Relación con la Filosofía y Elementos Clave en la Obra de Ortega y Gasset y García Márquez
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Relación con la Filosofía de Otras Épocas: La Estela de Ortega en la Actualidad
La obra filosófica de Ortega y Gasset tiene un lugar reconocido en la historia de la filosofía europea de la primera mitad del siglo XX. Figuras como Manuel García Morente, Javier Zubiri y José Gaos se introducirán en la fenomenología de Husserl y pasarán a la ontología fundamental de Heidegger, de la mano de Ortega, quien, desde su cátedra de Metafísica en la Universidad Central de Madrid, influirá en sus discípulos, entre ellos el filósofo del derecho Luis Recasens y Siches, Lorenzo Luzuriaga, Joaquín Xirau, María Zambrano, y otros también muy importantes como Julián Marías, Manuel Granel, Antonio Rodríguez Huéscar, Paulino Garagorri, Manuel Mindán y María de Maeztu. El exilio de muchos de estos autores contribuirá a difundir el pensamiento de Ortega en Hispanoamérica, en cuyas universidades ya estaba presente su obra. José Gaos se exiliará en México, donde desarrollará su labor docente y elaborará su obra filosófica. José Ferrater Mora, con su exilio en los Estados Unidos. Julián Marías, que permanecerá en la España franquista, como Morente y Zubiri, desarrollará una interpretación ideológica del raciovitalismo y asumirá el papel de discípulo oficial de Ortega, lo que acarreará no pocas dificultades por la relación del integrismo católico contra su maestro.
Descartes y Ortega
Ortega comparte con Descartes la idea de no caer en el escepticismo. Hay, según Descartes, algo indudable, que es nuestro pensamiento, es nuestro pensar las cosas, no las cosas mismas. Sin embargo, Ortega ve ciertos errores en el idealismo. Descartes no se conforma con afirmar la existencia del pensamiento; cree necesario suponer que por debajo del pensamiento debe encontrarse una unidad estática, ciertamente no una cosa física, pero sí una cosa pensante, de este modo, la res cogitans. Pero, objeta Ortega, nadie ha tenido jamás una intuición de dicha sustancia. La existencia del pensamiento es indudable, pero la existencia de esa realidad oculta, estática, es un supuesto, una hipótesis. Además, para Ortega, el pensamiento no es estático sino activo, inquieto; es un hacerse continuamente a sí mismo.
El segundo error es que reduce el mundo a cosas o contenidos de conciencia. La tesis idealista acierta cuando afirma que la realidad depende de la subjetividad, pero se equivoca cuando considera que una parte de ella, que la realidad, está dentro de la subjetividad. En cuanto al mundo, al conducir a las masas tras de sí, para Ortega ambas son falsas: la primera, porque según él las masas son siempre conservadoras, tendientes a persistir en lo que hay; la segunda, porque si no hay cierto grado de comunicación entre las masas y los individuos, cierta sensibilidad vital compartida, los individuos nunca podrían influir sobre la masa. La sensibilidad vital es lo que está en la base de cualquier estadio histórico, aunque Ortega no explica muy claramente en qué consiste esta sensibilidad vital. La sensibilidad vital modifica nuestras valoraciones morales o estéticas, y estas, a su vez, condicionan las transformaciones políticas e industriales. En Ortega no hay un momento final privilegiado de la historia, y el proceso continúa ininterrumpidamente.
Elementos Clave en *Crónica de una muerte anunciada*
La Religión
La religión es otro de los grandes núcleos temáticos en *Crónica de una muerte anunciada*. Lo apreciamos en la visita del obispo y las expectativas que provoca su presencia entre la gente. Bayardo gusta de ayudar en misa, el coronel Aponte se cuelga un escapulario, Ángela se casa con velo y azahares pese a no ser virgen. Muchos de los nombres de esta obra son sacados del Nuevo Testamento. El autor no oculta su tratamiento humorístico, paródico e irónico. El obispo deja a sus feligreses burlados al pasar de largo; Nasar va a verle porque para él es aquello "como el cine". Al cuerpo de Nasar se le descubre en la autopsia "una medalla de oro de la Virgen del Carmen". La superstición orienta la visión de la realidad, determina el vivir y el morir; Nasar padece la circunstancia de que su madre malinterprete sus sueños; la madre del narrador, que posee telepatía, no logra transmitir "el pálpito de la tragedia". El coronel Aponte está trastornado por la práctica del espiritismo.
El Destino
Nasar es la figura sobre la que pesa esa fatalidad en forma de errores, casualidades, adversidades, circunstancias insólitas... Pero no se puede conceder a la fatalidad el mismo papel decisivo que tiene el sentimiento del honor. Si ese crimen no se hubiera producido, los acontecimientos que lo precedieron y siguieron carecerían de interés. La parada del obispo podría haber detenido a los criminales; Plácida cierra la puerta de la casa porque cree que su hijo ya está dentro; Plácida tampoco ve el papel de advertencia que han echado por debajo de la puerta.
El Humor
Hay una distensión con la violencia y lo macabro. El humor alcanza lo grotesco y esperpéntico a veces; es negro y absurdo. Por ejemplo, Plácida es intérprete de sus sueños; el coronel Aponte estudió espiritismo, y luego la autopsia la hace el cura.
Personajes
- Santiago Nasar: Es el acusado de la ofensa a Ángela. El único testimonio de su culpabilidad es la acusación de la ofendida. Pertenece a la comunidad árabe, tiene una holgada posición y es muy mujeriego.
- Ángela Vicario: Figura clave en el conflicto. De humilde condición, pobre pero muy hermosa, se ve obligada a un matrimonio de conveniencia que favorecerá a su familia. Sufre la deshonra y tiene la valentía de no usar artimañas para ocultar al esposo la pérdida de su virginidad.
- Bayardo San Román: Va describiendo una línea de ascenso a la prepotencia en su relación con Ángela, que le viene de su fortuna y de ser hijo de general. Le sucede su declive al verse rechazado por Ángela. No logra vencer la vergüenza del ultraje, y su gesto es la huida, la soledad y el olvido.
- Los hermanos Vicario: Se mueven en función de la ofensa y, como hombres, se ven obligados por el honor a vengar a su hermana. La carga que llevan sobre ellos les convierte en asesinos a su pesar, y aunque se sienten prestigiados ante los demás tras el crimen, su quiebra se advierte en los tres días de insomnio que padecen. Son, como su hermana, víctimas y victimarios.
El Pueblo
En un segundo nivel de importancia están los testigos, cuya función es ser partícipes de los hechos. La mezquindad del pueblo se manifiesta en la serie de autoexculpaciones con la que trata de justificarse. Su pasividad, o escondido deseo de que la venganza se cumpla, es parte esencial del destino, del fatum que pesa sobre la víctima. La moral de la comunidad se manifiesta en el aire de celebración que la muerte acaba cobrando.