La Racionalidad Humana: Un Enfoque Filosófico desde la Antigüedad
Enviado por nerea y clasificado en Filosofía y ética
Escrito el en español con un tamaño de 4,84 KB
La Concepción del Ser Humano a Través de la Historia
Una de las perspectivas más influyentes sobre el ser humano a lo largo de la historia ha sido considerarlo un ser excepcional, dotado de razón e inteligencia. Esta idea ya se encontraba presente en numerosos mitos, como los que hemos estudiado. Para los griegos, el hombre poseía inteligencia gracias al robo de Prometeo, mientras que, para el mito judío del paraíso, esta inteligencia era un don divino, pues Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Sin embargo, más allá de constatar la posesión de razón e inteligencia por parte del ser humano, en contraste con otros animales, es crucial comprender por qué el hombre las posee.
Mientras que el mito recurre a seres divinos para explicar la naturaleza humana, la filosofía busca respuestas a través de la reflexión, sin invocar entidades extraordinarias o fantásticas. Una de las respuestas más perdurables a la pregunta de por qué somos seres racionales es la que considera al hombre como un ser especial, superior a los demás seres de la naturaleza, debido a su capacidad de razonar, juzgar y pensar. Esta capacidad, a su vez, se atribuye a la posesión de un alma, elemento distintivo que diferencia al ser humano del resto de los seres vivos.
Esta concepción ha sido fundamental en el pensamiento de numerosos filósofos a lo largo de los últimos veinticinco siglos. Cada uno de ellos ha argumentado de manera particular en torno a esta idea central: el hombre no es un ser más, sino un ser único, poseedor de la capacidad de pensar, razonar su conducta, trazar planes y desarrollar ideas filosóficas gracias a su dimensión espiritual, un alma racional.
La Dualidad Platónica: Cuerpo y Alma
La Distinción entre lo Mutable y lo Inmutable
Platón observó que en la realidad coexisten dos tipos de entidades radicalmente diferentes: las cosas que cambian y desaparecen (lo mutable) y las cosas que permanecen constantes (lo inmutable). Las cosas mutables son materiales y, por lo tanto, están sujetas a la corrupción y a la desaparición. No hay nada en la naturaleza material que perdure eternamente. Por otro lado, lo inmutable es de naturaleza diferente; por ejemplo, las proporciones matemáticas, como la relación 3+2=5, permanecen siempre constantes. Lo mismo ocurre con las ideas; la idea de hombre, por ejemplo, no cambia a pesar de las diferencias entre los hombres particulares, e incluso si todos los hombres desaparecieran, la idea permanecería inalterada.
El Ser Humano como Dualidad
Para Platón, el hombre es el ejemplo perfecto de esta dualidad. Por un lado, posee un cuerpo material que cambia constantemente a lo largo de la vida: el niño se convierte en adulto, envejece y muere. Por otro lado, posee algo inmutable: ideas y pensamientos. El ser humano es el único ser que se enfrenta a las realidades inmutables, las ideas. Es el único ser que piensa, habla, razona, deduce y, por lo tanto, se diferencia del resto de los seres. Esta observación llevó a Platón a concebir al hombre como un ser especial, compuesto por dos elementos:
- Una parte material y cambiante: el cuerpo.
- Una parte inmaterial, eterna y espiritual: el alma racional.
Nuestro cuerpo pertenece al mundo material y, como tal, está sujeto a la corrupción y a la muerte. En cambio, nuestra alma pertenece al mundo inmaterial, el mundo de las ideas. Y como este mundo es inmutable, el alma es inmortal. De nuestro cuerpo procede todo lo que es efímero y caduco, mientras que nuestra alma es la fuente de lo eterno: las ideas y el pensamiento.
La Superioridad del Alma
Platón no otorgaba el mismo valor al cuerpo y al alma. De hecho, consideraba que el cuerpo es solo una parte temporal de nuestro ser, mientras que el alma es eterna. Veía el cuerpo como una cárcel para el alma y la principal fuente de los males que nos aquejan. Todo lo que proviene del cuerpo es perjudicial, mientras que lo que proviene del alma es beneficioso. Por lo tanto, debemos concentrarnos en desarrollar nuestros aspectos espirituales y no dejarnos llevar por los deseos del cuerpo. Los deseos son propios del cuerpo, mientras que el pensamiento y la razón pertenecen al alma.
En consecuencia, debemos orientar nuestra vida hacia el desarrollo de la inteligencia y alejarnos de los deseos corporales. Para Platón, la actividad humana por excelencia es la filosofía, la entrega total al pensamiento. Solo aquellos que se dedican a la filosofía se preparan para el momento crucial de la separación del alma y el cuerpo: la muerte.