El Potlatch: Redistribución de Riquezas y Prestigio Social

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En diversas culturas, la competencia trasciende la búsqueda de recursos básicos como tierras, alimento o pareja, y se centra en el prestigio social. Muchas personas dedican su vida a impresionar a otros, sin reflexionar sobre el verdadero valor de ese reconocimiento. Una de las formas de adquirir prestigio, en ciertas culturas, es el potlatch.

El Potlatch Kwakiutl

En el potlatch, individuos ambiciosos de estatus ofrecían grandes festines, compitiendo por la aprobación social. Se juzgaban entre sí según la cantidad de comida que podían ofrecer, y el éxito del potlatch dependía de la satisfacción de los invitados.

Este capítulo analiza el potlatch kwakiutl, demostrando que no era producto de caprichos, sino de condiciones económicas y ecológicas específicas. Los jefes kwakiutl, constantemente inseguros de su posición, realizaban potlatches para consolidar su prestigio. La rivalidad entre jefes de diferentes aldeas se manifestaba en una espiral de potlatches cada vez más extravagantes.

¿Por qué se celebraban los potlatches?

Según Ruth Benedict, estudiosa del potlatch kwakiutl, la motivación principal era el anhelo de estatus de los jefes. Benedict argumentaba que todo el sistema económico estaba supeditado al potlatch. Sin embargo, Marvin Harris ofrece una perspectiva diferente: la rivalidad por el estatus, y por ende el potlatch, está al servicio del sistema económico.

Para Harris, el potlatch es un mecanismo que asegura la producción y distribución de riquezas en sociedades sin una clase dirigente plenamente desarrollada.

Los "Grandes Hombres" de Melanesia y Nueva Guinea

Otro ejemplo relevante son los "grandes hombres" de Melanesia y Nueva Guinea. Su estatus se basa en la cantidad de festines que han ofrecido. Un joven que aspira a ser un "gran hombre" debe organizar grandes festines con la ayuda de su comunidad, quienes contribuyen sabiendo que su esfuerzo será recompensado. En el festín, la comida se reparte entre los trabajadores y los invitados, mientras que el anfitrión se queda con las sobras. La ambición del "gran hombre" es constante, siempre planificando el próximo festín para mantener su estatus.

Esta dinámica impulsa la productividad, ya que la donación previene la disminución de la fuerza laboral a niveles inseguros ante una crisis. Además, crea una red de expectativas económicas. La donación de festines competitivos compensa las fluctuaciones productivas anuales entre diferentes zonas.

Redistribución vs. Reciprocidad

Tanto los "grandes hombres" como los jefes del potlatch practican la redistribución: reúnen la producción de muchos individuos y la redistribuyen en cantidades variables entre diferentes grupos. Sin embargo, mientras los "grandes hombres" trabajaban arduamente y recibían las sobras, los jefes del potlatch trabajaban menos y se quedaban con la mejor parte. Esta diferencia ilustra una evolución hacia las sociedades estatales gobernadas por élites hereditarias que no trabajan y se apropian de la mayor parte de los recursos.

Antes de la redistribución, las sociedades igualitarias practicaban la reciprocidad, un intercambio donde no se calculaba el beneficio o la pérdida individual. En estas sociedades, agradecer era considerado una ofensa, ya que implicaba calcular el valor del regalo. Los donantes eran vistos con recelo, incluso temor, por el riesgo de una futura dependencia. No podían permitirse explotar excesivamente los recursos de su hábitat.

Las sociedades de redistribución se impusieron a las igualitarias al encontrar la manera de aumentar la producción sin agotar rápidamente los recursos. La mayoría de las sociedades de cazadores-recolectores basadas en la reciprocidad fueron desplazadas o absorbidas por sociedades más grandes y jerarquizadas, con mayor capacidad productiva.

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