Obras Maestras de Goya: Frescos de San Antonio de la Florida y El Quitasol

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San Antonio de la Florida (1798)

En 1798, a los 52 años y en un momento de plenitud creadora, Francisco de Goya recibe el encargo de llevar a cabo la decoración de la ermita de San Antonio de la Florida. El tema representado es un episodio de la vida del santo en el que éste se traslada milagrosamente de Padua a Portugal para salvar la vida de su propio padre, acusado falsamente de homicidio.

El Milagro de San Antonio

Goya elige el momento en que San Antonio, colocado sobre una roca, invoca al difunto y éste, ya incorporado, se dispone a hablar. Lo representa como un fraile humilde, que está bendiciendo, con el nimbo alrededor de la cabeza para resaltar su condición de bienaventurado. Para sus pinturas religiosas, el artista se asesoraba siempre previamente, consultando obras o preguntando a personas preparadas.

La Multitud y la Composición

En la cúpula, la multitud asiste al milagro alrededor de una barandilla fingida, cuya monotonía se rompe con la mancha blanca de la sábana, que sirve para cerrar la composición. Este es un recurso que ya había utilizado Mantegna y más tarde usarían otros artistas como Correggio o Tiépolo. El artista traslada la escena del siglo XIII al XVIII, y la sitúa al aire libre, quizás en la ribera del Manzanares, con personajes madrileños. Aparecen representadas gentes de toda condición social y el artista hace un verdadero estudio de diferentes tipos humanos y de las diversas actitudes que cada uno adopta ante el milagro. Todo transcurre sobre un fondo paisajístico que nos recuerda a sus cartones para tapices.

Innovación y Simbolismo

Goya renuncia a la jerarquía tradicional, ya que lo más usual en las iglesias era situar en las zonas altas (cúpula) las escenas celestes y en las bajas las terrenales. Sin embargo, en San Antonio el milagro se encuentra en la parte superior y en la inferior el artista pinta ángeles femeninos, representados como mujeres de gran sensualidad y belleza, que descorren unas cortinas, como si estuviéramos ante un escenario, mostrando al espectador lo que sucede en lo alto. En las pechinas aparecen angelitos sentados o tumbados que juguetean e intentan sostener pesados cortinajes.

Técnica y Estilo

Goya realizó la obra, para la que hizo previamente una serie de bocetos preparatorios, con relativa rapidez y trabajó con absoluta libertad, no como le había sucedido años antes en El Pilar. En cuanto a la técnica, ha habido ciertas discrepancias entre los especialistas. Parece que utilizó la técnica del fresco, pero con retoques al temple. Su estilo es absolutamente innovador. Pinta a base de veladuras y transparencias, que van configurando los rostros, las formas y los ropajes, a veces con tanto grosor, que producen sensación de relieve. Su pincelada es muy suelta y audaz. Respecto al color, hay en la obra una entonación general gris verdosa, que destaca sobre el azul claro del cielo y se anima con los rojos, amarillos, blancos y azules de los vestidos.

El Quitasol (1777)

En 1775, Goya recibe el encargo de realizar una serie de cartones para tapices, destinados a la Real Fábrica de Tapices de Santa Bárbara, creada por Felipe V y que tuvo su mejor momento durante el reinado de Carlos III. Los tapices estaban destinados a decorar las grandes y fastuosas salas de las residencias reales, y era una costumbre introducida en España por los Austrias. La realización de cartones (los lienzos que servían como modelo a los maestros tapiceros) era una ocupación habitual entre los pintores de la época.

Descripción de la Escena

El Quitasol, uno de los cartones más célebres, debía formar parte de la decoración del comedor de los Príncipes de Asturias (el futuro Carlos IV y su esposa María Luisa) en el Palacio de El Pardo. La escena representa a una pareja: él, vestido de majo madrileño, protegiendo del sol con una sombrilla, símbolo del cortejo y la galantería, a una dama vestida a la francesa con un perrillo faldero acurrucado sobre su delantal blanco. La mujer mira abiertamente al espectador, con coquetería, haciéndole partícipe de la escena, que se desarrolla al aire libre.

Composición y Colorido

El esquema compositivo es triangular, aunque Goya lo rompe introduciendo elementos que van en otras direcciones, como la sombrilla, el árbol del fondo o el muro. El colorido es muy vivo, sobre todo en la riqueza cromática con que está tratado el traje de la dama: mantilla de seda blanca morada con vueltas de piel, pañuelo anudado en forma de flor, corpiño de seda azul y falda amarilla sobre la que resalta el delantal blanco. Destaca el contraste entre el verde de la sombrilla y el rojo tocado de la muchacha.

Luz y Sombra

La escena es muy luminosa y la inclusión de la sombrilla permite a Goya demostrar su maestría, al dejar parte del rostro de la dama en penumbra, mientras el resto aparece iluminado por una luz que parece surgir desde abajo.

Influencia y Estilo

La obra refleja la influencia del rococó francés, aunque Goya imprime en ella su sello personal.

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