Maestros del Barroco Español: Zurbarán y Murillo en la Escuela Andaluza
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La Escuela Andaluza y el Esplendor del Barroco en Sevilla
El naturalismo, aliado con el tenebrismo, comienza a extenderse por toda la Península Ibérica durante el siglo XVII. La capital de esta escuela será Sevilla, y uno de sus máximos exponentes será Francisco de Zurbarán.
Francisco de Zurbarán: Maestro del Misticismo y la Luz
El estilo de Zurbarán es mesurado y comedido, adaptándose a su gusto por lo cotidiano y sencillo. Él sabe dignificar estos elementos envolviéndolos en un halo de solemnidad y grandeza. En sus obras, no hay ademanes descompuestos, ni llantos, ni sonrisas. Desecha la sangre, la crueldad y el martirio, prefiriendo el aspecto místico y ascético de la religiosidad, su vertiente contemplativa.
Se caracteriza por la plasticidad de las figuras, llenas de majestuosidad, y un concepto casi escultórico, servido por el estudio de la luz. Esta contribuye a aislar las figuras del contexto ambiental y da origen a unos efectos cromáticos de extraordinaria riqueza en sus calidades. Son figuras de gran sentido volumétrico y nitidez de perfiles. Dicho tratamiento volumétrico y la iluminación, proveniente del tenebrismo, configuran un modo pictórico de gran valor expresivo.
Nada distrae al espectador de sus personajes, desechando los fondos paisajísticos o arquitectónicos. Prefiere los espacios cerrados, las paredes lisas, sobre las que recorta sus rotundas e inmóviles figuras, de las que parece irradiar la luz, y en cuyas manos y rostros centrará su interés expresivo.
Sin embargo, es un pintor con ciertas limitaciones en la composición, lo que se aprecia en su falta de dominio de la profundidad, con personajes colocados en filas paralelas. De ahí también su preferencia por las escenas casi siempre en interiores.
En su obra predomina el color blanco, a pesar de lo cual podemos afirmar que su paleta es rica y sabia, escalonando este tono en mil matices: hueso, marfil, etc.
Como pintor religioso se distingue en la representación de santos y frailes (se le llegará a nombrar como “pintor de frailes”). Son particularmente llamativos, sobre todo por el tratamiento del color blanco en sus hábitos, los monjes cartujos, dominicos y mercedarios. La majestuosa solemnidad de sus figuras, aunque inspiradas en la realidad, contribuye a la idealización, lo que ofrece un cierto carácter simbólico. Son obras distintivas los frailes mercedarios de la Real Academia de San Fernando, el gran conjunto de la sacristía del Monasterio de Guadalupe, así como las obras conservadas en los Museos de Cádiz y Sevilla.
Obras Emblemáticas de Zurbarán
- San Hugo en el Refectorio de los Cartujos (Museo de Sevilla): Esta obra imprime una absoluta economía de gestos y una notable discreción. El obispo de Grenoble, San Hugo, consulta a un paje sobre la actitud de San Bruno, que, junto con sus seis compañeros, han quedado petrificados ante los platos de comida de carne, ya que consideraban pecaminoso comer carne en la quincuagésima. La solemnidad de la escena se acentúa con la atmósfera gélida, el mantel blanco de la mesa y la actitud hierática de los cartujos. El milagro de la carne que se convierte en ceniza se destaca mediante el estudio de las sombras, que contrastan con las de los cacharros de agua. A la derecha, una apertura a la luminosidad del exterior. Es una de sus pocas obras donde abandona el tenebrismo para centrarse en una conformación más volumétrica de los objetos y las personas. Destaca particularmente el estudio psicológico de los rostros de los cartujos, auténticos retratos.
- El Padre Gonzalo de Illescas (1639, Monasterio de Guadalupe, Cáceres): Este es el ciclo más popular de Zurbarán, pintado para el monasterio de Guadalupe, donde se conserva. Se representan allí escenas místicas expresadas con la mayor naturalidad. El padre jerónimo Fray Gonzalo de Illescas, en su despacho del Monasterio de Guadalupe, suspende la escritura. Magnífico estudio en varios planos. Al fondo se ve la puerta del convento, donde el fraile acoge a los indigentes. El efecto de luz del fondo y el gran colorido del cortinaje en el ángulo superior derecho, aparte de los detalles de los diversos objetos sobre la mesa, hacen de este retrato una obra magistral, muy característica del barroco.
Bartolomé Esteban Murillo: La Belleza y la Dulzura en el Barroco Sevillano
Murillo pertenece a otra generación, cuyas pretensiones son fundamentalmente pictóricas, con olvido de los problemas plásticos. Fue un pintor de gran éxito por su estilo amable y grato, definible como realismo poético. Es el representante de la belleza y la dulzura. Con él triunfa el sentimentalismo, acercando la religión a la vida cotidiana, de ahí su tremenda aceptación por el pueblo. Su pintura es en gran medida el reflejo de su equilibrada vida, así como de su carácter apacible y bondadoso. Embellece Murillo la realidad, la hace amable, aun en los mismos temas de miseria y pobreza. Esencialmente, Murillo fue pintor de temas religiosos, convirtiendo en protagonistas de sus cuadros a la mujer y los niños.
Obras Destacadas de Murillo
- La Inmaculada: Crea un tipo de Inmaculada que va a tener un gran éxito. Representa a la Virgen como niña elegida por Dios, con los símbolos apocalípticos, como la Luna a sus pies, esplendente como el Sol, sobre un fondo luminoso en el que destaca el blanco y azul de su indumentaria. Figuras vaporosas de ángeles la envuelven subrayando el impulso ascensional. La luz se incrementa desde el tenebrismo del ángulo inferior derecho del lienzo hacia la parte superior, donde destaca el espléndido rostro de la Virgen.
- Niños Comiendo Fruta (hacia 1670-1675): Murillo combina en su producción pictórica obras de carácter religioso y obras profanas de carácter costumbrista. Estas últimas representan una novedad tipológica en España, ya que no existen precedentes anteriores a este artista andaluz y no van a encontrar continuador hasta la llegada de Francisco de Goya, un siglo más tarde. Pinta a los mendigos, pero no dando sensación de lástima, sino que, por el contrario, viven contentos, comiendo uvas o melón. En esta obra se pueden apreciar la pincelada suelta y la riqueza cromática, que caracterizan la obra de Murillo en estos años.
Otras obras destacadas de Murillo son El Buen Pastor, La Sagrada Familia del Pajarito y Santo Tomás de Villanueva Dando Limosna.