La Segunda República Española: De la Esperanza al Conflicto (1931-1936)
El Fin de la Monarquía y el Advenimiento de la República
Las causas del cambio político se encuentran en el agotamiento del sistema de la Restauración y la incapacidad de la monarquía para asumir sus errores durante la Dictadura de Primo de Rivera. A partir de abril de 1931, el descontento popular se orientó hacia una respuesta antimonárquica y pro republicana. La caída de la Dictadura, apoyada por la monarquía, tuvo un triste final. Tras unos primeros años exitosos, Primo de Rivera perdió el control. La Asamblea Consultiva resultó un fiasco por el boicot de personalidades e instituciones. La creciente pérdida del favor público y el cambio del ciclo económico, con repercusiones en la peseta, debilitaron su posición. Primo de Rivera se enemistó con la universidad y numerosos catedráticos. El empantanamiento del proyecto de Constitución, la inquietud de los medios económicos y financieros, el malestar en el ejército y la rebelión estudiantil debilitaron aún más su posición. Primo de Rivera dimitió el 29 de enero de 1930.
Tras la dimisión, se intentó restablecer la Constitución de 1876. El rey encargó la formación de gobierno al general Dámaso Berenguer con la idea de convocar elecciones. Pero la solución Berenguer fracasó. Con la caída de la dictadura se inició un rápido proceso de politización. La gente volvió a la calle y se definían por la República.
Alfonso XIII estaba aislado. La clase obrera lo veía como símbolo de la opresión, la clase media no le perdonaba la dictadura, e incluso la clase dirigente ya no lo veía como una solución. El gobierno de Berenguer trataba inútilmente de volver a la situación anterior a la Dictadura, pero era imposible. El sistema de la Restauración estaba agotado y la opinión pública se oponía a la monarquía. El movimiento republicano se extendió rápidamente durante la primera mitad de 1930.
Diversos partidos y personalidades apoyaban la República: Acción Republicana, el Partido Radical-Socialista, el Partido Radical, partidos republicanos de Cataluña y Galicia, y antiguos miembros de partidos dinásticos. El “Pacto de San Sebastián”, firmado por representantes de las principales fuerzas de izquierdas, fue clave en la transición. El plan consistía en derrocar la monarquía mediante una insurrección y una huelga general. El fracaso del plan, lejos de frustrar las expectativas, potenció el carácter popular del movimiento.
Los partidarios de la República intentaron la vía golpista. La guarnición de Jaca, liderada por el capitán Fermín Galán y el teniente García Hernández, se sublevó y proclamó la República. El gobierno sofocó la sublevación y Galán y García Hernández fueron fusilados, convirtiéndose en mártires de la República.
El rey convocó elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. La victoria de las candidaturas republicanas en las principales ciudades fue patente. Se proclamó la República desde los balcones de los ayuntamientos. El comité revolucionario se convirtió en gobierno provisional. La proclamación fue una fiesta popular, una revolución que inauguraba un nuevo tiempo.
El Bienio Republicano-Socialista (1931-1933)
El gobierno provisional estaba formado por figuras como Alcalá Zamora, Miguel Maura, Lerroux, Álvaro de Albornoz, Marcelino Domingo, Manuel Azaña, Indalecio Prieto, Fernando de los Ríos y Francisco Largo Caballero. El triunfo de la conjunción republicano-socialista llevó a gobernar por decreto en ámbitos como la reforma militar y las relaciones laborales. Sin embargo, surgieron divergencias en temas como la reforma agraria y algunos artículos del proyecto de Constitución.
Tras la dimisión de Alcalá Zamora y Maura, Azaña presidió un gobierno encargado de finalizar los trabajos constitucionales. Las elecciones del 28 de junio de 1931 dieron lugar a una amplia participación. El objetivo fundamental era la Constitución. El 9 de noviembre de 1931 se promulgó una Constitución que rompía con el molde del siglo XIX, asemejándose a las de otros países europeos democráticos, pero con planteamientos modernos.
La Revolución de 1934 y el Frente Popular
La Revolución de 1934, con epicentro en Asturias, fue una respuesta a la entrada de la CEDA en el gobierno. Liderada por socialistas, comunistas y anarquistas, buscaba medidas como la toma del poder por los socialistas, la supresión de la Guardia Civil y la nacionalización de la tierra. La represión fue brutal, especialmente en Asturias, donde el general Franco lideró la ofensiva.
Tras la revolución, el escándalo del “estraperlo” obligó a Lerroux a dimitir. Alcalá Zamora se negó a nombrar a Gil Robles presidente, temiendo una dictadura de derechas. Se convocaron nuevas elecciones y Azaña impulsó la unión de la izquierda en el Frente Popular, con un programa que incluía amnistía para los presos de la Revolución de Octubre, la reactivación de la Reforma Agraria y del Estatuto Catalán.
Las elecciones de febrero de 1936 dieron la victoria al Frente Popular. El nuevo Parlamento destituyó a Alcalá Zamora, considerado demasiado moderado. Su eliminación fue un grave error político, ya que representaba un puente neutral entre las dos Españas.