Nietzsche: Vitalismo, Superhombre y la Afirmación de la Vida
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Nietzsche y el Vitalismo: Una Afirmación Radical de la Vida
Podemos denominar a Nietzsche vitalista porque su filosofía es una afirmación de la vida frente a cualquier consideración, pero hay que tener cuidado de no confundir ni a Nietzsche ni a su obra con otras que también se reúnen bajo la denominación de vitalismo. La filosofía vitalista tiene como primera distinción de las filosofías tradicionales entender la realidad como proceso. Sin hacer metafísica, tratan del ser en devenir, son herederos de Heráclito. Desde el punto de vista antropológico, la libertad es la esencia del hombre, abandonando el concepto tradicional de razón para considerar la razón como vital o histórica. El vitalismo puede ser entendido como una reacción al idealismo alemán de Kant y Hegel, podemos señalar entre sus precursores a Schopenhauer, siendo sus figuras más destacadas Bergson, Dilthey u Ortega y Gasset entre otros muchos. Esto puede ser referido a Nietzsche, pero destaca por la energía, por la pasión con la que afirma decididamente la vida. Un entusiasmo que le convierte en un espíritu trágico, prototipo del artista trágico, dionisiaco, que asume el papel de profeta de la destrucción de la cultura europea, por cuanto ésta al caer en las garras del platonismo y del cristianismo ha traicionado a la vida. Ningún concepto metafísico o teológico puede explicar la realidad y su única manifestación, la vida. Hay que afirmar sin condiciones, la VIDA y el DEVENIR. Pero eso sólo es posible gracias al gran acontecimiento de la modernidad: la muerte de Dios. Nietzsche anuncia a bombo y platillo este acontecimiento que es clave, que más que muerte es asesinato, porque los hombres han dejado de creer en Dios, pero siguen situándolo como valor supremo desde el que apuntalan todos los demás valores: Dios no es sólo una tesis de algunos filósofos creyentes, sino la condición última, definitiva de la existencia de todo lo sensible. Toda la cultura occidental y la metafísica que la fundamenta se ha construido sobre la distinción entre el mundo espiritual y el mundo sensible, situando a Dios en la cúspide de toda la realidad, un concepto vacío, que se asemeja a las momias que elaboraban los egipcios, pero sin ninguna vida.
Nietzsche prefiere el politeísmo griego, cuyos dioses no son sino personificaciones de valores vitales, sabiendo que son falsos nos resultan más verdaderos, por cuanto nos ayudan a vivir.
El Superhombre y la Transmutación de los Valores
La filosofía de Nietzsche es fundamentalmente afirmación de la vida, es un sí a la vida sin concesiones. Los hombres no pueden seguir viviendo como si Dios siguiera existiendo, lo que les lleva al “nihilismo” y a la decadencia. Necesitan crear nuevos valores, trasmutar los valores actuales por valores de vida, como dice Nietzsche, deberán dejar paso al “superhombre”, el hombre nuevo, que como el recién nacido sólo afirma la vida. El hombre se convertirá en superhombre ejerciendo su voluntad de poder. El superhombre es una meta para superar el fracaso que han supuesto los diferentes ideales de hombre propuestos desde los más variados ámbitos. Ya que Dios ha muerto debe vivir el superhombre. Hay que esperar que llegue un salvador capaz de triunfar sobre Dios y la nada. La voluntad de poder, que caracteriza al superhombre sólo puede surgir en el hombre liberado, capaz de permanecer fiel a la tierra, eliminando toda esperanza supranatural. Más que una nueva raza el superhombre es otra versión de la afirmación trágica que dice sí al devenir, al pasar, al puro cambio, al sin sentido, a la nada. La filosofía de Nietzsche es un vitalismo, pero un vitalismo pasional, dionisiaco, repleto de excesos, agónico en su defensa de la vida, decididamente afirmativo.