Ortega y Gasset: Contexto Histórico, Pensamiento Filosófico y Raciovitalismo
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Contextos
La situación de España a finales del siglo XIX y comienzos del XX se caracteriza por el atraso económico, la agitación social y el agotamiento político. La revolución industrial llegó a España tardíamente, generalizándose solo a partir de la segunda mitad del siglo XX. Hasta entonces, predominaba una economía agraria en manos de una oligarquía terrateniente. En lo social, destaca el desarrollo de las organizaciones obreras. La esfera política se caracterizó por la restauración de la monarquía constitucional. La primera mitad del siglo XX presencia la búsqueda, finalmente fracasada, de un modelo de Estado. Ni la dictadura de Primo de Rivera ni la II República lograron estabilizar el país, lo que desembocó en la Guerra Civil y la posterior dictadura del general Franco.
La "invertebración de España" fue un problema que preocupó a Ortega y Gasset. Desde el punto de vista cultural, el siglo XIX fue testigo de fuertes cambios en el mundo artístico, con el abandono de la representación realista y la aparición del vanguardismo y el fauvismo, caracterizado por el uso de colores vivos y expresivos. También destacan el expresionismo, el cubismo y el surrealismo. En literatura, se observa una mayor atención a la forma. En España, estos movimientos de vanguardia adquirieron personalidad propia, aunque el surrealismo fue el de mayor influencia, especialmente entre los poetas de la Generación del 27.
En el ámbito científico, se viven momentos de crisis, especialmente en la física, que amplía su campo de explicación hacia el mundo infraatómico y los espacios estelares. Surgen la física newtoniana, la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad, que cuestiona la concepción absoluta del espacio y el tiempo. Contemporáneos a Ortega y Gasset, en filosofía destacan Heidegger, Russell, Wittgenstein, el Círculo de Viena, la Escuela de Fráncfort, Hartmann y Bergson, entre otros, sin olvidar el desarrollo científico de Einstein, Heisenberg y Bohr.
Desde que la Ilustración entronizó la "razón", este concepto se fragmentó en diferentes modelos. Así, encontramos una razón positivista en Comte, una razón histórica en Dilthey, una razón fenomenológica en Husserl y una razón analítica en los análisis del lenguaje. Ortega intenta superar el rechazo frontal de Nietzsche a la razón, defendiéndola pero reconociendo que Sócrates la estableció de forma unilateral. Para Ortega, la razón es una dimensión de la vida y debe servirla, no anularla. Propone una razón vital, no una "razón pura" aislada. Por ello, Ortega se embarcó en una reforma total de la filosofía, del ser y del conocer. Entendía la filosofía como un saber radical, que plantea los problemas fundamentales, distinguiéndose de otros conocimientos que domestican y fragmentan la vida. En el pensamiento de Ortega confluyen diversas influencias, como el neokantismo de Natorp y Cohen, el vitalismo de Nietzsche, la fenomenología de Husserl, el historicismo de Dilthey y el "ser y tiempo" de Heidegger, entre otros. A pesar de ello, Ortega es un pensador original que dotó a la filosofía española de un lenguaje propio y digno. Su estilo le convierte en un maestro del lenguaje, y su interés por la pedagogía le sitúa como una figura clave del renacer intelectual español.
Justificación
Para Ortega y Gasset, la filosofía aspira al conocimiento del "todo". El objetivo del pensamiento filosófico es averiguar qué es la realidad como conjunto, qué es el universo. Los filósofos anteriores al Renacimiento se centraron en el "mundo cósmico", mientras que los modernos, tras la experiencia del fracaso, adoptaron una actitud precavida, dudando del mundo y encontrando en el pensamiento, en la conciencia, la única certeza. El dato radical no es la existencia del mundo ni la del yo, sino la coexistencia del yo con el mundo. La filosofía, según Ortega, debe ser una reflexión sobre la vida, sobre "mi vida". La vida de cada ser humano está constituida por lo que hace y por lo que le pasa. El hombre no solo vive, sino que se ve a sí mismo viviendo. Por eso, la circunstancia no es solo el mundo que rodea al hombre, sino un ingrediente esencial de su vida. Este es el sentido de la famosa frase de Ortega: "yo soy yo y mi circunstancia". El 'yo' no puede ser reducido a una entidad independiente; la circunstancia es el medio en el que el hombre se desenvuelve inevitablemente. Para Ortega, vivir no es entrar por gusto en un lugar; la vida es dada al hombre, el hombre es arrojado a ella, pero la vida es un problema que cada uno debe resolver. El hombre se hace a sí mismo; vivir consiste en decidir lo que se va a hacer, en empezar por ser futuro, por ser proyecto.
Según Ortega, definir la verdad es un problema dramático que da lugar a dos posturas: el escepticismo, que renuncia a la idea de que la verdad pueda ser conocida por el hombre, y el dogmatismo, que, para salvar la verdad, renuncia a la vida y a la historia, considerando la verdad como algo abstracto e invariable. La verdad que el hombre puede alcanzar nunca será plena; su conocimiento nunca agotará el objeto, nunca encajará plenamente en la realidad. Esto se entiende como la verdad como perspectiva. La perspectiva individual es el único modo de aprehender la realidad. Ortega utiliza por primera vez el término perspectivismo en su obra Meditaciones del Quijote, donde atribuye el hecho de que el conocimiento implique siempre una perspectiva a la realidad misma, no al sujeto que la conoce. La realidad tiene una estructura propia que consiste en ser perspectiva. Incluso en El tema de nuestro tiempo (1923), la perspectiva es uno de los componentes de la realidad; una realidad que, vista desde cualquier punto, resultase siempre idéntica es un concepto absurdo.
Ortega distingue entre pensamiento y conocimiento: el pensamiento es un orden que permite vivir en el mundo, y el conocimiento es el resultado de la actividad del pensamiento. La "razón vital" y la "razón histórica" son aquellas que conocen la vida, esa vida que hacemos, que inventamos. El pensamiento es, pues, una función de la vida creadora y no una expresión de la naturaleza humana. El raciovitalismo de Ortega afirma que el conocimiento es de naturaleza racional y que la vida constituye su tema central. Ortega no define la razón como una operación intelectual, sino como la única posibilidad que tiene el hombre de caminar sobre el resbaladizo suelo de su existencia. El principio cartesiano "pienso, luego existo" se convierte en Ortega en "pienso porque vivo". Esto le lleva a distinguir entre "ideas" y "creencias". Las ideas se elaboran, se propagan, se discuten o se desechan, pero no se puede "vivir de ellas".
Ortega entiende que las sociedades humanas siempre se han podido dividir en dos clases: las minorías selectas y la masa rígida. Ortega constata que "la vida humana, en su totalidad, ha ascendido". Según él, el problema es que las minorías selectas han desertado, que no hay proyecto. El hombre masa domina todas las cosas, pero no es dueño de sí mismo; vive sin programa de vida, sin proyecto. El hombre europeo se comporta como un "señorito satisfecho", utiliza y goza de lo que tiene sin hacer esfuerzo alguno.