San Manuel Bueno, mártir de Miguel de Unamuno: Un estudio de la fe y la inmortalidad

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Argumento

La narradora, Ángela Carballino, nos cuenta la vida de Don Manuel, el párroco de la aldea de Valverde de Lucerna. Don Manuel dedicaba su vida a ayudar a todos los habitantes de la aldea, quienes lo consideraban prácticamente un santo. Sin embargo, Ángela comienza a sospechar que la completa dedicación de Don Manuel al trabajo esconde un profundo miedo a la soledad. La autora narra la vida de Don Manuel a través de sus propias vivencias, y menciona cómo, cuando estudiaba en un colegio de monjas, ya se conocían las "batallas" de Don Manuel.

En la aldea había un muchacho, llamado Blasillo, considerado "el tonto del pueblo", que solía imitar a Don Manuel en las palabras que este pronunciaba en los sermones y que tanto impactaban a los feligreses. Don Manuel acostumbraba a pasear por las orillas del lago de Valverde de Lucerna, el orgullo de la aldea. Según la leyenda, bajo el lago se encuentran las ruinas de un antiguo pueblo, y en la noche de San Juan se escuchan voces que provienen del fondo. También solía pasear por las ruinas del antiguo monasterio cisterciense, supuestamente para escapar de su soledad, según Ángela.

Un día, llegó de América el hermano de Ángela, Lázaro, quien tenía ideas anticatólicas y no creía en Dios. Sin embargo, poco a poco se fue acercando a Don Manuel, con quien entabló una profunda amistad. Lázaro comenzó a frecuentar la iglesia, buscando la fe con la ayuda de Don Manuel. Un día, Don Manuel le reveló su secreto: no tenía fe, no podía creer en Dios ni en la resurrección, aunque sí creía en la eternidad. Fingía creer ante sus feligreses, animándolos a tener fe en Dios.

El día de su muerte, Don Manuel reunió al pueblo en la iglesia para pronunciar sus últimas palabras, reiterando su mensaje de fe, aunque él mismo murió sin haberla alcanzado. Nadie, excepto Lázaro y Ángela, conoció su secreto. Blasillo, cogido de la mano de Don Manuel, murió al mismo tiempo que él. Don Manuel fue enterrado en una caja de madera que él mismo había tallado tiempo atrás, hecha de un viejo nogal bajo el que solía jugar de pequeño. Todo el pueblo lo acompañó hasta la tumba.

Tras la muerte de Don Manuel, Lázaro visitaba su tumba todos los días para reflexionar sobre cómo, sin creer, había logrado que la gente de la aldea tuviera fe. Lázaro comenzó a escribir las memorias de Don Manuel. Más tarde, Lázaro murió, y Ángela se replanteó la vida. Se preguntaba por qué personas tan importantes para ella habían tenido que morir sin haber podido creer en Dios. Sin embargo, se dio cuenta de que formaba parte de una familia, la familia de la aldea de Valverde de Lucerna.

Finalmente, con la ayuda del nuevo cura de Valverde de Lucerna y el obispo, se logró que Don Manuel fuera proclamado santo: San Manuel Bueno. Hoy en día, en el día que se conmemora la tradición del santo, se acude a venerar su tumba, que tiene una cruz hecha con dos tablas del mismo nogal que la caja en la que fue enterrado.

Tema y Estructura

Estructura Externa

El libro no se divide en capítulos, sino en veinticinco fragmentos o episodios. El último fragmento contiene alusiones del autor. Unamuno utiliza la técnica de un narrador que escribe unas memorias, en este caso, Ángela Carballino, a petición del obispo. El libro está escrito en pasado, excepto el principio y el final, donde se hace alusión al momento presente de la escritura.

Ángela Carballino escribe la historia de Don Manuel Bueno, párroco de su pueblecito, Valverde de Lucerna. Múltiples hechos lo muestran como un santo vivo, de carne y hueso, un dechado de amor a los hombres, especialmente a los más desgraciados, y entregado a consolar a los amargados y ayudar a todos a bien morir. Sin embargo, algunos indicios hacen adivinar a Ángela que algo lo tortura interiormente: su actividad desbordante parece encubrir una infinita y eterna tristeza que con heroica santidad recataba a los ojos y los oídos de los demás.

