegar a la esquina percibíó el primer indicio de que sucedía algo raro: un
Gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor
Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvíó la cabeza
Para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive,
Pero no vio ningún plano. ¿En qué había estado pensando? Debía de haber
Sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le
Devolvíó la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y
Subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el
Felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos
No saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y
Alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó
Más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.
Pero en las afueras ocurríó algo que apartó los taladros de su mente.
Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de
Advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con
Capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah,
Los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda
Nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos
Extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados. El
Señor Dursley se enfurecíó al darse cuenta de que dos de los desconocidos no
Eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde
Esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurríó que debía de ser alguna
Tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para
Algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el
Señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en
Los taladros.
El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su
Oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría
Costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno
Día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta,
Mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no
Había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley
Tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas.
Hizo llamadas telefónicas importantes y volvíó a gritar. Estuvo de muy buen
Humor hasta la hora de la comida, cuando decidíó estirar las piernas y dirigirse
A la panadería que estaba en la acera de enfrente.
Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que
Estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué,
Pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no
Llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de
Papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.
—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...
—Sí, su hijo, Harry...
El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadíó. Se volvíó hacia
Los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo.
4
Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos
A su secretaria que no quería que le molestaran, cogíó el teléfono y, cuando
Casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó
El aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba
Comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial. Estaba
Seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que
Tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de
Que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse
Harvey. O Harold. No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se
Trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía
Reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...! Pero de todos modos,
Aquella gente de la capa...
Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el
Edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse
Cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al
Suelo. Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre
Llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su
Rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan
Chillona que llamaba la atención de los que pasaban:
—¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme!
¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los
Muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
Y el anciano abrazó al señor Dursley y se alejó.
El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un
Desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que
Eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse
Hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca
Había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación).
Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no
Mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana.
En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de
Que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.
—¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.
El gato no se movíó. Sólo le dirigíó una mirada severa. El señor Dursley se
Preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y
Entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.
La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le
Informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó
Que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»). El señor Dursley
Trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al
Salón a tiempo para ver el informativo de la noche.
5
—Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de
Que hoy las lechuzas de la nacíón han tenido una conducta poco habitual. Pese
A que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas
A la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas
Aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces
De explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de
Sueño. —El locutor se permitíó una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora,
De nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de
Lechuzas esta noche, Jim?
—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las
Lechuzas han tenido hoy una actitud extraña. Telespectadores de lugares tan
Apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que
En lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas
Fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche
De las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles
Una noche lluviosa.
El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por
Toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel
Cuchicheo sobre los Potter...
La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba
Bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con
Nerviosismo.
—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana?
Como había esperado, la señora Dursley parecíó molesta y enfadada.
Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
—No —respondíó en tono cortante—. ¿Por qué?
—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—.
Lechuzas... Estrellas fugaces... Y hoy había en la ciudad una cantidad de gente
Con aspecto raro...
—¿Y qué? —interrumpíó bruscamente la señora Dursley
—Bueno, pensé... Quizá... Que podría tener algo que ver con... Ya sabes...
Su grupo.
La señora Dursley bebíó su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se
Preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se
Atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:
—El hijo de ellos... Debe de tener la edad de Dudley, ¿no?
—Eso creo —respondíó la señora Dursley con rigidez.
—¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?
6
—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de
Abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.
No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora
Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente
Hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía
Estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera
Esperando algo.
¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver
Con los Potter? Si fuera así... Si se descubría que ellos eran parientes de
Unos... Bueno, creía que no podría soportarlo.
Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida
Rápidamente, pero el señor Dursley permanecíó despierto, con todo aquello
Dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de
Quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los
Sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los
Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su
Clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera
Que ver (bostezó y se dio la vuelta)... No, no podría afectarlos a ellos...
¡Qué equivocado estaba!
El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba
Sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba
Tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de
Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la
Calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es
Que el gato no se movíó hasta la medianoche.
Un hombre aparecíó en la esquina que el gato había estado observando, y
Lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de
La tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.
En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y
Muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría
Sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que
Barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros,
Brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía
Una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El
Nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.
Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una
Calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal
Recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero
Parecíó darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que
Todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna
Razón, ver al gato parecíó divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:
7
—Debería haberlo sabido.
Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un
Encendedor de plata. Lo abríó, lo sostuvo alto en el aire y lo encendíó. La luz
Más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendíó otra vez y
La siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador,
Hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres
Lejanos: los ojos del gato que lo observaba. Si alguien hubiera mirado por la
Ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como
Cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle.
Dumbledore volvíó a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el
Número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró,
Pero después de un momento le dirigíó la palabra.
—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
Se volvíó para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le
Dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura
Cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato.
La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro
Estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.
—¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.
—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.
—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una
Pared de ladrillo —respondíó la profesora McGonagall.
—¿Todo el día? ¿Cuando podría haber estado de fiesta? Debo de haber
Pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.
La profesora McGonagall resopló enfadada.
—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo
Creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se
Han dado cuenta de que algo sucede! Salíó en las noticias. —Terció la cabeza
En dirección a la ventana del oscuro salón de los Dursley—. Lo he oído.
Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente
Estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en
Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.
—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos
Tenido tan poco que celebrar durante once años...
—Ya lo sé —respondíó irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es
Una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente
Descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de
Los muggles, intercambia rumores...
Lanzó una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si
Esperara que éste le contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando.
8
—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece
Haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros.
Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?
—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer.
¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?
—¿Un qué?
—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me
Gusta mucho.
—No, muchas gracias —respondíó con frialdad la profesora McGonagall,
Como si considerara que aquél no era un momento apropiado para
Caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...
—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como
Usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quienusted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo
Llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se
Echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos
Caramelos de limón, parecíó no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso
Si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo
Para temer pronunciar el nombre de Voldemort.
—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall,
Entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben
Que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.
—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía
Poderes que yo nunca tuve.
—Sólo porque usted es demasiado... Bueno... Noble... Para utilizarlos.
—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la
Señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.
La profesora McGonagall le lanzó una mirada dura, antes de hablar.
—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por
Ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desaparecíó? ¿Sobre lo
Que finalmente lo detuvo?
Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más
Deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo
El día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca
A Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento. Era
Evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer
Hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo,
Estaba eligiendo otro caramelo y no le respondíó.
—Lo que están diciendo —insistíó— es que la pasada noche Voldemort
9
Aparecíó en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter. El rumor es que Lily y
James Potter están... Están... Bueno, que están muertos.
Dumbledore inclínó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó
Boquiabierta.
—Lily y James... No puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...
Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.
—Lo sé... Lo sé... —dijo con tristeza.
La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.
—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry. Pero
No pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen
Que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompíó... Y que ésa es la
Razón por la que se ha ido.
Dumbledore asintió con la cabeza, apesadumbrado.
—¿Es... Es verdad? —tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de
Todo lo que hizo... De toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es
Asombroso... Entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo
Sobrevivíó Harry en nombre del cielo?
—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo
Sepamos.
La profesora McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los
Ojos, por detrás de las gafas. Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj de
Oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce manecillas y
Ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del círculo. Pero
Para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:
—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí,
¿no?
—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me
Va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le
Queda ahora.
—¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —gritó la
Profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—.
Dumbledore... No puede. Los he estado observando todo el día. No podría
Encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando
Patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a
Gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!
—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos
10
Podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.
—¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—.
Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa
Gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... Una leyenda... No me
Sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry
Potter! Escribirán libros sobre Harry... Todos los niños del mundo conocerán su
Nombre.
—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de
Sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de
Saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da
Cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté
Preparado para asimilarlo?
La profesora McGonagall abríó la boca, cambió de idea, tragó y luego dijo:
—Sí... Sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta
Aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara
Que podía tener escondido a Harry.
—Hagrid lo traerá.
—¿Le parece... Sensato... Confiar a Hagrid algo tan importante como eso?
—A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a
Regáñadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es
Descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?
Un ruido sordo rompíó el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más
Fuerte mientras ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz.
Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y
Entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.
La moto era inmensa, pero si se la comparaba con el hombre que la
Conducía parecía un juguete. Era dos veces más alto que un hombre normal y
Al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande
Para que lo aceptaran y además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y
Revuelto, y una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el
Mismo tamaño que las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con
Botas de cuero, parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos
Sosténía un bulto envuelto en mantas.
—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa
Moto?
—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando
Con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó.
Lo he traído, señor.
11
—¿No ha habido problemas por allí?
—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los
Muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre
Brístol.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas.
Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata
De pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una
Forma curiosa, como un relámpago.
—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.
—Sí —respondíó Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.
—¿No puede hacer nada, Dumbledore?
—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo
Una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.
Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se volvíó hacia la casa de los Dursley
—¿Puedo... Puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclínó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso,
Raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un
Aullido, como si fuera un perro herido.
—¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los
Muggles!
—Lo... Siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—.
Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... Y el pobrecito Harry tendrá
Que vivir con muggles...
—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —
Susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid,
Mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que
Había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su
Capa, la escondíó entre las mantas del niño y luego volvíó con los otros dos.
Durante un largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros
De Hagrid se estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente.
La luz titilante que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía
Haberlos abandonado.
—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que
Hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.
—Ajá —respondíó Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius.
Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
12
Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subíó a la
Moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un
Estrépito se elevó en el aire y desaparecíó en la noche.
—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore,
Saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó
La nariz por toda respuesta.
Dumbledore se volvíó y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y
Levantó el Apagador de plata. Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la
Calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor
Anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina,
En el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las
Escaleras de la casa número 4.
—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento
De su capa, desaparecíó.
Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía
Silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno
Esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre
Las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y
Siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas
Horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la puerta
Principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las próximas
Semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley.. No podía saber tampoco
Que, en aquel mismo momento, las personas que se reunían en secreto por
Todo el país estaban levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por
Harry Potter... El niño que vivíó!».
2
El vidrio que se desvanecíó
Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se
Despertaron y encontraron a su sobrino en la puerta de entrada, pero Privet
Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos
Jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y
Avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el
Señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche
13
De hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio
Del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de
Retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes
Colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento
Las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta,
En un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y
Abrazado por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera
Otro niño.
Sin embargo, Harry Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel
Momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y
Su voz chillona era el primer ruido del día.
—¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!
Harry se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.
—¡Arriba! —chilló de nuevo. Harry oyó sus pasos en dirección a la cocina,
Y después el roce de la sartén contra el fogón. El niño se dio la vuelta y trató de
Recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que
Volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente.
Su tía volvíó a la puerta.
