Sociabilidad Humana: Naturaleza, Grupos y Estructuras Sociales
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¿Cómo es la sociabilidad humana?
Un viejo refrán afirma que "más vale estar solo que mal acompañado". Y no parece faltarle razón, en la medida en que se hace eco de algunas experiencias muy negativas que muchos de nosotros hemos tenido en la vida. Ante compañías que nos han aburrido o que nos han puesto en situaciones difíciles, preferimos quedarnos solos. No obstante, parece estar claro que mostramos de un modo abrumador una preferencia por estar acompañados. No nos gusta nada quedarnos solos, salvo en algunas ocasiones muy específicas, y peor nos sienta todavía quedarnos solos cuando todos los demás forman grupos o están acompañados. En las sociedades actuales está aumentando considerablemente el número de personas que viven solas, algo que afecta sobre todo a las personas ancianas, pero no solo a ellas. Uno de los problemas más graves de la pandemia de COVID estuvo relacionado con las medidas de confinamiento y con la prohibición de reuniones.
Sociales por naturaleza
Los seres humanos somos una de las especies más sociales que existen, con un nivel de organización social que nos sitúa por encima de las especies más gregarias o sociales. En general, cooperamos más y mejor, y tenemos que recurrir a formulas muy complejas de organización para gestionar bien los problemas a los que hacemos frente. Nuestra sociabilidad es más intensa y más compleja. De ahí que sea tan largo el período previo a la madurez; son muchas las cosas que tenemos que aprender para lograr vivir en sociedad. Dominar las habilidades sociales constituye un objetivo prioritario de nuestro proceso de educación y maduración. No es fácil alcanzar un equilibrio entre las exigencias individuales y las comunitarias. Como no lo es lograr el reconocimiento social, ser aceptado por el grupo y mantener buenas relaciones con personas de otros grupos. Hay grupos que no se eligen (la propia familia o el país) y la relación puede ser a veces muy complicada. Hay grupos que se eligen, y eso conlleva cumplir con las reglas del grupo. En ambos casos, mantener la propia identidad personal al mismo tiempo que se aceptan las normas del grupo no es tarea sencilla. Y genera frustración no ser aceptado por grupos a los que se quiere pertenecer.
Autonomía, dependencia e interdependencia
Nacemos con una fuerte dependencia. El desamparo de un bebé humano es muy elevado. El recién nacido depende absolutamente de los adultos que lo cuidan. En situaciones extremas, es posible que con siete años ya se pueda alcanzar un cierto nivel de autonomía, pero la etapa de dependencia no puede darse por cerrada antes del final de la adolescencia, en torno a los 16-18 años. La dependencia es tan importante que algunos autores, como Fichte o, más recientemente, Simone Weil, han llamado la atención sobre nuestra condición de deudores. Más que con derechos, señalan, nacemos con deberes, es decir, nacemos en deuda: algunas personas aceptaron nuestro nacimiento y dedicaron tiempo y esfuerzo a sacarnos adelante de manera desinteresada y gratuita. Nosotros podremos responder cuidándolos en el caso de que lleguen a ser dependientes en el final de su ciclo vital, "pagando" así la deuda contraída. Buscamos la autonomía desde muy pequeños: queremos llegar a ser nosotros mismos y tener nuestra propia capacidad de decisión, e incluso tratamos de marcar distancia con quienes nos cuidan. Es un deseo que se acentúa en la adolescencia. En todo el ciclo vital descubrimos que seguimos dependiendo de muchas personas: tanto para satisfacer nuestras necesidades más básicas como para lograr el reconocimiento social. Nuestra vida, el ciclo vital, es un proceso de dependencia, independencia e interdependencia, y los tres procesos se dan al mismo tiempo.
Agradecidos y solidarios
Algunas sociedades han insistido más en la dimensión comunitaria del ser humano: en general, las sociedades orientales aprecian más la dimensión comunitaria y favorecen la conformidad con el grupo. Otras, en especial la occidental, insisten sobre todo en la autonomía individual. Una larga tradición filosófica ha puesto el centro de la reflexión en el concepto de persona, intentando de ese modo mantener el complejo equilibrio entre la dimensión individual y la comunitaria. El equilibro se manifiesta en que debemos mostrar gratitud a todos los que han apostado por nosotros y nos han ayudado a salir adelante y a todos los que hacen posible la vida social. El hecho de vivir en una sociedad en la que, dada la gran presencia del mercado, muchas actividades sociales están tasadas en dinero no debe hacernos olvidar que gran parte de las relaciones humanas están basadas en el don (dar a los demás). Sin duda, quien trabaja merece un salario, pero también merece un reconocimiento. Su trabajo tiene un precio y al mismo tiempo merece un aprecio. En realidad, hacemos muchas cosas por generosidad espontánea, pues nos parece obvio que no existe un conflicto entre nuestro bien y el bien de quienes nos rodean. Así, nuestro comportamiento debe estar regido por la reciprocidad, la solidaridad y el apoyo mutuo. La sociedad, de la que dependemos para seguir viviendo, se mantiene activa precisamente en la medida en que en ella existe una elevada dosis de apoyo mutuo, lo que algunos autores llaman capital social.
