Platón: Teoría de las Ideas, Realidad y Conocimiento
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1. La Teoría de las Ideas
1.1 El Problema de la Naturaleza
Debido a su planteamiento radicalmente materialista, el atomismo tuvo poca fortuna en el pensamiento griego posterior a sus defensores. Si bien es cierto que fue adoptado por Epicuro a comienzos del periodo helenístico (finales del siglo IV a.C.), los grandes filósofos griegos, Platón y Aristóteles, lo rechazaron. El atomismo acarreaba dos consecuencias que fueron consideradas indeseables:
- El conocimiento de la naturaleza se presentaba como un imposible: ¿cómo conocer o calcular las trayectorias, combinaciones y colisiones infinitas posibles de los infinitos átomos moviéndose en el vacío?
- Además, si el universo no es sino el producto imprevisto e imprevisible de estas colisiones y combinaciones azarosas, el cosmos, que aparece al pensamiento de un modo ordenado, proviene inexplicablemente del desorden de los átomos.
Del mismo modo que del no-ser no puede salir el ser en Parménides, para Platón el orden con que se nos aparece el mundo no puede ser el resultado azaroso del desorden, sino que tiene que regirse mediante algún tipo de inteligencia ordenadora. Por tanto, Platón retorna a Anaxágoras y su idea de "nous", a la que Platón va a llamar en ocasiones "Demiurgo". Esta “inteligencia” actúa sobre una materia eterna, caótica, a la que Platón va a denominar de muchas maneras: espacio, sustrato material informe, etc. Así, se acerca un poco al atomismo al admitir una materia eterna y eternamente agitada, desordenada e imperfecta, a la que el Demiurgo o esa inteligencia va a dar "forma", la va a transformar en un mundo ordenado, tal y como es el que conocemos cuando pretendemos hacer ciencia. Así, por ahora tenemos dos principios: una materia, que es eterna y que está dotada de movimientos caóticos y desordenados, y una inteligencia ordenadora, que Platón llama "Demiurgo".
Pero, ¿cómo este último ordena la materia?, ¿cómo le da forma? Para resolver este problema, Platón establece un tercer principio: las Ideas.
Todo ser inteligente que fabrica o construye algo —y el Demiurgo viene a ser el constructor del universo— lo fabrica de acuerdo con un plan, fijándose en un modelo (el escultor se basa en un modelo previamente ideado para llevar a cabo su obra, por ejemplo). Por tanto, la función del Demiurgo1 va a ser plasmar las Ideas, que Platón va a llamar "esencias", en la materia, aunque esta no va a dejar nunca de introducir cierto factor de desorden e indeterminación.
Con lo dicho podemos entender cómo Platón se hace cargo de la pregunta por el arché, mantenida por los presocráticos, a partir de lo cual elabora su Teoría de las Ideas, la cual es la doctrina central de toda su filosofía. Esta se va a dividir en dos partes principales: la teoría de la realidad, u "ontología", y la teoría del conocimiento, o "gnoseología". De tal forma, podemos hablar de la Teoría de las Ideas como "ontognoseología" platónica, pues ambos aspectos van a ir juntos (ya lo veremos más adelante).
1.2. Teoría de la Realidad
La Teoría de las Ideas de Platón consiste básicamente en la afirmación de que existe una estructura conceptual inmaterial, absoluta, inmutable y universal independientemente del mundo físico, del mundo que aparece a los sentidos: por ejemplo, la justicia en sí, la bondad en sí, el hombre en sí, las entidades y proporciones matemáticas en sí mismas, las ideas o formas de cualquier objeto sensible, etc. Además, Platón defiende que de esas “formas” (“ideas” o “esencias”) derivan su verdadero ser todo lo justo, todo lo bueno, todos los hombres, todo lo armónico, todo lo bello, etc. que hay en el mundo físico (el mundo sensible). El término "idea" cuando hablamos de Platón no puede dar lugar a equívocos: no se trata de "idea" en el sentido de construcción o contenido mental, sino que se trata de realidades; es más, parece ser que para Platón son las únicas realidades en sentido pleno, pues lo que de realidad hay en el mundo físico deriva precisamente de ellas. Se puede decir de otra forma: sin la estructura legal, el “logos” que da forma a los fenómenos, estos serían imposibles. Así, Platón se distingue de los presocráticos de la Escuela de Mileto, meramente físicos, e inaugura, siguiendo a Parménides, la Metafísica, esto es, el estudio de las realidades que hay más allá de lo físico y a las que este debe su existencia. Para Tales, por ejemplo, el sustrato permanente (el agua) era a la vez el material de que las cosas están constituidas y lo que las cosas verdaderamente son. Platón, sin embargo, separa el material a partir del cual están constituidas las cosas, esto es, la materia informe, y, por otra parte, la idea o forma de la que esa materia participa.
El verdadero ser está constituido por la realidad que vamos a llamar "inteligible". Esta realidad de lo suprasensible, llamada también "mundo de las Ideas" o “ámbito inteligible”, es el eje central del pensamiento platónico. Las Ideas que lo constituyen fueron llamadas por Platón eidos, que quiere decir “imagen” (aspecto mental), pero que mejor traduciremos por "forma" o "esencia". Así, las ideas platónicas son las esencias de las cosas: aquello que hace que cada cosa sea lo que es. De esta forma, la realidad queda dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible a los sentidos, eterno e inmutable de las Ideas, y por otro, el mundo sensible, físico, visible, material, sujeto al cambio y la mutación. Todo cuanto existe en este mundo lo debe a su participación o imitación del mundo superior.
