Trabajo Social en Entornos Urbanos: Desafíos, Intervenciones y Estigmatización

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Enclaves Urbanos: Ciudad y Trabajo Social

Charlotte Williams, en su libro "Social Work in the City: Urban Themes in 21st-Century Social Work", explora la estrecha relación entre el trabajo social y la vida urbana, desde los inicios de la profesión hasta la actualidad. Williams argumenta que el trabajo social surgió como respuesta a los desafíos de la industrialización y urbanización en las grandes ciudades, desarrollando una conexión simbiótica con los problemas urbanos. La ciudad industrial del siglo XIX y principios del XX fue crucial en la formación de prácticas de trabajo social que continúan siendo relevantes hoy en día.

Williams identifica cuatro "construcciones de la ciudad" que influyen en el trabajo social urbano:

  • Ciudad como centro industrial: Aquí, el trabajo social ayuda a los individuos a adaptarse y enfrentar los retos de la vida urbana. Ejemplo: "Social Work Practice: A Response to the Urban Crisis" de Carol H. Meyer (1970).
  • Ciudad como sistema: La ciudad se ve como un conjunto de zonas interdependientes. El trabajo social se enfoca en áreas deprimidas para combatir la pobreza y la exclusión social. Ejemplo: enfoques sistémicos de N. Kolko y S. Lala (2002).
  • Ciudad como comunidad: Inspirado por pioneras como Jane Addams y Octavia Hill, este enfoque busca empoderar a la comunidad para resolver sus problemas. Ejemplo: propuestas de Melvin Delgado (2000).
  • Ciudad como entorno: Considera la ciudad desde una perspectiva ambiental, enfocándose en la sostenibilidad y el bienestar urbano, aunque a veces se corre el riesgo de un determinismo ambiental que desestima la agencia humana.

La obra enfatiza cómo estos enfoques no son mutuamente excluyentes y cómo los barrios pobres urbanos han sido históricamente un foco importante del trabajo social. La concentración de problemas sociales en las ciudades industrializadas de Gran Bretaña y Estados Unidos, como Londres, Manchester, Nueva York y Chicago, impulsó la intervención organizada del trabajo social para mejorar las condiciones de vida.

Los orígenes del trabajo social están ligados a las actividades de organizaciones caritativas y filantrópicas y figuras clave como Octavia Hill, la Charity Organisation Society (COS), Samuel Barnett y las Settlements Houses. Estos pioneros centraron su trabajo en barrios obreros empobrecidos, abordando problemas de vivienda, pobreza y exclusión social, estableciendo el trabajo social como una respuesta vital a los desafíos urbanos.

Actuaciones de Trabajo Social: Domènech, Campo de la Bota y Santa Coloma

El suburbio de barracas conocido como el Campo de la Bota se formó en la década de 1940 y estaba situado en los terrenos donde se celebró el Fórum Universal de las Culturas en 2004. Rosa Domènech llegó allí en 1962 para hacer sus prácticas de asistente social, bajo la dirección de monseñor Jaume Cuspinera, un sacerdote escolapio con amplia experiencia en intervención social en barrios periféricos. Domènech quedó profundamente impactada por las malas condiciones de vida del suburbio, lo que la motivó a luchar contra la injusticia.

Durante su trabajo, realizó un censo en 1963 que reveló que 3,415 personas vivían en 667 barracas. Su labor incluyó trabajo social individual, grupal y comunitario, utilizando métodos como entrevistas, visitas domiciliarias, y organización de charlas y mesas redondas. Uno de los incidentes notables que enfrentó fue con un hombre alcohólico que la persiguió con un cuchillo durante un episodio de delírium tremens, lo que ilustra los riesgos y desafíos de su trabajo.

Además, organizó diversos grupos, incluyendo jóvenes, madres y adultos, para abordar necesidades específicas como la creación de una escuela nocturna y un club de ocio para jóvenes, y una guardería para madres trabajadoras. Domènech trabajó para evitar la beneficencia crónica, promoviendo la autosuficiencia y el acceso al empleo. Estableció una guardería llamada Los Ángeles en 1964, que también servía como espacio para reuniones de Comisiones Obreras. En el ámbito de salud, facilitó la creación de un dispensario médico con la ayuda del doctor Francesc Balaguer y otras iniciativas comunitarias.

En 1965, inauguraron un centro social para actividades culturales y recreativas, convirtiéndose en una entidad representativa del barrio. Rosa Domènech y otras asistentes sociales recibieron formación en desarrollo comunitario de Marco Marchioni, lo que mejoró significativamente su trabajo. También fueron influenciadas por expertos como Ezequiel Ander-Egg, Natalio Kisnerman y Montserrat Colomer.

