Restauración Borbónica en España: Auge, Crisis y Fin del Imperio Colonial (1874-1898)
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La Restauración Borbónica en España (1874-1898)
El Retorno de los Borbones y el Sistema Canovista
La Restauración española, que abarca desde 1874 hasta 1923, marca el regreso de la monarquía borbónica con Alfonso XII. Tras el fracaso de la Primera República y la inestabilidad del Sexenio Revolucionario, se buscaba restaurar la monarquía para imponer orden y estabilidad.
Antonio Cánovas del Castillo fue una figura clave en la vuelta de Alfonso XII, considerado el candidato idóneo. Cánovas ideó un régimen político basado en la libertad, capaz de superar el caos y la inestabilidad. Este sistema se inspiraba en el modelo británico y se fundamentaba en:
- Un Estado centralizado con una constitución abierta.
- Un equilibrio de fuerzas con el Rey y las Cortes como columna vertebral.
- Bipartidismo, con alternancia en el poder de dos partidos principales.
- Soberanía compartida y separación de poderes.
- Religión católica como oficial.
- Cortes bicamerales.
Cánovas pretendía una instauración pacífica, como se refleja en el Manifiesto de Sandhurst, donde Alfonso XII prometía un gobierno constitucional. Sin embargo, fue el general Martínez Campos quien lo proclamó rey, poniendo fin al Sexenio Revolucionario. Dos años más tarde, se promulgó una nueva constitución. El sistema se caracterizaba por el bipartidismo y la manipulación electoral a través de los caciques, que aseguraban la alternancia en el poder entre el Partido Conservador y el Partido Liberal.
Industrialización y Desarrollo Económico
La industrialización en España comenzó pronto, pero su crecimiento fue lento. La paz y la estabilidad política propiciaron un despegue económico, con la creación de industrias y fábricas, entrando así en una "década de oro". España mantenía un monopolio comercial con Cuba, y el sector vinícola experimentó un auge debido a las enfermedades que afectaban a los viñedos franceses. Se observó un notable desarrollo en Bilbao, Barcelona y Asturias.
Sin embargo, esta prosperidad económica era en parte ficticia. Los beneficios no se distribuían equitativamente ni se reinvertían en la industria. Las características de la industria española eran un bajo nivel técnico y de capitales, así como malas inversiones. La guerra de Cuba obligó a un cambio hacia una política proteccionista, debido a la competencia inglesa y al atraso técnico.
Durante la Primera Guerra Mundial, España se mantuvo neutral y se convirtió en un gran proveedor, enriqueciéndose. No obstante, al acabar la guerra, entró en una profunda crisis al no haberse aprovechado los beneficios generados. Esta crisis contribuyó al fin del régimen político de la Restauración.
Cambios Sociales y Demográficos
Durante la Restauración, la población española experimentó un crecimiento lento pero estable, a pesar de la alta mortalidad causada por dos epidemias y una baja esperanza de vida. Se produjo una importante inmigración del campo a la ciudad, lo que impulsó un proceso de urbanización que llevó a la modificación urbana y a la creación de barrios periféricos debido al exceso de población.
Aumentó la población proletaria y anarquista en las ciudades, lo que dificultó el trabajo caciquil y propició el surgimiento de nuevos grupos políticos opuestos al sistema. Las clases sociales se dividían en:
- Oligarquía: compuesta por la alta burguesía y la nobleza terrateniente.
- Clase media: formada por profesionales liberales, pequeños comerciantes y funcionarios.
- Movimiento obrero: cada vez más organizado y con mayor influencia, especialmente en las zonas industriales.
La Crisis de 1898 y la Pérdida de las Colonias
En 1898, España perdió sus últimas colonias en América y Asia, lo que supuso una gran crisis para la Restauración y generó críticas hacia su política, ya que se vio reducida su posición internacional. Cánovas, consciente de la superioridad de Estados Unidos y de la debilidad española, había intentado evitar cualquier enfrentamiento.
España obtenía grandes beneficios de la venta de caña de azúcar y tabaco de Cuba y Puerto Rico. Los cubanos, conscientes de la revalorización económica de su país, alentaron la independencia, lo que abrió un conflicto entre España, Cuba y Estados Unidos. Los problemas se remontaban a 1868. La Paz de Zanjón solo aplazó los problemas, y a partir de ahí, la burguesía cubana y Estados Unidos veían cercano el fin de la colonia española.
En 1895, estalló un gran movimiento revolucionario con el apoyo de Estados Unidos. El general Martínez Campos no pudo contener la situación, y fue enviado el general Weyler, quien controló la situación con la creación de campos de concentración. Sin embargo, Estados Unidos estaba preparado para intervenir. Sagasta concedió la autonomía a Cuba, pero ya era tarde.
En 1898, la explosión del acorazado Maine sirvió de pretexto para que Estados Unidos interviniera en Cuba. Se firmó la Paz de París, por la que se reconocía la independencia de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, lo que supuso el fin del imperio colonial español y provocó una profunda crisis de conciencia en el país.