La descomposición del sistema (1918-1923)
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5. La descomposición del sistema (1918-1923)
5.1. Gobierno y oposición
Fracasados los gobiernos de coalición, se volvió al turno dinástico: los conservadores gobernaron entre 1919 y 1922 y después, de nuevo, los liberales. Entre 1918 y 1923, el país conoció un elevado número de cambios de gobierno (10 en total), y ninguno de ellos alcanzó un año de vida. A pesar de recurrir al fraude electoral, ningún partido dinástico reunió la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar y fue constante el recurso a medidas de excepción, a la suspensión de las garantías constitucionales y a la clausura del Parlamento.
La fragmentación de las Cortes imposibilitaba la formación de gabinetes, y más aún de impulsar la renovación que el sistema necesitaba. En ese contexto de crisis institucional, el ejército tomó un protagonismo cada vez mayor en la vida política, convirtiéndose en el principal agente represor de los episodios revolucionarios y presentándose como una solución de fuerza capaz de salvar a la monarquía.
Los partidos de la oposición, republicanos y socialistas básicamente, no consiguieron afianzar un programa alternativo y una posición de fuerza avalada por un consenso electoral importante. El Partido Radical de Lerroux retrocedió electoralmente y, al ir perdiendo apoyo obrero, fue progresivamente evolucionando hacia posiciones más conservadoras.
El Partido Reformista de Melquíades Álvarez fue alejándose de los grupos republicanos y socialistas para acercarse a la izquierda dinástica (liberales). El resto de la oposición republicana siguió fuertemente fragmentada y sin un liderazgo útil. Habrá que esperar a los años finales de la dictadura para que el republicanismo conozca una renovación, tanto en sus políticos como en su discurso, y se convierta en una clara alternativa política.
El Partido Socialista incrementó su filiación y su fuerza electoral y en 1920 obtuvo 578 concejales en la elecciones municipales. Sus nuevos dirigentes (Julián Besteiro, Indalecio Prieto) se mostraron claramente partidarios del parlamentarismo y de una práctica política reformista y moderada. Pero el estallido de la Revolución Rusa suscitó una fuerte controversia: surgió entonces un grupo de dirigentes partidarios de apoyar al régimen bolchevique y de ingresar en la III Internacional. Ante la falta de entendimiento con el resto del partido, en 1921, este sector decidió abandonar el PSOE y fundar el Partido Comunista de España (PCE), grupo que tuvo escasa influencia, aunque contó con núcleos activos en Vizcaya y Asturias.
5.3. Los años del pistolerismo
La conflictividad laboral degeneró en una radicalización extrema de las posiciones de los sindicatos y de la patronal que fue aprovechada por las autoridades militares para hacerse con el control y ejercer una fuerte represión. Así, entre 1919 y 1922, España vivió bajo un estado de excepción permanente con las garantías constitucionales suspendidas.
Algunos grupos anarquistas practicaron un activismo violento y atentaron contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del orden. Entre estos grupos cabe citar a Los Solidarios, que actuaron en Barcelona y entre los cuales se hallaban Buenaventura Durruti, Juan García Oliver y Francisco Ascaso. A su vez, empresarios y patronos crearon la Federación Patronal que pretendía detener la fuerza de los sindicatos obreros. También contrataron a pistoleros a sueldo para asesinar a los dirigentes obreros y recurrieron, frecuentemente, al Iockout (cierre de empresas) para frenar las reivindicaciones obreras y además fomentaron la creación del Sindicato Libre para contrarrestar la fuerza cenetista.
Como la Federación Patronal barcelonesa exigía medidas de fuerza, el general Martínez Anido fue nombrado gobernador civil de Barcelona. Éste protagonizó una política de protección de los pistoleros de la Patronal; ejerció una dura represión contra los sindicalistas y puso en práctica la ley de fugas, según la cual, la.policía podía disparar contra los detenidos en caso de intento de fuga. Todo ello originó la época conocida como el ?pistolerismo? (1916-1923) durante la cual tuvieron lugar más de 800 atentados en los que murieron 226 personas, entre ellas conocidos empresarios y dirigentes sindicales. El presidente del gobierno, Eduardo Dato, fue asesinado por militantes cenetistas en 1921 y pistoleros a sueldo asesinaron al dirigente sindicalista Salvador Seguí (1923) y al abogado laboralista Francesc Layret (1920).
