La llegada de los Borbones y la monarquía borbónica en España

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La llegada de una nueva dinastía: los Borbones

La guerra de Sucesión.
En el siglo XVIII los Borbones sustituirán a los Austrias a raíz del testamento de Carlos II (recuerda que fue el último monarca de la dinastía de los Austrias y que falleció sin descendencia) a favor de Felipe, duque de Anjou, nieto de Luis XIV, rey de Francia.
Inglaterra, Holanda y el Imperio Austríaco no verán con buenos ojos que los Borbones reinasen a ambos lados de los Pirineos. Por eso apoyarán al archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador Leopoldo I, y bisnieto al igual que Felipe de Anjou, del rey Felipe IV, como candidato a la sucesión del trono español.
Así daría comienzo la guerra de Sucesión (1701-1714), que tiene una doble vertiente: por una parte fue una guerra internacional y por otra una guerra civil española, ya que Castilla apoyará a Felipe de Anjou (bando borbónico), mientras que la corona de Aragón lo hará con el archiduque (bando austracista).
La guerra estuvo dominada de forma generalizada por los borbónicos, siendo una batalla decisiva la de Almansa (Albacete). El Borbón se proclamará rey con el título de Felipe V. Pero el hecho de que el archiduque heredara el título imperial le hizo perder el apoyo de Inglaterra que renegaba de su engrandecimiento, y fue la razón principal del fin de la guerra. Por las paces de Utrecht y Rastadt (1713-1714) Felipe V entregaba al Imperio los dominios europeos de la monarquía hispánica: Países Bajos, Milán, Nápoles, Sicilia y Cerdeña; Gran Bretaña se quedó con Gibraltar y Menorca y consiguió el navío de permiso por el que un barco inglés podía comerciar con América, además del “asiento de negros”, que le permitía ejercer el comercio de esclavos con la América española.
Desde el punto de vista de la política internacional, la guerra de Sucesión supuso el inicio de una etapa en la que las relaciones exteriores se basaron en el equilibrio continental, intentando que ninguna potencia sobresaliera por encima de las demás. En realidad, Utrech supuso la consolidación de Gran Bretaña como potencia naval y comercial.

