San Agustín: La Ciudad de Dios y la Filosofía de la Historia
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El Orden Sociopolítico: La Ciudad Terrena y la Ciudad de Dios
Las Dos Ciudades
La fe nos dice que Dios creó el género humano como un solo hombre y que el hombre desobedeció a Dios y todos sus descendientes se debaten entre el amor a Dios y el amor a sí mismos: las dos atracciones que experimenta el hombre a lo largo de su vida.
Este es el drama interior de cada hombre, en el que -según Agustín- se juega la salvación o la condenación eternas.
Así como hay hombres que aman a Dios por encima de sí mismos, y hombres que se aman a sí mismos por encima de Dios, hay dos ciudades fundadas por cada uno de esos amores: la ciudad terrena y la celestial.
Los ciudadanos de cada una tendrán como final la condena y la felicidad eternas, pero a lo largo de la historia lucharán entre ambas hasta el final.
Algunos paganos afirmaron que la caída del Imperio romano se produjo por el abandono de los dioses y por la aparición del cristianismo. Los primeros apologistas cristianos salieron al paso de esto y san Agustín -espectador directo de la caída de Roma- escribió De Civitate Dei ("La ciudad de Dios") como una enorme obra apologética donde reflexiona sobre el sentido de la historia.
Dios como Señor de la Historia
Nadie hasta el momento se había planteado el sentido de la historia humana y nadie ha conseguido después de él dar una respuesta filosófica, ya que el futuro es contingente (no necesario, no determinado). San Agustín sabe que la respuesta ha de venir de la teología: el mundo podía no existir, pero una vez que es, es de Dios y para Dios. Dios Creador es el Señor de la historia.
Dios ha revelado que al final de la historia, habrá un juicio final, en el que se realizará la separación entre ambas ciudades, que habían convivido durante largos siglos. Será el triunfo definitivo del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas, del reino de Dios sobre el de Satanás. El sentido de la historia es pues lineal -con un principio y un final-, no circular como pensaban muchos filósofos griegos -y posteriormente Nietzsche-.
Los elementos que configuran la historia de la humanidad son:
- La Providencia amorosa de Dios
- La libertad humana
Relaciones Iglesia - Estado
El Estado debe velar por el bienestar, la paz y la justicia, a la vez que ayuda a la Iglesia para que esta pueda cumplir su misión, pues "ningún Estado está mejor establecido y preservado que el que se fundamenta y se vincula a la fe y a la concordia firme, cuando el bien más alto y verdadero, Dios, es amado por todos, y los hombres se aman en Él los unos a los otros".
Política y religión apuntan pues a un mismo fin: descubrir y amar al Dios que habita en el interior de cada criatura humana. Pero la Iglesia fundada por Cristo es superior al Estado, debe informarle -darle forma- con sus principios y tiene el derecho de apoyarse en él. Esta manera de concebir las relaciones Iglesia - Estado será una constante en la Edad Media cristiana.
En todo caso el enfoque adecuado en caso de duda sería la frase de la Escritura "dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".
San Agustín: Vida y Obra
Nació en Tagaste, norte de África, en el año 354, iniciado el declive del Imperio Romano. Hijo de padre pagano y de madre cristiana, de carácter vehemente y fogoso, llevó una vida disoluta unida a una búsqueda incesante de la verdad, como relata en sus Confesiones. La lectura, a los diecinueve años, del Hortensius de Cicerón, produjo un cambio que le llevará a abandonar los placeres desenfrenados para dedicarse por entero a la búsqueda de una vida con sentido.
De 373 hasta 382, se adhirió al maniqueísmo, que defendía la existencia de dos principios, uno del bien y otro del mal. En el año 383 se trasladó a Roma donde conoció al obispo maniqueo Fausto que le defraudó. Inició entonces un nuevo recorrido intelectual que le llevará a compartir las tesis básicas del escepticismo (corriente helenística que afirmaba que nada podía ser conocido con certeza y que la única actitud era encerrarse en los valores subjetivos propios, para conservar así la paz y la imperturbabilidad personal).
En el año 384, se trasladó a Milán como profesor de retórica, donde conoce a san Ambrosio, redescubrió el valor de las Sagradas Escrituras, como guía segura para encontrar una verdad que sosegara su intelectualidad y concediera paz interior a su corazón inquieto. Descubrió las obras de Plotino, en concreto Las Eneadas. De este neoplatonismo quedó la inmortalidad del alma y la descripción de un dios presente en las realidades sensibles y en la vida cotidiana de los hombres.
Hasta su muerte en el año 430, se dedicó a la atención pastoral, a combatir las herejías y a defender a los cristianos ante las interminables interferencias de las autoridades políticas. La muerte de san Agustín coincidió con la invasión vándala en África.