Resistencia y Revolución en España: La Guerra de la Independencia (1808-1814)
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La Guerra de la Independencia Española (1808-1814)
La Revuelta Popular y la Formación de Juntas
El 2 de mayo de 1808, el resto de la familia real, que aún permanecía en palacio, se preparaba para partir hacia Bayona, donde se creía que Napoleón tenía secuestrado a Fernando VII, según los rumores extendidos entre la población de Madrid, desconocedora del curso exacto de los acontecimientos. Una multitud se congregó ante palacio para impedir su partida y se alzó de forma espontánea contra la presencia francesa. La revuelta fue duramente reprimida por las tropas al mando del general Murat, pero su ejemplo cundió en todo el país y un movimiento de resistencia popular frenó el avance de las tropas imperiales.
En Galicia, Andalucía, Aragón, Castilla, Cataluña..., la población se alzó contra la invasión francesa y surgieron Juntas de armamento y defensa, ante el vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona. Las Juntas fueron primero locales y estaban formadas, sobre todo, por personalidades partidarias de Fernando VII (clérigos, militares, nobles...), que pretendían canalizar la agitación popular. Poco después, las necesidades de coordinación comportaron la creación de Juntas provinciales, que asumieron la soberanía en ausencia del rey, declararon la guerra a Napoleón y buscaron el apoyo de Gran Bretaña.
En septiembre de 1808, las Juntas enviaron representantes a Aranjuez, aprovechando la retirada momentánea de los franceses de Madrid tras la derrota de Bailén, para formar una Junta Suprema Central que coordinase la lucha y dirigiese el país. Era una forma de gobierno radicalmente nueva, que culminaba la ruptura con las instituciones de la monarquía. Floridablanca y Jovellanos eran los miembros más ilustres de la Junta, que reconoció a Fernando VII como el rey legítimo de España y asumió la autoridad hasta su retorno. Ante el avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí a Cádiz (1810), la única ciudad que, ayudada por los británicos, resistía el asedio francés.
La Resistencia: Sitios y Guerrillas
El inicial carácter desorganizado de la resistencia parecía confirmar las previsiones de Napoleón de que la invasión sería rápida y fácil. Sin embargo, la resistencia de ciudades como Girona, Zaragoza o Tarragona, sometidas a los sitios de las tropas francesas, soportando bombardeos y hambre durante meses, inmovilizó parte del ejército francés e impidió el avance hacia el Levante. Además, la derrota de los invasores en El Bruc (junio) y, sobre todo, en Bailén (julio) tuvieron un impacto inmediato: se impidió la conquista de Andalucía, forzaron a José I a abandonar Madrid y una gran parte de los soldados imperiales se replegaron al norte del Ebro.
Napoleón se desplazó a España en noviembre para dirigir la contraofensiva con un ejército de 250.000 hombres. En cuatro semanas su avance se hizo imparable. En enero de 1809, José I entraba de nuevo en Madrid y durante 1809 el dominio francés se extendió por todo el territorio español.
(El desarrollo de la guerra: Tras la evacuación inglesa desde La Coruña, la derrota española en Ocaña de 1809 y la ocupación de Zaragoza, Valencia y Andalucía, el ejército invasor dominaba toda la península salvo Lisboa, Cádiz y algunas zonas del sudeste, pero tanto las incursiones aliadas desde Portugal como en Talavera en 1809 y la continua presencia de guerrillas hicieron imposible afianzar su dominio)
En otoño de 1808, el ejército tradicional español era incapaz de oponerse al avance de las fuerzas francesas. Por ello, la resistencia a la invasión se realizó mediante una forma espontánea, popular y más eficaz de lucha armada: las guerrillas, pequeños grupos locales (partidas) de entre 30 y 50 miembros, que llegaron a encuadrar a unos 55.000 hombres. Sus miembros eran labradores, artesanos, estudiantes, abogados, etc., aunque sus dirigentes solían pertenecer a las élites cultas: militares y clérigos. Las guerrillas hostigaban al ejército por sorpresa: destruían sus instalaciones, interferían sus movimientos y asaltaban los convoyes de avituallamiento, sometiendo a los franceses a una presión y desgaste permanentes. Los principales guerrilleros fueron el Empecinado y Espoz y Mina.
En 1812, el curso de la guerra quedó afectado por la campaña que Napoleón inició en Rusia y que le obligó a retirar miles de efectivos de la Península. Ante ello, las tropas españolas, apoyadas por la guerrilla y por el ejército británico al mando del general Wellington, consiguieron la victoria de Arapiles (Salamanca, julio de 1812), que marcó un punto de inflexión en el desarrollo militar de la guerra. José I abandonó definitivamente Madrid, que fue tomada por Wellington el 12 de agosto. Incapaz de mantener los dos frentes, Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles y permitir el retorno de Fernando VII (Tratado de Valençay). Hacia finales de 1813, sus tropas empezaron a abandonar la Península. Todavía en 1813 los aliados vencieron en Vitoria y San Marcial y la guerra concluyó en 1814 ya en territorio francés.
Actitudes Sociales, Políticas e Ideológicas
La invasión francesa obligó a las diferentes corrientes ideológicas a tomar partido frente a la presencia francesa y a la nueva monarquía napoleónica. Una minoría de españoles, a los que se conoce como afrancesados, y entre los que se hallaban intelectuales, altos funcionarios y una parte de la nobleza, colaboraron con la monarquía de José I. Procedentes en su mayoría del despotismo ilustrado, se sentían vinculados con su programa reformista y apostaban por un poder fuerte para modernizar España, sin riesgo de excesos revolucionarios. Al final de la guerra, muchos tuvieron que exiliarse ante la persecución iniciada por Fernando VII.
El grueso de la población española formó lo que se conoce como el frente patriótico, es decir, los que se opusieron a la invasión. Ahora bien, este bando agrupaba posiciones muy diferentes:
- La mayor parte del clero y la nobleza deseaban la vuelta al absolutismo bajo la monarquía de Fernando VII, defendían la tradición y la religión católica y rechazaban todo cambio social.
- Algunos ilustrados creían que con la vuelta de Fernando VII se podría emprender un programa de reformas y la modernización del país dentro de los cauces del Antiguo Régimen.
- Finalmente, los liberales (burgueses, profesionales...) veían en la guerra la oportunidad de realizar un cambio en el sistema político. Era la ocasión para implantar en España un sistema político liberal, basado en una constitución como norma suprema, en la soberanía nacional, la división de poderes, las instituciones representativas y la abolición de los privilegios estamentales y gremiales a fin de impulsar el desarrollo del capitalismo.
Ahora bien, al margen de posiciones ideológicas, gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia contra el invasor y, aunque la mayoría defendía el retorno de Fernando VII y las prerrogativas de la Iglesia católica, con su actitud de rebeldía adoptó posiciones claramente revolucionarias, al asumir el derecho a decidir sobre su propio destino.
Consecuencias de la Guerra
La Guerra de la Independencia despertó una gran admiración hacia el pueblo español por la heroica defensa de su territorio, pero fue un desastre material que provocó más de 250.000 muertos, miles de exiliados, la ruina de la incipiente industria, aceleró la pérdida del imperio colonial y convirtió definitivamente a España en una potencia de segundo orden.