5.4. El problema de Marruecos
El protectorado español en Marruecos era una zona de escaso valor económico y con una difícil orografía, que dificultaba la ocupación efectiva del territorio por el ejército español. La empresa africana sólo contaba con el apoyo de algunos grupos empresariales (compañías mineras), aunque pronto perdieron su interés al confirmarse el escaso rendimiento económico que podía obtenerse del Protectorado. Las clases populares, de cuyos efectivos salían las tropas que debían defender la colonia, estaban totalmente en contra de una nueva guerra colonial. Además, los políticos no tenían objetivos claros e instaban a los militares a evitar cualquier enfrentamiento, criticando los fracasos bélicos cuando se producían. El ejército también se hallaba dividido, ya que el problema de los ascensos por méritos de guerra enfrentaba al ejército peninsular con el instalado en África.
Durante la Primera Guerra Mundial, el protectorado estuvo en calma. Pero acabado el conflicto y bajo la presión que suponía la reanudación del intervencionismo francés en la zona, las autoridades españolas decidieron reemprender sus acciones militares para afianzar el control del territorio. La intervención tuvo éxito en la zona occidental, con base en Ceuta y Tetuán, pero en la oriental, las cabilas ofrecieron mucha mayor resistencia. En julio de 1921, el general Silvestre inició una campaña con el objetivo de extender el control español alrededor de Melilla, adentrándose en el corazón del Rif sin haber protegido suficientemente su retaguardia ni haber asegurado los abastecimientos.
La reacción de los rifeños no se hizo esperar y las cabilas de Abd-el-Krim atacaron por sorpresa el puesto español de Annual provocando una gran desbandada entre las tropas españolas, que perdieron todo el territorio ocupado y sufrieron unas 13.000 bajas, incluido el general Silvestre. A los rifeños se enfrentaba un ejército español integrado por soldados reclutados recientemente, sin preparación militar, que desconocían el terreno y no estaban interesados en la expansión colonial.
El desastre de Annual puso en evidencia la deficiente organización del ejército y, aunque la llegada de tropas de refuerzo permitió recuperar fácilmente las posiciones perdidas, tuvo consecuencias importantes para la estabilidad del sistema político.
5.5. Las consecuencias de Annual
La impopularidad de la empresa marroquí crispó a la opinión pública y las reacciones políticas no se hicieron esperar. La prensa y los contrarios a la intervención colonial culparon de la derrota al gobierno y al ejército y se acentuó más el distanciamiento entre los militares y la clase política. El gobierno dimitió y se formó un gobierno de concentración, presidido por Antonio Maura, del que formaron parte todos los grupos políticos de la Restauración, pero no logró consolidarse. También se inició un proceso parlamentario encaminado a indagar las responsabilidades militares y políticas de Annual. A tal efecto se nombró una comisión en el Congreso encargada de elaborar un informe sobre lo sucedido, que debía ser presentado a las Cortes.
Este informe, conocido como el Expediente Picasso, provocó fuertes debates en las Cortes y contó con la oposición del ejército, que quería frenar el asunto puesto que de él podían derivarse responsabilidades de los mandos militares y llegar a implicar a la propia monarquía en el desastre. Al parecer, y debido a su amistad con Alfonso XIII, partidario de la expansión marroquí, el general Silvestre se sintió impulsado por el monarca a comenzar su ofensiva sin haber tomado las precauciones necesarias. Se inició un agitado debate parlamentario y la minoría socialista, con el apoyo de los republicanos, exigió medidas drásticas que apuntaban directamente al ejército y al Rey.
Así, la cuestión de Marruecos se convirtió en un factor de crisis política, y el debate en torno a las responsabilidades fue un elemento decisivo que llevó a los militares a optar por una decisión de fuerza. Pero el expediente no llegó nunca a las Cortes, ya que días antes de la fecha prevista para su discusión se produjo el golpe de Estado de Primo de Rivera.
