Literatura Española del Siglo XX: Posguerra y Transición

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El Franquismo y la Ruptura Cultural

Entre 1939 y 1945 se produjo la II Guerra Mundial. Al término de la contienda, el mundo se dividió en dos bloques, el socialista y el capitalista, que permanecieron en lo que se denominó la Guerra Fría. En España, la Guerra Civil y el régimen impuesto por la dictadura del general Franco sumieron al país en una profunda depresión política, económica y cultural. En los años sesenta se inició la recuperación económica. Los últimos años del franquismo estuvieron marcados por la agudización de las luchas sociales. En el año 1975 murió el general Franco y Juan Carlos I fue proclamado rey. Pronto se vio que el régimen franquista no podía sobrevivir a su creador.

Mentalidad tras la II Guerra Mundial

Se desarrollaron dos corrientes ideológicas:

  • El Marxismo: Se presenta como respuesta al malestar social y recupera la concepción del arte útil y comprometido, que defiende la función social del escritor y una literatura capaz de transformar la realidad.
  • El Existencialismo: Percibe al hombre como un ser desorientado en un mundo caótico, presa de una terrible angustia y de un deseo de eternidad que resulta inalcanzable y, por tanto, trágico.

La Ruptura Cultural

En el ámbito literario, la Guerra Civil y el régimen franquista posterior truncaron la Edad de Plata de la cultura española. Algunos escritores murieron, otros partieron hacia el exilio, y los que se quedaron en España se quedaron como en un exilio interior ante la miseria y falta de libertad en que se encontraba el país. La censura coartaba la libertad de expresión y los escritores debían eludirla en sus obras. Así pues, hubo de partir de una situación de ruptura con la etapa anterior. El impulso de nuevas generaciones y la influencia de las corrientes literarias europeas y americanas hicieron posible su evolución.

Poesía de los años 40 (Lírica)

Poesía Arraigada

Predomina una ideología conservadora y una visión optimista y esperanzada del mundo. Los autores son Leopoldo Panero, Dionisio Ridruejo, Luis Rosales y José García Nieto.

Poesía Desarraigada

Manifiesta su angustia vital y su desesperanza. Sus poemas hablan de las miserias sociales, de la injusticia, de la hostilidad de la existencia. Dámaso Alonso, cuya obra Hijos de la ira se caracteriza por la perspectiva nihilista y el tono desgarrador.

Poesía Social

El talante crítico de la poesía desarraigada deriva hacia una corriente de poesía social. La poesía no se concibe ya como mera expresión de un sentimiento, sino como una herramienta capaz de transformar la realidad. El principal precursor de la poesía social fue Miguel Hernández con obras como Viento del pueblo y El hombre acecha.

  • Blas de Otero: Las primeras obras, Ángel fieramente humano y Redoble de conciencia, se inscriben en la corriente de desarraigo existencial. Más adelante, su poesía vira hacia los temas sociales en poemarios como Pido la paz y la palabra y Que trata de España.
  • Gabriel Celaya: Defiende en sus obras Cantos iberos y De claro en claro la idea de que la poesía es un arma cargada de futuro, un instrumento de transformación social.
  • José Hierro: Presenta en sus primeros libros, Tierra sin nosotros y Quinta del 42, intereses próximos a los de la poesía existencial y social. Posteriormente, en obras como Libro de las alucinaciones y Agenda, deriva hacia una lírica personal que expresa una realidad enigmática mediante imágenes irracionales.

La Generación de los 50

Los poetas de la llamada Generación de los Cincuenta reaccionan contra la concepción instrumental de la poesía y entienden el poema como un medio de conocimiento y una forma de indagar en la propia experiencia. El poeta recrea sus emociones y esto le ayuda a comprenderlas en profundidad. Son temas habituales la evocación de la infancia y la juventud, la amistad, el amor, el fluir del tiempo… Usan un lenguaje coloquial y, en apariencia, sencillo, que acude con frecuencia a la ironía. Integran este grupo, entre otros, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y Ángel González.

  • Jaime Gil de Biedma: Explora la experiencia cotidiana con un punto de ironía que ejerce gran influencia en los poetas posteriores. Sus poemas tienen frecuentemente un tono confesional y narrativo.
  • José Ángel Valente: Entiende la poesía como medio para descubrir la esencia de la realidad. Su lírica es muy reflexiva y en su estilo se otorga gran valor al silencio, es decir, a lo que no se encuentra dicho, sino solo sugerido. Gran parte de su poesía se recopila en Punto cero.

Los Novísimos

En 1970, el crítico José María Castellet publica la antología Nueve novísimos poetas españoles. Surgen así los llamados Novísimos, quienes cultivan una lírica esteticista de carácter minoritario que rompe con la poesía precedente. Su poesía se distingue por la perfección formal y la presencia de referencias culturales: citas de autores extranjeros, alusiones a mundos lejanos y decadentes, al cine, a la música… Pertenecen al grupo de los Novísimos, entre otros, Pere Gimferrer, Félix de Azúa, Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. El autor más emblemático es Pere Gimferrer, cuya obra destaca por la riqueza del léxico, la abundancia de imágenes irracionales y el prodigioso sentido del ritmo.