—¿Ya estás levantado? —quiso saber.
—Casi —respondíó Harry
—Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar
Que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.
Harry gimió.
—¿Qué has dicho? —gritó con ira desde el otro lado de la puerta.
—Nada, nada...
El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Harry se
Levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo
De la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Harry estaba
Acostumbrado a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.
Cuando estuvo vestido salíó al recibidor y entró en la cocina. La mesa
Estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que
éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el
Segundo televisor y la bicicleta de carreras. La razón exacta por la que Dudley
Podía querer una bicicleta era un misterio para Harry, ya que Dudley estaba
Muy gordo y aborrecía el ejercicio, excepto si conllevaba pegar a alguien, por
Supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Harry, pero no podía
Atraparlo muy a menudo. Aunque no lo parecía, Harry era muy rápido.
14
Tal vez tenía algo que ver con eso de vivir en una oscura alacena, pero
Harry había sido siempre flaco y muy bajo para su edad. Además, parecía más
Pequeño y enjuto de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran
Prendas viejas de Dudley, y su primo era cuatro veces más grande que él.
Harry tenía un rostro delgado, rodillas huesudas, pelo negro y ojos de color
Verde brillante. Llevaba gafas redondas siempre pegadas con cinta adhesiva,
Consecuencia de todas las veces que Dudley le había pegado en la nariz. La
única cosa que a Harry le gustaba de su apariencia era aquella pequeña
Cicatriz en la frente, con la forma de un relámpago. La tenía desde que podía
Acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era
Cómo se la había hecho.
—En el accidente de coche donde tus padres murieron —había dicho—. Y
No hagas preguntas.
«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si
Se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.
Tío Vernon entró a la cocina cuando Harry estaba dando la vuelta al tocino.
—¡Péinate! —bramó como saludo matinal.
Una vez por semana, tío Vernon miraba por encima de su periódico y
Gritaba que Harry necesitaba un corte de pelo. A Harry le habían cortado más
Veces el pelo que al resto de los niños de su clase todos juntos, pero no servía
Para nada, pues su pelo seguía creciendo de aquella manera, por todos lados.
Harry estaba friendo los huevos cuando Dudley llegó a la cocina con su
Madre. Dudley se parecía mucho a tío Vernon. Tenía una cara grande y
Rosada, poco cuello, ojos pequeños de un tono azul acuoso, y abundante pelo
Rubio que cubría su cabeza gorda. Tía Petunia decía a menudo que Dudley
Parecía un angelito. Harry decía a menudo que Dudley parecía un cerdo con
Peluca.
Harry puso sobre la mesa los platos con huevos y beicon, lo que era difícil
Porque había poco espacio. Entretanto, Dudley contaba sus regalos. Su cara
Se ensombrecíó.
—Treinta y seis —dijo, mirando a su madre y a su padre—. Dos menos
Que el año pasado.
—Querido, no has contado el regalo de tía Marge. Mira, está debajo de
Este grande de mamá y papá.
—Muy bien, treinta y siete entonces —dijo Dudley, poniéndose rojo.
Harry; que podía ver venir un gran berrinche de Dudley, comenzó a
Comerse el beicon lo más rápido posible, por si volcaba la mesa.
Tía Petunia también sintió el peligro, porque dijo rápidamente:
—Y vamos a comprarte dos regalos más cuando salgamos hoy. ¿Qué te
15
Parece, pichoncito? Dos regalos más. ¿Está todo bien?
Dudley pensó durante un momento. Parecía un trabajo difícil para él. Por
último, dijo lentamente.
—Entonces tendré treinta y.. Treinta y..
—Treinta y nueve, dulzura —dijo tía Petunia.
—Oh —Dudley se dejó caer pesadamente en su silla y cogíó el regalo más
Cercano—. Entonces está bien.
Tío Vernon rió entre dientes.
—El pequeño tunante quiere que le den lo que vale, igual que su padre.
¡Bravo, Dudley! —dijo, y revolvíó el pelo de su hijo.
En aquel momento sonó el teléfono y tía Petunia fue a cogerlo, mientras
Harry y tío Vernon miraban a Dudley, que estaba desembalando la bicicleta de
Carreras, la filmadora, el avión con control remoto, dieciséis juegos nuevos para
El ordenador y un vídeo. Estaba rompiendo el envoltorio de un reloj de oro,
Cuando tía Petunia volvíó, enfadada y preocupada ala vez.
—Malas noticias, Vernon —dijo—. La señora Figg se ha fracturado una
Pierna. No puede cuidarlo. —Volvíó la cabeza en dirección a Harry.
La boca de Dudley se abríó con horror, pero el corazón de Harry dio un
Salto. Cada año, el día del cumpleaños de Dudley, sus padres lo llevaban con
Un amigo a pasar el día a un parque de atracciones, a comer hamburguesas o
Al cine. Cada año, Harry se quedaba con la señora Figg, una anciana loca que
Vivía a dos manzanas. Harry no podía soportar ir allí. Toda la casa olía a
Repollo y la señora Figg le hacía mirar las fotos de todos los gatos que había
Tenido.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó tía Petunia, mirando con ira a Harry
Como si él lo hubiera planeado todo. Harry sabía que debería sentir pena por la
Pierna de la señora Figg, pero no era fácil cuando recordaba que pasaría un
Año antes de tener que ver otra vez a Tibbles, Snowy, el Señor Paws o Tufty.
—Podemos llamar a Marge —sugirió tío Vernon.
—No seas tonto, Vernon, ella no aguanta al chico.
Los Dursley hablaban a menudo sobre Harry de aquella manera, como si
No estuviera allí, o más bien como si pensaran que era tan tonto que no podía
Entenderlos, algo así como un gusano.
—¿Y qué me dices de... Tu amiga... Cómo se llama... Yvonne?
—Está de vacaciones en Mallorca —respondíó enfadada tía Petunia.
—Podéis dejarme aquí —sugirió esperanzado Harry. Podría ver lo que
16
Quisiera en la televisión, para variar, y tal vez incluso hasta jugaría con el
Ordenador de Dudley
Tía Petunia lo miró como si se hubiera tragado un limón.
—¿Y volver y encontrar la casa en ruinas? —rezongó.
—No voy a quemar la casa —dijo Harry, pero no le escucharon.
—Supongo que podemos llevarlo al zoológico —dijo en voz baja tía
Petunia—... Y dejarlo en el coche...
—El coche es nuevo, no se quedará allí solo...
Dudley comenzó a llorar a gritos. En realidad no lloraba, hacía años que no
Lloraba de verdad, pero sabía que, si retorcía la cara y gritaba, su madre le
Daría cualquier cosa que quisiera.
—Mi pequeñito Dudley no llores, mamá no dejará que él te estropee tu día
Especial —exclamó, abrazándolo.
—¡Yo... No... Quiero... Que... él venga! —exclamó Dudley entre fingidos
Sollozos—. ¡Siempre lo estropea todo! —Le hizo una mueca burlona a Harry,
Desde los brazos de su madre.
Justo entonces, sonó el timbre de la puerta.
—¡Oh, Dios, ya están aquí! —dijo tía Petunia en tono desesperado y, un
Momento más tarde, el mejor amigo de Dudley, Piers Polkiss, entró con su
Madre. Piers era un chico flacucho con cara de rata. Era el que, habitualmente,
Sujetaba los brazos de los chicos detrás de la espalda mientras Dudley les
Pegaba. Dudley suspendíó su fingido llanto de inmediato.
Media hora más tarde, Harry, que no podía creer en su suerte, estaba
Sentado en la parte de atrás del coche de los Dursley, junto con Piers y Dudley,
Camino del zoológico por primera vez en su vida. A sus tíos no se les había
Ocurrido una idea mejor, pero antes de salir tío Vernon se llevó aparte a Harry.
—Te lo advierto —dijo, acercando su rostro grande y rojo al de Harry—. Te
Estoy avisando ahora, chico: cualquier cosa rara, lo que sea, y te quedarás en
La alacena hasta la Navidad.
—No voy a hacer nada —dijo Harry—. De verdad...
Pero tío Vernon no le creía. Nadie lo hacía.
El problema era que, a menudo, ocurrían cosas extrañas cerca de Harry y
No conseguía nada con decir a los Dursley que él no las causaba.
En una ocasión, tía Petunia, cansada de que Harry volviera de la
Peluquería como si no hubiera ido, cogíó unas tijeras de la cocina y le cortó el
Pelo casi al rape, exceptuando el flequillo, que le dejó «para ocultar la horrible
17
Cicatriz». Dudley se rió como un tonto, burlándose de Harry, que pasó la noche
Sin dormir imaginando lo que pasaría en el colegio al día siguiente, donde ya se
Reían de su ropa holgada y sus gafas remendadas. Sin embargo, a la mañana
Siguiente, descubríó al levantarse que su pelo estaba exactamente igual que
Antes de que su tía lo cortara. Como castigo, lo encerraron en la alacena
Durante una semana, aunque intentó decirles que no podía explicar cómo le
Había crecido tan deprisa el pelo.
Otra vez, tía Petunia había tratado de meterlo dentro de un repugnante
Jersey viejo de Dudley (marrón, con manchas anaranjadas). Cuanto más
Intentaba pasárselo por la cabeza, más pequeña se volvía la prenda, hasta que
Finalmente le habría sentado como un guante a una muñeca, pero no a Harry.
Tía Petunia creyó que debía de haberse encogido al lavarlo y, para su gran
Alivio, Harry no fue castigado.
Por otra parte, había tenido un problema terrible cuando lo encontraron en
El techo de la cocina del colegio. El grupo de Dudley lo perseguía como de
Costumbre cuando, tanto para sorpresa de Harry como de los demás, se
Encontró sentado en la chimenea. Los Dursley recibieron una carta amenazadora de la directora del colegio, diciéndoles que Harry andaba trepando
Por los techos del colegio. Pero lo único que trataba de hacer (como le gritó a
Tío Vernon a través de la puerta cerrada de la alacena) fue saltar los grandes
Cubos que estaban detrás de la puerta de la cocina. Harry supónía que el
Viento lo había levantado en medio de su salto.
Pero aquel día nada iba a salir mal. Incluso estaba bien pasar el día con
Dudley y Piers si eso significaba no tener que estar en el colegio, en su
Alacena, o en el salón de la señora Figg, con su olor a repollo.
Mientras conducía, tío Vernon se quejaba a tía Petunia. Le gustaba
Quejarse de muchas cosas. Harry, el ayuntamiento, Harry, el banco y Harry
Eran algunos de sus temas favoritos. Aquella mañana le tocó a los motoristas.
