Oratoria Clásica: Arte, Tipos y Maestros de la Persuasión
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LA ORATORIA
I.- INTRODUCCIÓN
La oratoria es el arte de crear bellos discursos con la intención de persuadir. En la sociedad democrática y participativa ateniense de los siglos V y IV a.C., la elocuencia, el dominio de la palabra y el buen uso del lenguaje gozaron de gran importancia. El ciudadano que debía afrontar un pleito o expresar su opinión en la Asamblea, así como el gobernante que debía convencer a sus ciudadanos, tenían que saber hablar bien y expresarse en público.
II.- TIPOS Y PARTES DE LOS DISCURSOS
Hay distintos tipos de oratoria de acuerdo con los fines concretos que se persiguen:
- Discursos deliberativos o políticos: enseñaban el arte de disertar en la asamblea y deliberar sobre diversos asuntos convenientes a la ciudad. Están orientados al tiempo futuro.
- Discursos forenses o judiciales: servían para los procesos judiciales, pues no existía la figura del abogado. Se pronuncian ante un tribunal y versan siempre sobre sucesos pasados. El objetivo clave es conmover al receptor.
- Discursos epidícticos o de aparato: se pronunciaban ante grandes multitudes en las fiestas. Son discursos de alabanza a personajes o discursos fúnebres. Su tiempo de referencia es el presente.
La elaboración de un buen discurso debe pasar cuatro fases:
- El tema objeto del discurso: qué es lo que se quiere decir y expresar.
- Conseguido el material, hay que ordenarlo de acuerdo con un esquema correcto.
- Se comienza con un prólogo, que tiene por finalidad captar al auditorio, se sigue con el cuerpo central, donde aparecen las ideas principales.
- Se termina con un epílogo, que pretende sintetizar los argumentos.
La forma del discurso es primordial. Corrección, claridad, buen gusto y ornato son imprescindibles. La pronunciación y declamación son también fundamentales; la voz y el gesto deben guardar relación con las palabras y las ideas.
III.- LOS LOGÓGRAFOS
Los primeros oradores destacan en el campo de la oratoria privada de tipo judicial y reciben el nombre de logógrafos. El cliente aprende de memoria el texto que el experto ha preparado para él y lo declama ante el tribunal.
Lisias (445 – 380 a.C.)
Era un meteco, extranjero que vivía en Atenas. No tenía la ciudadanía ateniense ni derechos políticos. Se ganó la vida componiendo discursos de defensa o acusación que el cliente leía ante el tribunal. Se le atribuyen unos 230 discursos, de los que conservamos 35, que destacan por ser un griego fácil y agradable, repleto de ingeniosas argumentaciones. Tocan aspectos como asesinatos, adulterios, malversación de fondos, abandono de las responsabilidades y deberes militares. Destacan los discursos En favor del inválido, Contra Eratóstenes y el Elogio fúnebre a los muertos en la guerra corintia.
IV.- ISÓCRATES (436 – 338 a.C.)
Es el educador de la Grecia del siglo IV a.C., del helenismo, del mundo romano y del nuestro, desbancando a los filósofos. Fue logógrafo y, posteriormente, profesor de retórica. Se le considera el creador del discurso de aparato, que se convierte en un instrumento de acción (política, sobre todo) y en un medio para hacer circular ideas. Sus discursos eran muy elaborados, buscaba la armonía y el equilibrio. Isócrates fue el primero en considerar el lenguaje como algo que se puede modelar a voluntad y le dio importancia al acabar bien un período, con ritmo, evitando las cacofonías y el hiato. Toda su vida se lamentó de la desunión de los griegos frente al peligro de los persas, confiaba en la unión de Atenas y Esparta, pero se sintió decepcionado y llegó a confiar en Filipo de Macedonia como protector de Grecia. Entre sus obras destaca la Helena, en que se opone a las ideas de Gorgias, el Panegírico del 380, alabanza de Atenas compuesta para ser recitada en las olimpiadas y el Panatenaico, donde nos ofrece un ejemplo práctico de su método y de sus enseñanzas.
V.- DEMÓSTENES (384 – 322 a.C.)
Es considerado la figura más importante de la oratoria de la literatura universal. Comenzó su carrera como logógrafo realizando discursos judiciales para otros. No obstante, destacará, sobre todo, por su compromiso político y será el mayor opositor a la política expansionista de Filipo II de Macedonia en sus pretensiones de someter a su poder a toda Grecia. Puso todo su empeño en denunciar la pasividad de sus compatriotas y en sugerir que se adoptaran soluciones de tipo político, estratégico y económico. El pueblo valoró su entrega y lo expresó públicamente otorgándole una corona de oro por los servicios prestados a la ciudad. Esta distinción le acarreó una serie de problemas con su rival en la política y en la oratoria, Esquines. Conservamos más de 60 discursos suyos. Posiblemente, no son todos obra de él, sino de su círculo.