Obras Maestras del Barroco: Escultura y Pintura
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Escultura Barroca
Baldaquino de San Pedro (Bernini)
Urbano VIII encargó a Bernini la realización de un gran “mueble” litúrgico sobre el lugar donde se halla la tumba de San Pedro. Bernini concibió una obra grandiosa de 28,5 m de altura, a modo de gran dosel o baldaquino sobre el altar mayor. Está realizado en mármol y bronce (en su color natural y dorado). El baldaquino es una obra impresionante, perfectamente integrada en el interior de la basílica, eje visual dentro del espacio interior. Está formado por cuatro gigantescas columnas salomónicas con capiteles de orden corintio, elevadas sobre pedestales de mármol. Las columnas están decoradas con acanaladuras y ramitas de laurel en el fuste. Sobre ellas descansa un entablamento con colgaduras en las que aparecen las abejas de los Barberini. Cuatro grandes volutas rematan el baldaquino potenciando la impresión de ascensionalidad. En las esquinas se sitúan cuatro ángeles, que sujetan los cordones del dosel, y en el centro unos angelitos llevan los símbolos papales: la tiara y llaves de San Pedro. Este gigantesco baldaquino se sitúa sobre la tumba de San Pedro, el primer Papa.
Éxtasis de Santa Teresa (Bernini)
Este grupo escultórico se encuentra situado en la iglesia romana de Santa María de la Victoria de Roma. Representa a Santa Teresa turbada ante uno de sus episodios místicos en el que un ángel traspasa su corazón con un dardo. La obra forma parte de una gran escenografía. La familia Cornaro, representada en dos palcos, uno a cada lado, asiste asombrada al milagro. El grupo escultórico por sí solo no causaría el impacto que ocasiona al participar de la escenografía de la capilla, en donde el color de los mármoles, las pinturas y el dorado acentúan la riqueza cromática. Los juegos lumínicos se logran mediante filtros como el trampantojo cenital. La Santa refleja en su rostro el trance mientras que sus miembros cuelgan desmayados y los ropajes se pliegan y se mueven, produciendo una espectacular plasticidad a base de luces y sombras.
Cristo Yacente (Gregorio Fernández)
En esta representación de Cristo yacente, Gregorio Fernández crea una imagen de profundo dramatismo. Cristo aparece tendido con la cabeza inclinada hacia la derecha y los párpados y boca entreabiertos. Su cuerpo desnudo refleja un perfecto estudio anatómico de extraordinario realismo que podemos apreciar en las costillas marcadas, la elevación del esternón o en la representación de llagas y heridas sangrantes. La utilización de la madera policromada refuerza esta apariencia tan real. El tratamiento dado a las telas, con pliegues duros y angulosos, refleja el influjo de la pintura flamenca. La obra quiere conmover al espectador, transmitirle todo el dolor y el sufrimiento de Cristo como hombre, para conseguir el acercamiento del hecho religioso a la sensibilidad del creyente.
Inmaculada (Alonso Cano)
Alonso Cano hizo para el oratorio de la Catedral de Granada, realizada para el remate del facistol del coro. La talla está realizada en madera de cedro policromada y representa a la Virgen casi niña. Viste una túnica verdosa y un manto azul oscuro. Estos ropajes presentan numerosos pliegues en los que se producen fuertes contrastes de luz y sombra. La mirada abstraída de la Virgen parece vuelta hacia su interior. Los cabellos caen lisos y suaves sobre hombros y espalda. Las manos de dedos finos y largos se unen ligeramente desviadas a un lado para evitar una disposición demasiado simétrica. En la nube de apoyo se insertan tres cabezas de ángeles y los cuernos invertidos de la luna. Un rostro casi infantil, con enormes ojos rasgados, nariz fina y boca pequeña, que plasma a la perfección el ideal de belleza que el artista persiguió siempre a través de toda su obra.
Pintura Barroca
Vocación de San Mateo (Caravaggio)
Se trata de una escena religiosa, pero con una premeditada ambientación profana y descontextualizada históricamente. El tema es claramente simbólico y contrarreformista. Se trata de la elección que realiza Cristo (la vocación) sobre cualquier persona, se haya tenido el pasado que fuera, para que le siga, instituyéndose así el sacramento del orden sacerdotal.
El Rapto de los Hijos de Leucipo (Rubens)
Es una obra de tema mitológico. En concreto representa a los dióscuros, hijos de Leda y de Zeus, que se había unido a Leda adoptando forma de cisne. Son estos dos hermanos los que raptan a las hijas de Leucipo. El cuadro es un buen ejemplo de plástica barroca: por su dramatización de la escena; su composición tremendamente dinámica; y esa voluptuosidad formal. Un estallido tremendo a la vez de sensualidad y de violencia. Del centro del cuadro, establecido en el punto de contacto de los cuerpos de ambas hermanas, surgen dos líneas curvas divergentes a partir de las cuales se multiplican hacia los ángulos del lienzo un sinfín de líneas abiertas y diagonales, que abren la composición al infinito. Un color cálido, pastoso y brillante contribuye a subrayar el dramatismo teatral de la escena y su voluptuosa sensualidad. Es un cuadro mitológico, con varios significados, desde el freno de la pasión por el amor, la ascensión del alma al cielo debido al movimiento ascendente que prima en la composición e incluso se ha interpretado como una alegoría del matrimonio o de la armonía conyugal.
