La novela española: Renovación y experimentación (1962-1975)

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Contexto y antecedentes

A partir de 1960, comienzan a manifestarse signos de cansancio del realismo social en la novela española. Nuestros autores se fijan en los grandes novelistas extranjeros (Faulkner, Kafka, Joyce) y, más tarde, en los autores del Boom de la novela hispanoamericana (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez), buscando una renovación narrativa. Este proceso comienza con Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos y será continuado por varias generaciones de narradores: Cela, Delibes, Gonzalo Torrente Ballester, Juan Goytisolo, Juan Benet y Juan Marsé.

Tiempo de silencio no sorprende por su argumento, que se acerca en parte al folletín con tintes policiacos, sino por la renovación de un lenguaje rebuscado y barroco, la inclusión de digresiones sobre Cervantes o un cuadro de Goya, la variabilidad de registros o la ironía.

Características de la novela experimental

Entre las características de la novela experimental se encuentran:

  • El monólogo interior al estilo de Ulises de Joyce.
  • La ausencia de puntuación y cambios tipográficos.
  • Rupturas del espacio y del tiempo.
  • Presencia de lo mágico y maravilloso.
  • La inclusión de todo tipo de textos, tonos y registros lingüísticos.
  • Cambios en el tratamiento de la anécdota y los personajes.

Todo ello exige una mayor participación del lector en la construcción de la novela.

Autores y obras clave

Miguel Delibes se apunta a la renovación con Cinco horas con Mario, largo monólogo interior que se inicia con una esquela funeraria en el que la protagonista evoca desordenadamente su vida y sus obsesiones, y Parábola del náufrago, novela que nos recuerda a Kafka. Cela, con San Camilo 1936, y Torrente Ballester, con La saga/fuga de J.B., marcan hitos importantes en la renovación de las técnicas narrativas.

En 1967, Juan Benet, que había pasado inadvertido hasta el momento, irrumpe con una novela muy experimental: Volverás a Región. De difícil lectura, en ella se cuentan varias historias fragmentadas de personajes sin definir, sin orden cronológico y con cambios constantes de registros (científicos, líricos y prosaicos).

De Juan Marsé destacamos Últimas tardes con Teresa y de Juan Goytisolo, Señas de identidad, una de las mejores novelas de esos años, en la que incorpora casi todos los recursos innovadores mencionados, y, ya en 1970, Reivindicación del conde don Julián.

Debemos destacar también Ninfas (1975) y Mortal y rosa (1975) de Francisco Umbral, autor muy personal que escribe una novela lírica y periodística, autobiográfica y fantástica, con un estilo cuidado, heterodoxo y egocéntrico.

Transición hacia nuevas tendencias

En torno a 1975 se produce un cansancio de tanta experimentación. Los novelistas antes mencionados y las nuevas generaciones de narradores moderan la experimentación y retoman el placer de contar historias. Destacamos La verdad sobre el caso Savolta de Eduardo Mendoza.

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