El Reinado de Felipe II: Hegemonía, Conflictos y la Unión Ibérica (1556-1598)
La Monarquía Hispánica de Felipe II (1556-1598)
La Herencia de Carlos V y la Centralización del Poder
En 1556, Carlos V, agotado por décadas de reinado y problemas sin resolver, abdicó la corona y se retiró al monasterio de Yuste (Cáceres), donde murió en 1558. Consciente del fracaso del imperio, dividió sus territorios: su hermano Fernando recibió Austria y el título imperial, mientras que su hijo Felipe II heredó los reinos hispanos, los territorios italianos y americanos vinculados a ellos, los Países Bajos y el Franco Condado.
Felipe II abandonó la idea de imperio universal de su padre y la sustituyó por la de un imperio hispánico hegemónico en Europa, con una creciente vertiente colonial en América y Asia. Su política fue claramente centralizadora, y Castilla se convirtió en la pieza fundamental, como demuestra el establecimiento de la capital en Madrid en 1561. El rey asumió personalmente un poder cada vez más incrementado, ayudándose de un sistema burocrático bien desarrollado, donde los consejos y secretarios reales desempeñaban un papel crucial.
Intolerancia Religiosa y Contrarreforma
Otra característica del reinado de Felipe II fue la intolerancia religiosa, con la Inquisición como principal instrumento de control. Se continuó la tendencia iniciada por los Reyes Católicos, reforzada por el ambiente espiritual de la Contrarreforma. Las consecuencias de la ruptura de la unidad cristiana, iniciada con la Reforma luterana, fueron las luchas de religión en Europa durante los siglos XVI y XVII y la necesidad de la Iglesia católica de defenderse del avance del protestantismo, dando lugar a su propia Reforma, conocida como Contrarreforma, cuyas bases se asentaron en el Concilio de Trento (1545-1563). En esta época, España y su monarca se identificaban con la defensa de la fe católica.
Para preservar España de la herejía, Felipe II adoptó medidas como la prohibición de estudiar en universidades extranjeras, la prohibición de importar libros extranjeros, la publicación de un índice de libros prohibidos y la necesidad de licencia del Consejo de Castilla para editar libros religiosos. La consecuencia fue el aislamiento de España con respecto a Europa y su no incorporación a las nuevas corrientes culturales y científicas.
Hitos del Reinado de Felipe II
- La Unión con Portugal en 1580: Felipe II hizo valer sus derechos al trono tras la muerte sin descendencia directa del rey Don Sebastián. Además de la unificación de toda la península Ibérica, supuso la incorporación de las extensas colonias portuguesas de África, Asia y América.
- Conflictos Bélicos en Europa: Para mantener su hegemonía, Felipe II se enfrentó a continuas guerras. Victorias como la de San Quintín ante Francia o la de Lepanto contra el Imperio otomano contrastaron con desastres como el de la Armada Invencible frente a Inglaterra. En los Países Bajos, las tensiones llevaron a la independencia de Holanda, aunque Flandes permaneció bajo dominio español.
- Política Interior: Tendió al unitarismo religioso y al autoritarismo monárquico, recortando los fueros aragoneses. Esto provocó levantamientos como el de los moriscos en las Alpujarras y la revuelta de Aragón. La crisis foral aragonesa se inició con las protestas por el nombramiento de un virrey extranjero y se reavivó con el caso de Antonio Pérez, que se refugió en Zaragoza. La respuesta de Felipe II fue ocupar militarmente Zaragoza y ejecutar al Justicia Mayor.
Declive y Crisis
Los cien años de hegemonía española, basados en una activa participación en la política europea, supusieron un continuo desgaste económico y demográfico, especialmente para Castilla. En los últimos años del reinado de Felipe II, el agotamiento era patente, como demuestran las sucesivas bancarrotas de la corona, anunciando la profunda crisis del siglo XVII.
La Unidad Ibérica
La Incorporación de Portugal
Uno de los mayores éxitos políticos y diplomáticos de Felipe II fue la incorporación de Portugal a su Imperio. Tras la muerte del rey Sebastián de Avis en la batalla de Alcazarquivir (Marruecos) en 1578, le sucedió su tío, el cardenal Don Enrique, quien, por su condición de sacerdote, no tenía hijos y murió dos años después.
Dos nietos del rey Don Manuel el Afortunado aspiraban al trono portugués: Felipe II, nieto legítimo, y Don Antonio, prior de Crato, bastardo. La nobleza y el alto clero apoyaron a Felipe II, mientras que las clases populares y el bajo clero a Don Antonio. Tras una breve guerra, las tropas de Felipe II, encabezadas por el duque de Alba, se impusieron.
En las Cortes de Tomar, Felipe II fue reconocido como rey a cambio de jurar las leyes de Portugal y establecer un virreinato o regencia en manos de un portugués. Con la unión de todas las coronas peninsulares se lograba el objetivo de los Reyes Católicos. En la práctica, Portugal mantuvo su independencia, ya que solo se trató de una unión personal. Además, con la incorporación de Portugal, el imperio de Felipe II alcanzó su máxima extensión, incorporando Brasil, las plazas africanas, los territorios atlánticos y los ricos asentamientos asiáticos. La frase de que "en tierras de Felipe II no se ponía el sol" hace referencia a la magnitud del Imperio.