Obras Maestras de la Arquitectura y el Arte del Siglo XX

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La Unidad de Habitación de Marsella (Le Corbusier)

La Unidad de Habitación fue encargada por el gobierno francés como viviendas sociales tras las destrucciones de la II Guerra Mundial. Le Corbusier intenta crear en ella una verdadera ciudad autosuficiente. El edificio, proyectado para 1.600 habitantes, cuenta con 58 apartamentos en dúplex y galerías comerciales en sus corredores interiores. Se apoya en gigantescos pilotes que eliminan las humedades y dan un espacio interno utilizable para numerosos usos. La estructura de hormigón de grandes pilares permite tanto la planta libre (que puede ser distinta en cada planta) como la fachada-cortina, con tantas ventanas como se quiera, pues tanto los muros interiores como exteriores no son sustentantes. Las ventanas apaisadas y corridas proveen una máxima luminosidad, reservando la intimidad. La terraza-jardín, con nuevos sistemas de cubrición, permite prescindir de los tejados clásicos para crear una terraza plana ejemplar, que incluía una piscina, una pista de atletismo de 300 metros, un gimnasio cubierto, un club, enfermería, guardería y espacio social. El material no se encubre ni se pinta. Sus colores grisáceos, sus texturas y su pasividad dan una fuerte expresión a la obra y anuncian lo que el propio Le Corbusier denominará como brutalismo.

La Bauhaus (Walter Gropius - Van der Rohe)

Se sitúa en Dessau, Alemania. La intención de la Bauhaus era combinar las actividades formativas de una Academia de Arquitectura y de una Escuela de Artes y Oficios. Fue una Escuela de Arquitectura y Diseño fundada por Walter Gropius en 1919, en la ciudad alemana de Weimar. El edificio de la Bauhaus era de planta geométrica pero carente de simetría, formada por varios pabellones y puentes en los pisos altos para enlazarlos, y con grandes ventanales. En 1927, la Bauhaus pasó a ser dirigida por Meyer, pero en 1930 fue destituido por motivos políticos. En su última fase, de 1930 a 1933, la Bauhaus se trasladó a Berlín y tuvo como último director a Van der Rohe. Para éste, el poeta de las rectas y de los planos, el hierro y el hormigón deben ir en el interior como un fuerte esqueleto, mientras que el vidrio formaría la piel. En 1933, cuando los nazis alcanzaron el poder, la Bauhaus fue clausurada. Meyer marchó a Rusia y Gropius y Mies Van der Rohe emigraron a EEUU. Gropius dirigió el Departamento de arquitectura de la Universidad de Harvard. Rohe impartió clases en Chicago.

La Casa de la Cascada (F. Lloyd Wright)

Construida en un bosque de Pensilvania por encargo de Edgar Kaufmann, cerca del torrente Bear Run. La casa se integra perfectamente en la naturaleza que la rodea, respetando desniveles, agua y árboles. Consta de 3 plantas escalonadas, la roca natural ejerce de cimientos. En la planta baja, con la gran sala de estar y cocina, en torno a la chimenea, se prolonga una terraza en voladizo sobre la cascada, creando el efecto como si el agua manase de las entrañas del edificio. Arriba se sitúan los dormitorios. El edificio se integra plenamente en la naturaleza que la invade. Los grandes ventanales abren el interior al bosque, formando el mejor ejemplo de arquitectura organicista. La Casa de la Cascada se caracteriza por sus planos horizontales de hormigón adaptados a los desniveles del terreno, por sus muros verticales en piedra de aparejo rústico y por las estructuras voladas sobre la pequeña cascada.

Madame Matisse (Matisse)

Retrato de la esposa del pintor, subtitulado La Línea Verde por la intensa tonalidad que apreciamos en el fondo. Madame Matisse aparece tocada con un elegante sombrero, girada en tres cuartos y dirigiendo su profunda mirada hacia el espectador. El intenso colorido se convierte en el protagonista, aplicado con largas y empastadas pinceladas que recuerdan al impresionismo. Los colores son arbitrarios, rompiendo con la estructura habitual del color, siguiendo a Cézanne. Así, en el rostro de la dama apreciamos toques de color lila, verde, azul o amarillo. El resultado es una obra cargada de elegancia e intensidad, en la que el espectador disfruta de la estridencia tonal que identifica el estilo fauvista, y especialmente de Matisse.

