Nacionalismos periféricos en España durante el siglo XIX

Enviado por Chuletator online y clasificado en Otras lenguas extranjeras

Escrito el en español con un tamaño de 6,84 KB

Los denominados nacionalismos periféricos son movimientos ideológicos que surgen en el siglo XIX debido a diferentes factores:

  • La modalidad nacionalista española predominante en el XIX es fuertemente centralista y represora de las expresiones políticas de la periferia. Por lo tanto, los nacionalismos periféricos nacen como una reacción a las pretensiones centralistas del Estado liberal.
  • La concienciación, fundamentalmente, en regiones como Cataluña, País Vasco o Galicia de sus peculiaridades históricas, lingüísticas, culturales…

En su origen, en la primera mitad del XIX, el nacionalismo periférico fue un fenómeno minoritario asumido solo por un grupo de burgueses e intelectuales, concienciados de las peculiaridades o señas de identidad de su pueblo; se corresponde con la fase del provincialismo. En las últimas décadas del s. XIX, bajo el regionalismo, los objetivos se orientan hacia la descentralización y el autogobierno. En los inicios del s. XX, con el nacionalismo, aparece la defensa de la colectividad como una nación con derecho a un gobierno propio. Los tres grandes nacionalismos fueron el catalán, el vasco y el gallego.

El nacionalismo catalán

Cataluña fue la región pionera en desarrollar un movimiento regionalista. A lo largo del XIX tuvo lugar un crecimiento económico superior al de cualquier otra región española, naciendo una influyente burguesía que sentía que sus intereses económicos estaban poco representados en el gobierno central y reivindicaban a Madrid una política proteccionista. Este desarrollo económico coincidió con un renacimiento de la cultura y la lengua catalana, apareciendo a mediados del XIX el movimiento de la Renaixença que deseaban recuperar las señas identitarias. Por lo tanto el catalanismo surgió de la combinación del progreso económico y el renacimiento cultural.

El paso del catalanismo cultural al político tendría lugar en los años 80, con una orientación regionalista, que aspiraba a lograr un mayor autogobierno para Cataluña. El regionalismo estuvo dividido en dos tendencias:

  • Tendencia progresista: destaca Valentí Almirall, considerado el padre del catalanismo político. Gracias a su impulso se hizo la entrega a Alfonso XII en 1885 del Memorial de Agravios. En este documento se criticaba el centralismo del Estado y se defendía una organización regional. Fue rechazado por el Gobierno de Madrid.
  • Tendencia conservadora: un paso muy importante en la consolidación del regionalismo fueron las Bases de Manresa (1892) aprobadas por la Unió Catalanista (fundada por Enric Prat de la Riba). En las Bases de Manresa está recogido el programa político del catalanismo moderado, católico, defensor de los intereses de la burguesía y no de las clases trabajadoras. En su ideario se busca una organización confederal de España que concediese el autogobierno a las regiones españolas, reconociendo a Cataluña una serie de competencias en política interior y la oficialidad de la lengua catalana.

La crisis del sistema político de la Restauración en 1898 acrecentó el interés de la burguesía catalana por tener su propia representación política al margen de los partidos dinásticos. En 1901 se creó la Lliga Regionalista, fundada por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, para participar activamente en la política a través de diputados en Cortes que defendieran los intereses de Cataluña. Será el principal partido catalanista en el primer tercio del s. XX.

El nacionalismo vasco

En los orígenes del nacionalismo vasco hay que considerar la pérdida de sus fueros tras la Tercera Guerra Carlista en 1876, pero también el desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca (euskera) y de sus costumbres. Su gran propulsor fue Sabino Arana que, en el contexto del fuerte impacto de la revolución industrial en el País Vasco, llegó a considerar a los españoles inmigrantes como extranjeros que ponían en peligro la sociedad tradicional vasca y la pureza racial del pueblo vasco. Otra característica de este nacionalismo fue la fuerte identificación con la religión católica, tal como se recogía en el propio lema del nacionalismo de Arana (“Dios y Tradición”). A diferencia de los otros movimientos nacionalistas, contó con una formulación independentista desde el principio.

Las ideas de Arana prendieron en determinados sectores, sobre todo en la pequeña burguesía y, en 1895, llevaron a la aparición del Partido Nacionalista Vasco (PNV). El progreso electoral fue constante en las primeras décadas del s. XX. En este tiempo en el movimiento nacionalista vasco aparecieron dos tendencias: la radical independentista y la moderada autonomista, tácticas distintas para una misma ideología.

El nacionalismo gallego

En la Galicia del s. XIX también surgió un movimiento defensor de la identidad cultural. La principal peculiaridad del galleguismo, con respecto a los otros movimientos nacionalistas, fue su carácter minoritario, restringido a un grupo de intelectuales y de políticos, dado el carácter eminentemente rural de la sociedad gallega con una enorme influencia del clero y de la hidalguía y una burguesía muy poco representativa. Sin embargo, Galicia coincide con los otros nacionalismos en factores como la defensa de sus rasgos identitarios y las críticas al centralismo. Responsabilizaron al Estado del atraso económico gallego, de las malas comunicaciones, de los escasos investimentos, del problema de la emigración…

En la evolución del galleguismo político del XIX se distingue el provincialismo. Nace en los años 40 de la mano de personajes, como Faraldo Asorey y Miguel Solís, que fueron los pioneros en defender las peculiaridades gallegas y criticar los problemas padecidos; protagonizaron el pronunciamiento progresista de 1846 (Mártires de Carral). La derrota del pronunciamiento supuso un duro golpe para el galleguismo, pero ese impulso precursor se vio reforzado en los años 60 con el Rexurdimento o renacimiento cultural y literario de la lengua gallega, con figuras como Rosalía de Castro, Eduardo Pondal o Manuel Murguía (teoría del celtismo). Este provincialismo se reduce a una corriente de opinión en el seno de la prensa y de la intelectualidad gallega y con apenas actuación política.

El regionalismo, entre 1885 y 1916, sigue defendiendo los rasgos característicos de la cultura y personalidad de Galicia, reclamando al mismo tiempo una autonomía política y administrativa, sin intencionalidad independentista. Dentro del regionalismo gallego se distinguen dos tendencias: la liberal encabezada por Manuel Murguía y la conservadora liderada por Alfredo Brañas.

En el siglo XX, en el nacionalismo propiamente dicho, jugarán un importante papel las Irmandades da Fala.

s Irmandades da Fala.

Entradas relacionadas: