Simone de Beauvoir y el Existencialismo: Fundamentos del Feminismo Contemporáneo
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“¿En qué medida el hecho de ser mujer ha afectado a nuestra vida? ¿Qué oportunidades se nos han dado y cuáles se nos han negado?” Estas son algunas de las preguntas formuladas por Simone de Beauvoir en El segundo sexo con una gran vigencia en la actualidad, especialmente en las sociedades regidas por normas morales basadas en férreas creencias no comprobadas.
Estas preguntas siguen vigentes incluso en las democracias liberales del mundo occidental. Salarios más bajos, una educación diferenciada… suponen un “techo de cristal”, en palabras de Amelia Valcárcel, en el desarrollo pleno de las mujeres en sociedades supuestamente desarrolladas.
Pero es en países calificados como "subdesarrollados" donde el patriarcado es llevado al extremo. En estos países, la feminidad se ha forjado a lo largo del tiempo a través de los intereses de sus líderes. Las mujeres han sido, y siguen siendo, excluidas de todo tipo de funciones alejadas del ámbito del cuidado.
Las férreas creencias que consideran a las mujeres como simples objetos y deficiencias del varón, construyen una sociedad donde el poder social y la autoridad son únicamente asumidos por varones.
No obstante, cada vez se producen más críticas contra estas situaciones y más reivindicaciones feministas en todo el mundo con el fin de lograr la completa igualdad tan ansiada por los feministas.
En conclusión, desde la perspectiva existencialista de Simone de Beauvoir, las situaciones que viven muchas mujeres en el mundo son totalmente inaceptables, pues han de sufrir todo tipo de calvarios por el simple hecho de nacer hembras humanas. Su libertad es inexistente y su subordinación total. Por este motivo, es necesaria una reflexión global, y sobre todo una acción, para erradicar de una vez por todas el mito de la feminidad y las sociedades patriarcales.
La Filosofía Existencialista y los Fundamentos del Feminismo Contemporáneo
Beauvoir, como filósofa, inicia a mediados del siglo XX y con la rejilla conceptual del existencialismo, una manera diferente y original de abordar la dilucidación de lo que son las mujeres, esos seres disimétricos e inferiores al otro componente de los grupos humanos que son los varones. El segundo sexo constituye un corpus teórico que desmonta la desigualdad entre mujeres y hombres porque nos demuestra que la desigualdad es algo construido, una construcción cultural. Y, al mismo tiempo, nos proporciona las herramientas teóricas para reemplazar esa construcción anti-igualitaria e injusta por otra igualitaria y justa; para terminar con un estado de opresión y reemplazarlo por un estado de distensión, en el que cada cual, hombres y mujeres convivan fraternal y libremente.
Por eso pienso que El segundo sexo representa, en el ámbito de la emancipación de las mujeres, lo que El contrato social en el ámbito político. Si Rousseau sentaba las bases de la democracia moderna, Beauvoir sienta las bases de la democracia total y efectiva. “El hombre nace libre y por todas partes se encuentra encadenado”, decía Rousseau al comienzo de El contrato social. Obsérvese que escribe “hombre” y que, como ha demostrado la crítica feminista, no lo usa en el sentido colectivo de ser humano, sino que piensa sólo en los varones. Y Beauvoir dice: “No se nace mujer...”, es decir, no se nace sensible, callada, sumisa, impresionable, dócil, indecisa, en definitiva, oprimida. Con lo cual completa la emancipación para esa mitad de la humanidad a la que Rousseau se la había negado, poniendo de manifiesto, de paso, que todavía no hemos llegado a la plena democracia.
Con El segundo sexo pone Beauvoir en pie una teoría crítica que se inserta en una tradición iniciada en el siglo de las Luces y continuada por las sufragistas; que incluso tuvo breves destellos anticipadores en la sofística tardía y en la filosofía helenística. Pero su configuración como construcción teórica estructurada está en el ensayo de 1949.
La afirmación con que se inicia el segundo volumen de la obra: “No se nace mujer; la mujer se construye”, encierra el núcleo teórico: lo femenino no es una esencia, “el eterno femenino” es un mito masculino. La feminidad es un constructo socio-cultural: las sociedades se estructuran según sistemas de sexo/género, se dirá en los 70. Beauvoir viene a homologar la diferencia biológica a aquellas atribuciones que en el Antiguo régimen, antes de la Revolución y las Luces, se consideraban como privilegios de cuna, y que los revolucionarios de 1789 irracionalizaron, como tan felizmente ha señalado Celia Amorós. Denuncia lo mismo que Rousseau, pero refiriéndose a las mujeres, de quienes Rousseau se había olvidado por completo.
Beauvoir viene a decirnos: la feminidad es algo artificial, no natural; los factores biológicos no determinan la forma de ser que se denomina “femenina” o “masculina”; es irracional entenderlo así. Lo mismo que hicieron los revolucionarios de 1789, inspirándose en Rousseau, al denunciar que por nacer aristócrata nadie podía exigir privilegios sobre los demás ciudadanos.