Teatro Clásico Francés: Autores y Obras Emblemáticas de los Siglos XVI y XVII
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El Teatro Clásico Francés: Un Legado Imperecedero
Tras la caída del Imperio Romano, el teatro clásico experimentó un declive durante el extenso período medieval. Sin embargo, el espíritu teatral no desapareció por completo. Sobrevivió gracias a manifestaciones parateatrales como bufones, acróbatas y juglares, que se expresaban en festividades religiosas como los Carnavales y la Danza de la Muerte.
El Renacer del Teatro en la Edad Media
Hacia el siglo XII, el arte teatral renació dentro de las iglesias con representaciones que conmemoraban festividades cristianas como la Navidad y la Pascua. Posteriormente, estas representaciones se trasladaron al atrio de las iglesias y, más tarde, a las calles y plazas. Ejemplos de este fenómeno se encuentran en diversos países:
- Francia: Los miracles, como el Miracle de Theophile (siglo XIII), y en el siglo XIV, los misterios y moralidades con una clara intención didáctica y religiosa.
- España: Los autos sacramentales y las representaciones teatrales religiosas de Navidad y Pascua.
A partir del siglo XIV, gracias a la iniciativa de humanistas italianos, resurgió el teatro clásico, inicialmente en latín y luego en lenguas romances. Estas obras, concebidas principalmente para la lectura, dieron origen a la comedia humanística, precursora de La Celestina. En las cortes europeas del siglo XV, floreció un teatro cortesano de temática profana e inspiración clásica.
El Teatro Europeo en los Siglos XVI y XVII
En este período, se observa un desarrollo paralelo en distintos países europeos. Las formas dramáticas medievales, tanto religiosas como profanas, evolucionaron hacia dos vertientes: el teatro popular (farsas, enredos novelescos o improvisaciones) y el teatro culto.
- Inglaterra y España: El teatro popular, enaltecido por figuras como Lope de Vega y Shakespeare, prevaleció sobre el teatro culto y cortesano.
- Francia: El teatro cortesano de corte clásico se impuso a partir de 1630.
- Italia: Se cultivó la comedia de enredo, una fusión de la comedia de Plauto y Terencio con la influencia de novelistas como Boccaccio. Este género influyó notablemente en el teatro inglés y español. Sin embargo, la gran aportación italiana fue la Commedia dell' Arte, un género de teatro popular basado en la improvisación sobre un breve guion, con personajes arquetípicos como Arlequín, Spavento y los enamorados. La expresión corporal de los actores cobraba gran importancia en este estilo.
El Teatro Clásico Francés de los Siglos XVI y XVII: Autores y Obras
Pierre Corneille (1606-1684)
Corneille cosechó sus primeros éxitos con obras que no seguían los preceptos clásicos. En 1636, estrenó El Cid, inspirada en Las mocedades del Cid de Guillén de Castro. La obra, aclamada por el público, generó una intensa polémica entre los preceptistas, quienes criticaron su falta de apego a las normas clásicas en un momento de auge del Clasicismo. Corneille aceptó las críticas y se ciñó a los preceptos en sus obras posteriores, creando entonces sus mejores tragedias: Horacio, Cinna y Poliuto.
También destacó como comediógrafo con obras como Mélite y El mentiroso (inspirada en La verdad sospechosa de Ruiz de Alarcón). A pesar de recibir importantes reconocimientos, su fuerza creadora se debilitó a mediados de siglo. Aunque escribió numerosas obras, no volvió a alcanzar el éxito de sus primeras creaciones.
A Corneille se le atribuye el mérito de haber definido el modelo de la tragedia francesa, que posteriormente Jean Racine, más joven que él, desarrolló y perfeccionó.
Jean Racine (1639-1699)
La educación jansenista de Jean Racine, marcada por una profunda severidad moral, influyó decisivamente en su concepción de la tragedia, impregnada de un sombrío pesimismo. Sus personajes se debaten en insalvables dramas interiores provocados por pasiones irrefrenables. El amor, en sus tragedias, se presenta como un sentimiento destructivo y fatal.
El estilo de sus tragedias es elevado, sobrio y elegante. Están estructuradas con un rigor absoluto, donde todos los elementos dramáticos están al servicio de la acción, que plantea una única crisis conducida con maestría hacia un desenlace inexorable y trágico.
Aunque su producción literaria es extensa, sus tragedias más célebres se concentran en un breve período: Andrómaca (1667), Británico (1669), Berenice (1670), Ifigenia (1674) y su obra maestra, Fedra (1677).
Jean-Baptiste Poquelin, Molière (1622-1673)
Jean-Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, es considerado uno de los dramaturgos más importantes de todos los tiempos. Nacido en París en 1622, hijo de un tapicero real, recibió una esmerada educación con los jesuitas. A los 20 años, renunció a un futuro acomodado para dedicarse al teatro. Fundó su propia compañía teatral junto a la familia Béjart, con la que recorrió Francia, alternando la actuación con la creación de sus propias obras. Tras su regreso a París en 1658, comenzó a cosechar éxitos con divertidas farsas que prefiguraban las comedias de caracteres que lo consagrarían. Su crítica social le granjeó enemistades, pero gozó de la protección de Luis XIV. En 1673, durante una representación de El enfermo imaginario, sufrió un ataque y murió pocas horas después.
Molière es el creador de la comedia moderna, fusionando elementos cómicos de la farsa tradicional francesa e italiana (la Commedia dell' Arte) con la descripción de los vicios y virtudes de la sociedad de su tiempo y un agudo análisis psicológico de sus personajes, todos ellos verosímiles y reconocibles por el público. Estos elementos se combinan con una extraordinaria habilidad teatral y diálogos vibrantes.
Aunque se adaptó a las normas clásicas, no dejó de señalar que una comedia podía ser excelente sin respetarlas. Su objetivo era divertir al gran público («la gran regla de todas las reglas es gustar»), pero a través de la diversión, criticó la falsedad e hipocresía de su época. Admirador de la comedia latina de Plauto, dio vida a personajes que representan debilidades humanas, ridiculizándolos en sus obras: el avaro en El avaro; el nuevo rico en El burgués gentilhombre; la mujer pedante en Las preciosas ridículas; el médico de lenguaje oscuro en El médico a palos o El enfermo imaginario; y la religiosidad hipócrita en Tartufo. Esta última obra fue prohibida por el arzobispo de París por impía, y La escuela de las mujeres, una apología de la tolerancia y la libertad de educación, fue acusada de licenciosa e inmoral.
En algunos textos, la sátira de Molière se torna amarga y pesimista, dando lugar a las llamadas «obras graves»: Tartufo; El misántropo, que retrata a quien siente odio hacia el ser humano y la sociedad; y Don Juan o el festín de piedra, donde el personaje de Tirso de Molina se convierte en un joven rebelde, frío y analítico que se complace en transgredir las normas éticas.