Mitos Clásicos: Hércules, Jasón, Teseo, Prometeo y las Danaides
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Hércules y las Serpientes
Célebres son los doce trabajos de Hércules. Menos conocida es su primera hazaña, la que llevó a cabo con apenas unos meses de vida (ocho o diez, según las distintas fuentes). Hera, implacable en el odio que sentía hacia el hijo de su esposo Zeus y la humana Alcmena, no contenta con haberle privado del derecho al trono de Tirinto, envió dos serpientes, que atacaron a Hércules cuando se encontraba en la cuna. Ante el asombro general, el niño las estranguló entre sus pequeñas manos. Se cita una segunda versión, según la cual habría sido Anfitrión, el esposo de Alcmena, quien habría arrojado las serpientes a la cuna donde se hallaban Hércules y su hermano gemelo Ificles (hijo este de Anfitrión), con el deseo de averiguar cuál de los dos niños era su verdadero hijo: el que salió huyendo era el suyo y el que les hizo frente, el de Zeus. El tema fue motivo de inspiración para los escultores de época romana, que nos han hecho llegar varias versiones sobre el episodio. La que aquí reproducimos la puedes contemplar en el Museo Capitolino, de Roma. La segunda ilustración es un fresco de la casa de los Vettii en Pompeya, que se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. También han reproducido el episodio en sus cuadros Annibale Carracci (Louvre) y Van der Werff (Rijksmuseum de Amsterdam).
Jasón y el Vellocino de Oro
Jasón es uno de los héroes más famosos de la mitología griega. Había sido educado por el centauro Quirón, antes de reclamar a su tío Pelias el trono de Yolco, que legítimamente le correspondía. Bien conocida es la expedición que organizó para cumplir con la condición impuesta: traer el Vellocino de Oro. Era esta la piel de un carnero mágico, que, tiempo atrás, había salvado a dos niños, Frixo y Hele, de las malvadas maquinaciones de su madrastra. Montados a su grupa escaparon por los aires, ya que el carnero tenía el poder de volar. En el curso del viaje, la niña se cayó y se ahogó en el mar que desde entonces lleva su nombre, el Helesponto. Frixo llegó a una región remota, la Cólquide, donde sacrificó al carnero y se lo consagró al dios Ares. La valiosa piel era custodiada por un dragón que estaba siempre alerta, ya que nunca dormía.
Los Cónsules en la República Romana
La mayor trascendencia del cambio de gobierno al pasar de la Monarquía a la República, fue que el poder que se concentraba en la persona del rey se distribuyó entre el Senado, el pueblo y los magistrados. Los cónsules eran los magistrados supremos. Siempre fueron dos, con igualdad de poderes y derecho de veto sobre las decisiones de su colega, para evitar el riesgo de que uno de ellos sintiera inclinaciones hacia la tiranía. El consulado se ejercía durante un año, que pasaba a conocerse con el nombre de los dos cónsules, por lo que se les considera epónimos.
Teseo y las Suplicantes de Eurípides
A medio camino entre el mito de Teseo y el de Edipo se encuentran Las Suplicantes de Eurípides. Ante la negativa de los tebanos de dar sepultura a los argivos muertos en la batalla, las madres de los caídos se dirigen a Etra, madre de Teseo, rey de Atenas, para que interceda ante su hijo y que este consiga la entrega de los cadáveres. Teseo los recupera por la fuerza y se procede a las honras fúnebres. Innovación de Eurípides es el suicidio de una de las viudas, Evadne, que se arroja a la pira funeraria de su marido Capaneo. Es de resaltar el mensaje pacifista que se desprende de la obra, típico del autor. Al trágico matrimonio de Teseo con la cretense Freda están dedicadas el Hipólito de Eurípides y la Fedra de Séneca.
El Mito de Prometeo
Al mito de Prometeo dedicó Esquilo una trilogía compuesta por Prometeo portador del fuego, Prometeo encadenado y Prometeo liberado. Solo se nos ha conservado la segunda. Comienza la obra con el encadenamiento de Prometeo a una roca del Cáucaso. Hasta allí llegan Océano y sus hijas, que se compadecen de su desgracia y le aconsejan que se someta a Zeus a fin de poner término a las mismas. Prometeo se niega a hacerlo, calificando a Zeus de tirano. También Ío, acosada por el tábano, llega hasta ese lugar apartado del mundo. Como Prometeo, es otra víctima de Zeus. Compadecido de ella, Prometeo le predice los padecimientos que todavía le esperan, pero que sus sufrimientos tendrán fin, al igual que los de él, precisamente por obra de un descendiente de Ío, Hércules. También le revela que conoce un secreto a propósito de unas bodas de Zeus, que, en caso de celebrarse, le harán perder el poder.
Las Danaides y la Trilogía de Esquilo
De las hijas de Dánao trataba la trilogía de Esquilo formada por Las Suplicantes. En ella Dánao y sus 50 hijas llegan a Argos fugitivos de la violencia de los 50 hijos de Egipto, que quieren casarse a la fuerza con sus primas. Dánao y Egipto son nietos de Zeus e Ío, por lo que las Danaides le suplican su protección. Los argivos deciden ayudarlas, por lo que cuando se presenta el heraldo egipcio reclamándolas, se rechazan sus exigencias y no se hace caso de sus amenazas.