—... Haciendo ruido como locos esos gamberros —dijo, mientras una moto
Los adelantaba.
—Tuve un sueño sobre una moto —dijo Harry recordando de pronto—.
Estaba volando.
Tío Vernon casi chocó con el coche que iba delante del suyo. Se dio la
Vuelta en el asiento y gritó a Harry:
—¡LAS MOTOS NO VUELAN!
Su rostro era como una gigantesca remolacha con bigotes.
Dudley y Piers se rieron disimuladamente.
—Ya sé que no lo hacen —dijo Harry—. Fue sólo un sueño.
Pero deseó no haber dicho nada. Si había algo que desagradaba a los
Dursley aún más que las preguntas que Harry hacía, era que hablara de
18
Cualquier cosa que se comportara de forma indebida, no importa que fuera un
Sueño o un dibujo animado. Parecían pensar que podía llegar a tener ideas
Peligrosas.
Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias. Los
Dursley compraron a Dudley y a Piers unos grandes helados de chocolate en la
Entrada, y luego, como la sonriente señora del puesto preguntó a Harry qué
Quería antes de que pudieran alejarse, le compraron un polo de limón, que era
Más barato. Aquello tampoco estaba mal, pensó Harry, chupándolo mientras
Observaban a un gorila que se rascaba la cabeza y se parecía notablemente a
Dudley, salvo que no era rubio.
Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo. Tuvo
Cuidado de andar un poco alejado de los Dursley, para que Dudley y Piers, que
Comenzaban a aburrirse de los animales cuando se acercaba la hora de comer,
No empezaran a practicar su deporte favorito, que era pegarle a él. Comieron
En el restaurante del zoológico, y cuando Dudley tuvo una rabieta porque su
Bocadillo no era lo suficientemente grande, tío Vernon le compró otro y Harry
Tuvo permiso para terminar el primero.
Más tarde, Harry pensó que debía haber sabido que aquello era
Demasiado bueno para durar.
Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro y hacía frío, y
Había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda
Clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y
Los troncos. Dudley y Piers querían ver las gigantescas cobras venenosas y las
Gruesas pitones que estrujaban a los hombres. Dudley encontró rápidamente la
Serpiente más grande. Podía haber envuelto el coche de tío Vernon y haberlo
Aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener
Ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.
Dudley permanecíó con la nariz apretada contra el vidrio, contemplando el
Brillo de su piel.
—Haz que se mueva —le exigíó a su padre.
Tío Vernon golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movíó.
—Hazlo de nuevo —ordenó Dudley.
Tío Vernon golpeó con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.
—Esto es aburrido —se quejó Dudley. Se alejó arrastrando los pies.
Harry se movíó frente al vidrio y miró intensamente a la serpiente. Si él
Hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin
Ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando
Todo el día. Era peor que tener por dormitorio una alacena donde la única
Visitante era tía Petunia, llamando a la puerta para despertarlo: al menos, él
Podía recorrer el resto de la casa.
19
De pronto, la serpiente abríó sus ojillos, pequeños y brillantes como
Cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos
Estuvieron al nivel de los de Harry.
Guiñó un ojo.
Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor,
Para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la
Serpiente y también le guiñó un ojo.
La serpiente torcíó la cabeza hacia tío Vernon y Dudley, y luego levantó los
Ojos hacia el techo. Dirigíó a Harry una mirada que decía claramente:
—Me pasa esto constantemente.
—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de
Que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.
La serpiente asintió vigorosamente.
—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry
La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del
Vidrio. Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.»
—¿Era bonito aquello?
La boa constrictor volvíó a señalar con la cola y Harry leyó: «Este
Espécimen fue criado en el zoológico».
—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?
Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás
De Harry los hizo saltar.
—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE!
¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!
Dudley se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.
—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas. Cogido por
Sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento. Lo que sucedíó a continuación fue
Tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Piers y Dudley estaban
Inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando
De terror.
Harry se incorporó y se quedó boquiabierto: el vidrio que cerraba el
Cubículo de la boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se
Había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el
Suelo. Las personas que estaban en la casa de los reptiles gritaban y corrían
20
Hacia las salidas.
Mientras la serpiente se deslizaba ante él, Harry habría podido jurar que
Una voz baja y sibilante decía:
—Brasil, allá voy... Gracias, amigo.
El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado.
—Pero... ¿y el vidrio? —repetía—. ¿Adónde ha ido el vidrio?
El director del zoológico en persona preparó una taza de té fuerte y dulce
Para tía Petunia, mientras se disculpaba una y otra vez. Piers y Dudley no
Dejaban de quejarse. Por lo que Harry había visto, la serpiente no había hecho
Más que darles un golpe juguetón en los pies, pero cuando volvieron al asiento
Trasero del coche de tío Vernon, Dudley les contó que casi lo había mordido en
La pierna, mientras Piers juraba que había intentado estrangularlo. Pero lo peor,
Para Harry al menos, fue cuando Piers se calmó y pudo decir:
—Harry le estaba hablando. ¿Verdad, Harry?
Tío Vernon esperó hasta que Piers se hubo marchado, antes de
Enfrentarse con Harry. Estaba tan enfadado que casi no podía hablar.
—Ve... Alacena... Quédate... No hay comida —pudo decir, antes de
Desplomarse en una silla. Tía Petunia tuvo que servirle una copa de brandy.
Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su alacena oscura, deseando
Tener un reloj. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que los
Dursley estuvieran dormidos. Hasta que lo estuvieran, no podía arriesgarse a ir
A la cocina a buscar algo de comer.
Había vivido con los Dursley casi diez años, diez años desgraciados, hasta
Donde podía acordarse, desde que era un niño pequeño y sus padres habían
Muerto en un accidente de coche. No podía recordar haber estado en el coche
Cuando sus padres murieron. Algunas veces, cuando forzaba su memoria
Durante las largas horas en su alacena, tenía una extraña visión, un relámpago
Cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente.
Aquello debía de ser el choque, supónía, aunque no podía imaginar de dónde
Procedía la luz verde. Y no podía recordar nada de sus padres. Sus tíos nunca
Hablaban de ellos y, por supuesto, tenía prohibido hacer preguntas. Tampoco
Había fotos de ellos en la casa.
Cuando era más pequeño, Harry soñaba una y otra vez que algún pariente
Desconocido iba a buscarlo para llevárselo, pero eso nunca sucedíó: los
Dursley eran su única familia. Pero a veces pensaba (tal vez era más bien que
Lo deseaba) que había personas desconocidas que se comportaban como si lo
Conocieran. Eran desconocidos muy extraños. Un hombrecito con un sombrero
Violeta lo había saludado, cuando estaba de compras con tía Petunia y Dudley
Después de preguntarle con ira si conocía al hombre, tía Petunia se los había
Llevado de la tienda, sin comprar nada. Una mujer anciana con aspecto
Estrafalario, toda vestida de verde, también lo había saludado alegremente en
21
Un autobús. Un hombre calvo, con un abrigo largo, color púrpura, le había
Estrechado la mano en la calle y se había alejado sin decir una palabra. Lo más
Raro de toda aquella gente era la forma en que parecían desaparecer en el
Momento en que Harry trataba de acercarse.
En el colegio, Harry no tenía amigos. Todos sabían que el grupo de Dudley
Odiaba a aquel extraño Harry Potter, con su ropa vieja y holgada y sus gafas
Rotas, y a nadie le gustaba estar en contra de la banda de Dudley.
3
Las cartas de nadie
La fuga de la boa constrictor le acarreó a Harry el castigo más largo de su vida.
Cuando le dieron permiso para salir de su alacena ya habían comenzado las
Vacaciones de verano y Dudley había roto su nueva filmadora, conseguido que
Su avión con control remoto se estrellara y, en la primera salida que hizo con su
Bicicleta de carreras, había atropellado a la anciana señora Figg cuando
Cruzaba Privet Drive con sus muletas.
Harry se alegraba de que el colegio hubiera terminado, pero no había
Forma de escapar de la banda de Dudley, que visitaba la casa cada día. Piers,
Dennis, Malcolm y Gordon eran todos grandes y estúpidos, pero como Dudley
Era el más grande y el más estúpido de todos, era el jefe. Los demás se sentían muy felices de practicar el deporte favorito de Dudley: cazar a Harry
Por esa razón, Harry pasaba tanto tiempo como le resultara posible fuera
De la casa, dando vueltas por ahí y pensando en el fin de las vacaciones,
Cuando podría existir un pequeño rayo de esperanza: en Septiembre estudiaría
Secundaria y, por primera vez en su vida, no iría a la misma clase que su primo.
Dudley tenía una plaza en el antiguo colegio de tío Vernon, Smelting. Piers
Polkiss también iría allí. Harry en cambio, iría a la escuela secundaria
Stonewall, de la zona. Dudley encontraba eso muy divertido.
—Allí, en Stonewall, meten las cabezas de la gente en el inodoro el primer
Día —dijo a Harry—. ¿Quieres venir arriba y ensayar?
—No, gracias —respondíó Harry—. Los pobres inodoros nunca han tenido
Que soportar nada tan horrible como tu cabeza y pueden marearse. —Luego
Salíó corriendo antes de que Dudley pudiera entender lo que le había dicho.
22
Un día del mes de Julio, tía Petunia llevó a Dudley a Londres para
Comprarle su uniforme de Smelting, dejando a Harry en casa de la señora Figg.
Aquello no resultó tan terrible como de costumbre. La señora Figg se había
Fracturado la pierna al tropezar con un gato y ya no parecía tan encariñada con
Ellos como antes. Dejó que Harry viera la televisión y le dio un pedazo de
Pastel de chocolate que, por el sabor, parecía que había estado guardado
Desde hacía años.
Aquella tarde, Dudley desfiló por el salón, ante la familia, con su uniforme
Nuevo. Los muchachos de Smelting llevaban frac rojo oscuro, pantalones de
Color naranja y sombrero de paja, rígido y plano. También llevaban bastones
Con nudos, que utilizaban para pelearse cuando los profesores no los veían.
Debían de pensar que aquél era un buen entrenamiento para la vida futura.
Mientras miraba a Dudley con sus nuevos pantalones, tío Vernon dijo con
Voz ronca que aquél era el momento de mayor orgullo de su vida. Tía Petunia
Estalló en lágrimas y dijo que no podía creer que aquél fuera su pequeño
Dudley, tan apuesto y crecido. Harry no se atrevía a hablar. Creyó que se le
Iban a romper las costillas del esfuerzo que hacía por no reírse.