El Grito (Munch)

Es el lienzo de más fama del autor. Pintado en un momento histórico difícil, cuando Europa sufre los cambios de la Revolución Industrial. En el cuadro, una figura (hombre, mujer o el propio pintor) mira al espectador, presa del pánico, tapa sus oídos y grita aterrado. De espaldas al sol, a la gente, a un pequeño pueblo, grita su dramática soledad. Es una obra plenamente expresionista, todos los colores son intensos, de fuertes contrastes que aumentan el dramatismo. Las pinceladas son ondulantes, menos las del puente sobre el que pasean dos figuras. Munch realizó hasta 50 versiones de la obra.

Arco Negro (Kandinsky)

Es un buen ejemplo de la carga emocional que tiene el mundo abstracto de las formas. La dramática composición está compuesta por tres núcleos cromáticos contrapuestos: partiendo de la esquina inferior izquierda, una forma en rojo bermellón apunta hacia el centro a medida que se va haciendo más espesa. Frente a ella se abre paso una silueta azul atravesada por violentas líneas negras y manchas que van desde el blanco amarillento hasta el rojo anaranjado. Sobre ambas resalta un elemento con forma de disco en color violáceo. Mientras que las formas azul y roja se encuentran ancladas en el borde inferior del cuadro, el elemento superior parece flotar como un astro en el espacio, flanqueado por otras formas cromáticas menores. El violeta, color compuesto de rojo y azul, parece como si quisiera recoger los tensos contrastes. Entre los elementos gráficos que atraviesan el lienzo destaca especialmente el arco negro que da nombre al cuadro. A modo de ángulo enlaza las tres formas y refuerza la fusión compensadora del disco violeta. Por otro lado, se podría interpretar como un elemento dinámico que, partiendo de la mancha roja, se quiebra ligeramente penetrando en el disco violeta y después se dirige hacia la forma azul. El arco negro aparece así como una erupción de energía, como la idea de una dura lucha en la que las formas rojas pertenecen a un partido y la huidiza silueta azul al opuesto.

Las Señoritas de Avinyó (Picasso)

Obra que supone el punto de partida del cubismo. Picasso, influenciado por el arte africano, arcaico griego e ibérico, plasma a las prostitutas de un conocido burdel de Barcelona situado en la calle Avignon. Las mujeres se distribuyen en un espacio sin fondo, como un escaparate, mirando directamente al espectador. Abandona la forma tradicional de mostrar el desnudo y ahora son figuras monstruosas, desencajadas en formas geométricas. Se multiplican los puntos de vista, rompiendo definitivamente con la pintura tradicional, y creando el punto de inflexión para el inicio del cubismo y el punto de arranque de las numerosas vanguardias que forman el arte del siglo XX. Picasso tardó en exponer esta obra, y solo unos pocos pudieron admirarla.

El Guernica (Picasso)

Un óleo sobre lienzo de grandes dimensiones en que denuncia el bombardeo de la ciudad vasca de Guernica, y que pintó, por encargo del gobierno de la República, para el pabellón de España en la Exposición Universal de París. Es un documento artístico y social, una metáfora del horror dentro de los presupuestos del expresionismo. El predominio de lo lineal es absoluto, con un dibujo preciso y ausencia de color, sólo el blanco y el negro. Los cuerpos son planos, apenas el caballo posee una ligera sensación volumétrica. Las lámparas no proporcionan luminosidad, son los cuerpos los que parecen desprender luz. Las figuras están distorsionadas, y en los rostros podemos observar planteamientos cubistas. Aunque a primera vista no lo parezca, la composición es ordenada, en forma de pirámide pero también a manera de tríptico. Aparece una intensa línea de fuerza que atraviesa diagonalmente el cuadro en la dirección de las miradas de las figuras, pues todas ellas, menos las dos mujeres, dirigen su rostro hacia la izquierda.

El Profeta (Pablo Gargallo)

Tardó en elaborarlo mucho tiempo, pues la primera idea es de 1904 y su realización de 1933. ¿Qué es un profeta? Quien realiza un camino (lleva una vara o cayado) con un sólido caminar (los pies asegurados en el suelo) para anunciar lo que está por llegar (brazo alzado para el discurso; boca abierta porque está hablando). En esta obra la abstracción es clara. Los elementos son planchas (de bronce o hierro) más varillas curvadas. Con estos componentes tan simples, Gargallo da una peculiar corporeidad a la figura. La rigidez del pedestal y de las piernas contrastan con el dinamismo del resto de la forma, confiada a una sistemática utilización de formas cóncavas y convexas que acentúan la luz y el movimiento. La novedad fundamental se encuentra en la importancia del vacío frente a la masa (lo podemos considerar el creador de la escultura hueca). Estamos hablando del vacío que queda comprendido en el interior de la escultura: ahora el espectador debe "rellenar" lo que falta con lo que apreciamos, un verdadero "volumen virtual". Todo un hallazgo y un resultado a mitad de camino entre la figuración y la abstracción.

