La poesía épica: los cantares de gesta y el romancero

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La poesía épica: los cantares de gesta

La poesía épica está integrada por narraciones en verso que cantan las hazañas o gestas de un héroe, el cual encarna los principales valores de un pueblo. Las narraciones compuestas en la Edad Media reciben el nombre de cantares de gesta. Además de informar sobre acontecimientos pasados, los cantares de gesta proponen un modelo de héroe cargado de virtudes guerreras y aristocracias y defienden la estructura socioeconómica del sistema señorial.

Origen y transmisión

Se inspiran en hechos históricos, a los que se van superponiendo elementos míticos y legendarios. Los acontecimientos son tenidos por verdaderos por el auditorio que los recibe. Surgieron leyendas y canciones y se transmitieron oralmente de una generación a otra y siglos después emplearon este material como base para los poemas escritos que se conservan hoy.

Características

Relatan las hazañas bélicas de un héroe perteneciente a la nobleza. Este héroe representa las virtudes caballerescas (honor, valentía, magnanimidad) y haciendo siempre gala de ellas, batalla para restaurar un orden social que se ha quebrantado. Los poemas épicos se estructuran en tiradas o agrupaciones de versos asonantes que oscilan entre 12 y 16 sílabas con cesura que divide cada verso en dos hemistiquios. Se trata de textos recitados oralmente, abundan los paralelismos y los epítetos épicos, fórmulas que se repiten para referirse al héroe y que destacan alguna de sus características, intervenciones de los personajes en estilo directo para hacer más cercanos los sucesos y las descripciones de batallas.

La épica castellana

Se conservan pocas muestras de cantares de gesta castellanos. Contamos con unos miles de versos repartidos entre el Cantar del Mío Cid, casi completo, un fragmento de Roncesvalles y otro de las Mocedades de Rodrigo. Los demás se han perdido o se conocen a través de las crónicas históricas que los emplearon como fuentes. Se han mencionado como origen de los cantares castellanos, además de los poemas épicos griegos y latinos, una perdida epopeya visigoda y algunos relatos árabes de contenido épico. Los cantares castellanos comparten rasgos juglarescos con la épica francesa: su espíritu de unidad cristiana frente al islam, un mayor realismo con respecto a los cantares europeos y el importante papel además del héroe de la figura de los reyes.

El Cantar del Mío Cid

Es el principal cantar de gesta de la poesía épica castellana, no estaba destinado a la lectura sino a la recitación en público por parte de un juglar ante un auditorio.

Manuscrito, autor y fecha de composición

El texto que se conserva aparece en un manuscrito para uso de juglares que data del siglo XIV. Este manuscrito es copia a su vez de otro, realizado por un clérigo Per Abbar 1207. No se sabe si el texto que hoy leemos es obra de dos juglares del siglo XII o de un solo autor culto algo posterior, este empleo en su confección otros poemas y noticias acerca del Cid, surgidos ya en la vida del Campeador. La redacción del cantar debió de componerse en la segunda mitad del siglo XII.

Contenido y estructura

Recoge los últimos años de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar con escasas menciones a su biografía previa, que debía de ser bien conocida por el público que oía recitar el poema. Cantar del destierro: el Cid es acusado de robo por sus enemigos con lo que pierde el honor político ante el rey Alfonso VI de Castilla y es desterrado. Para recuperarlo, el héroe lucha contra los enemigos, y tras cada victoria envía regalos al monarca, en señal de sumisión, para solicitar perdón. Cantar de las bodas: las conquistas del Cid culminan con la toma de Valencia. El héroe es perdonado por el rey y tiene lugar la boda de sus hijas, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Carrión. Cantar de la afrenta de Cortes: el Cid pierde su honor privado o familiar tras la afrenta de Corpes, episodio ficticio en el que sus hijas son maltratadas y abandonadas por sus maridos, los infantes de Carrión. Vuelve a recuperar el honor con la segunda boda de sus hijas con los infantes de Navarra y Aragón, episodio solo en parte histórico. La obra trata así del proceso de recuperación del honor perdido por el héroe: para restaurar su honor político, el Cid se enfrenta a los enemigos musulmanes en el campo de batalla y para recobrar el honor familiar, recurre a la justicia real contra los infantes de Carrión. El cantar mantiene un tono de verosimilitud.