¿Qué sentido tienen las agrupaciones sociales?
La psicología social considera que los seres humanos somos lo que somos en relación con los demás. Vivimos en sociedad, pues el caso de Robinson Crusoe es tan solo una ficción en la que el protagonista sobrevive gracias a que se sirve de los restos del barco y, además, se alegra cuando encuentra a otro ser humano. El filósofo Martín Buber destacó esa dimensión dialógica, por tanto, social, del ser humano: "No hay un Yo en sí, sino solamente el Yo de la palabra primordial Yo-Tú y el Yo de la palabra primordial Yo-Ello". La primera, "Yo-Tú", es la esfera de la relación y del lenguaje.
El centro de una red
Esa radical condición social del ser humano hace que cada persona sea el centro de una red compleja de relaciones. Lo que somos depende sustancialmente de esa red. ¿Seguiríamos siendo la misma persona si hubiéramos nacido en otro país o en otra familia, asistido a otra escuela, hecho amistad con otros grupos de personas...? Probablemente no.
George Mead enumera los siguientes aspectos de la identidad personal:
- Surge a partir de las relaciones establecidas con los otros.
- Da sentido a las respuestas que los demás nos dan sobre nosotros mismos.
- Es negociada y compartida, buscando ajustar la imagen que de nosotros dan y nuestra manera de pensar.
- Es tanto la causa como el efecto de la interacción social.
Ellos-nosotros
La relación social básica que surge muy pronto en el ciclo vital humano es la que distingue entre "ellos" y "nosotros". En una primera etapa, el niño está abierto y es receptivo a todas las personas que se le acercan, pero poco a poco va estableciendo especiales relaciones de confianza y dependencia con unas pocas personas y desarrolla unas pautas de comportamiento diferentes con quienes percibe como extraños. Así, llegamos a distinguir entre unos grupos que comparten algunos rasgos comunes y otros grupos que no comparten esos rasgos. Cuando las relaciones sociales se van ampliando, se dan diferentes agrupaciones con límites no siempre bien definidos y una composición variable, pero siempre con algunas pautas compartidas. Por ejemplo, la familia es un grupo específico, diferente a los extraños o de fuera. En el patio de la escuela es fácil que se formen grupos separados de niños y de niñas. En la escuela, los alumnos pronto constituyen un grupo frente a otro formado por el profesorado, o los alumnos de 2.º A frente a los de 2.º B, etc. Lo importante es que nuestra propia identidad depende de esas flexibles formas de agrupación y que, en gran medida, las relaciones intragrupo (nosotros) son de tipo cooperativo, mientras que las que establecemos con los grupos de fuera (ellos) tienden a ser conflictivas.
Grupos de referencia y grupos de pertenencia
En esas redes se distinguen los grupos de pertenencia y los grupos de referencia, ambos fundamentales para entender las relaciones sociales y nuestra propia identidad personal. En parte, son elegidos por nosotros para ir construyendo nuestra identidad, y en parte, vienen impuestos por causas ajenas.
- Los grupos de pertenencia contribuyen de manera decisiva a definir nuestra identidad. No los elegimos. Pertenecemos a una familia por nacimiento o adopción, con la que mantendremos relaciones toda nuestra vida; pertenecemos también a una nación, con una lengua y una cultura que pasan a forma parte de lo que somos, o a una clase social y a un barrio. Otros grupos de pertenencia los elegimos: decidimos practicar una religión, formar parte de un partido político o un sindicato, elegir una determinada profesión...
- Los grupos de referencia son elegidos como modelos de nuestro comportamiento. En muchos casos se trata de grupos a los que nos gustaría pertenecer y que cumplen su función como modelos con los que nos identificamos. En el caso de muchos jóvenes de hoy día, los grupos musicales son percibidos como referentes. Además, en algunas situaciones, podemos convertir los grupos de pertenencia, en los que estamos de manera no voluntaria, en grupos de referencia, voluntariamente elegidos.
