Transición Demográfica: Causas, Fases y Evolución Histórica en España y Europa
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Causas de la Transición Demográfica
La transición demográfica es un proceso histórico que se caracteriza por el paso de altos niveles de mortalidad y natalidad a bajos niveles en ambos indicadores. La primera causa de este cambio fue la disminución de la mortalidad a partir de finales del siglo XVIII, debido a:
- Factores exógenos, como la menor incidencia de los ciclos epidémicos y la práctica desaparición de la peste.
- La menor incidencia de las hambrunas como consecuencia de la mejor organización económica.
- Prácticas sociales y culturales que frenaron la difusión de las enfermedades infecciosas y mejoraron las condiciones de supervivencia, sobre todo en la primera infancia.
La disminución de la mortalidad provocó una aceleración del crecimiento y, como consecuencia del aumento de presión sobre los recursos, estimuló los mecanismos de adaptación que redujeron la natalidad, ya sea por la ralentización de la nupcialidad o por la difusión del control voluntario de los nacimientos.
Otras explicaciones privilegian en el proceso de transición el cambio de las elecciones de las parejas, inducido por una serie de transformaciones sociales impulsadas por la Revolución Industrial. En particular, la aparición de la sociedad industrial y urbana provocó un aumento del coste relativo de la crianza de los hijos, que se convierten en productores de renta y, por tanto, se convierten en autónomos a edades mucho más tardías que en las sociedades agrícolas. El aumento del coste relativo de los hijos sería la fuerza que empuja a la restricción de la fecundidad. Su acción habría sido facilitada por el menor control social ejercido por las tradiciones, instituciones y religión, y se habría producido paralelamente al proceso de desarrollo económico y social de las sociedades europeas. Diversos mecanismos de difusión habrían facilitado la difusión del fenómeno de las ciudades al campo, de los ricos a los pobres y de las zonas geográficas más centrales a las periféricas.
Aspectos del Crecimiento Demográfico
1. Alargamiento de la Vida
En la segunda mitad del siglo XVIII, la mortalidad comenzó a bajar. La duración de la vida se alargó y la secuencia natural jerárquica de la muerte dictada por la edad se estabilizó. Esto introdujo un orden en los procesos vitales que antes de la Revolución Industrial eran desordenados por el alto componente aleatorio e impredecible en la mortalidad.
Este componente aleatorio se debía esencialmente a dos factores:
- El primero estaba constituido por la frecuencia e irregularidad de las grandes crisis de mortalidad, que, apareciendo por diversas causas, provocaban la muerte de muchas personas de todas las edades.
- El segundo factor lo constituía el riesgo de subversión del orden natural y cronológico de la muerte.
Antes de la Revolución Industrial, aun prescindiendo de la mortalidad de la primera infancia, la probabilidad de que un hijo en plena juventud muriese antes que sus padres era muy elevada. Corresponde a la historia social y demográfica la comprensión de qué factores específicos fueron dominantes en el retroceso de la mortalidad.
Es muy probable que durante la primera fase de la transición demográfica, en el siglo XIX, los factores culturales y sociales fuesen dominantes. Algunos ejemplos de estos factores son la manera de criar a los hijos, la higiene personal y la mejor organización de los mercados.
Durante la segunda fase de la transición demográfica (siglo XX), fueron dominantes los factores económicos, como por ejemplo, las mejoras en la vida material, en la construcción y desarrollo de las infraestructuras.
Durante la fase actual, los factores médicos y científicos son los más importantes.
2. De la Alta a la Baja Fecundidad
La disminución de la fecundidad se ha producido de manera gradual y diferenciada en sus manifestaciones territoriales. Pero la contribución decisiva a la disminución de la natalidad la produjo la difusión del control voluntario de los nacimientos, instrumento más eficiente que la duración del amamantamiento y que el retraso del matrimonio.
El control de los nacimientos asume la función de regulador fuerte del crecimiento demográfico. El control voluntario de los nacimientos aparece en Francia a finales del siglo XVIII. Se difunde rápidamente por toda Europa durante la segunda mitad del siglo XIX. No era una "ley" observada en una fase histórica en la que el aumento del bienestar ha secundado la difusión del control voluntario. La actual indiferenciación de la fecundidad según los niveles de renta es un indicio de que otras motivaciones complejas gobiernan las decisiones de las parejas.
Durante los últimos dos siglos, la transformación social y económica ha tenido gran importancia en la determinación del retraso de la fecundidad, como indirectamente se deduce del retraso en este proceso de las zonas más retrasadas o periféricas. Todo ello se ha producido con importantes excepciones:
a) En muchos países, el ritmo de disminución de la fecundidad en las diversas regiones se explica de manera limitada con indicadores sociales y económicos, como por ejemplo, la proporción de la población rural o el nivel de industrialización.
b) A menudo, los factores culturales prevalecen sobre la acción de los factores económicos, por ejemplo, el modo de entender o practicar la fe religiosa.
