Pensamiento de Karl Marx: Sociedad, Economía y Revolución

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Karl Marx: Sociedad, Economía y Revolución

Karl Marx (1818-1883) fue un filósofo de la Edad Contemporánea cuyas ideas tuvieron una enorme repercusión en el desarrollo del movimiento obrero y en todo el pensamiento político de los siglos XIX y XX.

Se suelen señalar tres fuentes de influencia en este autor: el idealismo alemán, el socialismo utópico francés y la economía política inglesa.

Entre sus obras destacamos: Manuscritos económico-filosóficos, La ideología alemana (junto con Engels, su más estrecho colaborador), El manifiesto comunista (también con Engels) y El Capital.

El conocimiento

El ámbito del conocimiento está dedicado en Marx al análisis de la sociedad y la historia, y está inseparablemente relacionado con la praxis política.

Marx rechazará el análisis hegeliano de la realidad por considerar que este la tomaba como una mera manifestación de lo ideal (espíritu absoluto) en la que la materia era pura negatividad. Para Hegel, la naturaleza era un proceso por medio del cual la conciencia racional se reconocía a sí misma. Sin embargo, Marx considera que, al contrario, es la materia, y la producción a partir de ella por medio del trabajo, la que genera las ideas y las formas de conciencia. La materia no es un mero medio para el desenvolvimiento de ningún ideal, sino que es al revés, las ideas son producto de las relaciones de producción material que se establecen entre los seres humanos.

A partir de este análisis de la realidad, Marx desarrolló una consideración de la historia que denominarán él y Engels materialismo histórico. El materialismo histórico comprende el desarrollo de la historia en función de la evolución en las formas de producción e intercambio de bienes y las relaciones sociales a que dan lugar. Con este nuevo modo de entender la historia, esta deja de considerarse “historia de las ideas” y podemos decir que pasa a considerarse “historia del trabajo”.

Por otra parte, en concreto en Alemania, se había desarrollado un método de análisis histórico muy vinculado a la idea de nación y al ensalzamiento de las esencias germánicas. Frente a esto, Marx propone la clase social como elemento de identidad entre los seres humanos, y determina que el motor de la historia es la lucha de clases.

El materialismo histórico hereda la dialéctica de Fichte y Hegel, y analiza los procesos históricos como procesos dialécticos. Es el conflicto y la contradicción entre las clases sociales en cada modo de producción (modo en que se organiza la producción en una época y lugar concreto, que da lugar a determinadas formas de relación social, pensamiento, etc.) el que provoca el paso a uno nuevo.

Por último, en Marx, conocimiento y práctica están muy vinculados. Las ideas son un producto social fruto de las relaciones de producción, es decir, del trabajo. La ideología propia de cada modo de producción no es una expresión de ninguna racionalidad neutra, sino que obedece a los intereses de la clase social poseedora de los medios de producción. Por ello, el cambio en el pensamiento de una sociedad debe venir dado por la modificación de ese poder y esas relaciones de producción, es decir, por el cambio político de la sociedad. En este sentido, es importante recordar la famosa frase de Marx: “hasta ahora los filósofos se han ocupado de analizar la realidad, pero de lo que se trata es de cambiarla”.

Al aplicar la dialéctica al estudio de la naturaleza, Marx y Engels se oponen también a las explicaciones mecanicistas de la naturaleza propias del siglo XVIII. El denominado materialismo dialéctico elaborará una serie de leyes para el estudio de la materia, si bien caerá en un cierto reduccionismo y no dará demasiados frutos en el ámbito científico.

Dios

Marx niega la existencia de cualquier ente espiritual o Dios. Para él, la religión es un producto social que obedece a los intereses de la clase dominante. La religión es “el opio del pueblo” y busca adoctrinar a los trabajadores para evitar cualquier tipo de protesta o revolución. Marx considera que el progreso científico ha demostrado que la idea de un Dios todopoderoso carece de fundamento.

El ser humano

Para Marx, el ser humano no puede ser identificado con una esencia o "naturaleza" humana en general; el ser humano está siempre condicionado históricamente por las relaciones en que interviene con los demás seres humanos y con la naturaleza, por las exigencias del trabajo productivo: es un ente social, y socialmente determinado. Su "naturaleza" viene definida por las condiciones de la sociedad en la que se desarrolla su existencia. El ser humano no posee ningún elemento espiritual o alma inmortal.

El desarrollo del ser humano está vinculado a la actividad que lleva a cabo en el trabajo. El trabajo es la actividad propiamente humana, es en ella donde las personas desarrollan su racionalidad en la unión de teoría y práctica.

Para Marx, el trabajo deja de servir al desarrollo humano con la escisión entre trabajo manual y trabajo intelectual. Esa escisión que separa lo material de lo teórico imposibilita el desarrollo humano, pues condena a los trabajadores a un trabajo en el que son puros apéndices de la máquina y hace, a su vez, de los burgueses sujetos con una conciencia idealista que no tiene base material.

En los Manuscritos, Marx analiza la alienación en el trabajo que sufren los obreros en la sociedad capitalista.

La alienación o enajenación en el trabajo consiste, en primer lugar, en que el trabajo se hace externo al trabajador, puesto que en él, el trabajador se niega como sujeto racional; no piensa, no crea, simplemente vende su fuerza de trabajo. Además, el producto del trabajo tampoco es disfrutado por él y la riqueza que genera le es arrebatada. Por ello, su trabajo deja de ser fuente de desarrollo y pasa a ser trabajo forzado.

Además, fuera del trabajo, el obrero sigue padeciendo esta alienación, puesto que solo desea evadirse por medio de actividades primitivas y embrutecedoras. Así, el capitalismo condena a los seres humanos al embrutecimiento y la ignorancia, y promueve en ellos una triple alienación: económica (en el trabajo), ideológica y religiosa.

