Jovellanos y el Ensayo en el Siglo XVIII: Ilustración y Reformismo en España
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El Ensayo en el Siglo XVIII: Jovellanos
A finales del siglo XVII comienzan a someterse a discusión las creencias y convicciones vigentes, sobre todo por parte de la burguesía, caracterizada por sus posturas críticas y pragmáticas. La nueva mentalidad queda reflejada en el movimiento cultural e ideológico que se desarrolla en el siglo XVIII y que conocemos con el nombre de Ilustración. En España, la Ilustración tiene su momento de máximo desarrollo durante el reinado de Carlos III (1759 – 1788), cuyas reformas persiguen la modernización del país para acabar con el desfase entre España y Europa. Con Carlos IV se agudizan las tensiones entre los reformistas (llamados también afrancesados) y los tradicionalistas.
Características de la Ilustración
Entre los rasgos esenciales de la ideología ilustrada podemos señalar:
- Racionalismo: la razón es la base de todo conocimiento (frente a la fe religiosa, la tradición o la autoridad de antiguos escritores).
- Fe en el progreso: confianza en el poder de la ciencia y la técnica para mejorar la vida de las personas.
- Laicismo: los sectores religiosos sufren retroceso mientras que el escepticismo e incluso un cierto agnosticismo ganan terreno. Se defiende la libertad religiosa, y se desea la separación entre la Iglesia y el Estado.
- Reformismo: los gobiernos practican el Despotismo Ilustrado bajo el lema: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
- Afán didáctico: los ilustrados consideran que el saber hace al hombre más libre; por ello apuestan por la educación del pueblo. Promueven escuelas y colegios, y la reforma y extensión de la educación; se crean instituciones culturales como la Biblioteca Nacional (1712), la Real Academia de la Lengua (1713), el Museo del Prado (1785); surgen los primeros periódicos, que, junto a las Sociedades de Amigos y a las Tertulias, ayudan a difundir las ideas ilustradas.
En lo que atañe a la literatura, la actitud crítica junto al sentido de la utilidad hacen que se desarrollen los géneros didácticos, como el ensayo y la fábula, de los que se puede sacar una enseñanza provechosa, y, al mismo tiempo, dejan en un segundo plano la poesía y los géneros de ficción.
El Ensayo
Tomando la definición de Estébanez Calderón, el ensayo es “un escrito en prosa, generalmente breve, de carácter didáctico e interpretativo, en el que el ensayista aborda temas diversos, desde un punto de vista personal y subjetivo, con flexibilidad de métodos y clara voluntad de estilo”. El ensayista no pretende ser exhaustivo en el tratamiento del tema, ni lo aborda desde una perspectiva técnica o especializada, sino que pretende acercar el tema al lector de una forma sugestiva, otorgándole un papel activo: el lector debe estar dispuesto a proyectar en su propio mundo interior la propuesta interpretativa que el autor le ofrece en el texto. El ensayo se caracteriza también por la actualidad de los temas abordados y por el empleo de una lengua que persigue la claridad y la corrección. En el siglo XVIII el género no se hallaba aún definido, por lo que adopta formas muy variadas (memorias, cartas, autobiografías…). Los intelectuales ilustrados lo pusieron al servicio de su afán educativo y reformista, centrándose en la búsqueda de soluciones a los grandes problemas de España, especialmente la decadencia económica y el analfabetismo de la mayor parte de la población.
Jovellanos
Gaspar Melchor de Jovellanos (1744 -1811) es tal vez el escritor español que mejor refleja la mentalidad ilustrada. Desempeñó importantes cargos políticos en los reinados de Carlos III y Carlos IV y, en el terreno literario, utiliza la literatura para defender sus ideas reformistas, ideas –muy avanzadas en ciertos aspectos– que le causaron numerosos problemas debido a la intolerancia de los sectores sociales más conservadores. Aunque su producción literaria es muy escasa, además de sus ensayos, compuso algunos poemas y dos piezas teatrales (Pelayo y El delincuente honrado).