Los riesgos de la identidad social
Los grupos sociales son imprescindibles para poder existir como personas individuales y poseen una clara dimensión positiva. Ahora bien, la misma necesidad de pertenencia puede convertirse en un factor perturbador de las relaciones sociales. Así, se presentan diversos problemas:
GREGARISMO: Nuestro apego al grupo llega a ser tan elevado que perdemos nuestra capacidad de actuación autónoma. Las sectas son un buen ejemplo. La necesidad de ser aceptado por el grupo provoca un excesivo conformismo social.
COMPARACIONES Y CATEGORIZACIONES: Creamos estereotipos simplificadores que desembocan en prejuicios, casi siempre sesgados y distorsionados, que alteran los procesos de atribución causal. De este modo, "ellos" son siempre los culpables de lo que nos pasa a "nosotros".
CONVIVENCIA POLÍTICA: En comunidades muy amplias con diversos grupos de pertenencia, la convivencia política es conflictiva y no resulta sencillo gestionar las relaciones entre diferentes identidades nacionales, étnicas o religiosas, por poner algunos ejemplos.
La familia y los amigos
Como ya se ha visto, el largo proceso madurativo del ser humano exige una prolongada atención por parte de los progenitores, que deben cuidar de los niños durante muchos años. En la especie humana se da una fuerte implicación del padre y de la madre, aunque esta implicación se concreta de maneras diferentes. La familia es algo presente desde los orígenes de la humanidad, pero la manera específica de configurarla es una aportación creativa de cada sociedad o cultura.
Las funciones básicas de la familia
Los expertos en antropología cultural atribuyen a la familia unas funciones básicas que ayudan a entender su omnipresencia:
- Satisface las necesidades sexuales, controlando sus posibles efectos perturbadores para la convivencia social.
- Garantiza la protección y el apoyo a la mujer durante el largo período de embarazo y lactancia.
- Garantiza y hace posible la inserción cultural de los niños en la sociedad.
- Establece un reparto del trabajo en función de las diferencias anatómicas y fisiológicas entre hombres y mujeres.
Considerando estas funciones, no parece que sea una asociación fácilmente sustituible, si bien dichas funciones pueden organizarse de maneras bien diversas y generar problemas dignos de ser tenidos en cuenta.
Las diferentes agrupaciones familiares
Las formas concretas de agrupación familiar han tenido muchas y diversas variantes. En la sociedad actual, en la que es frecuente encontrar situaciones con tradiciones culturales muy diversas, es posible hallar maneras muy distintas de practicar la convivencia familiar.
La familia nuclear está formada por la madre, el padre y los hijos y constituye la unidad básica de agrupación familiar. En Occidente ha descendido notablemente el número de hijos por familia, han crecido las familias monoparentales y es muy infrecuente tener más de dos hijos: el 30% no tiene ninguno. En la década de 1960 hubo un fuerte cuestionamiento de ese modelo de familia nuclear y estable en el tiempo.
La familia extensa es una agrupación en la que conviven diferentes unidades familiares (familias nucleares) en el marco de un mismo espacio doméstico: varios hermanos y hermanas conviven con sus cónyuges y sus respectivos hijos y, a veces, también con sus progenitores.
Los antropólogos conceden además una gran importancia a las relaciones de parentesco, pues estas tienen una influencia decisiva en el funcionamiento global de la sociedad, incluidas las instituciones políticas.
La poligamia es legal en algunas sociedades. Con frecuencia adopta la forma de la poliginia (un marido con varias esposas) y en muchos menos casos se da la poliandria (una esposa con varios maridos).
Recientemente, en las sociedades occidentales, ha surgido el concepto de poliamor, que cuestiona radicalmente tanto la poligamia como la monogamia.
En la sociedad actual hay una gran diversidad de configuraciones que plantean problemas nuevos: familias reducidas, monoparentales, matrimonios y parejas de hecho, matrimonios heterosexuales y homosexuales...
Funcionamiento interno de la familia
Independientemente de sus configuraciones, las familias pueden seguir pautas de comportamiento muy distintas que tienen que ver con los roles que desempeñan sus miembros. El modelo dominante ha sido el patriarcado, en el que la división del trabajo da lugar a la división de los estatus. En este modelo, el poder es controlado por los hombres, lo que relega a las mujeres a un papel secundario y subordinado. La carga del trabajo doméstico recae sobre todo en las mujeres. En la historia no existen pruebas de sociedades matriarcales, aunque sí de familias matrilineales, que son aquellas en las que el linaje y la herencia se determinan por línea materna y en las que las mujeres tienen un gran poder dentro del entorno familiar, pero no fuera. Las sociedades actuales, en especial las occidentales, buscan una configuración no patriarcal de las relaciones familiares, exigida por el reconocimiento completo de la igualdad entre hombres y mujeres. Legalmente, se ha avanzado mucho, aunque en la práctica no se ha progresado en la misma medida. Un reto de la sociedad actual es avanzar hacia un modelo democrático de organización familiar en el que exista una completa igualdad entre la mujer y el hombre y en el que la responsabilidad de los progenitores en el cuidado y crianza de los vástagos no se ejerza de manera autoritaria.