La monarquía borbónica

La llegada de la nueva dinastía al trono español revolucionó las estructuras políticas y administrativas que habían implantado los Austrias.
La corona, que con los Austrias era autoritaria, pasó a ser absoluta: el poder monárquico tenía origen divino y el rey sólo era responsable de sus actos ante Dios.
Implantación de un Estado centralizado a la manera francesa, ya que, como veremos, los territorios que conformaban España perdieron autonomía.
Uno de los primeros conjuntos legislativos promulgados por Felipe V fueron los Decretos de Nueva Planta. Por estos, la corona de Aragón -Aragón, Cataluña, Valencia y Balearesverán derogados sus fueros y privilegios y quedarán sujetos a las mismas leyes que la corona de Castilla, como castigo por haberse rebelado contra Felipe V y apoyado al archiduque Carlos. De esta manera desaparecen las Cortes de cada uno de los reinos.
Los Decretos de Nueva Planta son un ejemplo de la línea política de Felipe V de establecer un estado centralizado a semejanza del francés. En lugar de virreyes se establece los capitanes generales, con funciones militares y judiciales, encargados de controlar las regiones más conflictivas, como Aragón. Las Cortes dejan de ser activas y los Consejos son absorbidos por el de Castilla. Los secretarios, antecedentes directos de lo que con el tiempo serán ministros, se encargaban de las diferentes áreas de gobierno: Gracia y Justicia, Marina, Estado, Hacienda, etc. Destacarán Patiño con Felipe V, el marqués de la Ensenada con Fernando VI, y el conde de Aranda y el conde de Floridablanca con Carlos III. Se establecen los intendentes como representantes de la autoridad real en cada una de las provincias.
El ejército se reorganizó, suprimiendo los tercios y creando los regimientos, que se nutría del reclutamiento de voluntarios extranjeros, de levas de vagos y maleantes y de las quintas, antecedente del servicio militar obligatorio.
Los Borbones fomentaron una política regalista, es decir, se arrogaban el derecho de elegir a los aspirantes a obispos dentro de las diócesis españolas.
Si durante la primera mitad del siglo XVIII triunfó como forma de gobierno el absolutismo monárquico, la segunda mitad de la centuria, estará impregnada por el pensamiento de la Ilustración cuya producción será el Despotismo Ilustrado. Para los ilustrados el criterio de la Razón debía imponerse al de autoridad; también habrá un enfrentamiento con la autoridad eclesiástica. Bajo el lema “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”, el Despotismo Ilustrado, monarquía absoluta bajo la influencia de los ilustrados, iniciará un programa de reformas de las costumbres y de la producción agraria e industrial encaminadas al bienestar de los súbditos.
Felipe V, además de la centralización política interna, implementará una política exterior belicista con el objeto de recupera parte de los territorios cedidos en Utrecht y que sirviesen para que sus hijos pudiesen reinar. De este modo Felipe V buscará, a través de los Pactos de Familia, la alianza con Francia. Así, el hijo mayor tenido con Isabel de Farnesio (segunda esposa de Felipe), Carlos, se convertirá en rey de Nápoles y más tarde en Carlos III de España.
Felipe V, de personalidad depresiva, abdicará en su hijo Luis I, cuyo reinado duró solo unos meses, lo que obligará a Felipe a retomar la corona hasta 1747. Le sucede su hijo Fernando VI, casado con la princesa portuguesa Bárbara de Braganza. Abandonará la política belicista de su padre e iniciará una serie de reformas interiores como la mejora de la Marina con la creación de los astilleros de El Ferrol, Cartagena y San Fernando, la puesta en marcha de un plan de carreteras radiales desde Madrid hasta los principales puertos peninsulares, o las obras del canal de Castilla para hacerlo navegable.. Pero lo más destacado es la elaboración de un catastro para establecer un impuesto único, la Única Contribución, que sustituyese a la multitud de impuestos existentes. El artífice de este proyecto fue el marqués de la Ensenada, y supuso una impresionante recogida de datos sobre la población, los cultivos, las actividades económicas o la propiedad de la tierra, aunque no se llegó a poner en marcha la contribución única, pero sí consiguió mejorar la recaudación de la Hacienda Pública de forma espectacular.
Carlos III (1759-1788) fue el mayor reformista y el más claro exponente del Despotismo Ilustrado en España. Como rey de Nápoles llegó rodeado de ministros italianos, que conjugaron a la perfección el absolutismo con las reformas
Acometió numerosos cambios para modernizar Madrid: pavimentación, alcantarillado, redes de agua o alumbrado público, y se construyeron grandes edificios públicos como el Jardín Botánico, la Puerta de Alcalá, el edificio del museo del Prado o la emblemática fuente de la Cibeles. Por todo ello será conocido como el “mejor alcalde de Madrid”.
Contra uno de sus ministros italianos, Esquilache, se dará un motín al dar la orden de recortar las capas y los sombreros que ayudaban al ocultamiento de malhechores. En el motín en realidad subyacía el descontento por el encarecimiento del pan, debido a la liberalización del precio del trigo y a unas malas cosechas que aumentaron su precio. Por esta razón el rey destituye a Esquilache aunque prosigue con su política de reformas con los ministros Aranda, Campomanes o Floridablanca.
Una de las empresas reformistas más peculiares fue la colonización de Sierra Morena, en lo que será conocido como las Nuevas Poblaciones, con capital en La Carolina (Jaén). El proyecto fue dirigido por Pablo de Olavide y tenía como fin habitar zonas despobladas y restringir el bandolerismo. La ocupación se hizo con colonos extranjeros, alemanes fundamentalmente, para no despoblar otras zonas de España.
Durante el reinado de Carlos III se produjo la expulsión de los jesuitas, al considerárseles instigadores del motín de Esquilache, aunque en el fondo estaba su pensamiento de que el poder papal estaba por encima del absoluto del rey.
A la muerte de Carlos III en 1788 le sucedió su hijo Carlos IV que, en el contexto histórico del estallido de la Revolución Francesa, frenará todas las reformas iniciadas por su padre.

