La Restauración y la Crisis del 98: Historia de España

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La Restauración

El pronunciamiento de Martínez Campos significó la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII. Los grupos conservadores recibieron con satisfacción la Restauración de los Borbones porque esperaban que la nueva monarquía pondría fin a todo intento de revolución democrática y social en España. La primera medida fue la convocatoria de elecciones para unas Cortes constituyentes. Pese a que Cánovas no era partidario del sufragio universal, dispuso que las primeras elecciones del nuevo régimen se hicieran por ese sistema.

Cánovas introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos: el conservador y el liberal, que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba, por tanto, que habría un turno pacífico de los dos partidos liberales, que pondría fin a la intervención del ejército en la vida política. El ejército quedó subordinado al poder civil. Se otorgaba a los militares una cierta autonomía para sus asuntos internos y se dotaba al ejército de un elevado presupuesto.

La estabilidad del régimen se vio favorecida. La Restauración borbónica privó a la causa carlista de una buena parte de su hipotética legitimidad y personajes del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. En febrero de 1876, Carlos VII cruzó la frontera francesa hacia el exilio y la guerra se dio por finalizada en todo el territorio.

El final de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón. En ella se incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y la promesa de reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representantes en las Cortes españolas. El incumplimiento de estas reformas provocaría la Guerra Chiquita (1879) y la posterior insurrección de 1895 (Grito de Baire).

Los Partidos Dinásticos

Cánovas creó el Partido Conservador, antes llamado Partido Alfonsino. Este partido defendía:

  • El sufragio censitario.
  • La defensa de la Iglesia y el orden social.

El Partido Liberal, creado por Sagasta, defendía:

  • Un sufragio universal masculino.
  • El reformismo social, progresista y laico.

Ambos partidos tenían ideas comunes:

  • Apoyaban la monarquía como forma de gobierno.
  • La Constitución.
  • La propiedad privada.
  • La consolidación del Estado liberal, unitario y centralista.

El Sistema del Turno Pacífico y el Caciquismo

El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y la utilización de la influencia y el poder sobre la sociedad (caciques). Los caciques eran personas notables, que daban trabajo a jornaleros y que tenían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político. Con su influencia, los caciques orientaban la dirección del voto, agradeciendo con sus “favores” la fidelidad electoral y discriminando a los que no respetaban sus intereses.

Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuerdo con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce como pucherazo. Para conseguir el voto no se dudaba en falsificar el censo –incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas–, manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos, amenazar, etc.

A lo largo del periodo que trascurrió entre 1876 y 1898, el turno funcionó con regularidad. El temor a una posible desestabilización del sistema político tras la muerte del rey Alfonso XII (1885), impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales, llamado Pacto del Pardo, su finalidad era garantizar la continuidad del sistema.

Durante el llamado gobierno de Sagasta, los liberales impulsaron una importante obra reformista: se aprobó la Ley de Asociaciones que permitió la entrada en el juego político de las fuerzas opositoras, se abolió la esclavitud, etc. La reforma de mayor importancia fue la implantación del sufragio universal masculino en las elecciones generales (1890). Sin embargo, quedó desvirtuada por la continuidad de los viejos mecanismos de fraude y corrupción electoral.

La Crisis del 98

Tras la Paz de Zanjón, ninguna de las peticiones habían sido cumplidas, debido a la rotunda oposición de los grandes propietarios, de los negreros y de los comerciantes peninsulares. Siguiendo el modelo bipartidista de la Península, se crearon en Cuba dos grandes partidos: el Partido Autonomista, integrado en su mayoría por cubanos, y la Unión Constitucional, un partido españolista. El primero de ellos pedía la autonomía para la isla, un programa de reformas políticas y económicas sin llegar a la independencia.

