El Reinado de Fernando VII: Absolutismo, Liberalismo y la Independencia de América (1814-1833)
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Constitucionalismo Español del Siglo XIX
Los periodos de vigencia de la Constitución de Cádiz fueron:
- De marzo de 1812 a marzo de 1814, momento en el que la derogó Fernando VII.
- De enero de 1820 a noviembre de 1823, durante el Trienio Liberal.
- De agosto de 1836 a junio de 1837, durante la minoría de edad de Isabel II y regencia de María Cristina.
El Reinado de Fernando VII: Liberalismo frente a Absolutismo. El Proceso de Independencia de las Colonias Americanas
Fernando VII fue liberado el 24 de marzo de 1814 en virtud del Tratado de Valençay, recuperando la corona española. Su reinado (1814-1833) se divide en tres etapas:
1. El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Fernando VII regresó a España por Valencia, donde contó con el apoyo del Manifiesto de los Persas (abril de 1814), firmado por 69 diputados absolutistas, y del general Elio para promulgar el 4 de mayo de 1814 el Decreto de Valencia, que significaba la vuelta al absolutismo y la anulación de toda la legislación de las Cortes de Cádiz. Este cambio fue favorecido por el contexto europeo con la derrota de Napoleón, la restauración del Antiguo Régimen en el Congreso de Viena y la creación de la Santa Alianza (1815). La política de Fernando VII se sustentó en las fuerzas tradicionales: Iglesia, nobleza y ejército, y significó la vuelta a las estructuras del Antiguo Régimen: jurisdicciones señoriales, Inquisición, Mesta, gremios, etc. La crisis económica, debida a la guerra de Independencia y las pérdidas por la rebelión americana, provocó la quiebra de la Hacienda, que se intentó remediar con la propuesta del ministro Martín de Garay (1817) de crear un impuesto general y proporcional a los ingresos, que fracasó por la oposición de los privilegiados. Los liberales sufrieron una represión sistemática que provocó el primer exilio de la España contemporánea, lo que motivó la creación de sociedades secretas (masonería) y pronunciamientos militares sin apoyo popular que fracasaron: Espoz y Mina (1814), Porlier (1815), Lacy (1817).
2. El Trienio Liberal (1820-1823)
En enero de 1820, el teniente coronel Rafael de Riego protagonizó un pronunciamiento militar en Cabezas de San Juan (Sevilla), proclamando la Constitución de 1812, que fue jurada por el rey el 7 de marzo. Esta etapa se caracterizó por el restablecimiento del régimen liberal y la Constitución de 1812, y la recuperación de la obra legislativa de Cádiz, con medidas desamortizadoras y anticlericales (expulsión de los jesuitas y abolición de la Inquisición). La reforma del sistema fiscal y de la justicia acabó con los privilegios de nobleza y clero, y se restableció la Milicia Nacional. El liberalismo se dividió en dos corrientes: los Moderados (1820-julio 1822) como Martínez de la Rosa, partidarios de reformar la constitución, reforzando el poder real y restringiendo el derecho a voto, y los Exaltados (julio 1822-1823), como Romero Alpuente, minoría que defendía la Constitución de 1812, radicalizando la revolución (desde 1833 progresistas). La oposición al régimen del Trienio Liberal, encabezada por el rey, la nobleza y el clero, y apoyada por sectores del campesinado empobrecido, organizó conspiraciones como la regencia en Urgel que culminaron con la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis (abril de 1823), ejército francés mandado por la Santa Alianza tras el Congreso de Verona (1822) que repuso a Fernando VII como rey absoluto (1 de octubre).
3. La Década Ominosa (1823-1833)
La vuelta al absolutismo supuso la represión (purificaciones) y el exilio de los liberales, con la creación de la Superintendencia General de la Policía, el cuerpo de voluntarios realistas y las Juntas de Fe. Sin embargo, desde 1825 Fernando VII intentó conseguir el apoyo de los liberales moderados promoviendo reformas que sacasen al Estado de la crisis económica: reforma fiscal de 1824, reducción de la deuda pública, Código de Comercio (1829), creación de la Bolsa y del Banco de San Fernando (antecedente del Banco de España). Estas reformas provocaron la oposición de los ultrarrealistas, dirigidos por el hermano del rey, Carlos María Isidro, produciéndose insurrecciones que exigían la afirmación del absolutismo y la restauración de la Inquisición.