La política exterior de la España borbónica

Estuvo dirigida hacia dos objetivos:
Recuperar lo perdido en Utrecht.
Afianzar el imperio colonial español.
Como no podía hacerlo sola, España se alió con Francia mediante los denominados Pactos de Familia (1733, 1743 y 1761). Gracias a los dos primeros, España recuperó casi todos los territorios italianos perdidos en Utrecht, como Parma y el reino de Nápoles y Sicilia, siendo Carlos III su nuevo rey. El Pacto de Familia de 1761 intentaba frenar el expansionismo británico en Norteamérica. Aunque en un principio, Francia y España salieron dolorosamente derrotadas, perdiendo nuestro país la Florida, el estallido de la Guerra de Independencia de EE.UU en 1775 cambió el rumbo de los acontecimientos: Francia y España apoyaron a los colonos británicos y a cambio España recuperó de la derrotada Gran Bretaña Menorca y Florida, aunque no Gibraltar

La Ilustración en España

La Ilustración española estuvo limitada por el enorme poder de la Iglesia católica y por su influencia en las universidades, donde aún se impartía el método escolástico. Esta nueva corriente de pensamiento se basaba en el predominio de la razón, la libertad religiosa, el interés por modernizar las actividades económicas, ampliar la educación y el conocimiento científico. Por tanto, en los ilustrados tenía importancia capital la idea de progreso y de felicidad de la humanidad.
Los primero ilustrados como Fray Benito Feijoó, lanzaron las primeras propuestas de reforma, que desarrollarán luego Jovellanos y los ministros en la órbita de Carlos III: aumentar el nivel cultural del país como forma de salir del atraso en el que estaba inmerso. Para eso se concedieron becas para estudiar en el extranjero o se fundaron las Reales Academias, como la de la Lengua o la de Historia.
La ciencia y la técnica alcanzaron una estimación especial por su utilidad. Se desarrollaron las ciencias naturales (Jardín Botánico de Madrid y viajes de Celestino Mutis o Alejandro Malaspina), las matemáticas, la física, etc.
Para impulsar el espíritu ilustrado surgieron las llamadas Sociedades Económicas de Amigos del País, que pondrán en marcha proyectos que mejorasen la educación, la industria y la agricultura en cada una de las provincias en las que se fundaban. Para ello fomentaban la enseñanza de las llamadas “ciencias prácticas y artes útiles” y promovieron concursos para estimular la laboriosidad y el ingenio. Serán el germen de las ideas liberales que protagonizarán la historia política de nuestro país en el siglo XIX.

El arte en la España del siglo XVIII

El Barroco prolonga su influencia a lo largo de gran parte del siglo XVIII, pero convivirá con distintas corrientes 'oficiales' (de la Corte) de origen extranjero como el Rococó y el Neoclasicismo, ya en la segunda mitad de la centuria. El Rococó es una hipérbole del Barroco en cuanto a la decoración, al detallismo y al gusto por la pintura galante y despreocupada, ya que representa el lenguaje artístico preferido por la nobleza. En cambio el Neoclasicismo se identifica con la Ilustración, por la serenidad, el equilibrio y la recuperación del Clasicismo en todas sus vertientes.
En arquitectura, el Barroco estará representado por el Palacio Real de Madrid de Juvara y Saccheti, mientras que el gran nombre del Neoclasicismo será Juan de Villanueva, autor del Museo del Prado.
En escultura también se aprecia esa dialéctica entre lo Barroco y lo Neoclásico: del primer estilo serían los pasos religiosos de Salzillo y del segundo las fuentes que adornan el Madrid de Carlos III como la Cibeles.
En pintura, Tiépolo es el pintor de las bóvedas del Palacio Real y Mengs retratista en la Corte. Como pintor español destaca Bayeu. Pero la figura más importante y que desarrolla su obra a caballo entre los dos siglos es Goya (por su importancia merece un tratamiento aparte).

