Marx: Revolución, Trabajo y Lucha de Clases
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Introducción al Pensamiento de Marx
El Problema Social en la Obra de Marx
El problema social fue uno de los pilares de la obra de Karl Marx. Su teoría ha sido determinante en toda la historia contemporánea y proyecta sus efectos hasta nuestro presente. La teoría fundamental del marxismo es que la sociedad está escindida en dos clases sociales irreconciliables, que solo pueden relacionarse mediante la lucha por el poder.
Marx confesó desde su juventud que el pensamiento no debía limitarse a interpretar el mundo, a conocerlo u observarlo, sino que debía aspirar a transformarlo. Podemos considerar que las metas de Marx son las mismas que las de la Ilustración: para él también se trata de lograr que el género humano entero pueda vivir una existencia digna, libre y feliz. El filósofo del siglo XVIII creía que el hombre avanzaría hacia su emancipación tan pronto como le dejaran libertad para formarse, para elegir trabajo, para lograr su autonomía civil y una propiedad, para entrar en relaciones libres con los demás ciudadanos. Kant creía en el trabajo libre, que cada uno decidiría según sus aptitudes y que los demás reconocerían y respetarían.
Marx no podía compartir esta ingenua esperanza kantiana. No solo la sociedad no había abandonado las viejas formas de opresión feudal, sino que los nuevos fenómenos no eran más halagüeños. Ante los ojos de Marx se abrían formas de trabajo que no tenían nada que ver con lo que Kant preveía o deseaba. Las primeras fábricas, Marx solo podía verlas como lugares de nueva esclavitud. Era fácil considerar el sueldo que recibían los obreros no como un elemento de justicia, sino como el mínimo capaz de alimentar al obrero para que pudiera seguir cumpliendo con su trabajo.
Crítica al Trabajo Alienado
Kant pensaba que en el trabajo el hombre se realizaba a sí mismo, que formaba sus fuerzas humanas… el trabajo era una afirmación del hombre como ser individual y social, y producía bienes materiales y ese bien espiritual que es la dignidad. Según Marx, el trabajo fabril no podía considerarse así. El trabajador no era libre para definir el tiempo de trabajo. Cuando acababa de trabajar un tiempo que se le imponía, por regla general más del que aguantaba un cuerpo sano, se iba a su casa sin nada: el producto no marchaba con él ni quedaba en su propiedad; no veía el producto de su trabajo. El trabajador se encuentra fuera de sí en su trabajo, está alienado, es un extraño. Trabaja para subsistir y es una pieza en una cadena de montaje que elimina su creatividad y su humanidad. El obrero acaba siendo una mercancía en manos del capital. Y se termina cayendo en la paradoja de que el obrero es tanto más pobre cuanto más riqueza produce.
Los hombres producían su propia vida, sus condiciones de existencia, sus formas sociales, podían intervenir en ellas y cambiarlas.
Materialismo Histórico
La Estructura Económica Base
Los medios de producción, la gran fábrica, no pertenecían a los trabajadores. La estructura económica base la constituyen las relaciones de producción donde existen unos medios de producción, unas fuerzas productivas que son los obreros y los propietarios de los medios de producción. Las reglas de producción son muy sencillas; en ellas intervienen los que poseen los medios de producción y los desposeídos. Esta estructura económica base origina la superestructura económica que está compuesta por la ideología: la religión, el arte, la filosofía o la política están determinadas por la estructura económica, todas tienen como finalidad el mantenimiento del sistema capitalista de producción. En el sistema de producción capitalista todas las formas ideológicas luchan por mantener el sistema económico injusto, incluso intentan ocultar las miserables condiciones de vida de los proletarios. De aquí surgirán las críticas marxistas a la religión.
Plusvalía y Explotación
Apropiación de la Plusvalía
La riqueza en el sistema de producción capitalista se sustenta en la acumulación de mercancía. El trabajo se convierte en mercancía y esta en dinero. El problema surge cuando se producen grandes cantidades de mercancía por su valor de cambio. Su valor viene determinado por las leyes de la oferta y la demanda. El trabajo de los obreros está sometido a las leyes del mercado. El capitalista intentará producir la mayor cantidad posible a un coste cada vez menor para competir con otros capitalistas. Hace trabajar más al obrero por el mismo salario. El margen de beneficio obtenido por ese producto se llama plusvalía y se genera por la fuerza de trabajo. Es el resultado del capital producido por el trabajador menos el capital consumido. Al quedarse con el producto, el empresario se adueña de la plusvalía, la diferencia entre el salario y el precio completo del producto.