Ninguna población ha resistido un largo tiempo con alta fecundidad a la difusión del bienestar y a la disminución de la mortalidad.
3. Crecimiento Económico vs. Crecimiento Demográfico
Con la Revolución Industrial, la introducción de las máquinas, la multiplicación de la energía y la expansión del comercio, los términos de la ecuación población, trabajo y tierra cambian rápidamente. El aumento de la población ya no genera, al aumentar la demanda, la elevación de los precios y la disminución de los salarios.
A partir del siglo XIX, la expansión demográfica de Europa se produce en presencia de precios decrecientes, el equilibrio entre población y tierra se rompe y el crecimiento demográfico y el crecimiento económico dejan de ser contrarios. El problema son los rendimientos de los factores de producción, y si son crecientes o decrecientes. En las economías que ya no son agrícolas, la dependencia de la disponibilidad de tierra ha ido disminuyendo, pero ha crecido la dependencia de la disponibilidad de otros recursos naturales relacionados con la tierra, como el carbón, el hierro y el petróleo.
Si consideramos las relaciones a largo plazo entre el desarrollo demográfico y económico, entre 1820 y 1980, la población de los cuatro países líderes en Occidente (EE. UU., Gran Bretaña, Francia y Alemania) se ha multiplicado por 4,5 frente a una multiplicación del PIB por 73; la producción per cápita se ha multiplicado considerablemente, por 36.
Con estos datos, se puede decir que el incremento demográfico ha ejercido una acción de freno muy modesta, hasta el punto de que, a primera vista, parecería más aceptable la opinión opuesta, que considera que el incremento demográfico ha reforzado el crecimiento económico.
Algunos factores relacionados con el crecimiento demográfico que también pueden haber contribuido a acelerar el desarrollo económico son los siguientes y los dividimos en tres categorías:
a) Factores Demográficos
Consisten en los cambios ocurridos con la transición demográfica, juzgados positivamente por cuatro razones:
- La disminución de la mortalidad y la menor tendencia de las edades y patologías en el curso de la vida han conducido a un aumento de la duración de la vida y de la eficiencia de la población.
- La correspondencia de la mortalidad a un orden jerárquico cronológico, eliminando en gran parte la aleatoriedad de la supervivencia, ha permitido comportamientos conexos a una racionalidad a largo plazo, ciertamente funcionales al desarrollo económico.
- La disminución de la natalidad, que anteriormente acompañaba a una altísima mortalidad, ha reducido enormemente la pérdida de energía y recursos en la crianza de los hijos, y ha acrecentado su empleo en actividades más directamente productivas.
- La estructura por edades, al menos hasta mediados del siglo XX, se ha modificado en un sentido favorable a las edades más productivas, favoreciendo la relación entre la población que produce renta y la población económicamente inactiva.
b) Factores de Escala
Es probable que los factores de escala hayan actuado en Occidente durante los siglos XIX y XX como consecuencia de un crecimiento demográfico que ha cuadriplicado la población y que, por esta razón, ha ampliado los mercados.
Numerosos estudios han confirmado la existencia de avances netos en la productividad en sectores específicos de la industria como consecuencia de la ampliación del mercado. Naturalmente, los factores de escala no se derivan únicamente del crecimiento demográfico, sino también del aumento de las dimensiones de la economía y de la mayor integración de los mercados. Finalmente, el crecimiento demográfico parece tener un efecto positivo no tanto por las economías de escala que conlleva como por las perspectivas de ampliación del mercado que genera; con una población en expansión, los empresarios se ven estimulados a asumir nuevas iniciativas y a reforzar aquellas que ya se han tomado, activando las inversiones y generando desarrollo.
c) Progreso Técnico
Este se produce porque existen individuos con ingenio que crean nuevos conocimientos o nuevas invenciones. Admitiendo una hipótesis restrictiva, estos hombres se cuentan en proporción a la población; por tanto, la creación de nuevos conocimientos se ve favorecida por factores de escala, porque una colectividad grande siempre resulta más favorecida que una pequeña. Todo esto se puede sostener en abstracto; es mucho más difícil si se piensa en la contribución al progreso técnico de los países pequeños (Gran Bretaña y la Revolución Industrial). Además, para algunos historiadores económicos, fue la escasa población británica la que estimuló la búsqueda de sistemas (como el sistema de fábrica) y de técnicas (como la máquina de vapor) para aumentar la productividad.
Conclusiones Generales
Es posible que a lo largo de los siglos XIX y XX el crecimiento demográfico haya constituido más un incentivo que un obstáculo al crecimiento económico.