El Antiguo Régimen

El Antiguo Régimen va desde el siglo XV hasta fines del siglo XVIII; se corresponde, por tanto, con la Edad Moderna. El nombre le viene dado por los revolucionarios franceses de 1789, para referirse al régimen que trataban de derrocar y cuyas características veremos a continuación.
Recuerda que en lo político se caracteriza por un creciente poder de la monarquía, que primero se convertirá en monarquía autoritaria, doblegando a la nobleza pero todavía sometida a las Cortes, y después derivará en monarquía absoluta, sin ningún obstáculo a su poder de origen divino.

La población. La sociedad del Antiguo Régimen

La población creció muy lentamente debido a las crisis de subsistencia sufridas como consecuencia del hambre y la enfermedad, aparte de las guerras continuas. Al principio de la Edad Moderna se estiman para España unos cinco millones y medio de habitantes, mientras que el censo de Floridablanca, a fines del XVIII, da una cifra de casi 11 millones de habitantes. Por lo tanto, durante el siglo XVIII la población creció de forma leve pero sostenida, sobre todo en el litoral peninsular. Aunque las mortalidades catastróficas se redujeron, siguieron siendo altas, eliminando el factor de crecimiento que podría llevar aparejada una alta natalidad.
En lo social, se trata de una sociedad estamental, jerarquizada e impermeable, donde la nobleza y el clero son los estamentos privilegiados, y el pueblo llano el no privilegiado. No son estamentos homogéneos, y se accede a ellos por nacimiento, salvo en raras excepciones (recompensa del rey, compra de títulos o casamientos para acceder a la nobleza). Lo que marcaba las diferencias sociales no era la riqueza sino los privilegios: la ley no era igual para todos, y así los privilegiados no podían ser encarcelados por deudas, no pagaban impuestos y no podían ser castigados con penas corporales. Entre los estamentos privilegiados estaba mal visto el trabajo manual.
Dentro de los PRIVILEGIADOS, distinguimos una alta y una baja nobleza. La alta nobleza era un grupo muy reducido, con gran poder económico. Vivían de las rentas que les proporcionaban sus dominios señoriales. Estas propiedades estaban sometidas a la institución del mayorazgo, según la cual el primogénito heredaba el patrimonio familiar, con el propósito de mantenerlo indiviso. Los segundones (no primogénitos) engrosaron las filas del clero y del ejército. La baja nobleza estaba formada por los hidalgos, muchos de los cuales vivieron con graves dificultades económicas, como queda reflejado en la literatura de la época.
En el estamento eclesiástico también distinguimos entre alto y bajo clero. En el primero están los cardenales, obispos, priores y abades, con elevadas rentas que les permitía tener un alto nivel de vida, ejerciendo el mecenazgo o sostener instituciones de beneficencia. El bajo clero, formado por curas, monjas y frailes vivían en condiciones generalmente difíciles.
Los NO PRIVILEGIADOS constituían el 80 % de la población. Se les conocía como pecheros porque pagaban impuestos o pechos. Es un grupo muy heterogéneo: va desde los grandes mercaderes y banqueros, es decir la gran burguesía de negocios, hasta mendigos. Los campesinos, la mayoría, viven en muchas ocasiones en condiciones miserables, sobre todo los jornaleros sin tierras que constituían cerca del 70% de la población campesina, sobre todo en regiones meridionales. Los artesanos y pequeños comerciantes se concentraban en las ciudades.
La burguesía sufrirá un impulso en la segunda mitad del siglo XVIII, aunque les estaba vetado el acceso a los puestos de gobierno. Este grupo tratará de conseguir por todos los medios un título de nobleza, que a veces conseguirán como pago de la corona a sus deudas con ellos, o por matrimonio con la hija de un noble.
Características económicas.
