La Ópera Italiana del Siglo XIX: Romanticismo, Verismo y el Legado de Verdi

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La Ópera Italiana del Siglo XIX

Italia: Cuna de la Ópera

Italia llevaba la batuta en la ópera desde su nacimiento en el siglo XVII y sigue conservando su rango en este terreno durante el siglo XIX, aunque compartiendo su preeminencia con otras naciones, como Francia y Alemania, en la segunda mitad.

Rasgos Generales de la Ópera Italiana del Siglo XIX

Los rasgos generales de la ópera italiana del siglo XIX serán:

  • Virtuosismo vocal menos acentuado que en épocas pasadas.
  • Cierta superficialidad, sin llegar a una profundidad dramática hasta Verdi.
  • El coro adquirirá paulatinamente mayor importancia.
  • La orquesta aún como acompañante.
  • Al final del siglo, el realismo se trasvasa a la ópera.

Gioachino Rossini (1792-1868)

Rossini será el gran continuador de la tradición mozartiana, cuando la escuela napolitana languidecía, que será el eslabón con la llamada «gran ópera» francesa. Después de iniciar su carrera con «Italiana en Argel», adquirirá renombre universal con “El barbero de Sevilla”. Culminando en 1829, con «Guillermo Tell», después de la cual cesó en su producción teatral.

El exceso de sensualismo y deseos de halagar al público le restan profundidad a sus obras, pero también la espontaneidad de su creación y la fluidez melódica comunican a su obra frescura y vivacidad.

Giuseppe Verdi (1813-1901)

Verdi será el más grande de los operistas italianos del siglo XIX. Nacido en Roncole, no llegaron los éxitos artísticos hasta 1842, con “Nabuco”. En su obra suelen distinguir los autores como tres estilos. Al final del primer periodo, que va hasta 1855, podrían pertenecer las óperas “Rigoletto”, “La Traviata” y “El trovador”. Es la época del patriotismo y de las aspiraciones liberadoras bajo el dominio austríaco, que le hicieron valer el título de héroe nacional.

A partir de 1855 se acerca al espíritu dramático de la obra, con «Simón Bocanegra», “La Fuerza del Sino” o «Don Álvaro» y «Aida». Desde 1871 hasta cerca de 1887 se produjo como un espacio de tiempo sin producción alguna musical, a excepción del «Réquiem» y de alguna obrita.

En 1887, sorprendiendo al mundo con «Otello» y “Falstaff”, obras en las que la música está ya más ligada al drama, la música se hace más profunda, la orquesta y coros adquieren más relevancia, supeditados a la acción.

El Verismo en la Ópera

El Verismo, desechando no sólo la temática mitológica y fantástica del primer Romanticismo, sino también la histórica, trata de buscar un realismo en los asuntos de la vida ordinaria. La música está también impregnada de un realismo. Sus verdaderos representantes son Leoncavallo, con “Los payasos”; Mascagni, con “Caballería rusticana”, y, sobre todo, Puccini.

Giacomo Puccini (1857-1924)

Puccini nació en Lucca, de padres músicos. Ha cosechado los mayores triunfos con la parisina “La Bohème”, la descarnada «Tosca» y la delicada «Madame Butterfly». En sus óperas se respira un hondo lirismo, como legítimo continuador del melodismo italiano y colorismo instrumental, que justifica la posible falta de profundidad y virilidad.

Richard Wagner (1813-1883)

Wagner nace en Leipzig. En 1834 es director musical de los teatros Würzburgo y Magdeburgo, luego de Köenigsberg y de Riga. Aquí compone “El buque fantasma” o «Holandés errante». De 1839 a 1842 pasará en París grandes penurias económicas, fecha en que es nombrado director musical en Dresde, donde estrena Tannhäuser, con su famoso “Coro de Peregrinos”. La sociedad rechaza su obra musical. Por esto, hacia 1848 se refugiará en Suiza, plasma: “El arte y la revolución”, “La obra de arte del futuro”. En 1850, Liszt le estrenará en Weimar la obra “Lohengrin”, en 1859 termina «Tristán e Isolda», inspirada en Mathilde Wesendonck. Por no crear problemas a su amigo, se traslada a Venecia en 1859, desde donde recorrerá diferentes ciudades en giras de conciertos. Gracias a Luis de Baviera, podrá dedicarse en el futuro a la composición, estrenando en 1868 “Los maestros cantores”.

En 1869 se une a Cósima, hija de su amigo Liszt, quien le ayudará en sus ideales musicales, y de la que tendrá un hijo llamado Siegfried. Por fin en 1876 se inaugura el Teatro de Bayreuth con el estreno de “El anillo del nibelungo”. A base de leyendas antiguas intenta resucitar el drama griego, en el que se asocien todas las artes. Su última obra será “Parsifal” (1882).

Wagner ha sido uno de los músicos más discutidos: mezcla de filósofo, poeta, revolucionario… Lo esencial de su pensamiento es realizar la síntesis de todas las artes. Los asuntos son tomados de los mitos y leyendas germánicas, teniendo como modelos a los trágicos griegos. Partiendo de las teorías filosóficas de Schopenhauer, es una constante en sus obras la renuncia y la redención por el amor. Las escenas se encadenarán sin corte ni distinción entre aria y recitativo como una melodía infinita o continua.

Características de la música de Wagner:

  • El drama
  • El leitmotiv
  • Melodía infinita
  • Gran orquestación
  • Cromatismo

Temas principales:

  • La mitología germánica

Frédéric Chopin (1810-1849): El Poeta del Piano

Chopin quizá sea el único compositor romántico que casi se dedicó exclusivamente al piano, en el que ocupará uno de los puestos más relevantes en la historia universal de este instrumento. Nació cerca de Varsovia en 1810, se establece definitivamente en París hacia 1830 al enterarse de la toma de Varsovia por los rusos, sin poder regresar jamás a su tierra. Se dedicó preferentemente a la composición y a tocar en los salones aristocráticos y en círculos de amigos, entre los cuales llegó a convertirse en el ídolo de París. Muere de tuberculosis en 1849, rodeado de admiradoras. En su testamento deja tres deseos: no ser enterrado vivo, echar sobre su tumba el puñado de tierra polaca que había conservado siempre consigo y enviar su corazón a Polonia.

En Chopin, según Heine, confluyen tres nacionalidades: “Polonia le da dolor estoico y espíritu caballeresco; Alemania le confiere el sentimiento romántico, y Francia le da su gentileza y gracia; pero cuando se sienta al piano, ya no es polaco ni francés ni alemán.”

Sus formas pianísticas no se ciñen al esquema clásico ni a los desarrollos beethovianos. Sus formas favoritas son fantasías libres de corta extensión, donde subjetivamente se deja llevar por sus atormentados sentimientos de ternura, nostalgia y exasperación; de aquí que la mayoría de sus títulos sean baladas, estudios, nocturnos... Su estilo melódico es lírico, con adornos que semejan arabescos. El cromatismo de sus acompañamientos confieren a su armonía un refinamiento y colorido policromo. Las combinaciones rítmicas son siempre nuevas e impregnadas de esencias y giros polacos. Tiene una cierta flexibilidad rítmica que se traduce en el llamado “rubato”. Su sensibilidad era extremada. Escribió unas 58 mazurcas basadas en la vieja danza polaca. En sus Impromptus abundan los rasgos virtuosísticos. Su genio llegó a estilizar el vals de los salones. Pero los Nocturnos, quizá sean las páginas más subjetivas e introspectivas de Chopin; de gran intensidad lírica. Piezas magistrales son los 26 Preludios, se cita “De la gota de agua”.

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