La amistad
La amistad constituye una relación de gran importancia en la vida de las personas. Tener amigos y practicar la amistad constituye un objetivo valioso para todos los seres humanos en todos los períodos de su vida. Aristóteles dedicó a la amistad uno de los libros de su Ética a Nicómaco y Cicerón escribió un bello tratado sobre la amistad. Desde el punto de vista del proceso de maduración y socialización, los grupos de amigos adquieren especial importancia en la etapa de la adolescencia. Los adolescentes tienen una marcada preferencia por realizar actividades en grupo, formando lo que podemos llamar pandillas, en las que un grupo de personas comparte un conjunto de ideales y creencias, gustos y aficiones, y las ponen en práctica juntos. Son importantes para el desarrollo de la propia identidad y de las habilidades sociales. También son espacios en los que conviven chicos y chicas, lo que favorece la aparición de relaciones más profundas. Los amigos, en la medida de lo posible, se eligen, e influyen mucho en la manera de comportarse. Hay otros tipos de organización social informales. Algunas, como las tribus urbanas, comparten un fuerte sentimiento de pertenencia a una cultura común. Otras, como las bandas, muestran comportamientos socialmente conflictivos y pueden llegar a convertirse en organizaciones más peligrosas, como las maras, la mafia o la yakuza. Sentido negativo tiene el término manada, asociado a agresiones sexuales o utilizado para comparar a la población con un rebaño.
¿Qué funciones tienen comunidades y asociaciones?
Los seres humanos somos sociales por naturaleza y nacemos en el seno de un grupo, gracias al cual logramos madurar hasta llegar a la vida adulta y en el cual podemos sobrevivir a lo largo de toda nuestra vida. Por eso necesitamos encontrar formas de organización y convivencia que regulen las relaciones entre nosotros y nos ayuden a crecer. La vida en comunidad es positiva y además es condición de posibilidad de nuestra existencia personal, pero plantea problemas (reparto del trabajo), genera conflictos (distribución de los productos) y provoca la aparición de fenómenos nuevos (relaciones de poder y dominación). A veces, también puede vivirse como algo que nos oprime y controla, y valoramos positivamente el anonimato y cierto nivel de soledad. Debemos, por tanto, dedicar tiempo y esfuerzo a analizar y afrontar esas situaciones de manera adecuada.
Comunidades y asociaciones
Las agrupaciones sociales tienen una determinada estructura u ordenación. En una misma sociedad pueden darse diferentes niveles de estructuración y organización, dependiendo de factores diversos. Por otra parte, cada persona puede pertenecer a varios grupos a la vez y ocupar posiciones diferentes en cada uno de sus grupos. Una distinción clara es la que diferencia entre:
- Grupos primarios o comunidades: formados por un número reducido de personas que comparten intereses directos y relaciones afectivas. Las relaciones suelen ser interpersonales y en ellas dominan los lazos de parentesco. Suelen ser grupos de pertenencia no elegidos. La familia, el clan familiar o la tribu son los ejemplos más claros.
- Grupos secundarios o asociaciones: este tipo de agrupaciones se forman para obtener unos fines específicos y pueden incluir un número elevado de personas. La participación es voluntaria y hay normas explícitas y detalladas de funcionamiento y organización que están rigurosamente reguladas. Son ejemplos de asociaciones los centros educativos, los hospitales, los clubes deportivos...
En el Paleolítico predominaban las agrupaciones primarias o comunidades. A partir del Neolítico creció la población y las agrupaciones se hicieron más complejas, con una regulación más detallada de la convivencia. Sin desaparecer los grupos primarios, surgieron asociaciones o grupos secundarios.
Roles, estatus y formas de estratificación social
De manera más o menos explícita y formal, todas las sociedades muestran una organización: cada persona ocupa una posición y desempeña unas funciones determinadas. Esto da lugar a una estratificación social: la posición social ocupada lleva aparejada un estatus. El estatus define el prestigio, nivel educativo, poder social, etc., de quien lo ostenta. A su vez, dicho estatus implica un rol social, es decir, la persona ajusta su conducta a las normas y pautas propias de dicho estatus: hace lo que se espera de ella en esa posición.
