Perspectivismo y realidad en la filosofía de Ortega y Nietzsche
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Esta pareja de nociones pertenece al capítulo X de El tema de nuestro tiempo de Ortega, cuando este narra el ejemplo del paisaje. Con este ejemplo paradigmático, Ortega muestra cómo realidad y perspectiva son indesligables: no hay realidad al margen de la perspectiva, al igual que no hay 'paisaje arquetipo'. Por eso el texto también afirma que la perspectiva es un componente más de la realidad. La realidad es lo que verdadera e indubitablemente existe, el mundo. Pero el mundo es siempre el mundo del yo, es decir, el mundo no existe con independencia del sujeto (como afirmaría el idealismo filosófico). Por ello mismo, tampoco es el mundo algo universal, eterno e invariable sino 'mi mundo', el horizonte vital en el que el yo se halla inmerso o 'circunstancia'. Esta es el mundo físico, la sociedad y la cultura, pero también el cuerpo y mente individuales. Nadie elige su mundo, le es dado, pero dentro de él se puede elegir. Por su parte, la perspectiva es el punto de vista del yo, desde la que cada uno capta una vertiente o cara de la realidad y consigue su parte de verdad. No es sólo (que también) el lugar físico o el contexto histórico y sociocultural que acompaña la mirada de todo ser humano, sino fundamentalmente el principio desde el que cada ser humano deriva sus pensamientos y actos, su 'posición general ante la vida', aquello a lo que subordina lo demás (como Dios, la razón) 'la perspectiva es uno de los componentes de la realidad', es decir, la realidad misma no existe al margen de las perspectivas sobre ella, sólo se accede al mundo a través de la perspectiva individual. La realidad es así perspectivista y solo sumando cada perspectiva (que es verdadera e intransferible) podemos obtener algo parecido a una 'verdad total'.
El perspectivismo de Ortega supera la dicotomía entre racionalismo y relativismo al reconocer múltiples perspectivas en el conocimiento, evitando la verdad absoluta de Descartes y el escepticismo total de Nietzsche.
El crepúsculo de los ídolos de Friedrich Nietzsche
Estas nociones aparecen en el apartado 4 del capítulo 'La razón' en la filosofía de El crepúsculo de los ídolos de Friedrich Nietzsche, donde el pensador critica la segunda 'diosincrasia' de la filosofía típica occidental, el idealismo (Platón, cristianismo, racionalismo, idealismo alemán, etc.). En este apartado, ironiza el alemán sobre los conceptos metafísicos en los que creen los filósofos, tildándolos de vacíos, humo o telarañas, resultado de su enfermedad mental; el más supremo (y más vacío) sería el concepto de Dios. Nietzsche critica la idolatría de los conceptos metafísicos, especialmente influenciada por la distinción platónica entre el mundo sensible y el mundo inteligible. Para Nietzsche, estos conceptos son considerados como más verdaderos y reales que la propia realidad, lo que los coloca por encima de ella. Argumenta que esta perspectiva deriva en una visión antivital y nihilista, ya que la metafísica se basa en 'telarañas mentales' indemostrables, donde los conceptos supremos, como Dios, son vistos como causa sui, es decir, causa de sí mismos. En contraste, Nietzsche sostiene que la realidad, el devenir, es incognoscible y que el conocimiento es simplemente un instrumento de la voluntad de poder, una forma de dominar la realidad para servir a la vida. Este proceso de conocimiento es interpretativo y perspectivista, basado en nuestras necesidades vitales. Los conceptos y teorías científicas son vistas como ficciones útiles, esquemas lingüísticos impuestos a la realidad para controlarla. Por lo tanto, la verdad es una invención de los filósofos insatisfechos con el mundo del devenir, que anhelan un mundo más confortable del ser.
El nacimiento de la tragedia
Con la introducción de las nociones de 'arte trágico' y de 'lo dionisiaco', Nietzsche recupera el tema principal de su obra juvenil, El nacimiento de la tragedia.