Formas Únicas de Continuidad en el Espacio (Boccioni)

La obra de Boccioni es en realidad una experimentación del concepto del movimiento en la escultura. La forma de conseguirlo es abrir la escultura, es decir, romper las líneas cerradas en las que la escultura tradicional envolvía su volumen, de tal forma que sus límites queden imprecisos e indeterminados para el espectador. La escultura podría contemplarse como una figura que avanza imparable a gran velocidad. De tal forma que la obra al final no representa figura alguna, sino el concepto mismo del movimiento. Y esa es la gran aportación de Boccioni a la escultura, la plena liberación del tema y, como en la pintura, la reducción definitiva de la obra de arte a su lenguaje esencial, en este caso, el juego de planos, el juego de luces que provoca el bronce, el concepto de masa variable y el de volumen abierto.

Relojes Blandos (Salvador Dalí)

Son múltiples las interpretaciones que se le pueden dar al cuadro. Algunos símbolos, en cualquier caso, parecen evidentes y hacen clara alusión al paso del tiempo y su relación íntima con un elemento consustancial al mismo como es la memoria. Los relojes derretidos son una muestra del paso del tiempo frente al cual no hay medida posible y acaba destruyendo cualquier esfuerzo de intentarlo. Pero también puede interpretarse que es la memoria la que flaquea con el paso del tiempo. La mosca que aparece en uno de ellos y el sinfín de hormigas que transitan por el único que no se reblandece, el reloj de encima de la mesa, son símbolos que aparecen en muchos de sus cuadros, y siempre bajo el mismo significado de destrucción, como si así respondiera al miedo pavoroso que le tenía Dalí a los insectos desde la infancia. Aunque, como no podía ser de otra forma, también se le han derivado otras simbologías relacionadas con el mundo de las fantasías sexuales. Especialmente la dualidad entre lo duro y lo blando, que en casi todos los cuadros de esta etapa se relacionan bajo la dualidad de lo “firme” del entorno y lo fláccido de las figuras. El cuadro, por lo demás, es un típico prototipo daliniano por la claridad de las imágenes, la perfecta definición del dibujo y la sencillez compositiva, que consigue un efecto doblemente sugerente, por su definición plástica y a la vez por el indudable atractivo que siempre suscitan el enigma y el misterio.

El Carnaval de Arlequín (Joan Miró)

Según sus propias declaraciones, en este cuadro quiso expresar las alucinaciones producidas por el hambre: una noche, tras regresar a casa sin haber comido, anotó sus sensaciones y a partir de ellas pintó una escena en la que el arlequín imagina todo aquello que le podía alegrar. Es un mundo mágico plagado de seres esquematizados. Hay una piscina con peces de colores, gatos fantásticos, amebas flotantes, bichos de variadas formas, algunos alados; una ventana tras la que se divisa un paisaje; una gran mano que cruza por el centro; escalera a la izquierda; notas musicales; cintas; orejas y ojos; formas geométricas perfectas; el arlequín tiene sombrero, bigote, barba y cuerpo de guitarra... todo un universo soñado y de espíritu infantil. La variedad cromática es mucha, pero dentro de los primarios (rojo, amarillo y azul) separados por el negro y el blanco; el color se aplica sin claroscuro y junto con la línea se convierte en el elemento fundamental. El espacio queda confiado a dos tonos que sirven para diferenciar suelo y pared, más la ventana de la derecha que se abre a otro espacio exterior. En esta falsa habitación pasa todo, aunque no sepamos qué es. Lo que sí creemos es que el desván tiene música y que, si "tocamos" alguno de los elementos, los demás entrarán en un movimiento sin final: las ruedas percutirán en las cintas que a su vez modificarán a los animales que harán sonar las guitarras que... Este carnaval es la representación de un universo personal pero que, paradójicamente, invita a la participación del espectador.

El Pájaro (Brancusi)

En bronce pulido, el artista "dibuja" una forma en la que apenas hay masa y gravedad, con unos afilados bordes de extremo cortado y superficie pulida. Lo que sobresale es el refinamiento plástico y formal. La belleza está en la simplicidad y ésta se deriva de un proceso de destilación de la forma en la que se ha suprimido lo descriptivo y lo accidental. Brancusi consigue remarcar esa fluidez con la que la forma parece ascender por el espacio. Reduce la forma del animal y de su movimiento en el espacio, eliminando lo superfluo (renunciando incluso a la representación de las alas del pájaro), estilizándolos al máximo hasta convertir la esbelta forma escultórica en concreción esencial del dinamismo del movimiento ascendente del vuelo del pájaro y de su cuerpo en el espacio.

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