A la mañana siguiente, cuando Harry fue a tomar el desayuno, un olor
Horrible inundaba toda la cocina. Parecía proceder de un gran cubo de metal
Que estaba en el fregadero. Se acercó a mirar. El cubo estaba lleno de lo que
Parecían trapos sucios flotando en agua gris.
—¿Qué es eso? —preguntó a tía Petunia. La mujer fruncíó los labios,
Como hacía siempre que Harry se atrevía a preguntar algo.
—Tu nuevo uniforme del colegio —dijo.
Harry volvíó a mirar en el recipiente.
—Oh —comentó—. No sabía que tenía que estar mojado.
—No seas estúpido —dijo con ira tía Petunia—. Estoy tiñendo de gris
Algunas cosas viejas de Dudley. Cuando termine, quedará igual que los de los
Demás.
Harry tenía serias dudas de que fuera así, pero pensó que era mejor no
Discutir. Se sentó a la mesa y trató de no imaginarse el aspecto que tendría en
Su primer día de la escuela secundaria Stonewall. Seguramente parecería que
Llevaba puestos pedazos de piel de un elefante viejo.
Dudley y tío Vernon entraron, los dos frunciendo la nariz a causa del olor
Del nuevo uniforme de Harry. Tío Vernon abríó, como siempre, su periódico y
Dudley golpeó la mesa con su bastón del colegio, que llevaba a todas partes.
Todos oyeron el ruido en el buzón y las cartas que caían sobre el felpudo.
—Trae la correspondencia, Dudley —dijo tío Vernon, detrás de su
Periódico.
23
—Que vaya Harry
—Trae las cartas, Harry.
—Que lo haga Dudley.
—Pégale con tu bastón, Dudley.
Harry esquivó el golpe y fue a buscar la correspondencia. Había tres cartas
En el felpudo: una postal de Marge, la hermana de tío Vernon, que estaba de
Vacaciones en la isla de Wight; un sobre color marrón, que parecía una factura,
Y una carta para Harry.
Harry la recogíó y la miró fijamente, con el corazón vibrando como una
Gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él.
¿Quién podía ser? No tenía amigos ni otros parientes. Ni siquiera era socio de
La biblioteca, así que nunca había recibido notas que le reclamaran la
Devolución de libros. Sin embargo, allí estaba, una carta dirigida a él de una
Manera tan clara que no había equivocación posible.
Señor H. Potter
Alacena Debajo de la Escalera
Privet Drive, 4
Little Whinging
Surrey
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la
Dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello.
Con las manos temblorosas, Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de
Lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un ágüila, un tejón y una
Serpiente, que rodeaban una gran letra H.
—¡Date prisa, chico! —exclamó tío Vernon desde la cocina—. ¿Qué estás
Haciendo, comprobando si hay cartas-bomba? —Se rió de su propio chiste.
Harry volvíó a la cocina, todavía contemplando su carta. Entregó a tío
Vernon la postal y la factura, se sentó y lentamente comenzó a abrir el sobre
Amarillo.
Tío Vernon rompíó el sobre de la factura, resopló disgustado y echó una
Mirada a la postal.
—Marge está enferma —informó a tía Petunia—. Al parecer comíó algo en
Mal estado.
24
—¡Papá! —dijo de pronto Dudley—. ¡Papá, Harry ha recibido algo!
Harry estaba a punto de desdoblar su carta, que estaba escrita en el
Mismo pergamino que el sobre, cuando tío Vernon se la arrancó de la mano.
—¡Es mía! —dijo Harry; tratando de recuperarla.
—¿Quién te va a escribir a ti? —dijo con tono despectivo tío Vernon,
Abriendo la carta con una mano y echándole una mirada. Su rostro pasó del
Rojo al verde con la misma velocidad que las luces del semáforo. Y no se
Detuvo ahí. En segundos adquiríó el blanco grisáceo de un plato de avena
Cocida reseca.
—¡Pe... Pe... Petunia! —bufó.
Dudley trató de coger la carta para leerla, pero tío Vernon la manténía muy
Alta, fuera de su alcance. Tía Petunia la cogíó con curiosidad y leyó la primera
Línea. Durante un momento parecíó que iba a desmayarse. Se apretó la
Garganta y dejó escapar un gemido.
—¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon!
Se miraron como si hubieran olvidado que Harry y Dudley todavía estaban
Allí. Dudley no estaba acostumbrado a que no le hicieran caso. Golpeó a su
Padre en la cabeza con el bastón de Smelting.
—Quiero leer esa carta —dijo a gritos.
—Yo soy quien quiere leerla —dijo Harry con rabia—. Es mía.
—Fuera de aquí, los dos —graznó tío Vernon, metiendo la carta en el
Sobre.
Harry no se movíó.
—¡QUIERO MI CARTA! —gritó.
—¡Déjame verla! —exigíó Dudley
—¡FUERA! —gritó tío Vernon y, cogiendo a Harry y a Dudley por el cogote,
Los arrojó al recibidor y cerró la puerta de la cocina. Harry y Dudley iniciaron
Una lucha, furiosa pero callada, para ver quién espiaba por el ojo de la cerradura. Ganó Dudley, así que Harry, con las gafas colgando de una oreja, se tiró al
Suelo para escuchar por la rendija que había entre la puerta y el suelo.
—Vernon —decía tía Petunia, con voz temblorosa—, mira el sobre. ¿Cómo
Es posible que sepan dónde duerme él? No estarán vigilando la casa, ¿verdad?
—Vigilando, espiando... Hasta pueden estar siguiéndonos —murmuró tío
Vernon, agitado.
—Pero ¿qué podemos hacer, Vernon? ¿Les contestamos? Les decimos
25
Que no queremos...
Harry pudo ver los zapatos negros brillantes de tío Vernon yendo y
Viniendo por la cocina.
—No —dijo finalmente—. No, no les haremos caso. Si no reciben una
Respuesta... Sí, eso es lo mejor... No haremos nada...
—Pero...
—¡No pienso tener a uno de ellos en la casa, Petunia! ¿No lo juramos
Cuando recibimos y destruimos aquella peligrosa tontería?
Aquella noche, cuando regresó del trabajo, tío Vernon hizo algo que no
Había hecho nunca: visitó a Harry en su alacena.
—¿Dónde está mi carta? —dijo Harry, en el momento en que tío Vernon
Pasaba con dificultad por la puerta—. ¿Quién me escribíó?
—Nadie. Estaba dirigida a ti por error —dijo tío Vernon con tono cortante—.
La quemé.
—No era un error —dijo Harry enfadado—. Estaba mi alacena en el sobre.
—¡SILENCIO! —gritó el tío Vernon, y unas arañas cayeron del techo.
Respiró profundamente y luego sonrió, esforzándose tanto por hacerlo que
Parecía sentir dolor.
—Ah, sí, Harry, en lo que se refiere a la alacena... Tu tía y yo estuvimos
Pensando... Realmente ya eres muy mayor para esto... Pensamos que estaría
Bien que te mudes al segundo dormitorio de Dudley
—¿Por qué? —dijo Harry
—¡No hagas preguntas! —exclamó—. Lleva tus cosas arriba ahora mismo.
La casa de los Dursley tenía cuatro dormitorios: uno para tío Vernon y tía
Petunia, otro para las visitas (habitualmente Marge, la hermana de Vernon), en
El tercero dormía Dudley y en el último guardaba todos los juguetes y cosas
Que no cabían en aquél. En un solo viaje Harry trasladó todo lo que le
Pertenecía, desde la alacena a su nuevo dormitorio. Se sentó en la cama y miró
Alrededor. Allí casi todo estaba roto. La filmadora estaba sobre un carro de
Combate que una vez Dudley hizo andar sobre el perro del vecino, y en un rincón estaba el primer televisor de Dudley, al que dio una patada cuando dejaron
De emitir su programa favorito. También había una gran jaula que alguna vez
Tuvo dentro un loro, pero Dudley lo cambió en el colegio por un rifle de aire
Comprimido, que en aquel momento estaba en un estante con la punta torcida,
Porque Dudley se había sentado encima. El resto de las estanterías estaban
Llenas de libros. Era lo único que parecía que nunca había sido tocado.
Desde abajo llegaba el sonido de los gritos de Dudley a su madre.
26
—No quiero que esté allí... Necesito esa habitación... Échalo...
Harry suspiró y se estiró en la cama. El día anterior habría dado cualquier
Cosa por estar en aquella habitación. Pero en aquel momento prefería volver a
Su alacena con la carta a estar allí sin ella.
A la mañana siguiente, durante el desayuno, todos estaban muy callados.
Dudley se hallaba en estado de conmoción. Había gritado, había pegado a su
Padre con el bastón de Smelting, se había puesto malo a propósito, le había
Dado una patada a su madre, arrojado la tortuga por el techo del invernadero, y
Seguía sin conseguir que le devolvieran su habitación. Harry estaba pensando
En el día anterior, y con amargura pensó que ojalá hubiera abierto la carta en el
Vestíbulo. Tío Vernon y tía Petunia se miraban misteriosamente.
Cuando llegó el correo, tío Vernon, que parecía hacer esfuerzos por ser
Amable con Harry, hizo que fuera Dudley. Lo oyeron golpear cosas con su
Bastón en su camino hasta la puerta. Entonces gritó.
—¡Hay otra más! Señor H. Potter, El Dormitorio Más Pequeño, Privet Drive,
4...
Con un grito ahogado, tío Vernon se levantó de su asiente y corríó hacia el
Vestíbulo, con Harry siguiéndolo. Allí tuvo que forcejear con su hijo para quitarle
La carta, lo que le resultaba difícil porque Harry le tiraba del cuello. Después de
Un minuto de confusa lucha, en la que todos recibieron golpes del bastón, tío
Vernon se enderezó con la carta de Harry arrugada en su mano, jadeando para
Recuperar la respiración.
—Vete a tu alacena, quiero decir a tu dormitorio —dijo a Harry sin dejar de
Jadear—. Y Dudley.. Vete... Vete de aquí.
Harry paseó en círculos por su nueva habitación. Alguien sabía que se
Había ido de su alacena y también parecía saber que no había recibido su
Primera carta. ¿Eso significaría que lo intentarían de nuevo? Pues la próxima
Vez se aseguraría de que no fallaran. Tenía un plan.
El reloj despertador arreglado sonó a las seis de la mañana siguiente. Harry lo
Apagó rápidamente y se vistió en silencio: no debía despertar a los Dursley. Se
Deslizó por la escalera sin encender ninguna luz.
Esperaría al cartero en la esquina de Privet Drive y recogería las cartas
Para el número 4 antes de que su tío pudiera encontrarlas. El corazón le latía
Aceleradamente mientras atravesaba el recibidor oscuro hacia la puerta.
