El Jardín de las Delicias de El Bosco: Simbolismo y Significado

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El Jardín de las Delicias: Una Obra Maestra de El Bosco

El Jardín de las Delicias es la obra más conocida del pintor holandés Hieronymus Bosch, conocido como El Bosco. Se trata de un tríptico pintado al óleo, compuesto por una tabla central y dos laterales, pintadas en sus dos lados, que se pueden cerrar sobre aquella. Se considera que la obra obedece a una intención moralizante que habría sido comprensible para la gente de la época. En este sentido, el propio rey Felipe II de España, poco sospechoso de herejía, adquirió el cuadro como consecuencia de su interés por el mismo.

Tríptico Abierto

Al abrirse, el tríptico presenta, en el panel izquierdo, una imagen del paraíso donde se representa el último día de la creación, con Eva y Adán. En el panel central se representa la locura desatada: la lujuria. En esta tabla central aparece el acto sexual y es donde se descubren todo tipo de placeres carnales, que son la prueba de que el hombre había perdido la gracia. Por último, tenemos la tabla de la derecha donde se representa la condena en el infierno. En ella el pintor nos muestra un escenario apoteósico y cruel en el que el ser humano es condenado por su pecado.

La estructura de la obra, en sí, también cuenta con un encuadre simbólico: al abrirse, realmente se cierra simbólicamente, porque en su contenido está el principio y el fin humano. El principio en la primera tabla, que representa el Génesis y el Paraíso, y el fin en la tercera, que representa el Infierno.

Panel Izquierdo: El Jardín del Edén

El postigo de la izquierda representa el Paraíso terrenal. Al fondo puede verse la Fuente de la Vida. En primer plano hay una escena del todo atípica, ya que no representa ni la creación de Eva de la costilla de Adán, tampoco el modo de comportarse en el jardín, ni la reconvención que sigue a la expulsión del paraíso, los únicos temas relatados en el Génesis en relación con este episodio. En esta curiosa y original escena aparecen Dios, Eva y Adán. Adán está despierto, lo que sólo aparece en miniaturas, y Dios le está presentando a Eva, recién creada. Dios está representado de una manera anticuada para los tiempos de El Bosco: como Jesucristo.

Eva se encuentra arrodillada en el suelo y toma de la mano a Dios. Adán, tumbado, mira a la futura pecadora. Junto al primer hombre y la primera mujer aparece el Árbol del Bien y del Mal (una palmera), ya que alrededor de él se enrolla la serpiente tentadora, y el Árbol de la Vida (un exótico drago). Dado que en el siguiente panel se representa un mundo lujurioso, se ha interpretado esta tabla como el preludio de lo que después acontecerá.

En lo que a primera vista parece el típico Edén, asociado a la idea de paz y sosiego, con poco que observemos, ese idílico escenario se ve truncado. Varios signos de hostigamiento irrumpen, los animales se enfrentan unos a otros: un león derriba a un ciervo y se dispone a comerlo, un extraño bípedo es perseguido por un jabalí. En el estanque, las disputas entre los animales vuelven a reanudarse: un leopardo lleva en la boca un ratón, un ave devora una rana. Son señales ajenas a la paz paradisíaca que suelen interpretarse como aviso de pecado.

  • El pecado femenino se personifica en los bichejos que se arrastran por la tierra (insectos y reptiles) o nadan por el agua (anfibios y peces), ya que, de los cuatro elementos (tierra, agua, fuego y aire), la tierra y el agua eran consideradas esencias pasivas llenas de fecundidad que, como la mujer, reciben la semilla.
  • El pecado masculino se representa por las alimañas que vuelan (insectos voladores, aves, murciélagos…), ya que el aire es considerado un elemento activo, asociado al fuego y opuesto a la tierra, por lo tanto, masculino.

El demonio está escondido en los estanques y las rocas que son, para El Bosco, la guarida de los espíritus malignos. Aparecen en la obra animales reales, pero extremadamente exóticos en la época de El Bosco, como jirafas, elefantes, leones, leopardos, cuando África era prácticamente desconocida en Europa.

Panel Central: El Jardín de las Delicias

La tabla central es El Jardín de las Delicias. Un falso paraíso en el que la humanidad ya ha sucumbido en pleno al pecado, especialmente a la lujuria, y se dirige a su perdición. Decenas de símbolos diferentes, cuyas claves solo pueden sospecharse, pueblan este espacio opresivo y angustioso en el que la locura se ha apoderado del mundo. Aparecen tanto hombres como mujeres, blancos y negros, desnudos. Se muestran todo tipo de relaciones sexuales y escenas eróticas, principalmente heterosexuales, pero también homosexuales y onanistas. Además, aparecen también relaciones eróticas o sexuales entre animales, e incluso entre plantas.

