La Revolución Americana: El Nacimiento de Estados Unidos

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La rebelión de las 13 colonias británicas de la costa este de Norteamérica contra la metrópoli dio lugar a una guerra por su independencia y generó un proceso revolucionario. La lucha por la igualdad, la libertad y los derechos de los gobernadores produjo un cambio político que desembocaría en el nacimiento de los Estados Unidos de América. La independencia de las colonias norteamericanas abrió el proceso de las revoluciones burguesas, que consiguieron derribar el Antiguo Régimen.

La Rebelión de los Colonos

La rebelión tuvo origen fiscal y comercial. Gran Bretaña, agobiada por la deuda contraída al término de la Guerra de los 7 años, que había enfrentado a británicos y franceses, aumentó la presión tributaria sobre las colonias y exigió el cumplimiento de las leyes sobre los monopolios comerciales y los impuestos aduaneros. El detonante de la rebelión fue la concesión a la Compañía de las Indias Orientales del monopolio de la venta del té. Este grave incidente se conoce como el Motín del Té. El 4 de julio de 1776 se firmó la Declaración de Independencia.

La Constitución de los Estados Unidos

En 1787, el sistema político se ordena de acuerdo con el principio ilustrado de la división de poderes. Al frente del poder ejecutivo se sitúa la figura del presidente, elegido por sufragio universal indirecto cada 4 años, con capacidad para nombrar al gobierno y dirigir el ejército. El primer presidente fue George Washington. El poder legislativo descansa en un congreso compuesto de 2 cámaras, la Cámara de los Representantes y la del Senado. El poder judicial está encabezado por un tribunal supremo, 6 miembros designados por el presidente. La Constitución entró en vigor en 1787.

Las Causas de la Revolución: Los Orígenes de la Revolución

Las causas de la revolución son una combinación de factores políticos, económicos y sociales que tenían que ver con la estructura del Antiguo Régimen y de problemas y conflictos relacionados con la coyuntura del último cuarto del siglo XVIII. El Estado francés atravesaba una profunda crisis financiera. A los enormes gastos de la corte se sumaban las deudas contraídas por las continuas guerras, como la que se había sostenido contra Gran Bretaña en favor de la independencia de las colonias norteamericanas. Algunos ministros propusieron una reforma fiscal que obligaba a los privilegiados a pagar impuestos, pero ni la nobleza ni la iglesia estaban dispuestas a contribuir en las arcas del Estado. La Asamblea de Notables exigió al rey que, si quería plantear un nuevo impuesto, debía convocar a los Estados Generales. Esto coincidió con un periodo de grave crisis económica. Las malas cosechas de los años anteriores habían provocado una aguda crisis de subsistencia. La escasez de alimentos básicos y la subida de los precios y el desempleo generaron un descontento creciente en las clases populares. El malestar de la población quedó recogido en el Cuaderno de Quejas que los representantes del Tercer Estado reunieron por todo el país para enviar sus peticiones al rey. Protestaban contra el pago de los diezmos y los abusos de los derechos feudales. La burguesía urbana se quejaba de la presión fiscal que soportaba.

La Asamblea Nacional

Los delegados de la burguesía se reunieron en la sala de juego de la pelota con la intención de disolver los Estados Generales. Los representantes del Tercer Estado juraron no separarse hasta haber aprobado una constitución para toda la nación. Los conjurados declararon la apertura de una Asamblea Nacional Constituyente. La actitud del rey y los movimientos de tropas despertaron el temor a una intervención del ejército. El 14 de julio de 1789, una multitud asaltó los muros de la cárcel donde se confinaba a los presos políticos. La toma de la Bastilla se convirtió en la imagen más conocida de la revolución. En los primeros días de agosto se publicaron decretos que terminaron con los diezmos, las prestaciones personales y los privilegios jurídicos estamentales. A partir de ese momento, todos los ciudadanos eran iguales a la hora de pagar impuestos. Era la abolición del sistema feudal. La presión popular obligó al rey a firmar las leyes que ponían fin al Antiguo Régimen. En la Constitución de 1791, Francia se convertía en una monarquía constitucional regida por los principios de la soberanía nacional y la división de poderes. El gobierno, poder ejecutivo, seguía en manos del rey, que podía ejercer su derecho de veto para bloquear las leyes nacidas en la Asamblea. La Asamblea, poder legislativo, estaba formada por los representantes de la nación elegidos por el sufragio censitario. Los tribunales de justicia, poder judicial, quedaban a cargo de jueces electos independientes. La huida estaba relacionada con una conspiración que buscaba la intervención de las potencias europeas absolutistas. Después de la disolución de la Asamblea Nacional, los nuevos diputados crearon la Asamblea Legislativa, con una clara división entre los que pretendían detener la revolución y los que exigían cambios más radicales. Muchos diputados formaban parte de los clubes y sociedades. El Club de los Feuillants agrupaba a los monárquicos más conservadores, mientras que entre los revolucionarios, los más moderados eran los girondinos y los más radicales los jacobinos y los cordeliers, que reclamaban el sufragio universal y la desaparición de la monarquía.

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