—¡AAAUUUGGG!
Harry saltó en el aire. Había tropezado con algo grande y fofo que estaba
En el felpudo... ¡Algo vivo!
27
Las luces se encendieron y, horrorizado, Harry se dio cuenta de que
Aquella cosa fofa y grande era la cara de su tío. Tío Vernon estaba acostado en
La puerta, en un saco de dormir, evidentemente para asegurarse de que Harry
No hiciera exactamente lo que intentaba hacer. Gritó a Harry durante media
Hora y luego le dijo que preparara una taza de té. Harry se marchó arrastrando
Los pies y, cuando regresó de la cocina, el correo había llegado directamente al
Regazo de tío Vernon. Harry pudo ver tres cartas escritas en tinta verde.
—Quiero... —comenzó, pero tío Vernon estaba rompiendo las cartas en
Pedacitos ante sus ojos.
Aquel día, tío Vernon no fue a trabajar. Se quedó en casa y tapió el buzón.
—¿Te das cuenta? —aexplicó a tía Petunia, con la boca llena de clavos—.
Si no pueden entregarlas, tendrán que dejar de hacerlo.
—No estoy segura de que esto resulte, Vernon.
—Oh, la mente de esa gente funciona de manera extraña, Petunia, ellos no
Son como tú y yo —dijo tío Vernon, tratando de dar golpes a un clavo con el
Pedazo de pastel de fruta que tía Petunia le acababa de llevar.
El viernes, no menos de doce cartas llegaron para Harry. Como no las podían
Echar en el buzón, las habían pasado por debajo de la puerta, por entre las
Rendijas, y unas pocas por la ventanita del cuarto de baño de abajo.
Tío Vernon se quedó en casa otra vez. Después de quemar todas las
Cartas, salíó con el martillo y los clavos para asegurar la puerta de atrás y la de
Delante, para que nadie pudiera salir. Mientras trabajaba, tarareaba De puntillas
Entre los tulipanes y se sobresaltaba con cualquier ruido.
El sábado, las cosas comenzaron a descontrolarse. Veinticuatro cartas para
Harry entraron en la casa, escondidas entre dos docenas de huevos, que un
Muy desconcertado lechero entregó a tía Petunia, a través de la ventana del
Salón. Mientras tío Vernon llamaba a la oficina de correos y a la lechería,
Tratando de encontrar a alguien para quejarse, tía Petunia trituraba las cartas
En la picadora.
—¿Se puede saber quién tiene tanto interés en comunicarse contigo? —
Preguntaba Dudley a Harry, con asombro.
28
La mañana del domingo, tío Vernon estaba sentado ante la mesa del
Desayuno, con aspecto de cansado y casi enfermo, pero feliz.
—No hay correo los domingos —les récordó alegremente, mientras ponía
Mermelada en su periódico—. Hoy no llegarán las malditas cartas...
Algo llegó zumbando por la chimenea de la cocina mientras él hablaba y le
Golpeó con fuerza en la nuca. Al momento siguiente, treinta o cuarenta cartas
Cayeron de la chimenea como balas. Los Dursley se agacharon, pero Harry
Saltó en el aire, tratando de atrapar una.
—¡Fuera! ¡FUERA!
Tío Vernon cogíó a Harry por la cintura y lo arrojó al recibidor. Cuando tía
Petunia y Dudley salieron corriendo, cubríéndose la cara con las manos, tío
Vernon cerró la puerta con fuerza. Podían oír el ruido de las cartas, que
Seguían cayendo en la habitación, golpeando contra las paredes y el suelo.
—Ya está —dijo tío Vernon, tratando de hablar con calma, pero
Arrancándose, al mismo tiempo, parte del bigote—. Quiero que estéis aquí
Dentro de cinco minutos, listos para irnos. Nos vamos. Coged alguna ropa. ¡Sin
Discutir!
Parecía tan peligroso, con la mitad de su bigote arrancado, que nadie se
Atrevíó a contradecirlo. Diez minutos después se habían abierto camino a
Través de las puertas tapiadas y estaban en el coche, avanzando velozmente
Hacia la autopista. Dudley lloriqueaba en el asiento trasero, pues su padre le
Había pegado en la cabeza cuando lo pilló tratando de guardar el televisor, el
Vídeo y el ordenador en la bolsa.
Condujeron. Y siguieron avanzando. Ni siquiera tía Petunia se atrevía a
Preguntarle adónde iban. De vez en cuando, tío Vernon daba la vuelta y
Conducía un rato en sentido contrario.
—Quitárnoslos de encima... Perderlos de vista... —murmuraba cada vez
Que lo hacía.
No se detuvieron en todo el día para comer o beber. Al llegar la noche
Dudley aullaba. Nunca había pasado un día tan malo en su vida. Tenía
Hambre, se había perdido cinco programas de televisión que quería ver y nunca
Había pasado tanto tiempo sin hacer estallar un monstruo en su juego de
Ordenador.
Tío Vernon se detuvo finalmente ante un hotel de aspecto lúgubre, en las
Afueras de una gran ciudad. Dudley y Harry compartieron una habitación con
Camas gemelas y sábanas húmedas y gastadas. Dudley roncaba, pero Harry
Permanecíó despierto, sentado en el borde de la ventana, contemplando las
Luces de los coches que pasaban y deseando saber...
Al día siguiente, comieron para el desayuno copos de trigo, tostadas y
Tomates de lata. Estaban a punto de terminar, cuando la dueña del hotel se
Acercó a la mesa.
29
—Perdonen, ¿alguno de ustedes es el señor H. Potter? Tengo como cien
De éstas en el mostrador de entrada.
Extendíó una carta para que pudieran leer la dirección en tinta verde:
Señor H. Potter
Habitación 17
Hotel Railview
Cokeworth
Harry fue a coger la carta, pero tío Vernon le pegó en la mano. La mujer los
Miró asombrada.
—Yo las recogeré —dijo tío Vernon, poniéndose de pie rápidamente y
Siguiéndola.
—¿No sería mejor volver a casa, querido? —sugirió tía Petunia tímidamente,
Unas horas más tarde, pero tío Vernon no parecíó oírla. Qué era lo que
Buscaba exactamente, nadie lo sabía. Los llevó al centro del bosque, salíó,
Miró alrededor, negó con la cabeza, volvíó al coche y otra vez lo puso en marcha. Lo mismo sucedíó en medio de un campo arado, en mitad de un puente
Colgante y en la parte más alta de un aparcamiento de coches.
—Papá se ha vuelto loco, ¿verdad? —preguntó Dudley a tía Petunia
Aquella tarde. Tío Vernon había aparcado en la costa, los había encerrado y
Había desaparecido.
Comenzó a llover. Gruesas gotas golpeaban el techo del coche. Dudley
Gimoteaba.
—Es lunes —dijo a su madre—. Mi programa favorito es esta noche.
Quiero ir a algún lugar donde haya un televisor.
Lunes. Eso hizo que Harry se acordara de algo. Si era lunes (y
Habitualmente se podía confiar en que Dudley supiera el día de la semana, por
Los programas de la televisión), entonces, al día siguiente, martes, era el
Cumpleaños número once de Harry. Claro que sus cumpleaños nunca habían
Sido exactamente divertidos: el año anterior, por ejemplo, los Dursley le
Regalaron una percha y un par de calcetines viejos de tío Vernon. Sin embargo,
No se cumplían once años todos los días.
30
Tío Vernon regresó sonriente. Llevaba un paquete largo y delgado y no
Contestó a tía Petunia cuando le preguntó qué había comprado.
—¡He encontrado el lugar perfecto! —dijo—. ¡Vamos! ¡Todos fuera!
Hacia mucho frío cuando bajaron del coche. Tío Vernon señalaba lo que
Parecía una gran roca en el mar. Y, encima de ella, se veía la más miserable
Choza que uno se pudiera imaginar. Una cosa era segura, allí no había
Televisión.
—¡Han anunciado tormenta para esta noche! —anunció alegremente tío
Vernon, aplaudiendo—. ¡Y este caballero aceptó gentilmente alquilarnos su
Bote!
Un viejo desdentado se acercó a ellos, señalando un viejo bote que se
Balanceaba en el agua grisácea.
—Ya he conseguido algo de comida —dijo tío Vernon—. ¡Así que todos a
Bordo!
En el bote hacía un frío terrible. El mar congelado los salpicaba, la lluvia les
Golpeaba la cabeza y un viento gélido les azotaba el rostro. Después de lo que
Parecíó una eternidad, llegaron al peñasco, donde tío Vernon los condujo hasta
La desvencijada casa.
El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por
Las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda.
Sólo había dos habitaciones.
La comida de tío Vernon resultó ser cuatro plátanos y un paquete de
Patatas fritas para cada uno. Trató de encender el fuego con las bolsas vacías,
Pero sólo salíó humo.
—Ahora podríamos utilizar una de esas cartas, ¿no? —dijo alegremente.
Estaba de muy buen humor. Era evidente que creía que nadie se iba a
Atrever a buscarlos allí, con una tormenta a punto de estallar. En privado, Harry
Estaba de acuerdo, aunque el pensamiento no lo alegraba.
Al caer la noche, la tormenta prometida estalló sobre ellos. La espuma de
Las altas olas chocaba contra las paredes de la cabaña y el feroz viento
Golpeaba contra los vidrios de las ventanas. Tía Petunia encontró unas pocas
Mantas en la otra habitación y preparó una cama para Dudley en el sofá. Ella y
Tío Vernon se acostaron en una cama cerca de la puerta, y Harry tuvo que
Contentarse con un trozo de suelo y taparse con la manta más delgada.
La tormenta aumentó su ferocidad durante la noche. Harry no podía dormir.
Se estremecía y daba vueltas, tratando de ponerse cómodo, con el estómago
Rugiendo de hambre. Los ronquidos de Dudley quedaron amortiguados por los
Truenos que estallaron cerca de la medianoche. El reloj luminoso de Dudley,
Colgando de su gorda muñeca, informó a Harry de que tendría once años en
Diez minutos. Esperaba acostado a que llegara la hora de su cumpleaños,
31
Pensando si los Dursley se acordarían y preguntándose dónde estaría en aquel
Momento el escritor de cartas.
Cinco minutos. Harry oyó algo que crujía afuera. Esperó que no fuera a
Caerse el techo, aunque tal vez hiciera más calor si eso ocurría. Cuatro
Minutos. Tal vez la casa de Privet Drive estaría tan llena de cartas, cuando
Regresaran, que podría robar una.