La agricultura fue hasta el siglo XVIII la principal actividad económica. Era una agricultura poco productiva debido al escaso desarrollo tecnológico y a la subsistencia del señorío amortizado, es decir, las tierras no se podían vender ni dividir por el mayorazgo, por lo que era imposible modernizarlas. Además, el dominio de la Mesta hacía inviable cualquier intento reformador en el campo español. Durante el siglo XVIII se introdujeron mejoras en el riego y nuevos cultivos como la patata y el maíz que redujeron el impacto de las crisis de subsistencia.
La industria era escasa y destinada al autoconsumo. Los privilegios de los que disfrutaban los gremios impedían cualquier tipo de libre competencia, por tanto de mejora. Los Borbones implantaron una política económica mercantilista, basada en la reducción de las importaciones mediante leyes proteccionistas y en la creación de las Reales Fábricas, de carácter público, orientada a producir manufacturas lujosas para satisfacer la demanda de la corte y del ejército (Fábricas de Armas). Aunque el reinado de Carlos III vio nacer intentos de liberalizar el sector, la escasa demanda no influyó en la producción. Sólo en Cataluña, que se centró en la industria vinícola y, sobre todo, en la algodonera con la fabricación de las famosas indianas, estas medidas reformistas trenzarán los mimbres de una futura industrialización, favorecida por el proteccionismo y por un creciente mercado español y colonial.
El comercio creció de forma destacada. Dos datos podemos adelantar sobre el comercio en este siglo, en primer lugar una decadencia del comercio americano y en segundo lugar que falta un mercado nacional unificado: debido a las pésimas comunicaciones los productos no podían llevarse a larga distancia.
El comercio interior. Se inicia a lo largo del XVIII la formación de un mercado nacional. En el interior había pequeñas zonas que intercambiaban dentro de ellas sus escasos excedentes, a excepción de Madrid. En la costa se produce un aumento del comercio debido, tal vez, a la mejora de las comunicaciones marítimas con el resto de España y Europa. A mediados de siglo solamente Cataluña había logrado crear un mercado regional integrado. ¿Cuáles son las causas de este escaso desarrollo del comercio? Por una parte, la casi total ausencia de comunicaciones que faciliten la movilidad de los productos y, por otra, la inexistencia en el interior de masas de población con cierto poder adquisitivo. Los Borbones desarrollaron una política de obras pública tendentes a mejorar la comunicación entre el centro y la periferia. Además, a lo largo del siglo XVIII, se fueron suprimiendo aduanas, sobre todo entre Castilla y Aragón, que lastraban el comercio interior.
El comercio exterior sufrirá una gran expansión. Las transacciones comerciales con Europa, se basaba fundamentalmente en la tradicional exportación de lana a Gran Bretaña, además se completaba con la venta de vinos y aguardientes a diversos países norteños y la reexportación de productos americanos. En el capítulo de las importaciones vemos que se compraba algodón hilado o en rama procedente de Malta y productos manufacturados de Gran Bretaña, Francia y Holanda. El comercio con América se basó al principio en el monopolio del puerto de Cádiz2 , aunque más tarde se concedió la libertad de comercio con América a varios puertos españoles y se creó una zona de librecambio (zona sin aduanas ni tarifas) entre América y España, que generó un auge del comercio que se desarrollaba con preferencia desde los puertos de Cádiz (50% del volumen de intercambios), Santander, Barcelona... Se crearon compañías comerciales, a imitación de las inglesas u holandesas. Una compañía comercial era una organización a la que se le daban determinados privilegios de explotación de un territorio en América o el monopolio del comercio de un determinado producto, dentro del mercantilismo imperante en Europa durante el siglo XVIII.

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