La Ronda de Noche (Rembrandt)
Obra maestra del autor holandés de grandes dimensiones. Se trata de un retrato colectivo que representa el momento en que la Compañía se pone en marcha, dirigida por el capitán Cocq. Detrás aparecen soldados, niños corriendo, una muchacha que resplandece y un perro que ladra, añadidos por el pintor sin más motivo que animar la escena. La composición es muy compleja, aparentemente desordenada. Presenta al grupo de forma espontánea y libre, captado en un instante, como si se tratase de una fotografía. Hay enorme animación, variedad de actitudes. La luz es casi tenebrista, unas figuras son muy visibles, pero otras desaparecen en la penumbra y sólo vemos sus cabezas creando una escena mágica. El color es rico en matices, sin dibujo previo que diluye los contornos. Debido a un barniz aplicado para su conservación, el cuadro se oscureció y erróneamente se ha conocido popularmente como “La Ronda de Noche” aunque la escena es un interior a mediodía.
Las Meninas (Velázquez)
Gran obra de Velázquez que en la colección real era conocido como La Familia. En 1843, fue rebautizado como Las Meninas, ya que menina era el nombre que recibían las doncellas de honor, que en este caso acompañan a la infanta Margarita. En el grupo del primer plano, destaca la figura central de la Infanta Margarita, hija de los reyes, acompañada por sus tres meninas. A la derecha, una enana y un enano que molesta al perro. Detrás de ellos, en la penumbra, un guardadamas, y a la izquierda, el propio pintor. Al fondo, descorriendo la cortina, José Nieto, el aposentador de la corte como punto de fuga, y a la izquierda, en el espejo, la imagen de los reyes, Felipe IV y Mariana de Austria. Todo el vasto espacio es tratado con una perspectiva aérea perfecta, con zonas más iluminadas y otras en penumbra. La pincelada es larga y fluida, y el color y matices de gran riqueza. El cuadro fue muy apreciado por Felipe IV, quien con frecuencia visitaba a Velázquez en su trabajo. La cruz que luce el pintor sobre su pecho como caballero de la Orden de Santiago fue añadida después de su muerte por orden del rey.
Las Hilanderas (Velázquez)
Las Hilanderas es uno de los mejores exponentes de perspectiva aérea. La técnica es prodigiosa: la pincelada suelta, el toque breve, el color armonizado y, sobre todo, la perfección de la luz. Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento, como se aprecia en la rueca de la izquierda y en la figura de la derecha que devana la lana con tanta rapidez que parece que tiene seis dedos. También hay que destacar el efecto atmosférico, es decir, la sensación de que entre las figuras hay aire que distorsiona los contornos y hace que las figuras estén borrosas. La pincelada no puede ser más suelta, utilizando manchas como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro, que está a contraluz. La luz viene de la derecha, siendo admirable que con tan limitado colorido se obtenga esa excelente luminosidad. En cuanto a la composición, la vieja de la rueca y la muchacha de espaldas trazan una V que enmarca la escena del fondo. En el primer plano algunas figuras aparecen bien iluminadas pero inmediatamente la oscuridad transforma a la figura del centro en un amasijo de manchas borrosas. Todo lo que rodea al arco está en penumbra pero al fondo, la escena principal aparece inundada por un torrente de luz diagonal que penetra por la ventana. Esa alternancia de planos lumínicos produce una sensación de profundidad y subraya el efecto de la perspectiva aérea.
El Conde Duque de Olivares (Velázquez)
El Conde-Duque aparece montado sobre un caballo, de perfil, y mirando al frente, como si se alejase de nosotros en una postura totalmente escorzada. Parece que se dirigen al campo de batalla, que se adivina al fondo. Don Gaspar lleva armadura negra recamada en oro a la vez que sostiene en la mano derecha un bastón o bengala que simboliza el mando militar. El ritmo de la composición se consigue con enérgicas diagonales relacionados con la figura de Olivares, que se equipará con el Rey en un retrato de majestad, obligando al caballo a alzar las manos en posición de corveta con unas formas robustas y redondeadas. Hay que tener en cuenta el fondo del paisaje, interpretado con una gama de verdes y grises. En el horizonte se podría decir que pintan el cielo y tierra en su infinitud. El cielo se ha oscurecido con un humo gris azulado que se eleva de una ciudad en llamas. El color acusa los contrastes entre el rostro de Olivares, su coraza, la banda, los marrones del caballo y los azules y terrosos del paisaje. Utilizaba pinceles largos para las manchas con menudos toques de pincel.
Martirio de San Felipe (Ribera)
Representa los preparativos de la tortura de San Felipe, que tras la muerte de Jesús, marchó a predicar entre los paganos de Frigia (actual Turquía), quienes decidieron darle muerte, atándolo a una cruz con cuerdas. Destacan los violentos escorzos. El santo atado muestra su resignación, a su lado los verdugos se deciden a atarlo e izarlo a la cruz. A derecha e izquierda, grupos de personas observan la escena, algunos indiferentes como la mujer con el niño. Destaca la monumentalidad de las figuras, sobre todo la del santo. Los colores son oscuros destacando el rojo de un verdugo. En la parte superior el cielo es amplio, y las cuerdas y la cruz guían la vista fuera del lienzo. Se trata de una obra de madurez, abandonado casi el tenebrismo, demostrando mayor luminosidad. Refleja los tensos preparativos para el martirio, con el santo abandonado a la resignación. La obra es un juego de diagonales y horizontales.