5.1. Gobierno y oposición
Fracasados los gobiernos de coalición, se volvió al turno dinástico: los conservadores gobernaron entre 1919 y 1922 y después, de nuevo, los liberales. Entre 1918 y 1923, el país conoció un elevado número de cambios de gobierno (10 en total), y ninguno de ellos alcanzó un año de vida. A pesar de recurrir al fraude electoral, ningún partido dinástico reunió la mayoría parlamentaria necesaria para gobernar y fue constante el recurso a medidas de excepción, a la suspensión de las garantías constitucionales y a la clausura del Parlamento.
La fragmentación de las Cortes imposibilitaba la formación de gabinetes, y más aún de impulsar la renovación que el sistema necesitaba. En ese contexto de crisis institucional, el ejército tomó un protagonismo cada vez mayor en la vida política, convirtiéndose en el principal agente represor de los episodios revolucionarios y presentándose como una solución de fuerza capaz de salvar a la monarquía.
Los partidos de la oposición, republicanos y socialistas básicamente, no consiguieron afianzar un programa alternativo y una posición de fuerza avalada por un consenso electoral importante. El Partido Radical de Lerroux retrocedió electoralmente y, al ir perdiendo apoyo obrero, fue progresivamente evolucionando hacia posiciones más conservadoras.
El Partido Reformista de Melquíades Álvarez fue alejándose de los grupos republicanos y socialistas para acercarse a la izquierda dinástica (liberales). El resto de la oposición republicana siguió fuertemente fragmentada y sin un liderazgo útil. Habrá que esperar a los años finales de la dictadura para que el republicanismo conozca una renovación, tanto en sus políticos como en su discurso, y se convierta en una clara alternativa política.
El Partido Socialista incrementó su filiación y su fuerza electoral y en 1920 obtuvo 578 concejales en la elecciones municipales. Sus nuevos dirigentes (Julián Besteiro, Indalecio Prieto) se mostraron claramente partidarios del parlamentarismo y de una práctica política reformista y moderada. Pero el estallido de la Revolución Rusa suscitó una fuerte controversia: surgió entonces un grupo de dirigentes partidarios de apoyar al régimen bolchevique y de ingresar en la III Internacional. Ante la falta de entendimiento con el resto del partido, en 1921, este sector decidió abandonar el PSOE y fundar el Partido Comunista de España (PCE), grupo que tuvo escasa influencia, aunque contó con núcleos activos en Vizcaya y Asturias.
5.3. Los años del pistolerismo
La conflictividad laboral degeneró en una radicalización extrema de las posiciones de los sindicatos y de la patronal que fue aprovechada por las autoridades militares para hacerse con el control y ejercer una fuerte represión. Así, entre 1919 y 1922, España vivió bajo un estado de excepción permanente con las garantías constitucionales suspendidas.
Algunos grupos anarquistas practicaron un activismo violento y atentaron contra las autoridades, los patronos y las fuerzas del orden. Entre estos grupos cabe citar a Los Solidarios, que actuaron en Barcelona y entre los cuales se hallaban Buenaventura Durruti, Juan García Oliver y Francisco Ascaso. A su vez, empresarios y patronos crearon la Federación Patronal que pretendía detener la fuerza de los sindicatos obreros. También contrataron a pistoleros a sueldo para asesinar a los dirigentes obreros y recurrieron, frecuentemente, al Iockout (cierre de empresas) para frenar las reivindicaciones obreras y además fomentaron la creación del Sindicato Libre para contrarrestar la fuerza cenetista.
Como la Federación Patronal barcelonesa exigía medidas de fuerza, el general Martínez Anido fue nombrado gobernador civil de Barcelona. Éste protagonizó una política de protección de los pistoleros de la Patronal; ejerció una dura represión contra los sindicalistas y puso en práctica la ley de fugas, según la cual, la.policía podía disparar contra los detenidos en caso de intento de fuga. Todo ello originó la época conocida como el ?pistolerismo? (1916-1923) durante la cual tuvieron lugar más de 800 atentados en los que murieron 226 personas, entre ellas conocidos empresarios y dirigentes sindicales. El presidente del gobierno, Eduardo Dato, fue asesinado por militantes cenetistas en 1921 y pistoleros a sueldo asesinaron al dirigente sindicalista Salvador Seguí (1923) y al abogado laboralista Francesc Layret (1920).