La Emancipación del Trabajo
El futuro que presagiaba esta dinámica se ha cumplido hoy, pero ya lo había anticipado Marx: el destino de la fábrica era confiar cada vez más en la máquina y prescindir cada vez más del trabajador. La relación entre el aporte de las máquinas y el aporte del trabajador era cada vez más favorable a la máquina. Marx apreciaba la paradoja de que, en el fondo, se trataba de un suicidio del trabajador. Pues la máquina nueva que venía a sustituir a la vieja era obra del trabajador. El trabajo de unos venía a destruir el de otros. Los trabajadores no dejarían de enfrentarse a los trabajadores. Quienes ganaban en este enfrentamiento eran los que conseguían acumular más capital. Marx quería que el género humano produjera cada vez más, pero solo para cubrir las necesidades de todos los hombres. En su previsión, el motor de la expansión económica no era la acumulación del capital, sino la decisión de resolver las necesidades de cada vez más
hombres en la tierra.
Teoría de la Crisis Capitalista
Marx reclamaba esta transformación radical de la sociedad porque comprendía que no era deseable aquel futuro del capitalismo basado en la competencia frenética por la acumulación del capital. Los trabajadores tenían que entender que sus intereses eran comunes, habría que vencer las resistencias de los propietarios. Marx no creía que este cambio fuese a realizarse de una manera pacífica. Sus previsiones en este sentido no eran tanto que los trabajadores unidos vencerían violentamente en su lucha contra los empresarios, sino que esa forma de trabajar y de vivir, siempre pendientes de la obtención de capital, generaría la violencia. Y esto era así porque los que se ponían al servicio de la producción del capital, en el fondo generaban a su alrededor la más profunda irracionalidad, el más profundo caos: producían cada vez más cosas para un disfrute cada vez menor.
Los mecanismos del capitalismo conducen necesariamente a la crisis. Llegado un punto, esa lucha de todos por producir más y a menos precio acabará produciendo un exceso de mercancías. Se intentará superar esta crisis mediante la ampliación de mercados. Pero esta es una salida provisional. El nuevo mercado se saturará de mercancías. Cuando las empresas no puedan vender sus productos no mejorarán su producción y serán desalojadas del sistema. No pueden renovar maquinaria ni tienen trabajo para los obreros, que quedan en paro. Estos reducen su consumo y los empresarios recogen menos ganancias y así se cierran las fábricas. Hombres y máquinas parados. De esta manera las fuerzas productivas se transforman en fuerzas destructivas. La abundancia se transforma en hambre.
Del Realismo a la Utopía
Si los excedentes se entregaran a los necesitados, la abundancia de la sociedad sería compartida por todos. A esta forma de organización de la producción que no está mediada por la necesidad de acumular capital, Marx la llama la propia de los productores asociados, y la concibió, de una forma bastante utópica, como intercambio racional de productos entre los hombres y la naturaleza.
La Lucha de Clases
Si estas previsiones y análisis eran acertados, resultaba muy evidente que la única salida para los trabajadores era su decisión de luchar por eliminar la propiedad privada de los medios de producción. Deberían resolver las necesidades de toda la población mundial. La crisis social se iría convirtiendo en crisis política. Los trabajadores pasarían a unirse en una firme voluntad de lucha. La conciencia de clase y la unidad de acción.