Un día, vuelve al pueblecito el hermano de Ángela, Lázaro. De ideas progresistas y anticlericales, comienza por sentir hacia Don Manuel una animadversión que no tardará en trocarse en la admiración más ferviente al comprobar su vivir abnegado. Pues bien, es precisamente a Lázaro a quien el sacerdote confiará su terrible secreto: no tiene fe, no puede creer en Dios, ni en la resurrección de la carne, pese a su vivísimo anhelo de creer en la eternidad. Y si finge creer ante sus fieles es por mantener en ellos la paz que da la creencia en otra vida, esa esperanza consoladora de la que él carece. Lázaro, que confía el secreto a Ángela, convencido por la actitud de Don Manuel, abandona sus anhelos progresistas y, fingiendo convertirse, colabora en la misión del párroco. Y así pasará el tiempo hasta que muere Don Manuel, sin recobrar la fe, pero considerado un santo por todos, y sin que nadie, fuera de Lázaro y de Ángela, haya penetrado en su íntima tortura.

Más tarde morirá Lázaro, y Ángela se interrogará acerca de la salvación de los seres queridos.

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Temas: Alcance y sentido

La novela gira en torno a las grandes obsesiones unamunianas: la inmortalidad y la fe. Pero se plantean ahora con un enfoque nuevo en él: la alternativa entre una verdad trágica y una felicidad ilusoria. Y Unamuno parece optar ahora por la segunda; todo lo contrario de lo que harían existencialistas como Sartre o Camus. Así, cuando Lázaro dice: "La verdad ante todo", Don Manuel contesta: "Con mi verdad no vivirán". Él quiere hacer a los hombres felices: "Que se sueñen inmortales". Y sólo las religiones, dice, consuelan de haber tenido que nacer para morir.

Incluso disuade a Lázaro de trabajar por una mejora social del pueblo, arguyéndole: "¿Y no crees que del bienestar general surgirá más fuerte el tedio de la vida? Sí, ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio… Opio… Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe".

Según esto, el autor estaría polarmente alejado no sólo de los ideales sociales de su juventud, sino también de aquel Unamuno que quería despertar las conciencias, que había dicho que "la paz es mentira", que "la verdad es antes que la paz".

Por otra parte, San Manuel es también la novela de la abnegación y del amor al prójimo. Paradoja muy unamuniana: precisamente un hombre sin fe ni esperanza es quien se convierte en ejemplo de caridad.

Por otra parte queda el problema de la salvación. El enfoque de la cuestión es complejo, por la ambigüedad que introduce el desdoblamiento entre autor (Unamuno) y narrador (Ángela). Según Ángela, Don Manuel y Lázaro "se murieron creyendo no creer lo que más nos interesa; pero, sin creer creerlo, creyéndolo…". ¿Eran compartidas por el Unamuno-autor estas ideas tan paradójicas del personaje-narrador? El interrogante queda abierto. Cierto es que Unamuno, en el epílogo toma la palabra y, en sus reflexiones finales, podría verse una voluntariosa apuesta por la esperanza. Pero es un punto que queda abierto a la discusión.

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Estructura

Desdoblamiento entre autor y narrador

Destaca el recurso a la técnica del manuscrito encontrado, de estirpe cervantina. Este recurso le permite a Unamuno poner una narradora entre él y el lector, y todo nos llega desde el punto de vista de Ángela.

Estructura Externa

La novela está dividida en 25 fragmentos que llamaremos secuencias. Las 24 primeras secuencias son el relato de Ángela; la última es una especie de epílogo del autor.

Estructura Interna

Si atendemos al desarrollo de la historia, cabe distinguir tres partes, seguidas de un epílogo del autor:

  • Secuencias 1-8: Son las noticias preliminares sobre Don Manuel, que Ángela nos transmite de oídas o partiendo de ciertas notas de su hermano.
  • Secuencias 9-20: Es el cuerpo central del relato, a partir del regreso de Ángela al pueblo, primero, y de Lázaro, después. Con ello la narración recibe un nuevo impulso que nos lleva hasta el descubrimiento del secreto del santo. Termina esta parte con la muerte del sacerdote.
  • Secuencias 21-24: Final del relato de Ángela.
  • Secuencia 25: Epílogo del autor.

Una cuestión particular dentro de la estructura interna es el tiempo. Al hilo de la lectura se irán observando todas aquellas anotaciones con las que se nos da la idea del paso de los años, en particular, las que se refieren a la edad de Ángela. Por lo demás, y entre otras cosas, es curioso señalar la existencia de algunas elipsis narrativas o saltos en el tiempo.

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