Marco Tulio Cicerón: El Orador Romano y la Prosa Clásica

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Prosa Clásica: Cicerón

Cicerón lleva la prosa clásica latina de todos los tiempos a la máxima perfección. Por encima de su vocación política y profesional y de su apasionamiento por la filosofía, se observa en su extensa obra una total entrega a la literatura y, más concretamente, al arte del bien decir, de llevar la lengua a los más expresivos y bellos aciertos. Cicerón es el representante de la escuela rodia en Roma; en ella se mantenía la amplitud, abundancia y brillantez del discurso, pero buscando el equilibrio y el gusto.

Características del Estilo Ciceroniano

La arquitectura de la frase ciceroniana refleja el orden y el equilibrio interior. Los periodos son fluidos y claros gracias a una disposición simétrica de palabras (concinnitas), a través de pasos lógicos destacados por enlaces, como autem, nam, vero y sed, que unen las distintas partes. Contribuye a este conjunto armónico el abundante uso de figuras retóricas.

El período ciceroniano es un periodo amplio, con geometría de oraciones coordinadas y subordinadas en torno al centro constituido por la proposición principal. A la perfecta construcción del periodo concurren el juego de paralelismos y contraposiciones.

Cicerón utiliza la lengua con el fin de satisfacer las diversas necesidades de expresión. La finalidad de la escritura es persuadir, y esto se puede lograr con el uso de tres niveles de estilo: modesto, medio y alto, según se elija. En consecuencia, en los discursos el objetivo será predominantemente impresionar a los oyentes y mover sus sentimientos a través del pathos; en las obras filosóficas, cuyo objetivo principal es el docere, utilizará el estilo modesto. En los discursos será particularmente importante el uso de recursos retóricos, buscando la musicalidad del periodo que debía despertar y dejar un cierto efecto en el oyente. En las obras retóricas y filosóficas, el fraseo es amplio y bien organizado dentro de la lógica del pensamiento, lo cual se obtiene con complejidad sintáctica; este, sin embargo, siempre refleja la claridad y la coherencia del pensamiento.

La lengua latina en la época anterior a Cicerón tenía una gran pobreza léxica para expresar los conceptos de la filosofía griega. Cicerón introdujo muchos neologismos en sus tratados filosóficos que serían en adelante patrimonio de la tradición intelectual europea.

Quintiliano, en el siglo I d. C., que rechazaba el estilo ampuloso y recargado de su época, colocó a Cicerón como paradigma de lo clásico. Este puede ser considerado el principio ciceroniano, por el que se entiende la imitación del lenguaje de Cicerón como modelo absoluto.

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