Entre 1972 y 1975, Domènech trabajó en Santa Coloma de Gramanet y el barrio de Singuerlin, donde ayudó a formar la asociación ASPANIDE para niños con discapacidades intelectuales. Esta organización se convirtió en una de las más importantes de Cataluña. En 1976 y 1977, llevó a cabo un proyecto de trabajo social comunitario en el barrio del Canal de L'Hospitalet de Llobregat, realizando un estudio para comprender mejor las necesidades del barrio y formando un grupo motor para impulsar el trabajo comunitario.

Problemas del Barrio de La Mina

Desde su fundación, el barrio de La Mina enfrentó diversos problemas, entre ellos el aislamiento geográfico, deficiencias en la construcción de viviendas, falta de infraestructuras, alta densidad poblacional y la concentración de familias marginales. El barrio estaba rodeado por el río Besós, la vía del tren y la autopista Barcelona-Mataró, lo que lo desconectaba de otros barrios de Barcelona y San Adrián del Besós. Las viviendas se ocuparon antes de completar las infraestructuras, lo que provocó que ni San Adrián ni Barcelona asumieran la responsabilidad de servicios básicos como la recogida de basura e iluminación.

En 1974, a pesar de la entrega de los últimos pisos, aún faltaban alumbrado y pavimentación. Se habían construido algunas infraestructuras, como escuelas y un ambulatorio, y con el tiempo se añadieron más servicios, como una escuela de alfabetización, un centro cultural gitano, un polideportivo y un hogar del jubilado. Sin embargo, persistió la incertidumbre sobre la responsabilidad de la limpieza y el mantenimiento del barrio.

En 1975, La Mina tenía una alta densidad poblacional con una media de 5.6 personas por vivienda, comparado con 3.3 en Barcelona, y 864 habitantes por hectárea frente a los 21 de la media de la ciudad. La concentración de familias marginales, muchas trasladadas desde núcleos de barracas, contribuyó a la mala fama del barrio como un lugar problemático y delincuente, alimentada por los medios de comunicación. Aunque hubo un movimiento de personas de clase media que se mudaron a La Mina para solidarizarse con sus habitantes, muchos terminaron abandonando el barrio, especialmente jóvenes matrimonios que no querían criar a sus hijos en esas condiciones.

Problemas de la Infancia en La Mina

A finales de 1975, se observó que el 47,3% de la población del barrio era menor de 17 años. Las asistentes sociales notaron problemas significativos en muchos niños del área, especialmente varones. Decidieron realizar un estudio sobre los problemas que enfrentaba la población infantil del barrio, examinando a 460 niños y encontrando varios problemas, como pobreza económica, delincuencia, inadaptación escolar, dificultades emocionales, discapacidades, abandono físico y emocional, malas relaciones familiares, y falta de cuidado parental. Propusieron medidas para abordar estos problemas, como aumentar el personal educativo y social y ofrecer más actividades para niños y jóvenes, pero estas propuestas no se implementaron.

Trabajo Social Comunitario en La Mina

El trabajo social en el barrio de La Mina se centró en una combinación de intervenciones individuales y comunitarias. Las asistentes sociales, lideradas por Montserrat Colomer, establecieron conexiones clave con líderes vecinales, profesionales y asociaciones locales. La asociación de vecinos desempeñó un papel fundamental, aunque enfrentó desafíos debido a intentos de manipulación política por parte de algunos miembros. Colomer fue propuesta como secretaria de una nueva junta directiva, recibiendo apoyo del Patronato Municipal de la Vivienda.

El trabajo comunitario incluyó la promoción de una conciencia colectiva y la facilitación de actividades y relaciones positivas entre residentes. Se abordó el rechazo hacia la población gitana, promoviendo la colaboración con el Centro Cultural Gitano. Se enfrentaron a la estigmatización mediática del barrio, protestando contra la película "Perros callejeros" y logrando cambios en su guión. Las protestas también se dirigieron a mejorar las condiciones de vida, como la atención médica y la seguridad. Actos de vandalismo en la Escuela de Artesanía y Formación Profesional resaltaron la necesidad de mayor vigilancia, aunque se abogaba por un enfoque educativo en lugar de represivo. Los vecinos, incluidos los gitanos, se unieron en las reivindicaciones y mantuvieron una relación colaborativa con las asistentes sociales y el Centro Cultural Gitano.

