El problema del conocimiento: el método

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El problema del conocimiento: el método

El punto de partida de la propuesta de Descartes, acorde con ese contexto intelectual, coincide con la preocupación por obtener conocimientos seguros desde el ejercicio de la razón.

La razón, facultad de distinguir lo verdadero de lo falso, es una herramienta eficaz a la hora de alcanzar conocimientos, **hecho** avances científicos de la época. Sin embargo, dicho progreso no se produce en la filosofía, que es un campo de disputas continuas. Dado que la es la misma en todos los seres humanos, ¿por qué la filosofía se halla sumida en tal descrédito? La respuesta cartesiana es clara: la filosofía carece de un método adecuado que la haga progresar en la consecución verdades indubitables.

Este método, al modo propuesto por Galileo, deberá ser eminentemente matemático. Las matemáticas no ofrecen certezas por ser una ciencias distinta a las demás, sino porque utilizan un método que permite la obtención de verdades que nadie cuestiona.

En su Discurso del método, definirá qué entiende por método y **contará** las reglas que lo vertebran.

Reglas del método:

Evidencia: no admitir jamás como verdadera cosa alguna sin conocer con evidencia que lo es, es decir, evitar la precipitación y lo prevención, y no comprender, en Juicios, nada más que lo que se presente a mi espíritu tan clara y distintamente no tenga motivo para ponerlos en duda.

La evidencia es el criterio de verdad. Algo es verdadero cuando se presenta la mente con claridad y distinción. Una idea es clara cuando la mente reconoce todos los elementos que la componen. Una idea es distinta cuando la mente no la confunde con otra. Estas ideas claras y distintas se alcanzan por intuición, es decir, de modo inmediato y sin intermediarios. Descartes denominará a estas ideas claras y distintas, **naturalezas simples**. El Cogito, enje sun será ejemplo de idea clara y distinta alcanzada por intuición


Análisis: dividir cada una de las dificultades que examinare en cuantos portes fuera posible y en cuantas requiriese mejor solución.

El análisis tiene como objetivo llegar hasta esas naturalezas simples El Análisis permite separar lo verdadero de lo falso al descomponer lo complejo en partes más simples. La extensión de los cuerpos sería ejemplo de naturaleza simple a la que se llega tras el análisis de diversos objetos.

Síntesis conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los mas simples para ir ascendiendo, como por grados, hasta el conocimiento de los más com

El análisis nos provee de naturalezas simples, es decir, de verdades claras y distintas. Mediante la síntesis, y utilizando la deducción-al modo matemático-se construyen conocimientos más complejos tomando como base naturalezas simples y sin perder por ello grado de certeza alguno

La filosofía cartesiana, una vez alcanzada la certeza del cogito, es claro ejemplo de síntesis. Desde esa primera verdad indubitable, se hará necesario demostrar la existencia de Dios para seguir avanzando en la adquisición de ar complejo

Enumeración: y el último hacer en todo unos recuentos tan integrales y unas

revisiones es tan generales que llegase a estar segura de no omitir nada

La enumeración supone una revisión última para no omitir nada y evita errores, proceder muy propio de la metodología matemática


La duda metódica

Una vez establecido el método, Descartes procederá a su aplicación con el objetivo de encontrar una primera verdad que cumpla las exigencias de la evidencia y construir, sobre ella, un nuevo edificio del conocimiento. Para ello, aplicará la denominada «duda metódica», duda distinta del mero hecho de dudar por dudar del escéptico. Se tratará de someter todo a duda para encontrar alguna verdad que no pueda ser cuestionada. En este sentido, por tanto, la duda no solo es metódica, sino también universal-dudar de podo-y provisional-encontrar una verdad. Descartes concreta esta cuestión en la primera de sus Meditaciones metafísicas.