Consideración Final sobre el Crecimiento Demográfico durante el Periodo Preindustrial
Cuando a mediados del siglo XX termina el ciclo de crecimiento demográfico de las poblaciones ricas, las poblaciones pobres inician un extraordinario ciclo de crecimiento. Durante este periodo, la mitad pobre del mundo ha crecido con una tasa de crecimiento del 20‰. Considerando que la población europea durante la época de su máxima expansión ha crecido con una tasa del 10‰, las razones de esta divergencia pueden explicarse fácilmente.
En el mundo rico, la transición demográfica se ha producido lentamente, bajo el impulso de una reducción gradual de la mortalidad que se ha acompañado de una reducción de la natalidad.
En el mundo rico, la gradualidad de la reducción de la mortalidad se produce como consecuencia de la acumulación de conocimientos, sobre todo médicos e higiénicos, que a partir del siglo XVIII permitieron poner bajo control las patologías infecciosas.
A mediados del siglo XX, el patrimonio de conocimientos acumulado en el mundo rico se ha transferido masiva y rápidamente al mundo pobre, provocando en poco tiempo una gran disminución de la mortalidad. Por el contrario, la natalidad, que depende en gran parte de factores culturales solo lentamente modificables, no ha seguido la disminución de la mortalidad.
Por esta razón, la distancia entre la natalidad y la mortalidad se ha ampliado grandemente, provocando un increíble aumento del crecimiento demográfico.
La Migración a Ultramar y su Impacto en la Transición Demográfica
La migración a Ultramar como movimiento de masas social acompañó la transición de la sociedad agraria a la sociedad industrial en Europa. Las revoluciones técnicas que se produjeron en los transportes posibilitaron las migraciones de masas, pero los puentes transatlánticos establecidos con anterioridad con los movimientos de personas, mercancías y capitales, habían creado ya las condiciones para la intensificación de las migraciones.
Las transformaciones que se produjeron en los transportes y en la configuración de los precios de los viajes transatlánticos han de ser consideradas en el marco de las condicionantes generales más determinantes que se han dado. Además, la abolición de las restricciones mercantilistas y el avance de la liberalización hicieron que, en el siglo XIX, cayeran las barreras que obstaculizaban la emigración y el comercio.
Por tanto, se daban en la economía atlántica de la primera mitad del siglo XIX las condiciones básicas para que los movimientos migratorios se desarrollaran libremente: en las zonas de origen, existía interés por la emigración y, sobre todo, la libertad para emigrar. En las zonas de destino, había necesidad de recibir inmigrantes y también buena disposición para acogerlos.
Una vez que estuvo en marcha, el movimiento transatlántico de masas desarrolló antes de la Primera Guerra Mundial una dinámica propia cada vez más intensa, hasta que se establecieron controles y restricciones a las migraciones después de la Primera Guerra Mundial.
Las clásicas zonas de origen de la emigración a Ultramar durante el siglo XIX y hasta finales de la década de los 80 fueron regiones de Europa en las que se había producido un avance claro en el camino hacia la industrialización. Sin embargo, la emigración hacia Ultramar que partía de estas zonas europeas provenía, sobre todo, de las áreas más periféricas, por ejemplo, el caso de Irlanda. Las principales zonas de destino fueron en América del Norte, en particular, en EE. UU.
A partir de los 90 del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, los emigrantes provenían, sobre todo, de Europa del Sur y Europa Oriental.
Si se compara en el contexto de la historia europea de la emigración los movimientos de la coyuntura económica con los movimientos de las migraciones, surgen aspectos claramente paralelos desde los años 50 hasta los 90 del siglo XIX; la evolución de la coyuntura no era tanto un factor causante, sino más bien un factor incidente, por ejemplo, las crisis económicas de las zonas de destino provocaban casi siempre un retroceso a corto o medio plazo en la emigración; por el contrario, las fases de prosperidad económica hacían generalmente que volviera a darse un crecimiento de la emigración. Esto se ve claramente en las crisis económicas surgidas a finales de los años 50 y principios de los 90.
Un inconveniente de la interpretación coyuntural es el que surge en relación con los agrupamientos de datos excesivamente compactos sobre migraciones procedentes de zonas cuyas estructuras económicas y sociales eran muy diferentes. Sin embargo, los primeros movimientos migratorios cuya zona de origen era el Norte de Europa, y con zona de destino en EE. UU., parecen haber tenido en muchos aspectos evoluciones y estructuras similares.
Sobre esta imagen de conjunto de la emigración transatlántica se superpuso, a partir de la década de los 90, la nueva emigración que llegaba a EE. UU. procedente del Sur y del Este de Europa. Esta segunda emigración no mostró ninguna reacción antes de las crisis económicas surgidas en EE. UU.