La parte inferior de la tabla está dominada por numerosos desnudos, en grupos o en parejas, junto con extrañas plantas, minerales y conchas o comiendo grandes frutos. Todas las frutas (cerezas, frambuesas, fresas, uvas, madroños, etc.), son una clara alusión a los placeres sexuales. En la Edad Media las frutas simbolizan la fugacidad de dicho placer, pues pasan en unos días de la frescura a la putrefacción.

Las extrañas estructuras, que aprisionan y oprimen a los personajes, a veces son como pompas, otras como costras, o conchas. Dan a conocer indirectamente que el pecado se apodera del ser humano, lo corrompe y atrapa para siempre. Los estanques no son limpios, sino focos de concupiscencia, fuente y origen de todos los males que refleja la pintura.

Chocan sobremanera las extraordinarias dimensiones de los animales (peces y mejillones incluidos) y las plantas, que llegan incluso a sobrepasar la estatura de los hombres. Es la idea del mundo al revés, muy presente en el lenguaje iconográfico y literario de la época. Hay una obsesión por presentar animales y personas en posiciones invertidas.

Todas estas escenas muestran que nos encontramos ante un falso paraíso en el que todo lo que en él se presenta no es lo que parece. Otro elemento clave de la tabla es la indiferenciación sexual. Apenas distinguimos a los hombres de las mujeres. Los únicos signos de diferenciación entre los dos sexos son los pechos femeninos (nunca demasiado voluptuosos) y los genitales masculinos. Podría ser que El Bosco buscara así querer mostrar que toda la humanidad estaba implicada en el pecado.

Esta es la interpretación tradicional del panel central. No obstante, ha habido otras que se apartan de la misma, teniendo en cuenta que El Bosco realmente no condena lo que se está viendo en este panel. Al contrario, parece un mundo positivo, altamente «deseable». Se representa un universo de felicidad, sin dolor, enfermedad ni muerte. No se representa el paso del tiempo (no hay niños ni ancianos), tampoco se ve a nadie trabajando. Se estaría describiendo el Paraíso terrenal.

Panel Derecho: El Infierno

Infierno Musical

El postigo de la derecha representa el Infierno. También es conocido como El Infierno Musical, por las múltiples representaciones de instrumentos musicales que aparecen. Se ignora por qué El Bosco asocia la música con el pecado. Ha pintado los tormentos del infierno, a los que está expuesta la Humanidad. Describe un mundo onírico, demoníaco, opresivo, de innumerables tormentos. Es una tabla muy sombría en relación con el colorido de las otras dos: tonos lívidos del infierno de hielo, vivas llamas del infierno de fuego. La tabla se puede dividir en tres niveles.

En el nivel superior se ve la típica imagen del infierno, con fuego y torturas. Las arquitecturas están sumidas en extrañas iluminaciones fosforescentes. La atmósfera resulta totalmente demoníaca. La crítica parece coincidir en que el cuchillo unido a las dos orejas es un genital masculino, mientras que la gaita que un monstruo sostiene sobre la cabeza podría ser un elemento homosexual o, tal vez, femenino.

En la parte central, aparece un mundo onírico, con criaturas fantásticas, y cuya figura central es un «hombre-árbol». Mira directamente al espectador. Se ha interpretado en numerosas ocasiones como el rostro del propio artista. Sobre la cabeza lleva un disco, en el que bailan pequeños monstruos. Sus brazos son como troncos de árbol y están descansando sobre barcas. Su tórax está abierto y hueco como una cáscara de huevo, y en su interior hay más seres. Debajo de él hay un lago helado, sobre el que patinan algunos condenados, mientras el hielo se resquebraja. En la Edad Media se consideraba el contraste entre el frío y el calor como una de las torturas del infierno.

Destaca un personaje con cabeza de ave rapaz sentado en un retrete, y con una caldera en la cabeza. Se piensa que podría ser Satanás devorando a los condenados y defecándolos en un pozo negro en el que otros personajes vomitan inmundicias o excrementan oro, esto último quizá como alusión a la avaricia. Bajo el manto de Satanás, una mujer desnuda es forzada a mirarse en un espejo convexo colocado en las nalgas de un demonio, aludiendo al pecado de la soberbia.

En la parte inferior, a la izquierda, aparece un grupo de jugadores (hay dados, naipes, tablero de backgammon, una mujer desnuda portando una jarra) atormentados y torturados por demonios en medio de un gran caos, todo lo cual alude a la pereza, la lujuria y la gula. A la derecha, se ve a un hombre abrazado por un cerdo con velo de monja, probablemente aludiendo a la lujuria.

Eva, escondida en una cueva y señalada por Juan el Bautista como culpable.

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