ESTATUS ADSCRITO: En algunos casos, el estatus tiene un fundamento biológico o de nacimiento. Poseer ese estatus no depende del individuo, sino de sus vínculos familiares o del estatus de sus progenitores. En las sociedades estamentales, el estatus era básicamente adscrito, diferenciando entre nobleza y pueblo. En la India, el sistema de castas es otro ejemplo de estatus adscrito. En nuestra sociedad, se puede considerar la clase social, en gran parte, como un estatus adscrito: tenemos la clase social de nuestra familia.
ESTATUS ADQUIRIDO: Este estatus depende de las actuaciones positivas o negativas de la persona. Las hazañas militares heroicas permitían a algunas personas en la sociedad medieval acceder a la nobleza. En nuestra sociedad, se afirma que el estatus se alcanza gracias a los méritos propios, primero en la educación y luego en el puesto de trabajo. Cualquier persona puede llegar a ser médica, abogada o ingeniera y mejorar así el estatus que tenía por nacimiento y familia.
La estratificación social hace frente a dos problemas muy importantes, sobre todo en el marco de las sociedades democráticas:
Movilidad social: Hace referencia a la posibilidad de cambiar de estatus a lo largo de la vida. En las sociedades estamentales y en las de castas, resulta prácticamente imposible cambiar de estatus. Nuestra sociedad se basa en la pretensión de la movilidad: toda persona, independiente de su adscripción de nacimiento, puede alcanzar cualquier estatus.
Igualdad: El estatus provoca una división social, con una clara jerarquía en la que las personas disfrutan de condiciones de vida diferentes en todos los sentidos. Nuestra sociedad se basa en la pretensión de que debe mantenerse un nivel claro de igualdad no solo ante la ley, sino también en las condiciones que conlleva el estatus.
Habilidades sociales y capital social
Las habilidades sociales y el capital social son aspectos muy importantes para mejorar el estatus.
Habilidades sociales: nos permiten mantener una relación positiva con las personas con las que convivimos. Durante la adolescencia, estas habilidades adquieren especial importancia y alcanzan su plena maduración.
Capital social: abarca el conjunto de asociaciones voluntarias presente en una sociedad y las relaciones interactivas de confianza mutua que se dan en su seno. La confianza en las instituciones y en su funcionamiento correcto y justo es básica. El deterioro del capital social de una sociedad tiene consecuencias negativas, ya que incrementa la desigualdad y el conflicto social.
3 ESTILOS DE COMPORTAMIENTO
COMPORTAMIENTO PASIVO
Muestra una incapacidad más o menos pronunciada para expresar los propios sentimientos especialmente los negativos, y la disconformidad. La persona que se comporta de forma pasiva tiende a anteponer las necesidades de los demás a las suyas propias, se involucra en cosas que no quiere, no sabe negarse a las peticiones y, si lo hace, se siente profundamente culpable, no sabe afrontar con calma los conflictos, se disculpa y se justifica en exceso, y tiende a adaptarse a lo que los demás esperan de ella.
COMPORTAMIENTO AGRESIVO
Basado en un enfoque interpersonal beligerante que a menudo puede llegar a ser ofensivo y perjudicial para la dignidad personal del interlocutor. La persona que se comporta de forma agresiva tiende a anteponer sus propias necesidades a las de los demás: en las relaciones no tiene en cuenta a los otros, expresa sus opiniones y emociones en un tono hostil y amenazante, vive el conflicto como una lucha que hay que ganar y aplica la imposición de su voluntad como método de resolución, suele utilizar el sarcasmo y el desprecio en su forma de comunicarse y no se siente responsable de las consecuencias que esto pueda tener en los demás.
COMPORTAMIENTO ASERTIVO
Implica un enfoque empático, seguro y consciente de sí mismo/a. La persona que se comporta de forma asertiva conoce sus derechos y los defiende, respetando a los demás. No manipula a los otros ni se deja manipular. No quiere ganar, sino llegar a un acuerdo. Se ciñe a los hechos y al tratar los problemas los mantiene separados de las personas. Habla de forma fluida y tranquila, utiliza una postura relajada y gestiona correctamente el espacio interpersonal, mantiene el contacto visual con el interlocutor y utiliza expresiones en primera persona como "creo", "me gustaría", "me encantaría", etc.
Hablamos de "comportamientos", no de "personas". Aunque cada persona muestra una tendencia a aplicar un determinado estilo de comportamiento con mayor frecuencia, todos tendemos a aplicar diferentes comportamientos en función de las situaciones en las que nos encontramos: a veces pasivo, a veces agresivo, a veces asertivo.