Novela de los años 40 (Narrativa)

En los años 40 se impone una visión realista de la novela y, en especial, una visión pesimista que ofrece la cara sórdida de la realidad. Esta visión pesimista de la realidad se hace patente en La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, obra con la que se inicia una corriente narrativa denominada tremendismo, que insiste en los aspectos más brutales de la existencia para efectuar una reflexión profunda sobre la condición humana. Así, en La familia de Pascual Duarte, un asesino real confiesa sus crímenes antes de ser ejecutado, mostrando los detalles de sus acciones y atribuyéndolas a un incontrolable instinto y a un ambiente primitivo sin afectos. En esta línea de pesimismo existencial se sitúa Nada, novela de Carmen Laforet. La protagonista de esta obra es Andrea, una joven que llega ilusionada a Barcelona para estudiar en la universidad y termina inmersa en la incomunicación y el desencanto. Otros novelistas son Miguel Delibes, con La sombra del ciprés es alargada, y Gonzalo Torrente Ballester, con Javier Mariño.

Novela Social de los años 50

La colmena inaugura la novela social. Al igual que sucede en otros géneros, la novela se centra en los conflictos sociales y en la denuncia de la injusticia. Esta nueva corriente presenta una serie de rasgos característicos:

  • Enfoque objetivo: El narrador suele consignar los acontecimientos sin entrar en valoraciones.
  • Sustitución del protagonista individual por un personaje colectivo.
  • Concentración temporal y espacial de los hechos, que pueden reducirse a unas cuantas horas y desarrollarse en un único marco.
  • Sencillez y claridad del lenguaje e interés por reproducir de forma fiel el habla coloquial.

El Jarama de Rafael Sánchez Ferlosio: en esta novela se narra la excursión que unos jóvenes de un barrio obrero de Madrid hacen al río Jarama. El narrador se limita a transcribir los distintos momentos del día como si de una cámara cinematográfica se tratara, sin valorarlos ni comentarlos en ningún momento. El realismo social está representado también por otras obras, entre las que cabe señalar Las ratas de Miguel Delibes, El fulgor y la sangre de Ignacio Aldecoa, o Entre visillos, de Carmen Martín Gaite.

La Novela Experimental de los años 60

El agotamiento de la novela social llevó, en los años sesenta, a la búsqueda de fórmulas innovadoras. Luis Martín-Santos publicó Tiempo de silencio, obra que inauguraba la novela experimental, caracterizada por los siguientes rasgos:

  • Paso del argumento a un segundo término.
  • Se centra en las posibilidades estructurales y lingüísticas.
  • Multiplicidad de puntos de vista.
  • Destrucción de la linealidad temporal del relato.
  • Empleo de monólogo interior.
  • Tratamiento innovador del lenguaje.
  • Modificación del papel del lector.

Tiempo de silencio supuso una auténtica renovación del género, ya que Luis Martín-Santos hizo una novela de crítica social que incluía importantes novedades en las técnicas narrativas y en el lenguaje. El protagonista es Pedro, un médico de Madrid que es detenido por un aborto en el que se ha visto involucrado. La obra va desvelando las miserias de todos los círculos sociales: los intelectuales, la clase alta, la pequeña burguesía, los marginados… Entre los novelistas que se sumaron a los intentos de renovación formal se encuentran Miguel Delibes con Cinco horas con Mario, Camilo José Cela con San Camilo 1936 y Oficio de tinieblas 5, Juan Benet con Volverás a Región y Juan Marsé con Últimas tardes con Teresa.

Camilo José Cela

Nació en La Coruña en 1916. Tras estudiar varias carreras sin acabar ninguna, decidió dedicarse por entero a la literatura. La importancia de su obra narrativa ha sido reconocida con el Premio Nobel. Murió en Madrid en 2002. Cela cultivó géneros diversos: poesía, teatro, artículos, libros de viajes… pero, sobre todo, Cela es un novelista cuyas obras han cambiado radicalmente el rumbo de la narrativa española del siglo XX. Su obra se encuentra marcada por dos constantes: la innovación técnica y el tema del destino. La evolución de la narrativa de Cela se puede sintetizar, a grandes rasgos, en:

  • Primera etapa: El tremendismo, representado por La familia de Pascual Duarte, en la que el enfoque existencial entronca con el determinismo naturalista.
  • Segunda etapa: El realismo social, que, como ya se ha indicado, se inicia en España con la publicación de La colmena. En esta obra, Cela denuncia la miseria material y moral en la que está sumido el Madrid de posguerra.
  • Tercera etapa: El experimentalismo, del que son buena muestra San Camilo 1936 y Oficio de tinieblas 5, novelas en las que se emplean distintas técnicas innovadoras: fragmentación argumental, repeticiones obsesivas, sintaxis dislocada…
  • Última etapa: La recreación mítica de Galicia. En Mazurca para dos muertos y Madera de boj, su última novela, Cela se sumerge en el ambiente de la Galicia rural y adopta un tono de leyenda para narrar unas historias en las que se mezclan múltiples voces.

Estilo

El estilo de Cela se caracteriza por el magistral empleo de los recursos expresivos y rítmicos del lenguaje y por el dominio de los distintos registros: junto a la lengua oral y los giros populares, encontramos el lirismo más profundo o, como en este fragmento de La familia de Pascual Duarte, la narración más desgarrada.

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