5.4. El problema de Marruecos
El protectorado español en Marruecos era una zona de escaso valor económico y con una difícil orografía, que dificultaba la ocupación efectiva del territorio por el ejército español. La empresa africana sólo contaba con el apoyo de algunos grupos empresariales (compañías mineras), aunque pronto perdieron su interés al confirmarse el escaso rendimiento económico que podía obtenerse del Protectorado. Las clases populares, de cuyos efectivos salían las tropas que debían defender la colonia, estaban totalmente en contra de una nueva guerra colonial. Además, los políticos no tenían objetivos claros e instaban a los militares a evitar cualquier enfrentamiento, criticando los fracasos bélicos cuando se producían. El ejército también se hallaba dividido, ya que el problema de los ascensos por méritos de guerra enfrentaba al ejército peninsular con el instalado en África.
Durante la Primera Guerra Mundial, el protectorado estuvo en calma. Pero acabado el conflicto y bajo la presión que suponía la reanudación del intervencionismo francés en la zona, las autoridades españolas decidieron reemprender sus acciones militares para afianzar el control del territorio. La intervención tuvo éxito en la zona occidental, con base en Ceuta y Tetuán, pero en la oriental, las cabilas ofrecieron mucha mayor resistencia. En julio de 1921, el general Silvestre inició una campaña con el objetivo de extender el control español alrededor de Melilla, adentrándose en el corazón del Rif sin haber protegido suficientemente su retaguardia ni haber asegurado los abastecimientos.
La reacción de los rifeños no se hizo esperar y las cabilas de Abd-el-Krim atacaron por sorpresa el puesto español de Annual provocando una gran desbandada entre las tropas españolas, que perdieron todo el territorio ocupado y sufrieron unas 13.000 bajas, incluido el general Silvestre. A los rifeños se enfrentaba un ejército español integrado por soldados reclutados recientemente, sin preparación militar, que desconocían el terreno y no estaban interesados en la expansión colonial.
El desastre de Annual puso en evidencia la deficiente organización del ejército y, aunque la llegada de tropas de refuerzo permitió recuperar fácilmente las posiciones perdidas, tuvo consecuencias importantes para la estabilidad del sistema político.
5.5. Las consecuencias de Annual
La impopularidad de la empresa marroquí crispó a la opinión pública y las reacciones políticas no se hicieron esperar. La prensa y los contrarios a la intervención colonial culparon de la derrota al gobierno y al ejército y se acentuó más el distanciamiento entre los militares y la clase política. El gobierno dimitió y se formó un gobierno de concentración, presidido por Antonio Maura, del que formaron parte todos los grupos políticos de la Restauración, pero no logró consolidarse. También se inició un proceso parlamentario encaminado a indagar las responsabilidades militares y políticas de Annual. A tal efecto se nombró una comisión en el Congreso encargada de elaborar un informe sobre lo sucedido, que debía ser presentado a las Cortes.
Este informe, conocido como el Expediente Picasso, provocó fuertes debates en las Cortes y contó con la oposición del ejército, que quería frenar el asunto puesto que de él podían derivarse responsabilidades de los mandos militares y llegar a implicar a la propia monarquía en el desastre. Al parecer, y debido a su amistad con Alfonso XIII, partidario de la expansión marroquí, el general Silvestre se sintió impulsado por el monarca a comenzar su ofensiva sin haber tomado las precauciones necesarias. Se inició un agitado debate parlamentario y la minoría socialista, con el apoyo de los republicanos, exigió medidas drásticas que apuntaban directamente al ejército y al Rey.
Así, la cuestión de Marruecos se convirtió en un factor de crisis política, y el debate en torno a las responsabilidades fue un elemento decisivo que llevó a los militares a optar por una decisión de fuerza. Pero el expediente no llegó nunca a las Cortes, ya que días antes de la fecha prevista para su discusión se produjo el golpe de Estado de Primo de Rivera.