La alienación ideológica consiste en que el trabajador toma como propia la ideología que obedece a los intereses de la clase dominante. No es consciente de su importancia como trabajador, sino que interioriza los valores propios del capitalismo y admira a la burguesía. Esto se cultiva en las escuelas y en los medios de comunicación y se afianza aún más con la alienación religiosa, que promueve la mansedumbre entre los trabajadores prometiéndoles la felicidad en otra vida.

Ética y política

En la medida en que la conciencia humana es un producto social, en Marx cualquier intento de mejorar la vida pasa por un intento de mejorar las relaciones sociales. Por ello, ética y política están unidas.

Marx analiza la sociedad en términos de lucha de clases. Para Marx, a lo largo de la historia, se han sucedido diversos modos de producción que se han caracterizado siempre por un antagonismo entre dos clases sociales, la de los poseedores de estos medios y la de los desposeídos (amos y esclavos, patricios y plebeyos, siervos y señores). Sin embargo, en el capitalismo, este antagonismo se ha agudizado, estando condenados todos los grupos intermedios a pasar a formar parte del proletariado.

Marx, basándose en las ideas del socialismo utópico francés y en las de la economía política inglesa, lleva a cabo una crítica de la sociedad capitalista. Sociedad que él considera que está abocada al fracaso y dará paso a una nueva sociedad de carácter comunista.

En primer lugar, Marx critica la teoría de la mano invisible de Adam Smith. Marx establece una distinción entre valor de uso (valor real de un bien) y valor de cambio (valor de mercado). Para Marx, el funcionamiento del mercado lleva a que se priorice la producción de bienes con alto valor de cambio, aun a costa de no producir los bienes cuya necesidad es real. Por eso, los recursos se utilizan en el despilfarro de una minoría.

Por otra parte, Marx plantea que toda riqueza es fruto del trabajo, y denuncia que, en el sistema capitalista, esa riqueza generada se arrebata al trabajador, que recibe solo lo necesario para su supervivencia y reproducción, enriqueciéndose a su costa el capitalista. Esta crítica la realiza Marx con la explicación del concepto de plusvalía, que es el aumento de valor que adquiere un producto por el trabajo puesto en él. Marx considera que, por medio de la socialización de los medios de producción, la plusvalía retornaría a sus dueños legítimos, es decir, los trabajadores.

Por último, la escisión de trabajo manual e intelectual en el sistema capitalista ha llevado a una perversión de esta actividad, propiamente humana, transformándose el trabajo en trabajo alienado que imposibilita el desarrollo de las personas como seres racionales.

En la sociedad capitalista, el trabajador está, en el trabajo, fuera de sí, no pone en juego su razón, no crea nada y ni siquiera es dueño del fruto de su trabajo. Es un trabajo forzado en el que se siente esclavo y que le condena a una vida de miseria.

A partir de esta crítica, Marx propone la modificación de la realidad por medio de una revolución de los trabajadores. Él considera que este proceso se va a dar necesariamente porque las relaciones de producción están llegando a unas contradicciones que no pueden solventar y que harán que la clase burguesa y la clase proletaria entren en pugna.

En el sistema capitalista se da una enorme contradicción. Por una parte, ha habido un gran desarrollo de las fuerzas productivas que hace posible la producción de la riqueza necesaria para satisfacer las necesidades de toda la población, pero, por otra, la población que produce esa riqueza vive en una miseria cada vez más grande y que se percibe como aún mayor en comparación con el exceso en que vive la burguesía.

Además de darse esta contradicción, por primera vez en la historia, los avances en el comercio y en el transporte han hecho que el mercado vaya más allá de las fronteras nacionales, con lo que se ha configurado una clase social proletaria cuyos intereses y forma de vida son prácticamente idénticos en todos los países industrializados. Por ello, Marx considera que los trabajadores tomarán conciencia de su propio poder a nivel internacional, más allá de las identidades nacionales, y llevarán a cabo una revolución.

En este proceso es fundamental el desarrollo de la conciencia de clase, que el trabajador rompa su alienación ideológica y se dé cuenta de que él, como clase, es el generador de toda la riqueza social. A partir de ahí, Marx propone a los trabajadores organizarse en partido y llevar a cabo una conquista del poder político, dado que las experiencias sindicales en Inglaterra y del socialismo utópico en Francia han demostrado que sin conquista del poder político es imposible modificar las relaciones de producción.

Para Marx, el Estado no es, como en Hegel, la identificación de los intereses individuales y comunes, sino que el Estado es un instrumento al servicio de los intereses de la clase dominante. En la sociedad capitalista, las relaciones económicas se amparan en una superestructura ideológica y jurídica que se asienta en las leyes, las instituciones del Estado, la educación y la religión. Esta superestructura tiene que cambiar con el fin del capitalismo y, por ello, el Estado tiene que pasar a representar los intereses de los trabajadores. Mientras no se modifiquen las relaciones de producción y se elimine la propiedad privada de los medios de producción, absolutamente todas las formas de organización social irán encaminadas a la explotación de los trabajadores. Por ello, es imprescindible la conquista del Estado.

Tras esta conquista, el Estado, en manos de los trabajadores, llevaría a cabo las reformas necesarias para desembocar en una sociedad en la que desaparecería la propiedad privada de los medios de producción y, con ella, las clases sociales.

Algunas de las reformas que Marx propone en el Manifiesto comunista son: expropiación de la tierra, socialización de la industria, los transportes y las fuentes de energía, sanidad y educación universales, abolición del trabajo infantil, abolición del derecho de herencia y nacionalización de la banca.

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