Tres minutos para la hora. ¿Por qué el mar chocaría con tanta fuerza
Contra las rocas? Y (faltaban dos minutos) ¿qué era aquel ruido tan raro? ¿Las
Rocas se estaban desplomando en el mar?
Un minuto y tendría once años. Treinta segundos... Veinte... Diez... Nueve...
Tal vez despertara a Dudley, sólo para molestarlo... Tres... Dos... Uno...
BUM.
Toda la cabaña se estremecíó y Harry se enderezó, mirando fijamente a la
Puerta. Alguien estaba fuera, llamando.
4
El guardián de las llaves
BUM. Llamaron otra vez. Dudley se despertó bruscamente.
—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.
Se oyó un crujido detrás de ellos y tío Vernon aparecíó en la habitación.
Llevaba un rifle en las manos: ya sabían lo que conténía el paquete alargado
Que había llevado.
—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto... Estoy armado!
Hubo una pausa. Luego...
¡UN GOLPE VIOLENTO!
La puerta fue empujada con tal fuerza que se salíó de los goznes y, con un
Golpe sordo, cayó al suelo.
32
Un hombre gigantesco aparecíó en el umbral. Su rostro estaba
Prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada,
Pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo
Aquella pelambrera.
El gigante se abríó paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se
Agachó, cogíó la puerta y, sin esfuerzo, la volvíó a poner en su lugar. El ruido
De la tormenta se apagó un poco. Se volvíó para mirarlos.
—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil... Se desparramó en el
Sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.
—Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.
Dudley se escapó de allí y corríó a esconderse junto a su madre, que
Estaba agazapada detrás de tío Vernon.
—¡Ah! ¡Aquí está Harry! —dijo el gigante.
Harry levantó la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos
Negros le sonreían.
—La última vez que te vi eras sólo una criatura —dijo el gigante—. Te
Pareces mucho a tu padre, pero tienes los ojos de tu madre.
Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.
—¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto es allanamiento
De morada!
—Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero —dijo el gigante. Se
Estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorcíó como si fuera de goma y lo
Arrojó a un rincón de la habitación.
Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si hubieran aplastado a un ratón.
—De todos modos, Harry —dijo el gigante, dando la espalda a los
Dursley—, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he
Aplastado un poco, pero tiene buen sabor.
Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry
La abríó con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate
Pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Harry» escrito en verde.
Harry miró al gigante. Iba a darle las gracias, pero las palabras se
Perdieron en su garganta y, en lugar de eso, dijo:
—¿Quién es usted?
El gigante rió entre dientes.
—Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves
33
Y Terrenos de Hogwarts.
Extendíó una mano gigantesca y sacudíó todo el brazo de Harry
—¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las manos—. Pero no diría
Que no si tienen algo más fuerte.
Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las bolsas de patatas fritas
Arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se inclínó ante la chimenea. Los
Demás no podían ver qué estaba haciendo, pero cuando un momento después
Se dio la vuelta, había un fuego encendido, que inundó de luz toda la húmeda
Cabaña. Harry sintió que el calor lo cubría como si estuviera metido en un baño
Caliente.
El gigante volvíó a sentarse en el sofá, que se hundíó bajo su peso, y
Comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de su abrigo: una cazuela
De cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una tetera, varias tazas
Agrietadas y una botella de un liquido color ámbar, de la que tomó un trago antes de empezar a preparar el té. Muy pronto, la cabaña estaba llena del aroma
De las salchichas calientes. Nadie dijo una palabra mientras el gigante
Trabajaba, pero cuando sacó las primeras seis salchichas jugosas y calientes,
Dudley comenzó a impacientarse. Tío Vernon dijo en tono cortante:
—No toques nada que él te dé, Dudley.
El gigante lanzó una risa sombría.
—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no
Se preocupe.
Le sirvió las salchichas a Harry, el cual estaba tan hambriento que pensó
Que nunca había probado algo tan maravilloso, pero todavía no podía quitarle
Los ojos de encima al gigante. Por último, como nadie parecía dispuesto a
Explicar nada, dijo:
—Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted.
El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca con el dorso de la mano.
—Llámame Hagrid —contesto—. Todos lo hacen. Y como te dije, soy el
Guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrás todo sobre Hogwarts, por
Supuesto.
—Pues... Yo no... —dijo Harry
Hagrid parecía impresionado.
—Lo lamento —dijo rápidamente Harry
—¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volvíéndose a mirar a los Dursley, que
Retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos son los que tienen
Que disculparse! Sabía que no estabas recibiendo las cartas, pero nunca pensé
34
Que no supieras nada de Hogwarts. ¿Nunca te preguntaste dónde lo habían
Aprendido todo tus padres?
—¿El qué? —preguntó Harry
—¿EL QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!
Se puso de pie de un salto. En su furia parecía llenar toda la habitación.
Los Dursley estaban agazapados contra la pared.
—¿Me van a decir —rugíó a los Dursley— que este muchacho, ¡este
Muchacho!, no sabe nada... Sobre NADA?
Harry pensó que aquello iba demasiado lejos. Después de todo, había ido
Al colegio y sus notas no eran tan malas.
—Yo sé algunas cosas —dijo—. Puedo hacer cuentas y todo eso.
Pero Hagrid simplemente agito la mano.
—Me refiero a nuestro mundo Tu mundo. Mi mundo. El mundo de tus
Padres.
—¿Qué mundo?
Hagrid lo miró como si fuera a estallar.
—¡DURSLEY! —bramó.
Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que sonaba como
Mimblewimble. Hagrid, enfurecido, contempló a Harry.
—Pero tú tienes que saber algo sobre tu madre y tu padre —dijo—. Quiero
Decir, ellos son famosos. Tú eres famoso.
—¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre... Eran famosos? ¿En serio?
—No sabías... No sabías... —Hagrid se pasó los dedos por el pelo,
Clavándole una mirada de asombro—. ¿De verdad no sabes lo que ellos eran?
—dijo por último.
De pronto, tío Vernon recuperó la voz
—¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo, señor! ¡Le prohíbo
Que le diga nada al muchacho!
Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría acobardado ante la
Mirada furiosa que le dirigíó Hagrid. Cuando éste habló, temblaba de rabia.
—¿No se lo ha dicho? ¿No le ha hablado sobre el contenido de la carta
Que Dumbledore le dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que Dumbledore la dejaba,
Dursley! ¿Y se la ha ocultado durante todos estos años?
35
—¿Qué es lo que me han ocultado? —dijo Harry en tono anhelante.
—¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —rugíó tío Vernon aterrado.
Tía Petunia dejó escapar un gemido de horror.
—Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—. Harry debes saber que eres
Un mago.
Se produjo un silencio en la cabaña. Sólo podía oírse el mar y el silbido del
Viento.
—¿Que soy qué? —dijo Harry con voz entrecortada.
—Un mago —respondíó Hagrid, sentándose otra vez en el sofá, que crujíó
Y se hundíó—. Y muy bueno, debo añadir, en cuanto te hayas entrenado un
Poco. Con unos padres como los tuyos ¿qué otra cosa podías ser? Y creo que
Ya es hora de que leas la carta.
Harry extendíó la mano para coger, finalmente, el sobre amarillento,
Dirigido, con tinta verde esmeralda al «Señor H. Potter, El Suelo de la Cabaña
En la Roca, El Mar». Sacó la carta y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase,
Gran Hechicero, Jefe de Magos,
Jefe Supremo, Confederación
Internacional de Magos).
Querido señor Potter:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en
El Colegio Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y
Los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de Septiembre. Esperamos su lechuza
Antes del 31 de Julio.
Muy cordialmente, Minerva McGonagall
36
Directora adjunta
Las preguntas estallaban en la cabeza de Harry como fuegos artificiales, y
No sabía cuál era la primera. Después de unos minutos, tartamudeó:
—¿Qué quiere decir eso de que esperan mi lechuza?
—Gorgonas galopantes, ahora me acuerdo —dijo Hagrid, golpeándose la
Frente con tanta fuerza como para derribar un caballo. De otro bolsillo sacó una
Lechuza (una lechuza de verdad, viva y con las plumas algo erizadas), una gran
Pluma y un rollo de pergamino. Con la lengua entre los dientes, escribíó una
Nota que Harry pudo leer al revés.
Querido señor Dumbledore:
Entregué a Harry su carta. Lo llevo mañana a comprar sus cosas.
El tiempo es horrible. Espero que usted esté bien.
Hagrid
Hagrid enrolló la nota y se la dio a la lechuza, que la cogíó con el pico.
Después fue hasta la puerta y lanzó a la lechuza en la tormenta. Entonces
Volvíó y se sentó, como si aquello fuera tan normal como hablar por teléfono.
Harry se dio cuenta de que tenía la boca abierta y la cerró rápidamente.
—¿Por dónde iba? —dijo Hagrid. Pero en aquel momento tío Vernon,
Todavía con el rostro color ceniza, pero muy enfadado, se acercó a la
Chimenea.
—Él no irá —dijo.
Hagrid gruñó.
—Me gustaría ver a un gran muggle como usted deteniéndolo a él —dijo.
—¿Un qué? —preguntó interesado Harry
—Un muggle —respondíó Hagrid—. Es como llamamos a la gente «nomágica» como ellos. Y tuviste la mala suerte de crecer en una familia de los
Más grandes muggles que haya visto.
—Cuando lo adoptamos, juramos que íbamos a detener toda esa
Porquería —dijo tío Vernon—. ¡Juramos que la íbamos a sacar de él! ¡Un
37
Mago, ni más ni menos!
—¿Vosotros lo sabíais? —preguntó Harry—. ¿Vosotros sabíais que yo
Era... Un mago?
—¡Saber! —chilló de pronto tía Petunia—. ¡Saber! ¡Por supuesto que lo
Sabíamos! ¿Cómo no ibas a serlo, siendo lo que era mi condenada hermana?
Oh, ella recibíó una carta como ésta de ese... Ese colegio, y desaparecíó, y
Volvía a casa para las vacaciones con los bolsillos llenos de ranas, y convertía
Las tazas de té en ratas. Yo era la única que la veía tal como era: ¡una
Monstruosidad! Pero para mi madre y mi padre, oh no, para ellos era «Lily hizo
Esto» y «Lily hizo esto otro». ¡Estaban orgullosos de tener una bruja en la
Familia!
Se detuvo para respirar profundamente y luego continuó. Parecía que
Hacía años que deseaba decir todo aquello.
—Luego conocíó a ese Potter en el colegio y se fueron y se casaron y te
Tuvieron a ti, y por supuesto que yo sabía que ibas a ser igual, igual de raro,
Un... Un anormal. ¡Y luego, como si no fuera poco, hubo esa explosión y
Nosotros tuvimos que quedarnos contigo!