Primer motivo de duda: los datos procedentes de las sentidos

II Todo lo que hasta el presente he tenido como lo más verdadero y seguro lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos: ahora bien, a veces he experimentado que esos sentidos eran engañosos, y es prudente no fiarse nunca por completo de quienes nos han engañado una vez ll. Π

Los sentidos pueden inducir a error, Así, por ejemplo, una torre que nos parece redonda en la lejanía resulta ser cuadrada una verdad que la observamos de cerca. Por tanto, este tipo de conocimiento no puede ser fundamentado en evidencia

Segundo motivo: la confusión entre vigilia y sueño:

No obstante, resultaría exagerado dudar de datos provenientes de los sentidos tan cercanos como aquellos que me dicen, por ejemplo, que estoy ahora aqui sentado y que tengo unos papeles entre mis manos. Descartes afirmará que es posible dudar también de dichos datos si tomamos en consideración que, en ocasiones, no somos capaces de distinguir la vigilia del sueño, es decir, que tomamos por real-ese estar aquí ahora sentado y leyendo aquello que solo es parte un sueño.

Il Con todo, debo considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas. [...] Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales para distinguir con claridad el sueño de la vigilia Il


De esta consideración, no se desprende que Descartes confunda un mundo con otro, sino la imposibilidad de afirmar desde un punto de vista epistemológico, por qué un mundo ha de resultar más verdadero que el otro. Por tanto, y desde estas premisas, y por muy exageradas que puedan parecer, la duda se extiende no solo a todo dato que provenga de los sentidos, sino también a toda ciencia que se derive de la experiencia.

Todo conocimiento es, por tanto, incierto. Todos, menos los matemáticos, dado que, soñando o despierto, dos más tres siempre serán cinco o un cuadrado no podrá tener más de cuatro lados. Las matemáticas no dependen de lo sensible.

Tercer motivo: la hipótesis del genio maligno:

La «duda metódica cartesiana también es conocida como «duda hiperbólica», dada la radicalidad que alcanzará en esta tercera fase existiera un genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, que haya usado todo su poder para de su aplicación: ¿y si engañarnos incluso en esas supuestas verdades matemáticas? Esta posibilidad, plausible desde un punto de vista teórico, convierte la duda en universal: todo conocimiento queda sometido al influjo de la duda . Sin embargo, en esa radicalidad encontrará Descartes esa primera verdad indubitable que busca


Crítica causalidad

El principio de causalidad, según la tradición filosófica anterior a Hume, se fundamentaba en la conexión necesaria establecida entre el efecto y su causa: el fuego quema, el agua moja, el viento arrastra las hojas.

Hume criticará dicho principio aplicando su tesis del principio de copia y según el cual una idea es legítima si es posible determinar la impresión de la que procede: ¿de qué impresión se deriva esa idea de causalidad?

La respuesta será clara: de ninguna. Lo único que observamos es una sucesión de fenómenos-dado A, se da B-, pero no esa conexión necesaria entre ellos El principio de causalidad no es un principio legítimo.

¿Por qué, entonces, establecemos dicho principio? Lo establecemos por la costumbre, o hábito, de que tal causa genere tal efecto. La costumbre afirma Hume, engendra suposiciones, creencias -el fuego quemará siempre pero ello no implicará absoluta certeza lenta suficiera conexión necesaria Hume afirmará que la creencia es herramienta suficiente para desenvolverse en la vida. La inferencia causal, por el contrario, solo será aceptable entre impresiones (en presente). Esta crítica de Hume al principio de causalidad no solo marcará diferencias con respecto al racionalismo defendido, entre otros, por Descartes, sino también a la defensa que de dicho principio realizaron autores como Locke y Newton. Por otra, dicha crítica dará lugar a un fenomenismo, escepticismo y a una crítica de las nociones básicas de la metafísica.

Fenomenismo

Solo es posible el conocimiento de las impresiones e ideas (percepciones), es decir, de lo que aparece o se muestra (fenómeno).

Escepticismo

Solo es posible un conocimiento probable. Aquello que es conocido, en cualquier caso, es fruto de la creencia.

Crítica a las nociones básicas de la metafísica

.•Sustancia, yo, Dios.


Crítica a las nociones básicas de la metafísica

Crítica a la idea de sustancia: Si solo conocemos nuestras precepciones, y no las cosas directamente, ¿Cómo fundamentar la existencia de una realidad exterior (sustancias)?

-Descartes necesitará demostrar la existencia de Dios como garantía-causa de la existencia de esa realidad exterior. -Locke fundamentará la existencia de la realidad en el principio de causalidad.