El Ciclo Demográfico Moderno en España
El siglo XVIII señaló el comienzo de una trayectoria nueva para la población española. Desde sus comienzos hasta hoy, la población española ha ido en aumento de forma prácticamente ininterrumpida. Como en el caso de Inglaterra, el impulso de la población española se acelera en el curso de la primera mitad del siglo XIX para decaer en el curso de la segunda.
A primera vista, el caso español aparece como un ejemplo del cambio de régimen demográfico; de hecho, sin embargo, el caso español es un caso anómalo, cuya adecuada comprensión necesita remontarse mucho más atrás.
La evolución demográfica española con anterioridad al siglo XVIII no fue normal, separándose de los países vecinos. Por ejemplo, desde el comienzo de la era cristiana hasta 1700, el número de franceses e ingleses se multiplicó por cuatro, el de italianos por dos y el de españoles por 1,34.
Casi con seguridad se puede sostener que el larguísimo proceso de la Reconquista durante la Edad Media y las cargas del imperio bajo de los Austrias dejaron a España mucho menos poblada de lo que hubiera estado. Por tanto, las importantes ganancias demográficas registradas entre 1700 y 1860 no resultaron de una revolución ni demográfica ni económica, sino que fueron obtenidas en plena vigencia del Antiguo Régimen Demográfico por el efecto de la simple eliminación de aquellos obstáculos que durante muchos siglos habían mantenido el potencial humano español muy por debajo de sus posibilidades.
En 1900, España registraba una natalidad del 34‰, una mortalidad del 29‰ y una esperanza de vida inferior a los 35 años.
Proceso de Transición Demográfica en España
Según el censo de 2011, España tiene más de 46 millones de habitantes. A principios del siglo XX, su población era de menos de la mitad (aproximadamente 20 millones en 1900). Y a mediados del siglo XIX se reducía a aproximadamente 15 millones de habitantes.
Por tanto, a lo largo del siglo XX, la población española se ha incrementado en un 108‰ y en los últimos 150 años en un 150‰.
La tasa de crecimiento anual indica que la población española ha crecido a un ritmo del 7‰ anual. Se trata de un incremento bastante moderado si se compara con el de algunos países en desarrollo, pero ha sido el periodo de crecimiento demográfico más importante y más prolongado de la historia española.
Partiendo de una situación de lento crecimiento durante la segunda mitad del siglo XX, con ritmos de incremento del 3‰ al 6‰, la población española fue aumentando progresivamente hasta alcanzar el máximo ritmo de crecimiento durante los años 60, con un incremento del 10,7‰, y a principios de los 70, de un incremento del 11,3‰.
A partir del segundo quinquenio de los 70, el ritmo se ha ido ralentizando y ya en los 90 la situación fue de crecimiento muy lento y casi de estancamiento.
Durante los siglos XIX y XX, la transición demográfica española ha vivido cinco fases principales:
1. Caracterizada por tasas de crecimiento moderadas en los 60 del siglo XIX, y tasas bajas a partir de los 70 y finales del siglo XIX. Las tasas eran entre el 3 y el 7‰. Este crecimiento lento se debe, sobre todo, a una mortalidad epidémica todavía bastante elevada.
2. Entre 1900 y 1918, se extiende el segundo periodo con índices entre el 7 y el 11‰. Este incremento con respecto al periodo anterior se debe al descenso de la mortalidad ordinaria y de la mortalidad infantil, mientras que la natalidad se mantiene bastante elevada. Este periodo quedó interrumpido por la epidemia gripal de 1918, año en el que se produjo un crecimiento natural negativo (más muertes que nacimientos).
3. 1919-1936 fue de crecimiento, con tasas entre el 9 y el 11‰. Esta nueva fase expansiva se vio favorecida por un descenso de la mortalidad mayor que el de la natalidad. El inicio de la Guerra Civil vino a truncar este periodo, dándose otra vez un crecimiento negativo durante los años de la guerra.
4. 1940-1977, periodo más complejo, se divide en tres fases:
1. Desde 1940 hasta 1955, la población recupera los valores de antes de la guerra.
2. Desde 1955 hasta 1964, se produce el mayor crecimiento natural de la historia reciente de España, con valores entre el 11 y el 13‰, debido a la recuperación de la natalidad junto a una mortalidad baja y estable.
3. Desde 1965 hasta 1977, el crecimiento demográfico inicia un lento descenso, con valores entre el 10 y el 11‰, debido al declive paulatino de la natalidad.
5. 1977-actualidad, caracterizándose por un descenso brusco y acelerado de la natalidad y una mortalidad que, tras una larga etapa de estancamiento, comienza a ascender lentamente a causa del paulatino envejecimiento de la población. El resultado de estas tendencias es un hundimiento del crecimiento; se pasa de un 10‰ en 1978 a un 1,5‰ en 1991.