Harry se había puesto muy pálido. Tan pronto como recuperó la voz,
Preguntó:
—¿Explosión? ¡Me dijisteis que habían muerto en un accidente de coche!
—¿ACCIDENTE DE COCHE? —rugíó Hagrid dando un salto, tan enfadado
Que los Dursley volvieron al rincón—. ¿Cómo iban a poder morir Lily y James
Potter en un accidente de coche? ¡Eso es un ultraje! ¡Un escándalo! ¡Que
Harry Potter no conozca su propia historia, cuando cada chico de nuestro
Mundo conoce su nombre!
—Pero ¿por qué? ¿Qué sucedíó? —preguntó Harry con tono de apremio.
La furia se desvanecíó del rostro de Hagrid. De pronto parecía nervioso.
—Nunca habría esperado algo así —dijo en voz baja y con aire
Preocupado—. No tenía ni idea. Cuando Dumbledore me dijo que podía tener
Problemas para llegar a ti, no sabía que sería hasta este punto. Ah, Harry, no
Sé si soy la persona apropiada para decírtelo, pero alguien debe hacerlo. No
Puedes ir a Hogwarts sin saberlo.
Lanzó una mirada despectiva a los Dursley.
—Bueno, es mejor que sepas todo lo que yo puedo decirte... Porque no
Puedo decírtelo todo. Es un gran misterio, al menos una parte...
Se sentó, miró fijamente al fuego durante unos instantes, y luego continuó.
—Comienza, supongo, con... Con una persona llamada... Pero es increíble
Que no sepas su nombre, todos en nuestro mundo lo saben...
38
—¿Quién?
—Bueno... No me gusta decir el nombre si puedo evitarlo. Nadie lo dice.
—¿Por qué no?
—Gárgolas galopantes, Harry, la gente todavía tiene miedo. Vaya, esto es
Difícil. Mira, estaba ese mago que se volvíó... Malo. Tan malo como te puedas
Imaginar. Peor. Peor que peor. Su nombre era...
Hagrid tragó, pero no le salía la voz.
—¿Quiere escribirlo? —sugirió Harry.
—No... No sé cómo se escribe. Está bien... Voldemort. —Hagrid se
Estremecíó—. No me lo hagas repetir. De todos modos, este... Este mago, hace
Unos veinte años, comenzó a buscar seguidores. Y los consiguió. Algunos
Porque le tenían miedo, otros sólo querían un poco de su poder, porque él iba
Consiguiendo poder. Eran días negros, Harry. No se sabía en quién confiar, uno
No se animaba a hacerse amigo de magos o brujas desconocidos... Sucedían
Cosas terribles. Él se estaba apoderando de todo. Por supuesto, algunos se le
Opusieron y él los mató. Horrible. Uno de los pocos lugares seguros era
Hogwarts. Hay que considerar que Dumbledore era el único al que Quien-túsabes temía. No se atrevía a apoderarse del colegio, no entonces, al menos.
»Ahora bien, tu madre y tú padre eran la mejor bruja y el mejor mago que
Yo he conocido nunca. ¡En su época de Hogwarts eran los primeros! Supongo
Que el misterio es por qué Quien-tú-sabes nunca había tratado de ponerlos de
Su parte... Probablemente sabía que estaban demasiado cerca de Dumbledore
Para querer tener algo que ver con el Lado Oscuro.
»Tal vez pensó que podía persuadirlos... O quizá simplemente quería
Quitarlos de en medio. Lo que todos saben es que él aparecíó en el pueblo
Donde vosotros vivíais, el día de Halloween, hace diez años. Tú tenías un año.
Él fue a vuestra casa y... Y...
De pronto, Hagrid sacó un pañuelo muy sucio y se sonó la nariz con un
Sonido como el de una corneta.
—Lo siento —dijo—. Pero es tan triste... Pensar que tu madre y tu padre, la
Mejor gente del mundo que podrías encontrar...
»Quien-tú-sabes los mató. Y entonces... Y ése es el verdadero misterio del
Asunto... También trató de matarte a ti. Supongo que quería hacer un trabajo
Limpio, o tal vez, para entonces, disfrutaba matando. Pero no pudo hacerlo.
¿Nunca te preguntaste cómo te hiciste esa marca en la frente? No es un corte
Común. Sucedíó cuando una poderosa maldición diabólica te tocó. Fue la que
Terminó con tu madre, tu padre y la casa, pero no funciónó contigo, y por eso
Eres famoso, Harry. Nadie a quien él hubiera decidido matar sobrevivíó, nadie
Excepto tú, y eso que acabó con algunas de las mejores brujas y de los
Mejores magos de la época (los McKinnons, los Bones, los Prewetts...) y tú
Eras muy pequeño. Pero sobreviviste.
39
Algo muy doloroso estaba sucediendo en la mente de Harry. Mientras
Hagrid iba terminando la historia, vio otra vez la cegadora luz verde con más
Claridad de lo que la había recordado antes y, por primera vez en su vida, se
Acordó de algo más, de una risa cruel, aguda y fría.
Hagrid lo miraba con tristeza.
—Yo mismo te saqué de la casa en ruinas, por orden de Dumbledore. Y te
Llevé con esta gente...
—Tonterías —dijo tío Vernon.
Harry dio un respingo. Casi había olvidado que los Dursley estaban allí. Tío
Vernon parecía haber recuperado su valor. Miraba con rabia a Hagrid y tenía
Los puños cerrados.
—Ahora escucha esto, chico —gruñó—: acepto que haya algo extraño
Acerca de ti, probablemente nada que unos buenos golpes no curen. Y todo
Eso sobre tus padres... Bien, eran raros, no lo niego y, en mi opinión, el mundo
Está mejor sin ellos... Recibieron lo que buscaban, al mezclarse con esos
Brujos... Es lo que yo esperaba: siempre supe que iban a terminar mal...
Pero en aquel momento Hagrid se levantó del sofá y sacó de su abrigo un
Paraguas rosado. Apuntando a tío Vernon, como con una espada, dijo:
—Le prevengo, Dursley, le estoy avisando, una palabra más y...
Ante el peligro de ser alanceado por la punta de un paraguas empuñado
Por un gigante barbudo, el valor de tío Vernon desaparecíó otra vez. Se aplastó
Contra la pared y permanecíó en silencio.
—Así está mejor —dijo Hagrid, respirando con dificultad y sentándose otra
Vez en el sofá, que aquella vez se aplastó hasta el suelo.
Harry, entre tanto, todavía tenía preguntas que hacer, cientos de ellas.
—Pero ¿qué sucedíó con Vol... Perdón, quiero decir con Quién-ustedsabe?
—Buena pregunta, Harry Desaparecíó. Se desvanecíó. La misma noche
Que trató de matarte. Eso te hizo aún más famoso. Ése es el mayor misterio,
Sabes... Se estaba volviendo más y más poderoso... ¿Por qué se fue?
»Algunos dicen que murió. No creo que le quede lo suficiente de humano
Para morir. Otros dicen que todavía está por ahí, esperando el momento, pero
No lo creo. La gente que estaba de su lado volvíó con nosotros. Algunos
Salieron como de un trance. No creen que pudieran volver a hacerlo si él
Regresara.
»La mayor parte de nosotros cree que todavía está en alguna parte, pero
Que perdíó sus poderes. Que está demasiado débil para seguir adelante.
Porque algo relacionado contigo, Harry, acabó con él. Algo sucedíó aquella
40
Noche que él no contaba con que sucedería, no sé qué fue, nadie lo sabe...
Pero algo relacionado contigo lo confundíó.
Hagrid miró a Harry con afecto y respeto, pero Harry, en lugar de sentirse
Complacido y orgulloso, estaba casi seguro de que había una terrible
Equivocación. ¿Un mago? ¿Él? ¿Cómo era posible? Había estado toda la vida
Bajo los golpes de Dudley y el miedo que le inspiraban tía Petunia y tío Vernon.
Si realmente era un mago, ¿por qué no los había convertido en sapos llenos de
Verrugas cada vez que lo encerraban en la alacena? Si alguna vez derrotó al
Más grande brujo del mundo, ¿cómo es que Dudley siempre podía pegarle
Patadas como si fuera una pelota?
—Hagrid —dijo con calma—, creo que está equivocado. No creo que yo
Pueda ser un mago.
Para su sorpresa, Hagrid se rió entre dientes.
—No eres un mago, ¿eh? ¿Nunca haces que sucedan cosas cuando estás
Asustado o enfadado?
Harry contempló el fuego. Si pensaba en ello... Todas las cosas raras que
Habían hecho que sus tíos se enfadaran con él, habían sucedido cuando él,
Harry, estaba molesto o enfadado: perseguido por la banda de Dudley, de
Golpe se había encontrado fuera de su alcance; temeroso de ir al colegio con
Aquel ridículo corte de pelo, éste le había crecido de nuevo y, la última vez que
Dudley le pegó, ¿no se vengó de él, aunque sin darse cuenta de que lo estaba
Haciendo? ¿No le había soltado encima la boa constrictor?
Harry miró de nuevo a Hagrid, sonriendo, y vio que el gigante lo miraba
Radiante.
—¿Te das cuenta? —dijo Hagrid—. Conque Harry Potter no es un mago...
Ya verás, serás muy famoso en Hogwarts.
Pero tío Vernon no iba a rendirse sin luchar.
—¿No le hemos dicho que no irá? —dijo con desagrado—. Irá a la escuela
Secundaria Stonewall y nos dará las gracias por ello. Ya he leído esas cartas y
Necesitará toda clase de porquerías: libros de hechizos, varitas y...
—Si él quiere ir, un gran muggle como usted no lo detendrá —gruñó
Hagrid—. ¡Detener al hijo de Lily y James Potter para que no vaya a Hogwarts!
Está loco. Su nombre está apuntado casi desde que nacíó. Irá al mejor colegio
De magia del mundo. Siete años allí y no se conocerá a sí mismo. Estará con
Jóvenes de su misma clase, lo que será un cambio. Y estará con el más grande
Director que Hogwarts haya tenido: Albus Dumbled...
—¡NO VOY A PAGAR PARA QUE ALGÚN CHIFLADO VIEJO TONTO LE
ENSEÑE TRUCOS DE MAGIA! —gritó tío Vernon.
Pero aquella vez había ido demasiado lejos. Hagrid empuñó su paraguas y
Lo agitó sobre su cabeza.
41
—¡NUNCA... —bramó— INSULTE-A-ALBUS-DUMBLEDORE-EN-MIPRESENCIA!