Estigmatización y Mecanismos

El texto describe cómo los estigmas, atributos negativos atribuidos a personas, desvalorizan y desacreditan a quienes los tienen. Estos estigmas pueden basarse en características como enfermedad, etnia, sexo, religión, etc. La estigmatización incluye categorización y emociones negativas hacia el grupo estigmatizado, junto con racionalizaciones para justificarla.

Karina Fernández presenta diversas estrategias del discurso estigmatizador:

  1. Desconocimiento o conocimiento superficial de la realidad.
  2. Generalizaciones o metonimias, reduciendo a individuos o colectivos a aspectos negativos.
  3. División de la población en grupos antagónicos.
  4. Valoración desigual de malos comportamientos.
  5. Empleo de términos peyorativos.
  6. Atribución de intencionalidades inmorales.
  7. Tratamiento de personas como objetos, sin considerar su autonomía.

Estas narrativas estigmatizadoras afectan la identidad y comportamiento de las personas estigmatizadas, causando deterioro de la autoestima, apatía, problemas de salud, desesperación, evitación de espacios públicos y desvinculación del grupo de origen. Aunque la autora atribuye estos deterioros directamente al estigma, pueden también deberse a la pobreza y exclusión social de las personas afectadas.

Intervenciones del Equipo en Santa María de Benquerencia

El barrio de Santa María de Benquerencia, conocido como "el polígono" en Toledo, se originó en los años 70 y mayormente consiste en viviendas sociales o de protección oficial. Aislado del resto de la ciudad, cuenta con una población mayormente de clase media y media-baja. A lo largo de su historia, los residentes se han organizado para exigir servicios públicos. Cuando Karina Fernández, trabajadora social, intervino, el barrio tenía unos 20.000 habitantes.

El equipo liderado por Fernández presentó un proyecto de mediación comunitaria y prevención de conflictos al Ayuntamiento para mejorar la convivencia y desmontar estigmas sociales. Identificaron dos núcleos de conflicto: problemas internos y tensiones con otros barrios. Descubrieron tres estigmatizaciones principales: étnica, social y residencial, y se propusieron desmontarlas. Además, observaron una negligencia por parte de las autoridades en abordar los problemas del barrio, lo que exacerbaba los conflictos y la estigmatización.

El equipo se basó en tres marcos teóricos para analizar la realidad: el enfoque de las prácticas narrativas, los análisis de Goffman sobre el estigma y la teoría de Foucault sobre el panóptico. Se centraron en las narrativas descalificadoras y su impacto en la identidad y acciones de las personas. Las intervenciones se dirigieron a contrarrestar discursos estigmatizadores, fomentar el sentido de comunidad y promover la organización vecinal. Organizaron talleres, actividades comunitarias y reuniones con la asociación de vecinos. Además, utilizaron los medios de comunicación para difundir discursos alternativos y transparentar su trabajo. Fernández reflexiona sobre la importancia de que los trabajadores sociales actúen como "intelectuales orgánicos", visibilizando las injusticias y contribuyendo al empoderamiento de los sectores excluidos.

Efectos del Entorno en el Trabajo Social

Este texto destaca la influencia que el entorno físico tiene en la vida de las personas y en las intervenciones sociales. Los "efectos del lugar" se refieren a cómo las características físicas de un área afectan las condiciones de vida, el acceso a servicios, la movilidad y las oportunidades de participación colectiva. Aspectos como la proximidad a servicios de transporte, la dispersión urbana, los espacios naturales y el diseño de calles y parques impactan en la calidad de vida y la interacción social.

Por ejemplo, la lejanía de transporte público dificulta la movilidad, las ciudades dispersas aumentan el sedentarismo, los espacios naturales reducen el estrés y el diseño urbano afecta la seguridad y la sociabilidad. Estos efectos también influyen en la salud, el empleo, la educación y el bienestar de los niños y adolescentes. A pesar de su importancia, la investigación en trabajo social urbano ha descuidado el análisis del lugar y su influencia en los problemas sociales. Se han ignorado los aspectos espaciales y materiales del entorno en favor de enfoques centrados en los individuos y los servicios. La falta de atención a los efectos del lugar limita la comprensión de los problemas sociales y obstaculiza el diseño de intervenciones efectivas.

Los autores abogan por una investigación que considere los efectos del lugar y reconozca el papel fundamental que juega en el bienestar individual y comunitario. Se destaca la necesidad de involucrar a las comunidades en el diseño de espacios urbanos para crear entornos que promuevan el bienestar de todos, especialmente de los niños.

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