En El Nacimiento de la Tragedia, Nietzsche explicaba la historia de la cultura griega como resultado de la contraposición entre dos impulsos (Triebe) o instintos originarios, el impulso del sueño y la bella apariencia, que él veía personificado en Apolo (lo apolíneo), dios de la medida, de la armonía, de la proporción, y el impulso de la embriaguez y de la intuición del fondo primordial de la naturaleza y de la vida, que él veía personificado en Dionisos (lo dionisiaco), dios de la naturaleza y de la orgiástica, del vino, de la música, de la danza, del sexo y de la violencia. Nietzsche valoraba la tragedia griega clásica, especialmente la obra de Esquilo y Sófocles, como un equilibrio entre fuerzas dionisiacas y apolíneas. Para él, la tragedia permitía a los espectadores una catarsis al identificarse con el héroe que, sin culpa, enfrenta un destino trágico; esto les ayudaba a reconciliarse con la vida irracional y terrible, ofreciendo un 'consuelo' ante la naturaleza monstruosa de la existencia.
Sin embargo, Nietzsche criticó la decadencia de esta sabiduría trágica con la llegada del 'socratismo', que promovía una visión optimista de la vida, fundamentada en un orden moral objetivo. Esta visión, según Nietzsche, es una ilusión apolínea que niega lo dionisiaco, la aceptación de la vida en su totalidad, a diferencia del arte trágico que lo celebra y transforma.
El arte trágico, en contraste con el socratismo y el cristianismo posterior, no niega la realidad sino que la acepta y transforma, destacando y enfatizando sus aspectos más difíciles y dolorosos como la enfermedad y la muerte, ofreciendo así una interpretación más profunda y significativa de la existencia, en lugar de negarla. El pesimismo ve en los aspectos problemáticos y terribles de la existencia razones o argumentos para un juicio negativo sobre la vida en su conjunto. El dionisismo o visión dionisiaca, en cambio, ve en los aspectos problemáticos y terribles de la existencia razones o argumentos para un juicio positivo sobre la vida en su conjunto o, mejor, razones para no juzgar la vida en su conjunto, sino simplemente para vivirla intensamente, sin sacar cuentas.
Es el nuevo tipo humano que Nietzsche busca, el 'superhombre'.
La razón en la filosofía
Estas nociones aparecen en el apartado 1 del capítulo 'La 'razón' en la filosofía' de El crepúsculo de los ídolos de Friedrich Nietzsche, donde el pensador critica la primera 'idiosincrasia de la filosofía típica occidental, el idealismo (Platón, cristianismo, racionalismo, idealismo alemán, etc.). En este apartado, ironiza el alemán sobre los sentidos y el cuerpo, a los que caracterizarían de engañadores (respecto de una realidad inmutable) y falsos (frente al alma) respectivamente. Nietzsche critica a los filósofos por su aversión al cambio y su tendencia a crear conceptos estáticos que simplifican la realidad a su conveniencia, un comportamiento al que denomina 'egipticismo'. Considera que esta actitud proviene de su debilidad y miedo ante la realidad dinámica y compleja. Los filósofos desconfían de los sentidos y el cuerpo, privilegiando una supuesta 'alma' y adoptando una postura dualista que separa el cuerpo como prisión del alma. En contraposición, Nietzsche aboga por valorar los sentidos y el cuerpo como parte esencial de la vida y critica esta visión antinatural que niega nuestra propia naturaleza corpórea e instintiva. Considera que los sentidos son instrumentos vitales que nos conectan con la realidad y son la base de la ciencia. Nietzsche sostiene que la realidad, o el devenir, es intrínsecamente incognoscible, y el conocimiento humano es simplemente un medio para ejercer poder sobre la vida. Para él, el conocimiento surge de la necesidad de dominar la realidad y servir a nuestras necesidades vitales. Este proceso de interpretación, llamado perspectivismo, se basa en nuestras creaciones mentales, como metáforas útiles que consideramos verdaderas. Advierte del peligro de confundir estas ficciones con la realidad y critica la idea de que la verdad sea una invención de los filósofos que anhelan un mundo estático y confortable en lugar de aceptar la realidad cambiante.
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