Agitó el paraguas en el aire para apuntar a Dudley. Se produjo un
Relámpago de luz violeta, un sonido como de un petardo, un agudo chillido y, al
Momento siguiente, Dudley saltaba, con las manos sobre su gordo trasero,
Mientras gemía de dolor. Cuando les dio la espalda, Harry vio una rizada cola
De cerdo que salía a través de un agujero en los pantalones.
Tío Vernon rugíó. Empujó a tía Petunia y a Dudley a la otra habitación,
Lanzó una última mirada aterrorizada a Hagrid y cerró con fuerza la puerta
Detrás de ellos.
Hagrid miró su paraguas y se tiró de la barba.
—No debería enfadarme —dijo con pesar—, pero a lo mejor no ha
Funcionado. Quise convertirlo en un cerdo, pero supongo que ya se parece
Mucho a un cerdo y no había mucho por hacer.
Miró de reojo a Harry, bajo sus cejas pobladas.
—Te agradecería que no le mencionaras esto a nadie de Hogwarts —
Dijo—. Yo... Bien, no me está permitido hacer magia, hablando estrictamente.
Conseguí permiso para hacer un poquito, para que te llegaran las cartas y todo
Eso... Era una de las razones por las que quería este trabajo...
—¿Por qué no le está permitido hacer magia? —preguntó Harry.
—Bueno... Yo fui también a Hogwarts y, si he de ser Franco, me expulsaron.
En el tercer año. Me rompieron la varita en dos. Pero Dumbledore dejó que me
Quedara como guardabosques. Es un gran hombre.
—¿Por qué lo expulsaron?
—Se está haciendo tarde y tenemos muchas cosas que hacer mañana —
Dijo Hagrid en voz alta—. Tenemos que ir a la ciudad y conseguirte los libros y
Todo lo demás.
Se quitó su grueso abrigo negro y se lo entregó a Harry
—Puedes taparte con esto —dijo—. No te preocupes si algo se agita. Creo
Que todavía tengo lirones en un bolsillo.
5
42
El callejón Diagon
Harry se despertó temprano aquella mañana. Aunque sabía que ya era de día,
Manténía los ojos muy cerrados.
«Ha sido un sueño —se dijo con firmeza—. Soñé que un gigante llamado
Hagrid vino a decirme que voy a ir a un colegio de magos. Cuando abra los
Ojos estaré en casa, en mi alacena.»
Se produjo un súbito golpeteo.
«Y ésa es tía Petunia llamando a la puerta», pensó Harry con el corazón
Abrumado. Pero todavía no abríó los ojos. Había sido un sueño tan bonito...
Toc. Toc. Toc.
—Está bien —rezongó Harry—. Ya me levanto.
Se incorporó y se le cayó el pesado abrigo negro de Hagrid. La cabaña
Estaba iluminada por el sol, la tormenta había pasado, Hagrid estaba dormido
En el sofá y había una lechuza golpeando con su pata en la ventana, con un
Periódico en el pico.
Harry se puso de pie, tan feliz como si un gran globo se expandiera en su
Interior. Fue directamente a la ventana y la abríó. La lechuza bajó en picado y
Dejó el periódico sobre Hagrid, que no se despertó. Entonces la lechuza se
Posó en el suelo y comenzó a atacar el abrigo de Hagrid.
—No hagas eso.
Harry trató de apartar a la lechuza, pero ésta cerró el pico
Amenazadoramente y continuó atacando el abrigo.
—¡Hagrid! —dijo Harry en voz alta—. Aquí hay una lechuza...
—Págala —gruñó Hagrid desde el sofá.
—¿Qué?
—Quiere que le pagues por traer el periódico. Busca en los bolsillos.
El abrigo de Hagrid parecía hecho de bolsillos, con contenidos de todo tipo:
Manojos de llaves, proyectiles de metal, bombones de menta, saquitos de té...
Finalmente Harry sacó un puñado de monedas de aspecto extraño.
—Dale cinco knuts —dijo soñoliento Hagrid.
—¿Knuts?
43
—Esas pequeñas de bronce.
Harry contó las cinco monedas y la lechuza extendíó la pata, para que
Harry pudiera meter las monedas en una bolsita de cuero que llevaba atada. Y
Salíó volando por la ventana abierta.
Hagrid bostezó con fuerza, se sentó y se desperezó.
—Es mejor que nos demos prisa, Harry. Tenemos muchas cosas que
Hacer hoy. Debemos ir a Londres a comprar todas las cosas del colegio.
Harry estaba dando la vuelta a las monedas mágicas y observándolas.
Acababa de pensar en algo que le hizo sentir que el globo de felicidad en su
Interior acababa de pincharse.
—Mm... ¿Hagrid?
—¿Sí? —dijo Hagrid, que se estaba calzando sus colosales botas.
—Yo no tengo dinero y ya oíste a tío Vernon anoche, no va a pagar para
Que vaya a aprender magia.
—No te preocupes por eso —dijo Hagrid, poniéndose de pie y golpeándose
La cabeza—. ¿No creerás que tus padres no te dejaron nada?
—Pero si su casa fue destruida...
—¡Ellos no guardaban el oro en la casa, muchacho! No, la primera parada
Para nosotros es Gringotts. El banco de los magos. Come una salchicha, frías
No están mal, y no me negaré a un pedacito de tu pastel de cumpleaños.
—¿Los magos tienen bancos?
—Sólo uno. Gringotts. Lo dirigen los gnomos.
Harry dejó caer el pedazo de salchicha que le quedaba.
—¿Gnomos?
—Ajá... Así uno tendría que estar loco para intentar robarlos, puedo
Decírtelo. Nunca te metas con los gnomos,
Harry. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras
Guardar, excepto tal vez Hogwarts. Por otra parte, tenía que visitar Gringotts de
Todos modos. Por Dumbledore. Asuntos de Hogwarts. —Hagrid se irguió con
Orgullo—. En general, me utiliza para asuntos importantes. Buscarte a ti... Sacar
Cosas de Gringotts... él sabe que puede confiar en mí. ¿Lo tienes todo? Pues
Vamos.
Harry siguió a Hagrid fuera de la cabaña. El cielo estaba ya claro y el mar
Brillaba a la luz del sol. El bote que tío Vernon había alquilado todavía estaba
Allí, con el fondo lleno de agua después de la tormenta.
44
—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó Harry; mirando alrededor, buscando
Otro bote.
—Volando —dijo Hagrid.
—¿Volando?
—Sí... Pero vamos a regresar en esto. No debo utilizar la magia, ahora que
Ya te encontré.
Subieron al bote. Harry todavía miraba a Hagrid, tratando de imaginárselo
Volando.
—Sin embargo, me parece una lástima tener que remar —dijo Hagrid,
Dirigiendo a Harry una mirada de soslayo—. Si yo... Apresuro las cosas un
Poquito, ¿te importaría no mencionarlo en Hogwarts?
—Por supuesto que no —respondíó Harry, deseoso de ver más magia.
Hagrid sacó otra vez el paraguas rosado, dio dos golpes en el borde del bote y
Salieron a toda velocidad hacia la orilla.
—¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar en Gringotts? —
Preguntó Harry.
—Hechizos... Encantamientos —dijo Hagrid, desdoblando su periódico
Mientras hablaba—... Dicen que hay dragones custodiando las cámaras de
Máxima seguridad. Y además, hay que saber encontrar el camino. Gringotts
Está a cientos de kilómetros por debajo de Londres, ¿sabes? Muy por debajo
Del metro. Te morirías de hambre tratando de salir, aunque hubieras podido
Robar algo.
Harry permanecíó sentado pensando en aquello, mientras Hagrid leía su
Periódico, El Profeta. Harry había aprendido de su tío Vernon que a las
Personas les gustaba que las dejaran tranquilas cuando hacían eso, pero era
Muy difícil, porque nunca había tenido tantas preguntas que hacer en su vida.
—El Ministerio de Magia está confundiendo las cosas, como de costumbre
—murmuró Hagrid, dando la vuelta a la hoja.
—¿Hay un Ministerio de Magia? —preguntó Harry, sin poder contenerse.
—Por supuesto —respondíó Hagrid—. Querían que Dumbledore fuera el
Ministro, claro, pero él nunca dejará Hogwarts, así que el viejo Cornelius Fudge
Consiguió el trabajo. Nunca ha existido nadie tan chapucero. Así que envía
Lechuzas a Dumbledore cada mañana, pidiendo consejos.
—Pero ¿qué hace un Ministerio de Magia?
—Bueno, su trabajo principal es impedir que los muggles sepan que
Todavía hay brujas y magos por todo el país.
—¿Por qué?
45
—¿Por qué? Vaya, Harry, todos querrían soluciones mágicas para sus
Problemas. No, mejor que nos dejen tranquilos.
En aquel momento, el bote dio un leve golpe contra la pared del muelle.
Hagrid dobló su periódico y subieron los escalones de piedra hacia la calle.
Los transeúntes miraban mucho a Hagrid, mientras recorrían el pueblecito
Camino de la estación, y Harry no se lo podía reprochar: Hagrid no sólo era el
Doble de alto que cualquiera, sino que señalaba cosas totalmente corrientes,
Como los parquímetros, diciendo en voz alta:
—¿Ves eso, Harry? Las cosas que esos muggles inventan, ¿verdad?
—Hagrid —dijo Harry, jadeando un poco mientras correteaba para
Seguirlo—, ¿no dijiste que había dragones en Gringotts?
—Bueno, eso dicen —respondíó Hagrid—. Me gustaría tener un dragón.
—¿Te gustaría tener uno?
—Quiero uno desde que era niño... Ya estamos.
Habían llegado a la estación. Salía un tren para Londres cinco minutos
Más tarde. Hagrid, que no entendía «el dinero muggle», como lo llamaba, dio
Las monedas a Harry para que comprara los billetes.
La gente los miraba más que nunca en el tren. Hagrid ocupó dos asientos y
Comenzó a tejer lo que parecía una carpa de circo color amarillo canario.
—¿Todavía tienes la carta, Harry? —preguntó, mientras contaba los
Puntos.
Harry sacó del bolsillo el sobre de pergamino.
—Bien —dijo Hagrid—. Hay una lista con todo lo que necesitas.
Harry desdobló otra hoja, que no había visto la noche anterior, y leyó:
COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA
UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
— Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
— Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
46
— Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
— Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
— El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda
Goshawk.
— Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
— Teoría mágica, Adalbert Waffling.
— Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
— Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
— Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
— Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
— Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección,
Quentin Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE ALOS DE PRIMER AÑO NO
SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.