En la República, se delimita claramente la contraposición entre los dos mundos: la Idea, que es el mundo del ser perfecto al que pertenecen todas las realidades subsistentes, y que constituye el objeto de la ciencia suprema, la Dialéctica, y el mundo físico visible, intermedio entre el ser y el no ser, envuelto en tinieblas. En este diálogo aparece un esbozo de ordenación jerárquica —por ejemplo, con la alegoría del sol o el símil de la línea— dentro del propio mundo de las Ideas. Por encima de la gran multitud de Ideas, destacan dos: la de Justicia y la de Belleza, pero por encima incluso de estas, la Idea Suprema, que es el Bien, de la cual participan todas las demás: el Bien es la Idea de las Ideas, la causa, el fin y la razón última del ser, de la verdad, y la fuente del conocimiento de todas las cosas. Se puede decir de otra forma: el Bien es lo que hace que cada Idea sea lo que es, es su esencia.
1.3 Teoría del Conocimiento
Hasta ahora únicamente hemos hablado del aspecto "ontológico" de la Teoría de las Ideas, pero ya dijimos que también tiene un lado "gnoseológico". Ambos van juntos cuando hablamos de la Teoría de las Ideas. El mundo inteligible de las Ideas es el fundamento y el objeto del conocimiento científico según Platón. Pero este conocimiento científico, la Episteme, es uno entre los distintos modos de "conocer" que va a proponer y los señala en la República y otros diálogos.
En este punto Platón va a partir de Parménides. El Conocimiento (el Saber) es proporcional al Ser: dependiendo del "tipo de ser", así va a ser el "tipo de conocimiento". En su Teoría de la Realidad, cuando divide esta en dos mundos, establece la siguiente jerarquía:
- ÁMBITO INTELIGIBLE (MUNDO DE LAS IDEAS): lo más real, con la IDEA DE BIEN en la cúspide, a la que le siguen jerárquicamente el resto de IDEAS, y después los OBJETOS MATEMÁTICOS.
- ÁMBITO VISIBLE (MUNDO SENSIBLE): tras los objetos matemáticos, lo menos real pertenece ya al mundo de los sentidos: los OBJETOS SENSIBLES —es decir, todo lo que captamos mediante ellos—, y por último, las IMÁGENES o SOMBRAS.
Pues bien, esta jerarquía del ser se refleja paralelamente en los distintos grados del conocimiento: es decir, a cada modo de ser, le va a corresponder un grado determinado de conocimiento, de tal forma que a mayor grado de ser, mayor valor le dará al conocimiento, y al contrario: a menos grado del ser, menor conocimiento científico y sólido de las cosas. Los distintos grados de conocimiento se van a englobar en dos tipos generales: la EPISTEME (ciencia), que corresponde al conocimiento de aquellas realidades que alberga el MUNDO DE LAS IDEAS, y la DOXA ("opinión"), que es el que corresponde al MUNDO SENSIBLE. De nuevo sigue a Parménides y sus “vías” en esta división.
En República, mediante la alegoría de la línea, va a especificar que tanto la doxa como la episteme poseen ambas dos grados distintos. La Doxa se divide en la mera imaginación (eikasía) y en creencia (pistis), mientras que la Episteme se divide en pensamiento (dianoia) y en pura intelección (noésis). De acuerdo con lo dicho antes, cada grado y forma de conocimiento posee una forma y un grado correspondiente de realidad (de "ser"). Dentro de la Doxa, la imaginación y la creencia se corresponden a dos grados de lo sensible: la primera se refiere al conocimiento que podemos tener de las sombras y de las imágenes sensibles de la cosas que permanecen confusas o entre tinieblas, y la segunda, a las cosas y a los objetos sensibles de modo objetivo, que “aparecen” ante un observador.
Por su parte, el pensamiento deductivo (dianoia) y la intelección pura (noésis) hacen referencias a dos grados de lo inteligible o modos de captar las Ideas. El primero está relacionado con las matemáticas, mientras que la noésis es una captación pura de las Ideas.
Además Platón va a señalar un supremo grado de conocimiento, por encima de la nóesis: la dialéctica, esto es, un proceso ascendente que desde los niveles inferiores del conocimiento, va eliminando la multiplicidad en busca de la unidad (síntesis) de lo real hasta el conocimiento o intelección de la Realidad Suprema (Idea del Bien). Así, al grado supremo de ser (la Idea de Bien) corresponde el grado supremo de conocimiento, que equivale a su contemplación, y todas las demás ciencias y artes quedan reducidas a medios preparatorios para ascender a esta cumbre, que es a la que deben de llegar los filósofos. Así tenemos que la ciencia es una ascensión hacia la verdad y hacia el Bien, ¿pero cuál es la parte del ser humano que realiza ese viaje?
Hay que tener en cuenta que la Teoría de las Ideas de Platón constituye la clave de su antropología, es decir, de su concepción del ser humano (y también de sus ideas políticas). Platón reconoce que el ser humano está inmerso en el mundo físico y sensible al cual su cuerpo pertenece, pero es cierto igualmente que la parte más noble del ser humano, su alma racional, pertenece al mundo de las ideas, a cuyo conocimiento está destinada y aspira impulsada por su propia naturaleza. El modo en que el alma va a realizar su camino en el conocimiento va a ser llamado "reminiscencia" o "anámnesis", lo cual estudiaremos en el siguiente apartado.
1 Aunque en algunas ocasiones Platón habla del Demiurgo, su presencia es prescindible una vez se comprende el sentido y finalidad de su ontología. Lo utilizo aquí por tanto únicamente para ayudar a la comprensión de la misma.