La Satisfacción de Cristo: Redención, Ofensa y Gracia Divina
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Creemos que nuestro Señor Jesucristo nos redimió, por el sacrificio de la cruz, del pecado original y de todos los pecados personales cometidos por cada uno de nosotros, de modo que se mantenga verdadera la afirmación del apóstol: "Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20) (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios).
Los Tres Aspectos de la Satisfacción de Cristo
La satisfacción de Cristo abarca tres cosas: Cristo, mediante su muerte, reparó la ofensa causada a Dios con el pecado, nos borró la culpa y nos remitió la pena.
Ofensa, Culpa y Pena
- Ofensa: El agravio que se causa a Dios con el pecado.
- Culpa: La mancha que el pecado deja en el alma, al despojarla de la gracia.
- Pena: El castigo que el pecado merece.
La Destrucción del Triple Efecto del Pecado por Cristo
La satisfacción de Cristo destruyó este triple efecto:
- Reparó la ofensa hecha a Dios: "Siendo enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo" (Rom 5, 10).
- Borró la culpa: "Nos lavó de nuestros pecados con su sangre" (Apoc 1, 5).
- Pagó la pena debida por ellos: "Llevó la pena de todos nuestros pecados sobre su cuerpo en el madero de la cruz" (I Pe 2, 24).
"Fue ofrecido porque él mismo lo quiso" (Isaías 53,7). Y el mismo Jesucristo exclama: "Nadie me arrebata la vida, sino que la doy por propia voluntad" (Jn 10, 18).
Condigna y Superabundante
Hay que tener en cuenta que:
- La magnitud de una ofensa se mide por la dignidad de la persona ofendida.
- La magnitud de una satisfacción a causa del honor ofendido se mide por la dignidad de la persona que lo ofrece.
San Pablo dice: "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20). En efecto, el pecado no es un acto infinito en sí, puesto que procede de una criatura, y la criatura es incapaz de un acto infinito.
Bienes que Mereció Cristo
- Cristo no puede merecer para sí mismo ni la gracia ni la gloria, porque ya las tenía, y no las podía perder.
- Pero para nosotros sí pudo merecer. Él, mediante su pasión y muerte, nos mereció la gracia, la gloria y toda suerte de bienes espirituales.
La Gracia
"Si por el pecado de uno solo murieron todos los hombres, mucho más copiosamente la gracia de Dios se derramó sobre todos" (Rom 5, 10).
La Gloria
"Tenemos la firme esperanza de entrar en el santuario del cielo por la sangre de Cristo" (Heb 10, 19).
Toda Clase de Bienes Espirituales
"Nos bendijo con toda suerte de bienes espirituales en Jesucristo" (Ef 1, 3).
Cómo Cristo Pudo Merecer por Nosotros
- Todos los cristianos formamos con Cristo un cuerpo místico, en el cual él es la cabeza y nosotros los miembros; y es natural que los miembros participen de los bienes de la cabeza.
Santo Tomás de Aquino dice:
"La cabeza y los miembros pertenecen a la misma persona; siendo, pues, Cristo nuestra cabeza, sus méritos no nos son extraños, sino que llegan hasta nosotros en virtud de la unidad del cuerpo místico" (Sent 3, c. 18, a. 3).
- Porque así como la naturaleza humana, por estar encerrada en Adán, mereció la privación de la gracia, así toda la naturaleza humana encerrada en Cristo, mereció que la gracia se le devolviera.
San Pablo:
"Como todos mueren en Adán, todos en Cristo han de recobrar la vida" (I Cor 15, 22).
Calvino enseñó que Cristo no murió por todos los hombres, sino solo por los elegidos. Lo mismo enseñan los jansenistas, quienes para denotar esta idea no representan a Cristo crucificado con los brazos abiertos, sino casi cerrados.