La novela española del siglo XX: realismo, humor y posguerra

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La novela social

Frente a la novela deshumanizada, surge a partir de los años 30 un movimiento que reclama la rehumanización del arte, la vuelta a las preocupaciones humanas. La novela El nuevo romanticismo (1930) de José Díaz Fernández será el detonante de esta nueva literatura. Hechos históricos contemporáneos a estos autores, tales como la Revolución Soviética, la Primera Guerra Mundial o la guerra de Marruecos, motivaron que estos escritores tomaran conciencia de la realidad y sintieran la necesidad de denunciar aquellos aspectos más rechazables de la sociedad. Los temas giran en torno a la guerra de Marruecos y la situación de los obreros y campesinos, con lo que, a veces, estas novelas se convierten en reportajes sociales.

José Díaz Fernández (1898-1940)

Publica El blocao en 1928, que se convierte en una de las primeras obras de este género. La publicación corre a cargo de la editorial Historia Nueva, que contribuye a la consolidación del género con la colección “La Novela Social”. Junto a la novela de Díaz Fernández, en el mismo año aparecen Plantel de inválidos, del peruano César Falcón, y El suicidio del príncipe Ariel, de J. A. Balbontín.

Ramón J. Sender (1902-1982)

Es el principal autor de esta corriente. Con Imán (1930) apuntala el género que estaba naciendo. La preocupación por la denuncia social y el intento por mostrar la realidad tal y como es son dos elementos comunes a la mayoría de las novelas de este autor.

La narración realista decimonónica

La importancia que la novela realista adquirió en la segunda mitad del siglo XIX pervivió en la obra de algunos autores empeñados en prolongarla: Ricardo León y Concha Espina.

Ricardo León (1877-1943)

Estableció un puente directo entre el realismo de Galdós o Clarín y la novela de la primera mitad del siglo XX. En 1908 publicó su novela más exitosa, Casta de hidalgos, con la que se convirtió en uno de los autores de mayor audiencia. Los títulos que le siguieron no alcanzaron tanta popularidad: Comedia sentimental (1909) y Los centauros (1912).

Concha Espina (1877-1955)

Destaca por desarrollar una prosa tenuemente lírica, así como por sus valores estilísticos. Entre sus páginas podemos encontrar los primeros atisbos de denuncia social, aunque muy matizada por el tono de redención cristiana que utiliza la autora, un elemento común a todas sus novelas, que las convierte más en una demostración de piedad que de verdadera denuncia. En La esfinge maragata (1914) Concha Espina critica la situación discriminatoria de la mujer en León. Su mejor novela es El metal de los muertos (1920), en la que el centro temático es el conflicto laboral planteado por un grupo de mineros.

La novela humorística

Wenceslao Fernández Flórez (1884-1964)

Es uno de los pocos autores españoles dedicados casi en exclusividad a la novela de humor, aunque ese tono humorístico irá agriándose poco a poco a causa del escepticismo. En los últimos tiempos su obra está siendo más valorada y reconocida, con lo que puede ser considerado un autor importante de nuestra literatura. Sus primeras obras son fundamentalmente naturalistas e introducen elementos regionales gallegos, con toques eróticos y costumbristas: La procesión de los días (1914), Volvoreta (1917) y Ha entrado un ladrón (1920). Poco a poco su humor se va convirtiendo en más intelectual y crítico, con lo que las novelas de la segunda etapa se desarrollan en lugares imaginarios. Critica los prejuicios sexuales, el apego irracional a la tierra y el falso heroísmo, todo lo cual le lleva al escepticismo: El secreto de Barba Azul (1923).

La novela de los años cuarenta

Tras la Guerra Civil (1936-1939), la sociedad española debía volver a la normalidad, pero esta labor no sería fácil. La ideología de los vencedores se impuso a la de los vencidos en todos los aspectos de la vida, y la novela no sería menos. Las necesidades materiales y la delicada situación social pasaron a primer plano, y en el periodo conocido popularmente como los años del hambre (1939-1945) no había mucho lugar para la creación literaria. De todos modos, hay ejemplos de autores que emprendieron una búsqueda de nuevas formas narrativas que permitieran retomar el desarrollo que la novela estaba alcanzando en los años de la Segunda República.

Rafael García Serrano

Defensor entusiasta del ideario falangista, publicó durante la guerra Eugenio o la proclamación de la primavera (1938) con el fin de apoyar a las tropas nacionales del general Franco. La simbología fascista y las continuas invitaciones a la muerte y al heroísmo por la causa ahogan los valores literarios que pudiera contener. En 1943 publicó su obra más reconocida, La fiel infantería.

Camilo José Cela (1916-2002)

Comenzó a publicar durante los años cuarenta, y suya es la primera gran novela de esta década: La familia de Pascual Duarte (1942). Debido a la brutalidad del argumento y a la triste y desoladora imagen que ofrece de la sociedad española, esta técnica novelesca ha sido denominada tremendismo, caracterizado por el objetivismo del relato y por el dominio del lenguaje y de sus posibilidades expresivas. En la segunda mitad del siglo, Cela se convertirá en el novelista español más reconocido dentro y fuera de España.

El premio Nadal

La creación del Premio Nadal es otro elemento que contribuye al lento despertar de la novela durante los años cuarenta. La primera edición, en 1945, premia a Carmen Laforet (1922-2004), hasta entonces una desconocida joven de veintidós años, por su novela Nada.

Miguel Delibes (1920-2010)

Es el autor que mayor relevancia ha conseguido de cuantos ganaron el premio Nadal durante los años cuarenta. A la publicación de su primera novela, La sombra del ciprés es alargada (1948), siguió poco después El camino (1950), Cinco horas con Mario (1966) o El príncipe destronado (1973).

Juan Antonio Zunzunegui (1901-1982)

Escribe fundamentalmente sobre costumbres populares y temas realistas, con una gran fuerza descriptiva. En cierto modo, se acerca a la crítica social, aunque no es un escritor progresista. Su primer libro es Chiripi (1925). Las siguientes obras de Zunzunegui evolucionan hacia la temática burguesa: Ay... estos hijos (1943), El barco de la muerte (1945) y La úlcera (1948). El resto de su producción se enmarca en los años cincuenta y sesenta.

En conclusión, la novela de la década de los cuarenta se ve totalmente condicionada por las circunstancias de la posguerra.

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