Sagasta solo llegó a concretar la abolición formal de la esclavitud en 1888. La ineficacia de la administración para introducir reformas en la colonia estimuló los deseos de emancipación e independentismo. En 1893 se fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era la consecución de la independencia y de inmediato consiguió apoyo exterior, sobre todo de EE. UU.

En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los productos importados a la isla que no procediesen de la Península. Por aquel entonces, el principal cliente era EE. UU., que adquiría casi la totalidad de los grandes productos cubanos: el azúcar y el tabaco. El presidente norteamericano William McKinley amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense a dichos productos cubanos si el gobierno español no modificaba su política arancelaria en la isla.

En 1879 se produjo la Guerra Chiquita. La sublevación fue derrotada al año siguiente. Pocos años después, el Grito de Baire de febrero de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado, que comenzó en Santiago de Cuba y se extendió hasta La Habana. Cánovas envió un ejército al mando de Martínez Campos, el cual no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler. Weyler trató muy duramente a los rebeldes y también a la población civil, víctima del hambre y las epidemias.

En 1897, tras el asesinato de Cánovas, se encargó el mando al general Blanco. Inició una estrategia de conciliación, pero ésta llegó tarde: los independentistas, que contaban con el apoyo de EE. UU., se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.

La Rebelión en Filipinas

En 1896 se produjo una rebelión en las Islas Filipinas. La colonia del Pacífico había recibido una escasa inmigración española y contaba con una débil presencia militar. Los intereses económicos españoles se mantenían por ser una puerta de intercambios comerciales con Asia.

La insurrección se extendió por la provincia de Manila y el capitán general Polavieja llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a Rizal. El nuevo gobierno liberal nombró capitán general a Primo de Rivera, dando como resultado una pacificación momentánea de la isla.

La Guerra Hispano-Norteamericana

El interés de EE. UU. por Cuba había llevado a realizar diferentes proposiciones de compra de la isla, que España siempre había rechazado. El compromiso americano con la causa cubana se evidenció a partir de 1895.

El incidente del acorazado Maine hizo que EE. UU. culpara a España de lo ocurrido, y envió un ultimátum en el que se exigía la retirada de Cuba. El gobierno español lo desmintió y rechazó su ultimátum, amenazando con declarar la guerra si invadían Cuba. Comenzaba así la guerra hispano-norteamericana.

Una escuadra mandada por Cervera fue derrotada en la batalla de Santiago, al igual que otra escuadra española en Filipinas, en la batalla de Cavite. En diciembre de 1898 se firmó la Paz de París por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

Consecuencias de la Crisis del 98

Las repercusiones de la crisis de 1898 fueron menores de lo esperado. Aunque la guerra comportó notables pérdidas materiales en la colonia, no fue así en la metrópoli, donde la crisis económica fue mucho menor. Tampoco aconteció la gran crisis política que se había predicho y el sistema de la Restauración sobrevivió, asegurando la continuidad del turno pacífico.

La derrota sumió a la sociedad y a la clase política española en un estado de frustración porque significó la destrucción del mito del Imperio español y la dejadez de España como potencia secundaria en el contexto internacional.

La corriente que hablaba con insistencia de la regeneración de España, acabó conociéndose como regeneracionismo. Su mayor exponente fue Joaquín Costa. Los regeneracionistas defendían la necesidad de mejorar la situación del campo español y de elevar el nivel educativo y cultural del país, bajo el lema: “escuela y despensa”. Asimismo, un grupo de escritores, conocidos como la generación del 98, intentaron analizar el “problema de España” en un sentido muy crítico y en tono pesimista.

El desastre de 1898 significó el fin del sistema de la Restauración y la aparición de una nueva generación de políticos, intelectuales, etc. La política reformista no llevó a cabo las reformas anunciadas, sino que se limitó a dejar que el sistema siguiese funcionando con cambios mínimos.

La derrota militar tuvo también consecuencias en el ejército. En el seno del ejército fue tomando cuerpo el convencimiento de que los militares debían tener una mayor presencia en la vida política del país.

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