Platón y Descartes: La Búsqueda Filosófica de la Certeza y el Ser

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Platón y Descartes: Dos Visiones sobre la Verdad y el Ser Humano

A lo largo de la historia, los filósofos han tratado de explicar cómo conocemos la verdad y cuál es la naturaleza del ser humano. Platón y Descartes, aunque vivieron en épocas muy distintas, comparten la preocupación por distinguir entre lo verdadero y lo aparente, aunque sus caminos hacia la verdad son muy diferentes. Esta disertación defiende que, aunque ambos buscan la certeza, la propuesta de Descartes es más adecuada para los fundamentos del pensamiento moderno.

La Epistemología de Platón: El Mundo de las Ideas

Platón defendía que el verdadero conocimiento no puede basarse en los sentidos, ya que estos solo nos muestran el mundo cambiante y engañoso. Para él, la auténtica realidad está en el Mundo de las Ideas, eterno e inmutable, al que solo accedemos mediante la razón. El alma, inmortal y racional, recuerda esas Ideas y debe liberarse del cuerpo para conocer de verdad.

La Propuesta de Descartes: La Duda Metódica y el Cogito

Descartes, siglos después, también desconfía de los sentidos, pero su método es más radical. Utiliza la duda metódica, dudando de todo hasta llegar a una verdad imposible de negar: “pienso, luego existo” (Cogito, ergo sum). A partir de ahí, construye un sistema basado en la razón y en la claridad y distinción de las ideas. Para él, el ser humano es una sustancia pensante (res cogitans), separada del cuerpo (res extensa), que solo puede confiar en aquello que su razón capta con evidencia.

Conclusión Comparativa

Así, aunque Platón y Descartes comparten el rechazo del mundo sensible como fuente de conocimiento verdadero, Descartes representa un giro más crítico, metódico y autónomo. Su filosofía marca el inicio de la modernidad y pone la base del pensamiento racionalista.

Análisis de las Meditaciones Metafísicas de Descartes

Meditación Segunda: La Certeza del Yo Pensante

En la Meditación Segunda, Descartes continúa su búsqueda de una verdad que no pueda ser puesta en duda. Después de rechazar todo aquello que podría ser falso mediante la duda radical, como las sensaciones o la existencia del propio cuerpo, trata de encontrar una base firme para empezar a construir el conocimiento. El problema principal es cómo saber si existimos realmente y qué somos.

Descartes descubre que, aunque pueda dudar de todo, no puede dudar de que está dudando. Y si duda, entonces está pensando; y si piensa, es que existe. Por eso afirma: “yo soy, yo existo”. Sin embargo, añade que solo puede estar seguro de existir mientras piensa. A partir de aquí, investiga qué es lo que realmente es. Rechaza que sea cuerpo, ya que eso lo puede imaginar o soñar. Entonces concluye que lo que realmente es, es una “cosa que piensa” (res cogitans), es decir, una mente o alma que duda, entiende, afirma, niega, quiere, no quiere, imagina y siente.

Descartes establece que el pensamiento es lo único que no puede ser separado de su ser. Así, empieza su filosofía desde la certeza de que es un ser pensante, no desde el cuerpo ni los sentidos, sino desde la razón. Esta afirmación, el Cogito, es el punto de partida indudable de su sistema filosófico y establece la primacía de la mente sobre la materia, introduciendo su dualismo entre res cogitans y res extensa.

Meditación Quinta: Dios como Garante del Conocimiento

En la Meditación Quinta, Descartes aborda el problema de la certeza del conocimiento, buscando una base firme para las ideas que consideramos verdaderas. El problema central es cómo garantizar que nuestras percepciones y pensamientos no sean engañosos. Descartes resuelve este problema proponiendo que las ideas claras y distintas son siempre verdaderas.

Para asegurar que estas ideas no sean erróneas, introduce el argumento de la existencia de un Dios perfecto. Según Descartes, la idea de un ser perfecto (Dios) solo puede provenir de un ser efectivamente perfecto, lo que implica que Dios debe existir (una versión del argumento ontológico). Este ser perfecto, por su propia naturaleza, no puede ser engañador. Por lo tanto, nuestras percepciones basadas en ideas claras y distintas, que provienen en última instancia de Dios, son fiables.

La idea central de esta meditación es que la existencia de Dios garantiza la veracidad de nuestro conocimiento fundado en la razón. Si Dios es perfecto, no podría engañarnos, lo que asegura que nuestras ideas claras y distintas son correctas. Esta noción se relaciona directamente con su teoría del conocimiento, que sostiene que dichas ideas son la base de todo conocimiento verdadero. Sin la existencia de este ser perfecto, nuestras percepciones podrían ser falsas, y la duda radical no podría superarse completamente.

Este razonamiento conecta con las meditaciones anteriores, donde Descartes utilizó la duda metódica hasta llegar al Cogito, ergo sum. La Meditación Quinta fortalece la filosofía cartesiana al vincular la certeza del conocimiento con la existencia de Dios, proporcionando una base segura para confiar en nuestras facultades racionales.

Meditación Sexta: La Distinción Real entre Mente y Cuerpo

En la Meditación Sexta, Descartes aborda la distinción entre la mente y el cuerpo, un tema central en su filosofía y conocido como dualismo cartesiano. El problema fundamental que enfrenta es cómo explicar la naturaleza y la relación entre el pensamiento (la mente) y la materia (el cuerpo).

Descartes ya ha establecido en la Meditación Segunda que la existencia de la mente como cosa pensante es indudable (res cogitans). Ahora argumenta que la mente y el cuerpo son dos sustancias realmente distintas. La mente es una sustancia pensante, cuya esencia es el pensamiento, y no es extensa (no ocupa espacio). El cuerpo es una sustancia extensa (res extensa), cuya esencia es la extensión en longitud, anchura y profundidad, y no piensa. La mente, al ser pensante y no extensa, no está sujeta a las leyes físicas de la misma manera que el cuerpo material.

Aunque distintos, Descartes reconoce que mente y cuerpo están estrechamente unidos en el ser humano ("como un piloto en su nave", aunque más íntimamente). Defiende que la existencia del cuerpo y del mundo material puede ser conocida a través de la sensación, y que es posible confiar en los sentidos si están correctamente guiados por la razón y si reconocemos que su propósito principal es indicar qué es beneficioso o perjudicial para el compuesto mente-cuerpo, no necesariamente revelar la esencia de las cosas externas. La garantía final de la existencia del mundo exterior y de la fiabilidad básica de los sentidos (cuando se usan correctamente) vuelve a ser la bondad de Dios, quien no nos engañaría sistemáticamente.

En conclusión, la Meditación Sexta es crucial para el dualismo cartesiano, ya que establece que la mente y el cuerpo son sustancias distintas pero unidas. Esto permite a Descartes completar su proyecto metafísico, explicando cómo podemos tener conocimiento tanto de nuestra propia mente como del mundo material, fundamentando la posibilidad de la ciencia física sobre bases metafísicas firmes.

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