La primera medida de este cambio de actitud sería la organización de los trabajadores, primero en una clase y luego en un partido. Ambas cosas son diferentes. La clase es un grupo social que tiene intereses comunes, aunque no todos los miembros del grupo los reconozcan. Poco a poco, entonces, los trabajadores serían más conscientes de que eran una clase. La crisis social les abriría los ojos a este respecto. Pero, una vez que todos tuvieran plena conciencia de que eran una misma clase, los obreros deberían organizarse en un partido. No solo tendrían un interés común: tendrían una unidad de acción. Marx creía que la meta era la revolución socialista, esto es, la propiedad de los medios de producción y la organización de la economía por los mismos trabajadores. La estrategia sería aprovechar al máximo las contradicciones internas de los propios capitalistas, de las diferentes ramas de la industria, de las divisiones internas cada vez mayores del capitalismo triunfante y excedentario. La táctica sería debilitar al máximo, en cada acto puntual, la explotación a la que los empresarios sometían a los trabajadores, mediante aumentos de sueldos, reducción de jornada, etc.
La Revolución Socialista del Proletariado
Marx debía de pensar que la revolución socialista estaba muy cerca. Los trabajadores poco a poco iban uniéndose en sindicatos, en organizaciones internacionales. En el lado de los capitalistas y de los dueños de las fábricas, todo era oscuro y sin futuro. Para él, la burguesía, los dueños y los empresarios no cesaban de tener problemas. Así que, en esta lucha continua entre burguesía y aristocracia, la burguesía reaccionaria y progresista, burguesía de un país y de otros, el proletariado podía diseñar su estrategia unitaria con bastante comodidad. Resentidos y empobrecidos, se pasarían a las filas de los trabajadores, con toda su formación cultural, su capacidad organizativa, su alta cultura. De esta forma, la clase dominante sería cada vez más débil. Así, el proletariado crecería en número y poder hasta hacer irresistible su triunfo. Con todo esto, disminuiría la explotación, disminuiría la capacidad de renovar el capital y así disminuiría la capacidad de renovar las máquinas y antes se desataría la crisis. Marx pensaba que si el trabajador conseguía vender cada vez menos tiempo de trabajo, si el obrero imponía una jornada laboral más corta, el empresario ganaría menos plusvalía y acumularía menos capital. El obrero tendría más tiempo libre que emplearía para su organización política, para su lucha contra el empresario. Marx creía que un obrero debería aceptar estas consecuencias porque la crisis era el único medio para tomar el poder político y llegar a ser propietario de las máquinas.
La Ordenación Política de la Producción
El Estado y la Dictadura del Proletariado
Marx se negaba a tomar en serio la existencia del Estado. Él creía que el Estado era un artificio histórico diseñado por las clases privilegiadas para defender su propiedad, incluso con la fuerza de las armas. Tras su revolución socialista, no se tendría que mantener por mucho tiempo. Aunque esa victoria fuese violenta, aunque el régimen de los
proletarios necesitase la fuerza durante cierto tiempo, al cabo de un proceso relativamente rápido, las relaciones sociales estarían dominadas por tal paz que haría innecesaria la fuerza militar.
Esta es la tesis de la dictadura del proletariado, resultado inmediato de la revolución socialista con la que se resolvería la crisis política y social de superproducción. Por medio de la violencia, y como resultado de la lucha de clases, el partido de los proletarios tomaría todo el poder del Estado, decretaría que la propiedad de los medios de producción pasaría a los trabajadores. Todas las formas de poder anteriores se disolverían: ejército, policía, administración, jueces… pero sucedería algo más. Era convicción de Marx que la dictadura del proletariado, sobre todo, debería destruir el aparato del Estado existente, no ponerlo a su servicio. Eliminar parlamentos, cadenas burocráticas, ejércitos profesionales. Tras esa victoria, los trabajadores tendrían como única organización política la que resultase de su vida en la empresa. Ahí es donde se daría la verdadera democracia: en las elecciones se coordinarían entre sí. Para Marx el Estado no tiene ninguna función económica real, sino que era un mero mecanismo de represión y de defensa de los propietarios. La dictadura del proletariado fue diseñada por Marx con una aporía interna: debía funcionar en un contexto de máxima necesidad organizativa, dada la complejidad de llegar a acuerdos cooperativos entre las diferentes ramas de la industria.
La Democracia Popular
Su idea era la de una democracia popular, una república popular, donde las empresas eligieran a sus representantes, y estos a otros, y así se organizaría la producción por ramas de producción y luego en cuerpos asamblearios donde todas las ramas debatirían sus relaciones. No había una unidad política ajena a esta unidad económica.