-Home, desde su fenomenismo, afirmará que no es posible fundamentar su existencia. La idea de sustancia no se corresponde con ninguna impresión

Crítica a la idea del yo: Tanto Descartes como Locke afirmaron la existencia del yo como resultado de una intuición y no desde el principio de causalidad. Por este motivo, Hume criticará la idea del yo partiendo de ese presupuesto.

• Las percepciones que tenemos se suceden unas a otras de manera continua.

• Como solo tenemos intuición de esas percepciones y todas ellas son cambiantes, no es posible inferir por intuición la existencia de un yo permanente que dé sustento a nuestros actos psíquicos.

Ninguna impresión es causa del yo.

Nuestra conciencia de identidad proviene, en todo caso, de la memoria de las impresiones recibidas. El yo no es más que la sucesión de las impresiones acaecidas en...

/ Crítica a la idea de Dios: Descartes demuestra la existencia de Dios como idea innata. Locke, como causa última de nuestra existencia. Otros autores, como Tomas de Aquino, desde la aplicación del principio de causalidad. Hume criticará todo este tipo de argumentaciones.

• No existen las ideas innatas y, por tanto, tampoco esa idea de Dios cartesiana. Tampoco es posible demostrar su existencia aplicando el principio de causalidad: fenomenismo humano.

Dios, para Hume, es incognoscible, pues no hay impresión directa alguna de él.


El estado como organismo

Incluimos aquí teorías del Estado que tienen en común los siguientes rasgos:

1. El Estado es entendido como lo verdaderamente real. Se trata de una consideración organicista, en la medida en que se afirma que el Todo, el Estado, no resulta de la simple reunión de los individuos, sino que es anterior» a ellos: éstos los individuos existen sólo como «partes» o «miembros del Todo, y aislados son sólo una «abstracción»,

2. En consecuencia, sólo en el Estado pueden alcanzar los individuos su propia libertad y perfección humana, y ser sujetos de derechos y deberes. El Estado tiene carácter ético: su meta es el bien de la comunidad (algo superior a los intereses egoístas de los individuos). Tal es la concepción de Platón y de Aristóteles:

Por tanto, para Aristóteles, sólo la polis la ciudad-Estado- goza de esa «autonomía (autarquía) que es, como ya vimos, condición de la vida moral. Y sólo en ella puede el ciudadano llegar a alcanzar la «vida buena», es decir, la felicidad. Así:

El fin de la política es el bien del hombre. Pero, aunque el bien del individuo y el de la ciudad sean el mismo, es evidente que será mucho más grande y más perfecto alcanzar y preservar el de la ciudad; porque, ciertamente, ya es apetecible procurarlo para uno solo, pero es más hermoso y divino para todo un pueblo y para ciudades. (Ética a Nicómaco, 1, 2)

Esta concepción aristotélica es recogida por la filosofía medieval. Así, Tomás de Aquino afirma que sólo en el Estado y gracias al gobierno del rey es posible que los hombres se mantengan unidos en la búsqueda del bien común. Y Tomás utiliza explícitamente la metáfora organicista para justificar la monarquía: «del mismo modo que el organismo humano es regido por un miembro principal -ya sea el corazón o la cabeza, es necesario que en la multitud exista algo que la gobierne o dirija» (Sobre el gobierno de los príncipes, 1).


El estado como contrato

El segundo grupo de teorías de legitimación del Estado presenta estos rasgos comunes:

1. Los individuos son «anteriores al Estado, y fuera de él poseen plena libertad y plenitud de derechos naturales». El Estado se construye, pues, a partir de los individuos, en virtud de un pacto entre ellos. Por tanto, no hay más realidad que la de los individuos, y es ahora el Estado el que se convierte en una abstracción. Se trata, pues, de una concepción individualista del Estado. Lo «natural» ya no es vivir en un Estado, sino que el estado de naturaleza primitivo es el aislamiento de los individuos o una sociedad sin Estado.

2. En consecuencia, el Estado no tiene más meta que la protección de la libertad y/o seguridad de los individuos.

El contractualismo.