Características formales

Consta de casi cuatro mil versos, distribuidos en tiradas monorrimas y de extensión variable, que integran diferentes unidades de acción. De medida irregular, tienen una cesura que los divide en hemistiquios. El lenguaje es muy claro y expresivo y en su estilo se aprecian los recursos propios de la recitación oral juglaresca: las llamadas de atención para dirigirse a los oyentes, la abundancia de epítetos épicos, fórmulas para referirse al héroe y magnificar sus virtudes y la reproducción en estilo directo de las palabras de los personajes.

La figura del héroe

El Cid representa a la nobleza guerrera castellana, enfrentada a la aristocracia leonesa. Pertenece a una capa baja de la nobleza, los infanzones, que mantienen su espíritu guerrero y se ganan el pan y el honor luchando. Se trata de un grupo social opuesto a la alta nobleza, entregada a la placentera vida cortesana. Como héroe épico representa los valores arquetípicos de amor conyugal y filial, pasión guerrera, honradez, inteligencia, mesura y religiosidad. El Cid es el perfecto caballero cristiano, amante padre y esposo, que reúne en su persona sabiduría y fortaleza.

El romancero

Son poemas de carácter épico-lírico que pertenecen a la literatura popular. A partir del siglo XV, el gusto por lo tradicional que surge en las cortes reales hace que se recopilen e imiten obras transmitidas hasta entonces de forma oral.

Romancero viejo

Romances anónimos que se cantaban a finales de la Edad Media. Algunos se han conservado escritos a partir del siglo XV y XVI. Es un género de origen oral y popular, pero acabará sometido a las reglas de la literatura escrita.

Romancero nuevo

Romances escritos por los poetas cultos del siglo XVI y XVII.

Origen y transmisión

El origen de parte de los romances parece situarse a finales de la Edad Media en la descomposición de los poemas épicos. Hay romances que guardan mayor relación con las variantes líricas de la poesía tradicional. Con ellas comparten rasgos como el empleo de repeticiones, el subjetivismo o la utilización de la naturaleza como escenario de los poemas. Hasta los siglos XV y XVI la transmisión de modo oral explica las diferentes versiones que se han hallado de un mismo romance. Los juglares serían los responsables de cantar los romances ante un auditorio, a cuyos gustos adoptarían su actuación. Los romances se van recreando a medida que se van transmitiendo. A partir de esos siglos los romances circularon por escrito a través de dos caminos, aparte de las copias manuscritas: impresos en pliegos sueltos, en cuadernillos de unas pocas páginas que se vendían a muy bajo precio y destinados a un público de extracción social baja; y recopilados en cancioneros, libros de música con partituras para unos receptores de posición social más elevada.

Contenido

Épicos: derivan de cantares de gesta castellanos y franceses y tratan de figuras como el Cid o Carlomagno. Históricos: basados en algún episodio de la historia reciente de la época. Se incluyen aquí los llamados romances fronterizos y moriscos. Líricos y novelescos: se centran en las expresiones de un sentimiento amoroso, o se inspiran en episodios legendarios de personajes como el rey Arturo y sus caballeros. Otros romances: recogen por ejemplo asuntos bíblicos o de la Antigüedad grecolatina.

Características formales

Los romances son poemas de diferente extensión, integrados por versos octosílabos con rima asonante en los pares, mientras que los impares quedan sueltos. Estas características métricas se explican porque, al segmentarse los largos versos de los cantares de gesta, los hemistiquios iniciales habrían dado lugar a los versos impares de los romances, mientras que los finales habrían derivado a los versos pares. Del carácter épico de los romances y de su transmisión oral proceden rasgos como el empleo de arcaísmos, las apelaciones al auditorio o el uso especial de algunos tiempos verbales, como el pretérito imperfecto. Del carácter lírico de estos poemas derivan características como la sencillez sintáctica, las repeticiones o el lenguaje expresivo con gran carga emotiva. Los romances tienden a centrarse en un episodio narrativo concreto y prescinden de elementos no esenciales, por lo que es habitual que se omitan los comienzos (in medias res) o los finales. Este rasgo da a algunos romances un aspecto fragmentario, inesperadamente interrumpido y misterioso.

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