Socialización: Familia, Escuela y la Construcción del Individuo
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Enclasamiento Animal y Socialización: Necesidad y Contingencia
Para entender al hombre es preciso estudiar a los animales. El animal nace provisto de un repertorio de pautas fijas de acción que reitera generación tras generación. Tales pautas se hallan inscritas con tal fijeza que el animal vive prisionero de su especie, vive enclasado, sin que cada individuo se distinga mucho del otro. La vida animal está sujeta a las leyes de la herencia, está regida por las mutaciones y la selección natural. El animal vive en un medio al que se tiene que adaptar.
Nada de esto, o muy poco, encontramos en el hombre. El ser humano es forzosamente libre y tiene que hacer su vida. Esa libertad está condicionada por mil causas, y lo que en el animal es un proceso de desarrollo natural, en el hombre depende de su tiempo, de su estrato social, de su familia, de su formación escolar… La vida humana es contingente.
El proceso de socialización se inicia con el nacimiento y es intenso durante la infancia y la adolescencia, y acaba con la muerte. El individuo queda constituido por la sociedad y por el grupo en que ha crecido. Como dice Pinillos: la realidad es que existe una determinación social del comportamiento humano. Hablando de la identificación con el rol sexual, un austríaco afirma que el hombre, en ese período, trata de identificarse con los valores del grupo y, una vez que se ha identificado, se aferra por lo general a ellos. La situación se complica cuando el niño crece en un ambiente distinto del originario de sus padres. Sorokin explica que la personalidad humana es producto de las fuerzas socioculturales: un niño de padres norteamericanos fue abandonado a los tres años; adoptado por una familia china, llevado a China y criado allí, por lo que se convirtió en un chino.
Aproximación a la Historia de la Infancia (Ariès, DeMause)
El hombre nace sin terminar, se constituye; en nuestra jerga sociológica decimos que se socializa y se convierte en miembro de una sociedad. En ese proceso cuenta especialmente la familia y la escuela, pero también la televisión, los grupos de amigos, etc. Hay muchas sociedades, por lo que los tipos de socialización son diversos. Las historias se han ocupado de las andanzas de los adultos y han referido a la vida de los hombres, sin preocuparse apenas de los infantes (su principal obligación era imitar a sus mayores, hacerse como ellos cuanto antes y sin molestar demasiado).
Ariès investiga la vida infantil en el Antiguo Régimen y concluye que el niño vivió feliz en líneas generales; empezando por las categorías intermedias de los varones, se inició un vasto proceso de escolarización que iba a sustituir el viejísimo aprendizaje en la familia; la escuela venía a reducir la libertad de los pequeños. Frente a esta tesis, DeMause y sus colaboradores piensan que los niños fueron tratados con brutalidad, que el infanticidio era frecuente; los malos tratos infligidos no se pueden comparar con la moderna situación de adoctrinamiento a que los sometemos en las escuelas. Afirma que el niño medieval, y el niño humilde, vivía con sus padres y se incorporaba a la sociedad desde muy pronto. Así aprendían a vivir por el contacto cotidiano. La civilización medieval no tenía idea de la educación. Nuestra sociedad depende hoy día del éxito de su sistema educativo. Desde que se inventa la escuela, se reconoce que el niño no está preparado para afrontar la vida; la escuela se convierte en la cuarentena que debe sufrir el infante antes de vivir con los adultos. El niño actual pierde libertad por estar sometido a la cuarentena escolar, pero, a la larga, la situación se invierte: el niño que no fue a la escuela, que hizo su real gana, resulta finalmente menos libre.
DeMause y otros pintan con colores más tenebrosos la verdadera historia de los niños. Para los adultos de otras épocas era difícil sentir empatía hacia los niños. Los adultos llevaban a los niños a presenciar ejecuciones, por ejemplo, y después los azotaban sin piedad; pero lo más grave es que el dar muerte a los niños no empezó a ser considerado como asesinato en las leyes hasta el año 374. La historia de la infancia es una pesadilla. Pero la historia no termina, y muchos padres siguen abandonando a sus hijos. Hoy, las madres chinas de cierto nivel económico se hacen ecografías y pueden abortar si viene una niña, porque con ella se perderá el dinero cuando se case: con lo cual, en esos niveles viven ahora más varones que mujeres. Cuando se habla de la socialización de los hombres, conviene no olvidar la historia.
La Polémica del Carácter Nacional (Madariaga, Maravall, Caro)
La realidad de los caracteres nacionales es evidente para unos e imaginada para otros. No se puede afirmar que la sociedad se reproduce en sus nuevos miembros, a los que convierte en iguales, para después negar la realidad transmitida, es decir, una cierta personalidad moral. Para quien ha vivido en otro país no es difícil advertir otro tipo de realidad humana; ahora bien, mayor dificultad que advertirlo es decirlo. Madariaga es el más claro defensor de la realidad de los caracteres nacionales; basta con leer su libro “Ingleses, franceses, españoles”.
Maravall publicó un artículo en la “Revista de Occidente” sobre “el mito de los caracteres nacionales”. Las imágenes de los pueblos, aparentemente fijas y determinadas, son algo circunstancial, transitorio y modificable cuando efectivamente se modifica la situación histórica en que se encuentran. Maravall constata que la imagen del español está dibujada por trazos de reflexión, cálculo, lentitud, astucia, frialdad, y dice textualmente: “en cualquier caso, los esquemas obtenidos sobre los caracteres de los pueblos: a) en gran parte son inexactos; b) son siempre insuficientes; c) nunca se pueden considerar exclusivos; d) no tienen valor determinante; e) varían constantemente”. Estas cinco objeciones son más bien limitaciones y conceden cierta realidad a los caracteres nacionales.
En la “Revista de Occidente”, Madariaga volvió sobre “la realidad de los caracteres nacionales”. Los caracteres de los diversos pueblos europeos han ido variando, pero cada uno en su ecuación, es decir, según la ley más honda de su carácter. Madariaga, en el prólogo a “Ingleses, franceses, españoles”, dice que: por muy extraño que parezca, el carácter nacional es un hecho natural cuya existencia no se halla admitida, pues dentro de la misma raza, del mismo continente, existen caracteres nacionales distintos que son hechos naturales evidentes. La única objeción que debe hacerse a esta tesis es el adjetivo natural; la existencia real de los caracteres no es natural, es social e histórica (ser español, francés o inglés es un fenómeno de la historia). Hecha esta salvedad, no es difícil estar de acuerdo con afirmaciones.
Caro publicó un libro: “El mito del carácter nacional”. Todo lo que sea hablar de carácter nacional no es una actividad mítica. Si a partir de un momento dado podemos hablar de España, habrá que hacerlo en unos planos y no en otros: porque el carácter de “lo español” se puede descomponer mucho frente a caracteres como los de lo “catalán”, lo “gallego” o lo “andaluz”.
A modo de resumen:
- Los caracteres nacionales existen, pero de forma histórico-socialmente adquirida.
- No se debe olvidar la red de expectativas y el cúmulo de prejuicios que existen en torno a individuos y sociedades.
- No hay caracteres nacionales naturales o permanentes.
Una perspectiva interesante la ofrece siempre el extranjero, con tal de que viva en España desde hace años. En Andalucía, donde la vida española se extrema y caricaturiza, se ven mejor caracteres y paradojas (corridas de toros y horarios imposibles), pero también extrañas desviaciones nuevas (el botellón), que están contribuyendo a situar a nuestros adolescentes entre los más ignorantes.