Santa Sofía y el Sarcófago de Junio Basso: Iconos del Arte Bizantino y Cristiano Primitivo
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Santa Sofía de Constantinopla (532-537)
La basílica de Santa Sofía de Constantinopla es el ejemplo más importante de la arquitectura bizantina y religiosa. Para su construcción se empleó a dos arquitectos con diferentes conocimientos: Antemio de Tralles, responsable teórico del proyecto, e Isidoro de Mileto, que se ocupaba de llevar la teoría de los planos a la práctica. En el momento en que se edificó Santa Sofía, la ciudad de Constantinopla era la más importante bajo el gobierno del emperador Justiniano I. Se construyó en el lugar ocupado por otro templo destruido en una revuelta popular. Tras la caída de la ciudad en manos del Imperio Otomano, fue utilizada como mezquita. La basílica tiene tradiciones de Oriente y Occidente, siendo al mismo tiempo centralizada y basilical: dentro de un rectángulo de 70x76 metros. El núcleo es un cuadrado dominado por la cúpula rebajada (30 m de diámetro y 54 m de altura). Para sostenerla se colocaron cuatro gigantescos pilares que reparten las cargas. El peso de la cúpula se reparte primero en las dos semicúpulas, que están separadas de la cúpula central y, además, cada semicúpula tiene a su vez dos cuartos de esfera. La estructura de cuarenta nervios hizo posible abrir en la base de la cúpula una fila de ventanas que iluminaran el interior. Para aligerar su inmenso peso se construyó con ladrillos de una arcilla porosa mucho más ligera. Siguiendo la concepción neoplatónica, la belleza se encuentra en el interior y no en el exterior. Por ello, fue realizada con materiales baratos y pobres e incluso en el interior de los muros. Pero tiene un revestimiento interior: las columnas, los capiteles y los mosaicos crean un espacio sobrenatural. Por último, cabe mencionar que los capiteles son calados; en la parte superior tiene un cimacio que es lo que hace que modifique el capitel corintio en uno calado. Entre los mosaicos más destacados, el más importante es el que hay en el ábside. Las teselas son muy diminutas, permitiendo así muchos matices de color. El color más importante es el color oro, que simboliza la divinidad.
Sarcófago de Junio Basso (359)
El sarcófago de Junio Basso se realizó en la época de Juliano. Es de autor desconocido y el relieve está hecho en mármol. Para entender la estética cristiana, se debe saber que tiene gran dependencia de la escultura imperial romana. En sus cinco celdas se encuentran temas extraídos del Antiguo y Nuevo Testamento. En la parte superior, las escenas están remarcadas por dinteles y en la parte inferior posee conchas y frontones triangulares que se alternan. A pesar de la iconografía cristiana, vemos un claro ejemplo del clasicismo. Cristo aparece imberbe. El sarcófago es un altorrelieve en el que algunas figuras llegan a ser exentas y se ajustan al marco en el que están inscritas. El registro superior presenta escenas que se encuentran en espacios adintelados, mientras que en la parte inferior se alternan los arcos y las cubiertas a dos aguas. Todas las escenas se encuentran separadas por columnas con capiteles clásicos. Los laterales presentan un fuste decorado en espirales y las centrales muestran angelillos. En este relieve, se pretende dar importancia al significado, a la simbología; esto explica la desproporción en el relieve, a pesar de conocer perfectamente las reglas de simetría.