Jesús Histórico y Cristo de la Fe: Un Análisis de su Continuidad

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El Desafío de Comprender a Jesús: Historia y Fe

Una de las vías más eficaces para socavar la autoridad de la Iglesia consistía en mostrar que se apoyaba en un Jesús que había sido falsificado o manipulado. La Iglesia carecía, por ello, de una base en la que legitimar su papel como continuadora de un Jesús que le había otorgado semejantes atribuciones. Más allá de esta actitud polémica, la humanidad se plantea estudiar más a fondo la experiencia de Jesús para ver qué ha transmitido la Iglesia.

De este modo, se ha llegado en ocasiones a una conclusión inquietante: el Cristo de la fe, es decir, el Cristo predicado por la Iglesia, no coincide exactamente con el Jesús cuya vida y actividad narran los Evangelios. Nada dicen, por ejemplo, los evangelios de las formulaciones que más tarde usarán los concilios. ¿Se trata simplemente de una diferencia, de una distancia o tal vez de una auténtica contradicción? Esto nos plantea a los creyentes una cierta incertidumbre: ¿El Cristo en el que creemos es realmente el Jesús del que hablan los evangelios?

El Foso entre el Jesús de la Historia y el Cristo de la Fe

Las dudas e incertidumbres aparecieron en el siglo XVIII en lo que se llama la primera investigación sobre Jesús, fue lanzado por Reimarus, el cual señala que la historia cristiana es un fraude, se levanta sobre un gran engaño; Jesús en realidad fue un cabecilla político ajusticiado por los romanos; sus discípulos robaron el cadáver para decir que había resucitado; y esta falsificación la transformaron en culto religioso.

Por eso, según la historia, la fe que nos han enseñado es un engaño.

De la Confianza al Escepticismo

Este primer periodo confiaba en recuperar la figura de Jesús liberándolo del dogma. El personaje histórico no es más que una reconstrucción del historiador. ¿No sucede lo mismo en el caso de Jesús?

Los relatos evangélicos no son de testigos directos, sino que hay una tradición entre el suceso y la redacción final; por ejemplo, el cuarto evangelio es diferente al de los sinópticos, por lo que nos puede plantear dudas para llegar al Jesús de la historia.

Todos estos documentos hicieron sospechar que el Jesús de la historia era inaccesible. Esta conclusión fue para muchos una decepción, pues la fe perdía toda base histórica. Para otros, la fe quedaba robustecida precisamente como fe: lo que le interesa al creyente, y lo que le salva, no son los datos que provengan de la investigación histórica, sino el anuncio de un mensaje salvador, la iniciativa de Dios en Jesucristo como palabra de perdón y de esperanza.

Del Escepticismo a la Recuperación de la Esperanza

La investigación sobre la vida de Jesús fue equilibrando conclusiones tan radicales. La exégesis (estudio de los textos bíblicos) fue ofreciendo perspectivas y criterios que pretendían superar el escepticismo. Aquí mencionamos la nueva investigación y la tercera investigación sobre la vida de Jesús.

La fe cristiana tiene necesidad de ser contada o narrada como un relato. El relato evangélico, aún en sus variaciones, tiene una misma historia. Hay en los evangelios bastantes elementos que no pueden ser cuestionados: porque resultan incómodos o molestos para los lectores posteriores, reflejan una originalidad llamativa en el personaje central y no pueden derivarse ni del judaísmo antiguo ni de la iglesia primitiva.

Los datos de otras ciencias contribuyen a enmarcar la figura de Jesús de un modo coherente en su contexto, haciendo perceptible a la vez su peculiaridad.

Como conclusión, los estudios nos llevan a pensar que realmente hay una historia y que el Jesús de la historia no contradice al Jesús de la fe. Por otro lado, Jesús nace en un tiempo y en la historia, por lo que su presencia es innegable. El Jesús de la historia y el Cristo de la fe son el mismo. No hay contradicción entre el Jesús que narran los Evangelios y el que nos ha transmitido la Iglesia.

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