El contractualismo es una doctrina filosófico-jurídica que sostiene que la sociedad y el Estado nacen de un pacto (conocido en la terminología contractualista como 'contrato social') ese pacto lo establecen los individuos que comienzan a ser parte de esa sociedad, dirigida por el Estado. Esta doctrina se opone a la idea de que la sociedad o el Estado son algo natural, como Aristóteles sostenía (el hombre es un animal político por naturaleza) o preexistentes a la voluntad de los individuos.

En la antigüedad hubo algunas posturas que pueden considerarse cercanas a la idea del contractualismo, como la de los sofistas (citada por el propio Aristóteles) o Epicuro. Sin embargo, el contractualismo tal como se entiende normalmente es una corriente filosófica que se desarrolla en los siglos XVII y XVIII.

En general, el contractualismo considera que puede pensarse un estado previo a la institución de la sociedad civil o el Estado. Ese estado se denomina 'estado de naturaleza' donde los hombres llevan una existencia peculiarmente individual y no tienen ninguna conciencia de grupo. Por alguna razón, se da un 'contrato social' es decir, un pacto de unión entre los hombres que forma la 'sociedad civil' un segundo pacto de sumisión según algunos autores, conforma el Estado. Esta distinción entre los dos pactos se debe a Pufendorf

Quizá el primer autor que habla de forma expresa del contrato social sea Grocio

, en su obra, escrita en 1620, De iure belli ac pacis (Sobre el derecho de la guerra y la par). Grocio da una definición novedosa del concepto de derecho (en latin iur; de donde procede la palabra 'justicia') y habla del contrato social y del derecho a la resistencia, no obstante, para algunos críticos no puede considerarse un moderno, sino que sigue la tradición medieval.

Los nombres más conocidos, sin embargo, de la tradición contractualista son los de Hobbes, Locke y Rousseau, probablemente por la profundidad de sus pensamientos y por la influencia posterior de sus obras. Veamos cuáles son sus ideas.

a) El contractualismo clásico

Tiene sus antecedentes en las doctrinas de algunos sofistas, y los epicúreos. Sus principales representantes son Hobbes (Leviatán, 1651, cap. 17), Locke (Segundo tratado sobre el gobierno civil, 1690, cap. 7 ss.) y Rousseau (Del contrato social, 1762, cap. 6 ss). Los tres ofrecen una teoría del pacto social que bajo un esquema común- presenta notables divergencias.

1. Se parte de la hipótesis de un estado de naturaleza: una situación primitiva en la que los individuos vivían en familias, fuera de cualquier tipo de sociedad organizada y gozando de derechos naturales».

2. El pacto social: un contrato de cesión de derechos de los individuos crea el Estado. La finalidad es el beneficio de los individuos, mejorando la situación del estado de naturaleza.

3. El sistema político que resulta del pacto social varía según cómo se haya concebido el contrato: entre quiénes, a favor de quién y si es revocable o no.

Durante los siglos XVI y XVII los filósofos se plantearon las siguientes cuestiones: ¿por qué se tiene que obedecer a una autoridad? ¿Cuál es la necesidad de que exista el Estado? ¿Es posible la vida humana sin Estado?


La respuesta que alcanzaron consistió en afirmar que el cumplimiento de las leyes y la aparición del Estado fueron fruto de un acuerdo entre los ciudadanos que se conoce como contrato social. Son los ciudadanos -no la naturaleza o la divinidad, como se había creído hasta ese momento-los que deciden ceder el poder a una autoridad y legitimarla.

Estas concepciones que fundan la legitimidad del Estado en un contrato social se denominan teorías contractualistas. Los teóricos clásicos del contractualismo -Hobbes, Locke y Rousseau- coinciden en afirmar que el poder del Estado es fruto de un pacto de los ciudadanos, pero justifican su necesidad mediante explicaciones diferentes 

Estos filósofos distinguen dos formas de Estado:

• Estado de naturaleza. Descripción de la vida humana tal como sería en una situación natural ideal en la que no existiera el Estado.

• Estado social. Cuando la situación natural se torna insostenible, las personas se ven obligadas a organizarse tomando como base un pacto o acuerdo.

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